- No me vas a preguntar, ¿cómo
me ha ido esta mañana en el pueblo?
Laura estaba en otra, un
par de metros más a su derecha, sumida en la lectura de un libro que había
seleccionado de entre los de la biblioteca. Era una novela gruesa, una edición
de calidad con tapas duras, El Resplandor se titulaba. Una manta de viaje de
cuadros rojos sobre el regazo la resguardaba del fresco nocturno.
- Laura cariño, ¿no me has
oído?.
- Un segundo. Dijo sin
levantar los ojos de las letras. Los treinta que tardó en buscar un punto donde
dejar la lectura se hicieron espesos, lentos como si Dios hubiera pulsado el
avance fotograma a fotograma en la moviola de sus vidas.
- ¿Qué decías?
- ¿Qué si no me vas a
preguntar cómo me ha ido esta mañana?. Repitió
- Lo había olvidado. Pero
supongo que bien, ¿no?. Te habrán dicho que no te preocupes. No creo que vayan
a hacer o puedan hacer nada más. En realidad sólo era un minino muerto.
Si hubiera sido un
concurso de esos de: “¿Conoce usted a su Pareja?” Hubieran ganado el premio
gordo. Laura dijo prácticamente palabra por palabra lo que había previsto que
iba a decir. En su cabeza se oyó un click. No sabría explicarlo mejor, fue como
un crujido, el chasquido de una articulación. Un pestillo se había soltado.
- Esta mañana cuando he ido a enseñar la foto.
El gato había desaparecido. Carlos
hizo una pausa para escrutar el rostro de su mujer en busca de algún signo de
sorpresa, no lo halló. Otro click sonó en el fondo de su cabeza. No me refiero
a que la foto se hubiera borrado; no, me refiero a que el gato, no era el gato
que encontró Paula y que yo
fotografié. No; era un gato muerto normal y corriente y no uno mutilado y
crucificado. Sí Laura, un gato grotescamente torturado. El producto de alguna
mente enferma que se deleita con el sufrimiento. Es por eso que me he
preocupado, porque no me gusta la idea de que mi familia estuviera cerca de
monstruo como ese. Pero la maldita foto no estaba. Luego llegué a casa y
desenterré el cadáver y tampoco había rastro del gato mutilado. En la fosa sólo
está el cadáver de un gato muerto de viejo.
Cuando acabó su pecho
subía y bajaba como si acabara de correr los 100 mts. lisos. Durante el relato
se había levantado acercándose hasta donde estaba su mujer, arrodillándose se a
su lado observándola y dando énfasis a sus palabras al mismo tiempo. Esperó.
- Carlos, ¿qué quieres que
te diga? Sinceramente creo que sólo era un gato muerto y que tú…. sólo has
visto lo que querías ver. Apostilló Laura. Las últimas palabras las pronunció
con sumo cuidado, casi las susurró, quizás con la esperanza de que su marido no
las oyera o quizás simplemente fueron un pensamiento que se escapó. Fuera lo
que fuese era la verdad, su verdad. Se pasó las manos por el cabello que tenía
recogido en una cola de caballo.
- Bueno se hace tarde y
tengo sueño, será mejor irse a descansar. Continuó diciendo, a la vez que hablaba
desvió la mirada intentando no cruzarla con la de su marido que no la apartaba
de ella mientras seguía arrodillado a su vera. Apartó la manta y cogió la
novela de su regazo e hizo el ademán de levantarse para irse a la cama. Para
reforzar el mensaje sentenció a modo de colofón.
- Todos estamos cansados, mañana será otro día
y verás las cosas con más claridad.
Sabía que se movía por
arenas movedizas por eso lo más prudente era zanjar el tema y desaparecer.
¡Click! El último pestillo
había cedido. Sintió como una ola de ira calida le ascendía desde el vientre y como calcinaba
todo a su paso.
Carlos apoyó la mano
derecha en el muslo izquierdo de su mujer. Los dedos estaban curvados, formando
una garra que la obligó a permanecer sentada.
- ¿Qué estás insinuando?, ¿QUÉ
ESTOY LOCO? ¡¿QUÉ NO SÉ LO QUE VI?!
El tono de voz se alzó
hasta convertirse en un grito.
- Carlos, por favor vas a
despertar a la niña, suéltame, me haces daño.
- Eso la niña. Tú crees
que la niña gritaría como lo hizo, por un gato que parecía dormido, o acaso ESO
TAMBIÉN ME LO HE INVENTADO.
- Carlos, no he dicho que
te lo hayas inventado, sólo que estás cansado. Ha sido un año duro para todos, además.. Laura prefirió no acabar la frase
pero era demasiado tarde. El hombre no necesitó oír más.
- ADEMÁS ¿QUÉ?....ADEMÁS ¿SOY
UN HISTERICO? Declamó como dirigiéndose a un público ficticio
- Carlos. ¡Para ya!, por favor,
la niña.
La presa que la mano hacia
sobre el muslo aflojó por un instante la presión. Laura aprovechó para zafarse
de ella poniéndose de pie y haciendo que Carlos perdiera el equilibrio y cayera quedando
sentado sobre el piso de madera del porche en una postura un tanto ridícula.
- Es mejor que no subas al
dormitorio. Dijo.
- TÚ SABES LO QUE HA
PASADO ¿VERDAD?, TÚ PUSISITES ALLÍ ESE GATO, TÚ BORRASTES LA FOTO Y TÚ
CAMBIASTES EL GATO….TÚ QUIERES QUE ME VUELVA LOCO, TODOS ESTOS AÑOS LO HAS
INTENTADO; TUUÚ!! Mordía las palabras a la vez que las pronunciaba.
- No sabes lo que dices,
estas mal, muy mal de la cabeza. Me y estás asustando. No sé como has podido
llegar a pensar esa tontería. Será mejor que descanses. Diciendo esto entró en
la casa y cerró la puerta tras de sí. Ahora el click que Carlos pudo oír fue el
de la cerradura de la puerta principal y del cerrojo de seguridad que hacía inútil
la llave. Aquella noche dormiría en el coche.
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