sábado, 4 de abril de 2015

AZUL#9



 
 -Hola Paula.
- Hola. Contestó la niña al patio del colegio .
La voz infantil era dulce y amable, sincera; falta de cualquier entonación. Ascendía por su mente como una burbuja de aire desde el fondo del mar. Recordó cuando la "oyó" por primera vez y sintió un escalofrió placentero.
- Sé donde están todos escondidos. ¿Quieres que te lo diga?
Paula jugaba con sus amiguitos al escondite y en ese momento "la llevaba" ella.
A la niña le pareció una gran idea.
-Sí.
Vale, pero no hace falta lo digas en voz alta, o descubrían nuestro truco. Para hablar conmigo basta con que pienses lo que quieres decir y lo sabré. Será nuestro secreto. Lo vamos a pasar en grande, ya verás.
Laura llamó a sus compañeros de juegos por su nombre, uno a uno descubriendo sus ubicaciones. Los pequeños salían de sus escondrijos con cara de sorpresa. ¿Cómo los había descubierto a todos casi sin moverse y tan rápido?
Jaime el más despabilado de la clase fue el primero en emitir su veredicto, que rápidamente cundió entre los demás. Había hecho trampas.
Los niños comenzaron a abuchearla llamándola tramposa a coro. La niña se defendía como podía, negando las acusaciones. Pero la presión recibida era demasiada y rompió a llorar.
- No te dejes amedrentar Laura. Yo te defenderé empuja a Jaime. Haz que se calle. Es un abusón que no permite que nadie nunca gane a ningún juego.
. Eso era verdad. Jaime era más alto y más fuerte que ningún niño de clase y siempre imponía su voluntad, era el que mandaba. Pero lo, no, no se atrevía.
- Hazlo Laura. No dejaré que te haga ningún daño. Confía en mí.
La niña se armó de valor y apretando los dientes dio un empujón al niño. Jaime recibió un fuerte impacto en el pecho, con una fuerza que le sorprendió aún más que el propio ataque. Salió despedido un par de metros para caer bocarriba en el medio del patio, ante la mirada del resto de sus compañeros.
Los niños se abrieron el circulo con el que habían rodeado a la agresora boquiabiertos y timoratos. Se iban a formar una buena. Nadie trataba así a Jaime.
El niño se levanto del suelo sacudiéndose el polvo y atusándose el pecho dolorido tras la caída. Las lágrimas le bailaban en las pestañas. Sentía más rabia que dolor. Pero en vez de volver a enfrentarse a su enemiga como todos esperaban, se dio media vuelta y salió corriendo. El corro se terminó deshaciendo. No iba a haber pelea después de todo. Un instante pasó y Paula volvió a estar sola.
- Lo ves. Dijo la voz. No dejaré que nadie te haga daño.
La sirena anunció el fin del recreo y todos los infantes corrieron hacia sus respectivas clases. Paula también corría. Se sentía fuerte y poderosa, respetada y temida. Era una sensación nueva y realmente agradable.
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El mercedes negro devoraba los kilómetros a la velocidad máxima que permitía el código de la circulación. Luis en su interior observaba la ruta en su teléfono. Estaban a unos cincuenta kilómetros de donde lo habían recogido y acababan de abandonar la autopista para entrar en una carretera nacional que enlazaba varios pueblos de esos que son satélites de la gran urbe. Pensó que en alguno de ellos estaría su destino. Unos minutos y el coche desaceleró y de nuevo abandonó la vía para tomar otra más pequeña. Esta vez una comarcal, que se adentraba, siempre según el GPS, en una masa forestal donde aparentemente no había nada. Los kilómetros se sucedían y el automóvil continuaba atravesando el bosque. De pronto el coche redujo tanto la velocidad que Luis no sabría decir si se había detenido completamente. Pero no, al parecer el vehículo había tomado un carril. Debía de ser poco más que un camino de cabras pues el coche a pesar de su suspensión inteligente, se bamboleaba como si fuera una tartana, además el navegador no marcaba ningún camino. Después de diez minutos de baches y resaltos se encontraron de nuevo sobre un piso firme. Entonces el coche se detuvo y las puertas, con un sonido neumático, como un siseo se desbloquearon. Estuviesen donde estuviesen, habían llegado.
Allí estaba pájaro abriéndole la puerta e invitándole a salir, con su nariz ganchuda y sus gafas de sol negras y ese gesto pétreo, que hacía dudar entre si era realmente humano o un ciborg de los que salen en las películas de ciencia ficción.
Luis salió del coche, sus pupilas se contrajeron al recibir la luz del exterior después de haber viajado en penumbra.
Estaba delante de lo que parecía una casa de campo de nueva construcción. Pues todavía se podían ver algunas piezas de andamio apilado y materiales esperando a ser recogidos. En el suelo de tierra prensada, aún se adivinaban huellas de maquinaria y el inconfundible olor a humedad, del cemento y el yeso se podían percibir en al aire. Por eso no aparecería nada en el GPS. Cuando se tomaron las fotografías de aquel lugar, aquello simplemente no existía.
La casa en cuestión era de planta cuadrada y de fábrica de ladrillo visto rojizo. El tejado era a cuatro aguas de teja roja. La construcción era vulgar, nada ostentosa pero si daba el aspecto de recia quizás porque tenía pocas ventanas y las que había estaban enrejadas y no eran muy grandes.
Luis parecía un poco decepcionado. No sé, por qué se había y imaginado que el cochazo que le había recogido le llevaría a un lugar más “exclusivo”.
- Por favor acompáñenos.
Allí estaba también cara de perro, que se había bajado por la puerta del conductor al trote para ponerse a su diestra. Así, escoltado por los dos hombres, se encamino a la casa.
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La hoja de machete cayó; primero sobre la carne cortándola y luego partió en dos el hueso con facilidad. Laura tomó los dos trozos de pollo y los colocó junto con otros en un plato. Preparaba el almuerzo con la eficiencia mecánica de cualquier ama de casa. Miraba el ave descuartizada sin verla. Su cabeza estaba en otro sitio. Rodando de un sitio a otro, como una canica en cajón vacío. Últimamente no dormía bien, terribles pesadillas la atormentaban y ella sabía por qué. No dejaba de darle vueltas a los últimos acontecimientos. Había algo turbio; lo presentía. Lo único bueno de todo aquello es que parecían haber desaparecido. Y luego estaba Luis, como un novio al que le han dado plantón. Todo el día esperando ,¿cómo decía ? .. ¡Ah sí!, alguna señal. Era desesperante.
Se lavó las manos en el fregadero y luego usó un trozo de papel absorbente para secárselas. No podía quedarse quieta sin hacer nada como el convidado de piedra. Era su familia la que estaba involucrada después de todo.
Luis había salido a correr y podría actuar con libertad. Así que fue hasta el despacho y rebuscó entre sus papeles hasta que encontró la carta que le dieron. La releyó por enésima vez, buscando algo aunque, no sabía bien el qué. Sus ojos pasaban por encima de las letras negras a la manera de un escáner de supermercado. Inútilmente intentó encontrar el permiso de visita, se lo quedaron en el “hospital”, pero tenía la esperanza de que hubiera una copia o algún otro papel donde pudiera venir algo, aunque sólo fuera un número de teléfono. Pero nada, ninguna información sobre "SS". Tras unos minutos de infructuosa búsqueda Laura se daba por vencida, cuando la idea entró en su mente al asalto, como un soldado en una trinchera. Abrió el portátil de Luis y tecleó en el buscador: "El Buen Pastor". El buscador le devolvió una pantalla llena de referencias. Pero ninguna a un hospital mental, sólo eran partes de textos; sobre todo de carácter religioso. Así que volvió a teclear el nombre pero esta vez añadió la coletilla institución mental.
Ahora sí parecía que había encontrado algo. Era una noticia de un periódico local. Pero lo que realmente llamó la atención, es que la noticia era antigua, de hacía unos quince años pero lo que llamó más su atención fue que la página donde se albergaba era una especializada en fenómenos paranormales:
Se clausura hospital mental por denuncias de maltrato a los internos..... Decía el titular. La mandíbula inferior de Laura bajó y las pupilas alcanzaron su grado máximo de dilatación cuando vio junto al titular una foto de un medico de cara rechoncha y gafas. Era el Doctor Orgaz quince años más joven.

Continuará….



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