-Hola Paula.
- Hola. Contestó la niña al patio
del colegio .
La voz infantil era dulce y amable,
sincera; falta de cualquier entonación. Ascendía por su mente como una burbuja
de aire desde el fondo del mar. Recordó cuando la "oyó" por primera
vez y sintió un escalofrió placentero.
- Sé donde están todos
escondidos. ¿Quieres que te lo diga?
Paula jugaba con sus amiguitos
al escondite y en ese momento "la llevaba" ella.
A la niña le pareció una gran
idea.
-Sí.
Vale, pero no hace falta lo digas
en voz alta, o descubrían nuestro truco. Para hablar conmigo basta con que
pienses lo que quieres decir y lo sabré. Será nuestro secreto. Lo vamos a pasar
en grande, ya verás.
Laura llamó a sus compañeros de
juegos por su nombre, uno a uno descubriendo sus ubicaciones. Los pequeños salían
de sus escondrijos con cara de sorpresa. ¿Cómo los había descubierto a todos
casi sin moverse y tan rápido?
Jaime el más despabilado de la
clase fue el primero en emitir su veredicto, que rápidamente cundió entre los demás.
Había hecho trampas.
Los niños comenzaron a abuchearla
llamándola tramposa a coro. La niña se defendía como podía, negando las
acusaciones. Pero la presión recibida era demasiada y rompió a llorar.
- No te dejes amedrentar Laura.
Yo te defenderé empuja a Jaime. Haz que se calle. Es un abusón que no permite
que nadie nunca gane a ningún juego.
. Eso era verdad. Jaime era más
alto y más fuerte que ningún niño de clase y siempre imponía su voluntad, era
el que mandaba. Pero lo, no, no se atrevía.
- Hazlo Laura. No dejaré que te
haga ningún daño. Confía en mí.
La niña se armó de valor y
apretando los dientes dio un empujón al niño. Jaime recibió un fuerte impacto
en el pecho, con una fuerza que le sorprendió aún más que el propio ataque. Salió
despedido un par de metros para caer bocarriba en el medio del patio, ante la
mirada del resto de sus compañeros.
Los niños se abrieron el circulo
con el que habían rodeado a la agresora boquiabiertos y timoratos. Se iban a
formar una buena. Nadie trataba así a Jaime.
El niño se levanto del suelo sacudiéndose
el polvo y atusándose el pecho dolorido tras la caída. Las lágrimas le bailaban
en las pestañas. Sentía más rabia que dolor. Pero en vez de volver a
enfrentarse a su enemiga como todos esperaban, se dio media vuelta y salió corriendo.
El corro se terminó deshaciendo. No iba a haber pelea después de todo. Un
instante pasó y Paula volvió a estar sola.
- Lo ves. Dijo la voz. No dejaré
que nadie te haga daño.
La sirena anunció el fin del
recreo y todos los infantes corrieron hacia sus respectivas clases. Paula también
corría. Se sentía fuerte y poderosa, respetada y temida. Era una sensación
nueva y realmente agradable.
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El mercedes negro devoraba los kilómetros
a la velocidad máxima que permitía el código de la circulación. Luis en su
interior observaba la ruta en su teléfono. Estaban a unos cincuenta kilómetros
de donde lo habían recogido y acababan de abandonar la autopista para entrar en
una carretera nacional que enlazaba varios pueblos de esos que son satélites de
la gran urbe. Pensó que en alguno de ellos estaría su destino. Unos minutos y
el coche desaceleró y de nuevo abandonó la vía para tomar otra más pequeña. Esta
vez una comarcal, que se adentraba, siempre según el GPS, en una masa forestal
donde aparentemente no había nada. Los kilómetros se sucedían y el automóvil
continuaba atravesando el bosque. De pronto el coche redujo tanto la velocidad
que Luis no sabría decir si se había detenido completamente. Pero no, al
parecer el vehículo había tomado un carril. Debía de ser poco más que un camino
de cabras pues el coche a pesar de su suspensión inteligente, se bamboleaba
como si fuera una tartana, además el navegador no marcaba ningún camino. Después
de diez minutos de baches y resaltos se encontraron de nuevo sobre un piso firme.
Entonces el coche se detuvo y las puertas, con un sonido neumático, como un
siseo se desbloquearon. Estuviesen donde estuviesen, habían llegado.
Allí estaba pájaro abriéndole la
puerta e invitándole a salir, con su nariz ganchuda y sus gafas de sol negras y
ese gesto pétreo, que hacía dudar entre si era realmente humano o un ciborg de
los que salen en las películas de ciencia ficción.
Luis salió del coche, sus pupilas
se contrajeron al recibir la luz del exterior después de haber viajado en
penumbra.
Estaba delante de lo que parecía
una casa de campo de nueva construcción. Pues todavía se podían ver algunas
piezas de andamio apilado y materiales esperando a ser recogidos. En el suelo
de tierra prensada, aún se adivinaban huellas de maquinaria y el inconfundible
olor a humedad, del cemento y el yeso se podían percibir en al aire. Por eso no
aparecería nada en el GPS. Cuando se tomaron las fotografías de aquel lugar, aquello
simplemente no existía.
La casa en cuestión era de planta
cuadrada y de fábrica de ladrillo visto rojizo. El tejado era a cuatro aguas de
teja roja. La construcción era vulgar, nada ostentosa pero si daba el aspecto
de recia quizás porque tenía pocas ventanas y las que había estaban enrejadas y
no eran muy grandes.
Luis parecía un poco decepcionado.
No sé, por qué se había y imaginado que el cochazo que le había recogido le llevaría
a un lugar más “exclusivo”.
- Por favor acompáñenos.
Allí estaba también cara de
perro, que se había bajado por la puerta del conductor al trote para ponerse a
su diestra. Así, escoltado por los dos hombres, se encamino a la casa.
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La hoja de machete cayó; primero
sobre la carne cortándola y luego partió en dos el hueso con facilidad. Laura
tomó los dos trozos de pollo y los colocó junto con otros en un plato.
Preparaba el almuerzo con la eficiencia mecánica de cualquier ama de casa.
Miraba el ave descuartizada sin verla. Su cabeza estaba en otro sitio. Rodando
de un sitio a otro, como una canica en cajón vacío. Últimamente no dormía bien,
terribles pesadillas la atormentaban y ella sabía por qué. No dejaba de darle
vueltas a los últimos acontecimientos. Había algo turbio; lo presentía. Lo único
bueno de todo aquello es que parecían haber desaparecido. Y luego estaba Luis,
como un novio al que le han dado plantón. Todo el día esperando ,¿cómo decía ? ..
¡Ah sí!, alguna señal. Era desesperante.
Se lavó las manos en el fregadero
y luego usó un trozo de papel absorbente para secárselas. No podía quedarse
quieta sin hacer nada como el convidado de piedra. Era su familia la que estaba
involucrada después de todo.
Luis había salido a correr y podría
actuar con libertad. Así que fue hasta el despacho y rebuscó entre sus papeles
hasta que encontró la carta que le dieron. La releyó por enésima vez, buscando
algo aunque, no sabía bien el qué. Sus ojos pasaban por encima de las letras
negras a la manera de un escáner de supermercado. Inútilmente intentó encontrar
el permiso de visita, se lo quedaron en el “hospital”, pero tenía la esperanza
de que hubiera una copia o algún otro papel donde pudiera venir algo, aunque sólo
fuera un número de teléfono. Pero nada, ninguna información sobre
"SS". Tras unos minutos de infructuosa búsqueda Laura se daba por
vencida, cuando la idea entró en su mente al asalto, como un soldado en una trinchera.
Abrió el portátil de Luis y tecleó en el buscador: "El Buen Pastor".
El buscador le devolvió una pantalla llena de referencias. Pero ninguna a un
hospital mental, sólo eran partes de textos; sobre todo de carácter religioso. Así
que volvió a teclear el nombre pero esta vez añadió la coletilla institución
mental.
Ahora sí parecía que había
encontrado algo. Era una noticia de un periódico local. Pero lo que realmente
llamó la atención, es que la noticia era antigua, de hacía unos quince años
pero lo que llamó más su atención fue que la página donde se albergaba era una
especializada en fenómenos paranormales:
Se clausura hospital mental por
denuncias de maltrato a los internos..... Decía el titular. La mandíbula
inferior de Laura bajó y las pupilas alcanzaron su grado máximo de dilatación
cuando vio junto al titular una foto de un medico de cara rechoncha y gafas. Era
el Doctor Orgaz quince años más joven.
Continuará….
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