La pantalla del
ordenador portátil mostraba un tapiz de tonos de azules salpicado de pequeños
iconos y uno con apariencia reloj analógico en la esquina superior derecha
marcaba la 9:00 a.m.
Luis estaba delante de él.
Llevaba 20 minutos levantado. El tiempo justo de pasar por el baño y prepararse
el café que humeaba en la mesa junto al ordenador.
Cuando se levantó del sofá
en el que había dormido, comprobó que no había nadie en casa. Su mujer habría
ido a llevar a Laura al colegio. Así que como todas las mañanas se dispuso a
consultar su correo en busca de alguna respuesta a los mails había mandado
solicitando trabajo. La bandeja de entrada estaba llena de basura y publicidad.
Se desperezó estirando
los brazos al mismo tiempo que bostezaba. Tenía todo el cuerpo dolorido. Miro a
su alrededor y contempló la habitación qu donde descasaba hecha un ovillo, una manta, también
de cuadros pero rojos y negros, de ésas de viaje . Unas estanterías baratas de
kit, sobrecargadas de libros y archivadores, además de la mesa y la silla con
ruedas donde se sentaba. En la pared estaba su título de ingeniero técnico
industrial y la orla de su promoción.
e hacía de despacho. Su improvisada
cama, un sofá de dos plazas, tapizado en una tela de cuadros verdes y
amarillos, con los almohadones arrugados y hundidos;
Junto al sofá en el
suelo tirados de cualquier forma yacían sus vaqueros. De uno de los bolsillos sobresalía
una tira de papel. Luis sin levantarse se estiró y haciendo equilibrios para no
caerse, cogió el papel. Era el ticket de la gasolinera. Lo contempló recordando
lo acontecido la pasada noche. Ahora, en la distancia todo le parecía irreal,
pero ese ticket no dejaba dudas. Había ocurrido.
En el encabezamiento
estaban las letras SS esta vez en negro y más abajo venían los detalles del
cargo. Cerraba el "Muchas Gracias y Buen viaje" de otros tickets. Lo
que lo hacía especial era el inquietante "D. Luis”. Descubrió que bajo el
encabezamiento había una dirección web, [www.ss@group.com]. Sintió curiosidad y
lo tecleó.
Apareció una página corporativa
con el consabido logo, amenizada por el tema del hilo musical de la estación de
servicio. En la página también se reproducía un vídeo a modo de introducción.
Mostraba un páramo yermo bajo un cielo plomizo en el descargaban una lluvia torrencial.
A medida que el vídeo avanzaba; el temporal amainaba, se despejaba el cielo
dejando ver el sol a la par que el paramo reverdecía. Al final aparecía un arcoiris
en un cielo sobre un campo florido y en el horizonte podían contemplarse dos
grandes ss. Doradas. Un verdadero pastelito.
Cuando la introducción término
apareció un botón cuadrado rojo con la leyenda: SI TIENES UN DESEO, PULSA AQUÍ.
Luis no lo pensó y colocando el puntero sobre él, clicó.
En la pantalla con el arcoiris apareció un
cuadro de texto:
Bienvenido nuevamente
Don Luis, es un placer para nosotros contar con su interés en nuestros
servicios. Esperamos poder estar a la altura de sus expectativas.
Ya sabemos que usted se estará
haciendo muchas preguntas en estos mismos momentos. No se preocupe todas serán repondrías
en breve. Pronto tendrá noticias nuestras y recuerde nuestro único fin es
cumplir sus deseos.
Reciba un cordial saludo
y hasta pronto. SS.
Releyó
el texto. No salía de su asombro. Repentinamente todo se fundió en negro. El portátil
se estaba reiniciando, a los pocos segundos en la pantalla volvió a parecer su
escritorio azul con los iconos. Tecleó nuevamente la dirección de la pagina web
y su navegador le devolvió " The page is not found or not esixt". No
era posible, insistió varias veces obteniendo el mismo resultado. Decidió mirar
en el historial de exploración pero este no registraba ninguna página visitada
en el día de hoy. Se había borrado.
El tráfico era fluido.
Los automóviles circulaban por las carreteras como si fueran las arterias y las
venas de un órgano. Llevando y trayendo nutrientes o productos de desecho.
Vista desde el cielo, la ciudad parecía un ente con vida propia.
El Volkswagen gris era
otra partícula más en ese torrente.
Necesitaba una explicación.
Así que se dirigió hacia la gasolinera. No sabía muy bien que haría cuando llegara.
Entraría y le preguntaría: -Eh ¿Cómo sabéis mi nombre? Sólo con imaginarlo le
sonaba estúpido.
Pero era mejor que
quedarse sin hacer nada, ¿no? La señal colgaba suspendida de su brazo metálico,
informando de que estaba llegando al kilómetro setenta y que un poco más
adelante estaba la salida que le llevaría a la vía de servicio y ésta a su
destino.
La gasolinera apareció
en el horizonte. Allí estaba pequeña y roja. Creciendo paulatinamente a la par
que se acercaba.
Accionó el intermitente
derecho y redujo la velocidad progresivamente hasta dejar el coche casi al paso
de una persona. Se encontraba al pie del panel de precios.
Algo no cuadraba, era
rojo y de plástico; correcto. Pero el logo era el de una petrolera nacional,
uno blanco en forma de cruz. La doble S amarilla había desaparecido; de los surtidores,
de los luminosos de...todos los sitios. Sin preocuparse en el lugar donde
dejaba el coche, se bajó mirando como si fuera un viajero al que hubieran tele
transportado del pasado. Corrió hacia la tienda haciendo caso omiso de las
miradas de los clientes que repostaban mezcla de curiosidad y temor. Entró a
grandes zancadas en la tienda y se freno en seco. Allí estaba el dependiente
rubio y guapo. Se acerco a él, esquivando a varias personas, que hacían cola
para pagar. Los clientes protestaron pero al ver los ojos de Luis optaron por
el silencio.
- ¿Qué clase de juego es
este? Le espetó.
- No sé a qué se refiere
señor, pero en cuanto termine de atender a estas personas estaré con usted.
Contestó el cajero en un
tono formal y carente de cualquier emoción. Tampoco daba ningún signo de
haberlo reconocido.
Se quedó en estupefacto.
Y ahora .Qué? Comprendió que lo único que lograría era quedar en evidencia. En
ese momento sonó su móvil y se apartó de la caja. Era Eva. Saliendo en dirección
al coche y sin importarle las señales que prohibían usar el teléfono, descolgó.
-Hola .Luis, no tenías
por qué haber hecho esto, pero, gracias de todas formas por las rosas.
Le dijo su mujer con un
tono de reproche pero dejando entrever que en realidad no lo era.
¿Rosas?, ¿qué rosas? Pensó Luis?. Su mujer siguió hablando.
- ¿Dónde estas? Bueno tú
sabrás, llámame si vas venir a comer.
Luis sin saber muy bien
que decir contestó.
-Cosas
de trabajo, sí, iré a comer, de hecho ya voy para allá, hasta ahora. Y colgó
justo cuando llegaba al coche aún más confundido que antes.
Cuando entró en su casa,
el perfume de las rosas le saludó. Las flores estaban en un jarrón sobre la
mesa del salón. Eva asomó la cabeza por la puerta de la cocina, para cerciorarse que era su marido el que entraba. El saludo que se cruzaron fue un
hola neutro. Los efectos de la discusión aunque atenuados todavía se dejaban
notar .La mujer volvió a desaparecer. Luis se acercó a la mesa donde estaba el
jarrón con las rosas. Lo primero que llamó su atención fue precisamente, el jarrón,
de cristal tallado, que no recordaba haber visto desde hacía mucho tiempo. De
hecho creía que ya no existía, pues fue un regalo de bodas que nunca supo
encontrar su sitio en su casa y esos regalos todos sabemos que tienen un alto
riesgo de incidencias. Después su atención se dirigió al ramo. Era espectacular,
de eso no cabía duda, no menos de 24 rosas rojas de terciopelo de tallo largo y
recto. Las flores tenían una cinta dorada que las rodeaban y de ella colgaba un
sobrecito donde no podía ir otra cosa que una nota. La cogió entre sus dedos .Era
blanco y de un papel grueso de calidad. Las SS estaban troqueladas en la superficie
satinada, nada más. En su interior la tarjeta con unas escuetas palabras;
"perdóname, te quiero" en letras de imprenta negras. De la cocina
salio la voz de su esposa.
-¿Que estas haciendo? .
- Nada. Contestó dejando
la nota otra vez en su sitio sobresaltado como un niño al que descubren
haciendo algo prohibido y soltó el sobre que se balanceó al final de la cinta
de la misma forma que lo haría el cuerpo de un ahorcado.
Entró en la cocina y se
acercó a Eva por la espalda, con la intención de besadla en la mejilla. Ella
primero se encogió reacia pero al sentir las manos de su marido entorno a su
cintura se relajó aceptando la caricia. Se giró y le devolvió el beso esta vez
en los labios.
- Yo también te pido
perdón. A lo mejor me pase un poco. Y apostilló - Lo siento.
.
El beso le reconfortó. Pero a la vez le hizo sentirse mal consigo mismo . En
ese beso no hubo amor . No fue sincero, sólo fue una reacción lógica. Era lo
que se esperaba de un marido arrepentido que regala flores.
Continuará...
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