domingo, 31 de agosto de 2014

LA CASA #4




La siguiente mañana amaneció tan despejada y clara como la anterior. Parecía que el tiempo se iba a aliar con ellos y aunque por aquellas latitudes solía llover bastante, en el cielo no había ni una nube que presagiara algún cambio. Se despertaron temprano, aún no habían adaptado sus biorritmos al no tener que hacerlo con despertador,  Paula fue la primera en levantarse, presta y acompañada de su almohada, que se había traído de casa,  abandonó su nueva cama y se fue a la de sus padres en la habitación de al lado donde todavía holgazaneaban fingiendo que dormían.

La batalla de cosquillas que siguió quedó en tablas. Una vez llegaron a un pacto de no agresión, los tres bajaron a la cocina para preparar el desayuno. Mientras reían jugando en la cama Carlos y Laura cruzaron varias veces las miradas. No podían saberlo pero el mismo pensamiento planeó sobre sus cabezas. Que bien se les daba fingir que eran felices, que no pasaba nada entre ellos. Las brasas que quedaban en lo que fuera la hoguera de su amor parecía reavivarse en esos instantes.   

La nevera y la alacena estaban vacías, Laura previsora había llevado unas galletas, un brick de leche y cacao en polvo del que le gustaba a Paula. También había traído un paquete de café molido como buena cafeinómana. Pero las reservas alimenticias habían tocado a su fin entre la cena y el desayuno, así que tendrían que ir al pueblo para hacer acopio de víveres.

- Laura, hazme una lista e iré al pueblo a comprar. Tú si quieres quédate aquí con Paula.

A su mujer no le pareció mala idea, en realidad lo celebró en silencio. Ir a un supermercado no entraba en su idea de vacaciones. Preferiría explorar los alrededores de la finca con la niña o simplemente sentarse en el porche a leer mientras que Paula jugueteaba.

- Bien, como tú quieras. Contestó  

- Además me gustaría acercarme para hablar con la casera, quiero comentar lo de ayer con ella. No quiero que haya ningún sobresalto más.

- Y no puedes dejarlo correr, no creo que tenga tanta importancia. ¿Siempre tienes que hacerte notar?.

Paula ahogaba las galletas con forma de dinosaurio en el tazón de leche chacoloteada sin prestar atención a la conversación de sus padres, así y todo Carlos tomó por el brazo a su mujer para alejarla y le habló en voz baja.

-Tú no lo vistes, sólo pretendo que pasemos unas vacaciones tranquilas y seguras, de hecho ahora no sé si será buena idea que os quedéis aquí las dos solas.

Este último molestó a Laura.

- Ya salió el macho dominante de la manada. Mejor vete a comprar y a hacer lo que te dé la gana, te mandaré la lista con un wasap. Sabré cuidar de mí y de nuestra hija en tu ausencia, no te preocupes.

En su cara había una mueca irónica que anunciaba el comentario que dio por zanjada la conversación.

-¡Ah! Y no olvides cazar algún jabalí.

- Mamá a mí no me gusta el jabalí. Apostilló Paula desde el otro lado de la cocina.

Las ruedas del monovolumen rascaron el suelo de grava al salir de la casa. Carlos se sentía como un perro apaleado. El sólo pretendía proteger a su familia y una vez más recibía las burlas de su mujer. Por el retrovisor observó las ventanas/ojos de la casa y el porche/boca y como la verja/bozal se cerraba automáticamente. Un oscuro pensamiento se le cruzó por la mente erizándole el vello de la nuca, a lo mejor esas rejas no estaban puestas allí para no dejar entrar, a lo mejor el propósito de esas lanzas de hierro era él de no dejar salir. Apartó el pensamiento igual que si fuera una mosca que merodea sobre una herida recién hecha y se concentró en la conducción.  
CONTINUARÁ...


LA CASA#5


sábado, 30 de agosto de 2014

CONFESIÓN #5

 
 
Cuando abrió los ojos sintió el escozor de una luz blanca que amenazaba con abrasarle las retinas y volvió a cerrarlos en un reflejo puramente instintivo. Con la precaución de la experiencia que le dio el dolor volvió a abrirlos. Poco a poco sus pupilas se fueron contrayendo acostumbrándose a la claridad del ambiente. Estaba en una cama de un hospital. Aquello le tranquilizó por un momento. Pero, ¿por qué estaba allí? y ¿cómo había llegado?. La respuesta a la primera pregunta se hizo paso desde la base del cráneo, como si fuera un tornillo horadándole la masa encefálica hasta que en su cabeza se escuchó de nuevo aquella voz y vio a aquella niña con el cuello retorcido y aquellos ojos que ardían en azul. La segunda cuestión dejó de importarle.
 
Sintió de nuevo el frío helador en su cuerpo que tembló con un espasmo que casi le arroja del catre.
Notó el peso de la ropa de cama y como ésta se pegaba a su cuerpo encharcada de su propio sudor. El espasmo fue remplazado con un eco de tiritona. Aunque estaba cubierto por una manta tenía frío, mucho frío. Pero hacía calor, aquello era África los destartalados ventiladores del techo apenas aliviaban los 45º con el movimiento de sus despostilladas aspas repintadas cien veces de blanco.
 
Haciendo un esfuerzo sobre humano alzó la manta para observarse. Los brazos le pesaban como si fueran de plomo, había una vía de suero en el derecho que le mordió al moverlo. No debió contemplar aquello. Estaba completamente desnudo, llevaba puesta una sonda urinaria y su cuerpo, su cuerpo había sido vaciado de cualquier tipo de grasa, era poco más que un saco de huesos envueltos en un pellejo amarillento y flácido.
 
La fiebre le subía y cada vez tenía más frío, intentó hablar pero era demasiado esfuerzo
Debía de haber consumido sus pocas energías, cerró los ojos con miedo de que fuera la última vez. Mentalmente intentó orar pero era imposible, estaba tan cansado. Se hundió en el estado comatoso, como un canto que rueda por el terraplén directo a una poza de brea espesa y oscura.     
 
Los estados de inconsciencia se alternaban con pequeños periodos de lucidez cuando la fiebre daba alguna pequeña tregua. Terribles pesadillas le acompañaban en sus letargos. Monstruos negros con forma de reptil le entraban por la boca devorándole las entrañas, sentía sus pieles cubiertas de baba fría y escamas dentro de él y como le arrancaban la carne a dentelladas; el recuerdo de ellas le atormentaba cuando despertaba.
 
 Pasaron días, quizás semanas. El tiempo no tenía sentido, se deformaba, la fiebre lo fundía como un trozo de mantequilla dejado al sol o lo contraía como el dedo que se retira al sentir el calor de una llama. El padre luchaba y su cuerpo seguía consumiéndose.
 
 En uno de esos  lapsos donde volvía a la realidad la vio. Era una joven de color de no más de 25 años estaba envuelta en un halo amarillento radiaba como si el mismo sol estuviera escondido tras su espalda. Pensó que había muerto y aquella era la visión de un ángel, pero no, se trataba de una joven enfermera que todas las mañanas le aseaba. Ayudaba a las religiosas de la comunidad en las tareas más ingratas. Le estaba secando el sudor de la frente con una compresa cuando su mirada se posó en la suya.
 
- No diga nada padre, descanse.
El padre desobedeció, gastaría sus fuerzas en una única pregunta, necesitaba algo una explicación a su estado.
 
- ¿Qué... me está pasando?
 
Fue poco más que un susurro, un rumor, un quejido.
La joven seguía envuelta en el aura dorada que le daba el aspecto de una virgen negra, se acercó a su oído comprobando antes que ninguna hermana los miraba. Habló en voz baja. El sacerdote oyó perfectamente la palabra de tres letras que pronunció. Entonces sus miedos se hicieron realidad. Sus pesadillas no eran el fruto de los delirios de un enfermo de malaria o de otra enfermedad exótica. Ese demonio de la choza lo había maldecido. La palabra que la joven dejó caer sobre sus oídos fue Ikú.
 
 
CONTINUARÁ…

martes, 26 de agosto de 2014

LA CASA #3





El episodio del gato muerto quedó cubierto con un manto de silencio. Cada uno tenía sus propios motivos, el caso fue que Carlos volvió a por el equipaje mientras Laura y Paula entraron en la casa en silencio. Era acogedora. Suelos de madera y olor paredes recién pintadas les dieron la bienvenida. Después del hall se abría a mano izquierda un amplio salón con unan gran chimenea presidiéndola, en su hogar habían colocado uno de esas estufas de gas que simularían unas llamas cuando estuviera funcionando. La funcionalidad se imponía sobre la leña y las cenizas, así y todo iba ser una pena no verla encendida. Todo tenía aspecto de antiguo incluido los dos grandes Chester de piel negra. Pero aunque no por ello estaban ajados, muy al contrario parecía relucientes como recién comprados. La casa estaba decorada con gusto. Laura sólo puso un pero al salón y fue el tapiz que colgaba sobre una de las paredes que mostraba una escena de caza en la campiña inglesa. Unos jinetes de chaquetillas rojas y pantalones de montar blancos perseguían a una jauría de perros que a su vez perseguían a alguna presa que no se veía en la escena.

Al otro lado del recibidor se encontraba la cocina también grande con una mesa y seis sillas en el centro, completamente equipada con todo tipo de comodidades, como un lavavajillas y un microondas que los decoradores habían sabido integrar perfectamente en los muebles de madera vista. La planta baja se completaba con una pequeña biblioteca con dos cómodos butacones tapizados en yute y unos anaqueles atestados de libros. Paula sorbió los mocos que aún le quedaban en la nariz y corrió hacia una de las estanterías,  pasó sus deditos por los lomos de los libros encuadernados en cuero rojo. Aunque aún no sabía leer le encantaban los cuentos e ir a las librerías y aquello parecía una tienda de libros llena de cuentos, de hecho en uno de los estantes más bajos había una sección repleta de libros infantiles. Desde luego habían pensado en todo.

A la planta de arriba se accedía por una escalera con pasamanados de e cerezo y barrotes dorados. Había cinco dormitorios y todos excepto uno, con dos camas. El principal tenía una hermosa cama de matrimonio con cabecero y piecero de latón que brillaba como recién lustrado. Para la niña escogió la más pequeña, contigua a la de la cama grande.

Carlos apareció cargado con las maletas.

- Bueno os dejo con las maletas. Yo voy a solucionar algo. Dijo dejando la más grande sobre la cama.

Laura captó el matiz, ese algo era el gato.

- Bien, nosotras tenemos mucho trabajo, verdad cariño. Contestó Laura mientras le revolvía la melena rubia a la niña.

- Sí mami, yo te ayudo y comenzó a abrir su maletita de Dora donde venían parte de su ropa y unos juguetes.

El hombre desapareció escaleras abajo. Tenía que hacer desaparecer aquel macabro hallazgo. Más tarde o quizás mañana se acercaría al pueblo para hablar del tema con la persona que les había facilitado las llaves de la casa. Sin duda aquello había sido obra de algún vándalo y quería cerciorase de aquel lugar era seguro. Lo primero que haría sería revisar el seto por si había algún lugar por donde hubiera podido entrar. Una casa deshabitada y relativamente aislada era un lugar donde ese tipo de gentuza podría hacer sus barbaridades con total impunidad. Por un mes aquella seria su casa, su propiedad. Una sonrisa se le dibujó en el rostro, jajá siempre había querido decir eso de: “salga de mi propiedad” mientras se balanceaba en una silla a dos patas con los pies en la barandilla de un porche y una escopeta en el regazo. Lo pensó mejor, la sonrisa se le borró de la cara. A lo mejor su intuición no le había fallado y en realidad haber ido a esa casa no había sido tan buena idea.

Había dejado el coche junto a la puerta del cobertizo que también hacia las veces de garaje. Seguro que allí encontraría útiles de jardinería, una pala y unos guantes para enterar al gato.  No pensaba tocar eso con las manos desnudas. La imagen del aquel animal desollado volvió a irrumpir en su mente y sus tripas volvieron a removerse, la alejó como pudo.

Todo el perímetro de la casa estaba rodeado por el seto tupido de arizónicas  frondosas, no encontró ninguna calva; detrás de él había un bajo muro de piedra con unas rejas de barrotes por los que ningún hombre podría colarse. No era imposible entrar pero desde luego tampoco era fácil. Aquello le tranquilizó algo. Supuso que sólo el hecho que la casa volviera estar habitada sería suficiente disuasión, aquellos barrotes ahora harían mejor su trabajo.

En el garaje había espacio suficiente para dos coches grandes. También encontró lo que buscaba, un juego completo de jardinería, palas y rastrillos de diferentes tamaños, tijeras de podar pero también había una motosierra y un soplador de hojas. Todas las herramientas estaban en perfecto estado, como recién sacadas del embalaje. También había un banco de bricolaje con un set de herramientas, desde llaves a destornilladores, martillos y un taladro percutor de buen tamaño, todo impoluto. Tomó una pala y se dispuso a realizar su trabajo de enterrador.

Antes de comenzar le sacó una foto con el móvil, la enseñaría a la chica de las llaves o a la policía si fuera necesario. Aquello no iba a quedar así, pero tampoco podía dejar aquel espectáculo para que Paula lo volviera a ver. Usó la pala para cavar una pequeña fosa de poco más de un metro por un palmo de profundidad. La tierra estaba blanda y no le costó demasiado esfuerzo. Así y todo, sus manos de hombre ciudad se resintieron. Luego desclavó al animal con unas tenazas, arrancando los clavos de cinco centímetros que los sujetaban al tronco del pino. El hedor era insoportable, luego estaban las moscas y los gusanos blancos y gordos; brillantes que se luchaban por no caerse de su festín. Lo depositó con cuidado en el agujero y lo cubrió con la tierra que acababa de remover. Lo hizo con sumo cuidado, un cuidado respetuoso, sentía pena por aquel animal. ¿Qué clase de bárbaro le haría eso a un pobre gato? .

CONTINUARÁ….


LA CASA#4



domingo, 24 de agosto de 2014

LA CASA #2





El sol brillaba en toda su plenitud. Era una mañana de primeros de Agosto, de ésas que parecen sacada del folleto de una agencia de viajes cuando llegaron a la casa. Carlos detuvo el coche frente a la verja de la entrada y bajó para abrirla, antes se tomó un instante para contemplarla intentando acallar esa vocecilla que no paraba de recordarle que no era una buena idea. A través de las rejas observó el amplio porche, sobre el que se situaban dos ventanas en la fachada principal. No pudo evitar pensar en una cara con una gran boca. Una gran boca a la cual él iba a quitar el bozal de hierro.

-  Carlos, cariño pasa algo, ¿a qué esperas para abrir?

En la pregunta de su mujer había implícita una advertencia (Ya estás otra vez con tus corazonadas…)

- Nada, nada ya abro.

Contestó saliendo de su ensoñación. Metió la llave en el candado. Desde el coche llego la vocecilla de Paula, su hija para acuciarle aún más.

- Papi, papi me quiero bajar, me hago pis.

La cancela protestó con un chirrido metálico pidiendo a gritos un poco de grasa en sus bisagras resecas. Volvió al coche. En los ojos de Laura había una sombra de reproche pero no hizo ningún comentario. Por el contrario, Paula seguía con su soniquete del pis.

- Paula, aguanta un poco, ahora mismo meto el coche.

- Pero es que me hago mucho pis.

- Eso cariño, aguanta, es solo un pelín. Apostilló su mujer.

Parecía una tontería pero eran esos pequeños apoyos los que a Carlos le recordaban que seguían siendo una familia y que no todo estaba perdido. Las casas con forma de cara y los porches con bozal se esfumaron de su cabeza.

En cuanto Laura liberó a Paula de la sillita en el asiento trasero salió como un rayo del monovolumen. Las insoportables ganas de hacer pis habían desaparecido. La niña correteaba por el césped alegre como un cascabel dispuesta a explorar todo aquel lugar tan guay. La mirada de Carlos se cruzó con la de Laura que ya estaba bajando las maletas, ves que contenta está, ponían en sus hermosos ojos verdes.

- Laura, deja eso, ya lo hago yo. Ve a abrir, toma aquí tienes las llaves.

- Gracias. Dijo y se alejó por el caminito de grava que conducía al porche.

El gracias se quedó flotando en el aire como una pluma que se balancea, tomándose su tiempo antes de caer al suelo. ¿Gracias?, ¿qué clase de respuesta era ésa?. Él era su marido, no un botones o un desconocido. Se giró mirándola como esperando una explicación a esa respuesta tan educadamente fría. Pero no la hubo. Laura ya estaba llegando al portón de la entrada de la casona. Carlos bufó y volvió a ocuparse del equipaje.

- ¡¡Mamaaaaaaaaaá!!

El grito de la niña les penetró por los odios como si se los hubieran atravesado con un alambre de espinos. Por un momento se habían olvidado completamente de Paula.

Carlos arrojó la maleta al suelo, precisamente era la maletita de Dora la Exploradora de su hija y salió corriendo. Laura también salió disparada.

La niña estaba de pie junto un árbol. Estaba de espaldas mientras seguía gritando llamando a su mamá.  Carlos que fue el primero en llegar, la tomó por los hombros y la giró hacia él. Tenía el rostro lívido y los ojos muy abiertos rebosantes de lágrimas que le caían por las mejillas que habían perdido su rosa habitual reemplazado por un gris malsano. Un instante después llegó Laura.

-   ¡¡¿Qué pasa cariño?. ¿Qué le pasa a la niña?!! Era una ametralladora.

La madre prácticamente arrebató a la niña de los brazos del padre que no pudo hacer otra cosa que dejarla ir. Entonces Carlos miró a donde estaba mirando la niña cuando llegó. Había un gato muerto.

Era normal que una niña de cuatro años se impresionara por la visión de un gato muerto, pero aquello también le impresionó a él encogiéndole el estómago haciéndole reprimir una arcada que le sobrevino ante tan grotesca escena. El pobre animal estaba clavado en el árbol panza arriba y con las extremidades extendidas de tal forma que dejaba ver el vientre, que había sido abierto haciendo que sus tripas se desparramasen. Cientos de gusanos moraban en él, alimentándose de aquella criatura a la que también habían despellejado, dejando sólo la piel de la cabeza y que era lo que hacía posible reconocer que aquello había sido un gato. Se interpuso entre aquello y su familia ocultándolo.

- ¿Qué hay ahí?, ¿qué ha visto? quiso saber Laura que acunaba en sus brazos a Paula algo más calmada aunque seguía gimoteando.

- Nada, sólo un gato, sólo… un gato muerto.


CONTINUARÁ..


LA CASA#3




jueves, 21 de agosto de 2014

CONFESIÓN #4


 
 
 
Después de andar unos veinte minutos entre la maleza llegaron a la choza de Isihogo. La choza, estaba adosada a una formación rocosa que sobresalía del suelo árido de la sabana como un puño furioso. Igual que las del poblado, era poco más que un antro de estiércol seco y paja con una cubierta vegetal del que salía un cordón de humo pestilente. El hueco que hacía de puerta estaba cubierta con una piel raída. Sin anunciarse la anciana que encabezaba la marcha entró, los demás la siguieron.  

La mujer le hizo una seña y el sacerdote dejó a la niña sobre una piel de antílope en suelo de albero de la choza. El humo azulado lo llenaba todo y apenas dejaba ver, se pegaba a todo, impregnándolo con su olor acre como si estuvieran quemando algo que llevara mucho tiempo muerto.

El brujo era un hombre anciano, tenía el cuerpo desnudo salvo por un taparrabos hecho con piel de cebra. Todo él estaba decorado con extrañas marcas hechas de un barro blanquecino. Una película lechosa le cubría los ojos ciegos. Bailoteaba canturreando entre dientes en idioma igual de incomprensible para él pero distinto al que hablaban en el poblado, este nuevo dialecto estaba lleno de sonidos guturales y chasquidos de lengua que lo hacían descargable y molesto al oído, confundiéndose con el entrechocar de unos sonajeros hechos con huesos frescos y pellejos que aún choreaban sangre, que comenzó a gotear sobre el cuerpo de la niña. Cada gota que le caía le arrancaba un alarido de dolor.

La mujer joven arrodilló junto a la puerta de la choza mirando al suelo en silencio, la anciana se acercó al brujo y también se arrodillo sumisa a su lado. El sacerdote quedó de pie sin saber muy bien como actuar. Entonces la anciana le miró y con los ojos le indicó que él también tenía que arrodillarse. El joven religioso lo hizo, no convenía hacer nada que pudiera insultar al brujo. Asistir a aquella…pantomima le recomía de impotencia, aquello sólo parecía alargar el sufrimiento de esa pobre niña. Ojalá tuviera un poco de morfina con la que pudiera aliviarla. Intentó abstraerse de aquel espectáculo absurdo, cerró los ojos y comenzó a orar en silencio.

- Señor, oye a tu siervo. Acoge a esta niña en tu seno. Llévala contigo y calma su dolor. Señor te lo pido. Por favor Cristo haz que descanse a la diestra del Padre y dale el descanso eterno. Amén.

Sumido en sus plegarias no supo decir cuanto tiempo levaba orando, como tampoco pudo oír el silencio que se hizo en la choza. Los alaridos cesaron, los cantos entre dientes se detuvieron, y los huesos dejaron de entrechocar. Silencio absoluto, un silencio espeso que casi se podía paladear. El padre abrió los ojos.

El brujo se había situado junto a él, acuclillado Las canicas lechosas le apuntaban, estaban fijas y le miraba sin verle. El brujo abrió la boca donde trozos de dientes como estacas blanqueadas al sol asomaron sobre encías de color hígado. El sacerdote notó su aliento fétido. La lengua chascó sobre la saliva, igual que el chapoteo inútil del ñu arrastrado al fondo del río por el cocodrilo.

- Ikú yakatck. ¡Ti ocht yuu!. Ikú yakatck. ¡Ti ocht yuu!.

El cuerpo de la niña que yacía sobre el pellejo del suelo primero tembló en una serie de espasmos hasta que se incorporó y quedó sentada de espaldas a ellos. Entonces giró la cabeza en un movimiento incompatible con la vida. Los ojos le resplandecían con un azul que había reemplazado al ocre de sus iris. Una voz salió de su boca. Una voz que le habló en perfecto castellano, una voz que parecía venir del fondo de la tierra. De un lugar oscuro y tenebroso, donde las montañas tienen sus raíces y la luz no llega jamás.

- ¿Pides a tu Dios que se lleve a mi hija?. ¿Por qué vienes a ofenderme a mi casa?.¿De verdad quieres que sane o sólo quieres un alma más para Él?.

El sacerdote cerró los ojos aterrado, se persignó y entrelazando las manos comenzó a orar, esta vez en voz alta. Temblaba.

- El Señor es mi pastor, con Él nada me falta…

Aquello que tenía aspecto de niña con el cuello retorcido, abrió la boca en una mueca mitad carcajada mitad detallada y vomitó una llama azul que lo envolvió con su flama. El padre gritó al sentir el frio que lo caló hasta los tuétanos. El rostro se le contrajo de dolor y su cuerpo cayó como si le hubieran sacado los huesos sobre el polvoriento suelo de la cabaña de estiércol seco y paja.

 

CONTINUARÁ…  

martes, 19 de agosto de 2014

LA CASA #1




La casa no era una con ningún pasado truculento, ni si quiera tenía un aspecto tenebroso. Pero a Carlos le ponía los pelos de punta. Laura se había empeñado en alquilarla para pasar las vacaciones de verano desde que la vio en aquella página de internet.

Era una casa señorial de finales del XIX con un amplio porche además de una pequeña parcela de césped con un caminito de grava y rodeada por un seto de arizónicas. En realidad la casa era perfecta, como salida de una postal. Primero intentó convencer a su mujer sugiriendo otras, incluso de mayor precio, pero ante las negativas de su esposa su único recurso fue admitir que no le daba buenas “vibraciones”, eso fue aún peor porque Laura poco más que se burló de él tachándole de aguafiestas. Finalmente accedió intentado autoconvencerse que en realidad no tenía ninguna razón lógica para oponerse y que sólo eran tonterías suyas. Como aquella vez que se negó a comprarse ese jersey amarillo que tanto le gustaba a Laura. Siempre había sido un poco maniático y supersticioso.

De todas formas Carlos intentó recabar toda la información que pudo sobre la finca, en un vano intento de racionalizar sus sensaciones.

El caserón fue construido como residencia de verano por un empresario que hizo fortuna con la venta de carbón durante la Guerra de Independencia Cubana. Posteriormente, luego de morir, los hijos del empresario repartieron las propiedades y la finca fue a parar a manos de su tercer hijo. Un crápula que dilapidó su fortuna en los casinos. La casa pasó a ser propiedad de una entidad bancaria. Durante la Guerra Civil  las fuerzas republicanas la utilizaron como residencia para un militar de alto rango y fue abandonada a toda prisa ante el avance del bando nacional tras la batalla del Ebro. Más tarde, tras la guerra, la propiedad pasó a manos del gobernador provincial. En los años 70 la Diputación Provincial la legó al Ayuntamiento de la localidad para que la rehabilitara como hotel rural pero el proyecto no llegó a cuajar y un inversor la compró cerrándola hasta que por alguna razón se había decidido alquilarla. Carlos escrudiñó en busca de algún suceso que justificara ese mal aura que percibía pero aparte de los muchos cambios de manos no había en la historia de aquella casa nada fuera de lo “normal”.

Su intuición no siempre funcionaba en el pasado había anulado billetes de avión y cancelado cenas por un mal presentimiento pero esta podía ser la gota que colmara el vaso de la paciencia de Laura. Su matrimonio no pasaba por una de sus mejores etapas y este podía ser el golpe de gracia. Así que dio el tema por zanjado y se dispuso a tomar unas reparadoras vacaciones junto su mujer y su hija de cuatro años que volviera a reafirmar la familia, eso era lo más importante y no un pálpito absurdo sobre una casa de vacaciones en la que sólo estarían un mes. O al menos eso creían ellos. 

domingo, 17 de agosto de 2014

Until my last breath

Elegancia.
Con una sola palabra describiría a la persona que más me ha impctado en el mundo de la música en los últimos diez años. Y esto no es gratuito.
Hablo de Tarja Turunen. Hoy, 17-8-2014 cumple años mi diva soprano por excelencia y como soy un caballero, me niego a decir el año de nacimiento. Las diosas no tienen edad.





Elegancia es lo que siempre ofrece esta mujer, desde sus inicios en Nightwish (de los que soy seguidor incondicional desde entonces) hasta el inicio de su carrera artística en solitario.
Esta finlandesa afincada en Rosario, Argentina (de donde es su marido Marcelo C.) se dió a conocer en público con la banda que había formado Tuomas Holipainen, compositor, arreglista, letrista y orquestador del sonido Nightwish, un genio, para qué le vamos a restar mérito a Tuomas, realmente me quedo corto al describirlo. Ella estaba cursando en Finlandia sus estudios de canto en la escuela de música donde tambien estudiaba Tuomas y éste le dijo que tenía un proyecto acústico-folk y un montón de canciones.
Ella aceptó y cuando empezó a cantar las canciones, fué como levitar....enseguida vieron los componentes de la banda que esa voz estaría desaprovechada en formato de música folk y se pusieron manos a la obra con las canciones, creando un estilo llamado Metal Sinfónico, mezclando canciones de corte heavy metal con voz lírica, dando como resultado cuatro discos imprescindibles, varios discos en directo y videos musicales, dvd's y todo un merchandising a la altura de cualquier artista internacional de otro estilo

Esto es sólo una pequeña muestra de la calidad que atesora Tarja, una artista que se muestra siempre en directo, nada de play-backs, ni pre-grabaciones ni aparatos que corrijen la voz, ella es una profesional como pocas, a la altura de cualquier soprano famosa, pero ella rockea!!
Todo rockero que se precie quiere colaborar con ella en directo o en sus discos. Tarja no oculta su admiración por Sarah Brightman o Mike Oldfield, han colaborado tambien guitarristas ilustres como Joe Satriani, bandas de renombre como Scorpions o Angra y solistas como Doro Pesch, Floor Jansen, etc.
Su formación clásica (no deja de estudiar despues de tantos años) le permite no solo cantar rock, sino que además no deja de colaborar con otros artistas de la música ''culta''.


Tiene además de su proyecto en solitario, uno en paralelo con su batería, Mike Terrana, llamado ''Beauty & the Beat'' donde reproducen con una orquesta clásica, temas y obras de ópera mezclados con la fuerza métrica de la batería y su voz. Su Voz!

Estar casada con un argentino y vivir allá, ha permitido que Tarja hable español, ya no hay que buscar entrevistas traducidas ni páginas musicales que en algunos casos no son bien traducidas.
En entrevistas a revistas especializadas, Tarja siempre se remite a la humildad a la hora de aprender, de estudiar, al trabajo diario. Siempre habla de el ''sacrifio'' de tener que dormir lo necesario para descansar las cuerdas vocales, evitar corrientes, bebidas frías, no tomar alcohol..una vida asceta casi.
Todo para la música, para el arte. Para dar vida a las canciones.
El público rockero es fiel. Si les gusta un artista, lo siguen por internet, tienen sus discos y van a sus conciertos. Cuando Tarja actúa en directo, la gente se vuelve loca, como en pocas actuaciones se pueden ver en otros artistas, quizá más ''fríos'' o distantes.
Cuando ella sale al escenario, con un simple gesto ya tiene a todo el mundo rendido a sus pies.
Realmente no se puede hacer mejor!
Se le ve feliz, satisfecha con su música y su banda, giras en completo ''sold out'', teatros, salas, festivales..
En este video queda patente la interacción entre ella y el público. Elgriterio de miles de fans entregados a lo que Tarja les quiera ofrecer...cualquier cosa sería bien recibida..
Elegancia

Eterna..

yo procuro mantener humildes mis orejas.



martes, 12 de agosto de 2014

AÚN TE ESPERO



En aquella ventana sigue, asomada.
Aunque no la veas, allí está parada,
tras esa cortina que ahora es trapo.
Mira, espera
¿Dónde estará?
¿Por qué tarda tanto?
Pobre mujer muerta, se pudrió la madera,
y se empañó el cristal
pero su amor sigue entero.
Aguardando a su enamorado
¿Se habrá olvidado?,
se sigue preguntando.

Pobre mujer muerta 
sus lágrimas son lluvia
y sus anhelos se hicieron polvo.

Asomada sigue al alfeizar.
Pobre fantasma que no das miedo.
Pobre, tan pobre
que te prometieron amor
y sólo te regalaron una promesa
que jamás será cumplida.