jueves, 16 de julio de 2015

Hace mucho, mucho tiempo..



Hace mucho, mucho tiempo..


Blind Guardian, aún recuerdo la primera vez que oí ese nombre. Lo hice dentro de mi cabeza, fue al leerlo en una camiseta. La llevaba puesta un chico que iba a mi mismo instituto. Estaba escrita en  grandes letras góticas amarillo- doradas  sobre el pecho de camiseta negra. Era una de esas camisetas que son parte indispensable del armario de un metalero,  pero esta era diferente a las que yo había visto antes..no había motos, ni cadenas, ni esqueletos, sólo unos personajes sentados en el claro de un misterioso bosque, alrededor de una especie de esfera mística. Automáticamente me sentí transportado a la Tierra Media de Tolkien , aquellos personajes parecían elfos, magos  y montaraces descansando después de una jornada atravesando el Bosque Negro . Tenía que escuchar aquella banda que ilustraba las portadas de sus obras con esos dibujos tan maravillosos. Desde ese mismo momento el nombre de Blind Guardian se convirtió en el “most wanted”. No importaría que fuera la copia de la copia de la copia de una cinta de hierro barata, quería escuchar aquello (el original sólo era  una utopía, y no sólo me refiero al esfuerzo económico al que no me importaría consagrar mi juventud, sino a la imposibilidad de comprar algo así en mi ciudad, una pequeña capital de provincia donde con suerte llegaban los Lp’s de Maiden).  


No sé cuanto tiempo tuvo que pasar pero al final gracias a mi querido amigo y  camello musical Ricardo (un saludo allí donde quiera que estés) conseguí su siguiente álbum. El álbum vino desde Madrid donde el chaval viajaba con sus padres a menudo y nos surtía de las novedades.
Era un original en CD en edición especial digipack. Iluvatar nos había bendecido. “Imaginations From The Other Side”  Era el título de aquella maravilla. Las grandes góticas gualdas seguían allí, debajo de ellas, se desplegaba la mejor portada de disco que jamás había visto y que dentro de su género y en mi opinión aún no ha sido superada. 

Representa un marco bellamente tallado de un espejo de sobremesa pero éste en vez de reflejar, se abre como en el cuento de Lewis Carroll, a un mundo fantástico y estéril  de rocas escarpadas y ruinas que no puede ser otro lugar que Mordor. En el centro y en primer plano flotando en el éter, una especie de guitarra en la que se enredaban tres pequeños dragones. El derroche de imaginación no terminaba ahí, pues cuando observas la contraportada es si cabe, aún más espectacular. El genial dibujante Andreas Marschall te sitúa al otro lado del espejo completando de esta forma el guiño al título, pudiéndose ver la habitación de un bebé en la noche iluminada por una luna que siluetea la inquietante figura de un juglar, que al parecer está tocando un instrumento sospechosamente parecido al que levitaba en la portada. Para redondear la escena, la cola de uno de los dragones cuelga de la parte inferior derecha del marco, indicando que aquel “bichito” acaba de cruzar desde el otro lado..
Aún conmocionado por aquel despliegue bajé al coche de mi padre, pues era el único reproductor que me quedaba a mano como una exhalación y para qué negarlo también bajé con un poco de miedo a que mis expectativas fueran defraudadas. Pulsé play. Sentado en el SEAT Toledo y en la oscuridad del garaje comencé a oír un rumor, como de viento, no era algo más corpóreo que me puso la piel de gallina y entonces  dieron  comienzo a las hostilidades. 

 














Un batería solida y potente marca el paso a dos guitarras que parecen tomar aire, unos pocos compases  después  el Armagedón se despliega. Las guitarras se afilan y aceleran, los pedales del doble bombo empiezan a humear y junto con el bajo   por las estepas de Rôhan. 
las acompañan en esa carrera endiablada. De repente entre aquella marabunta sónica una voz rota y potente sale par tomar el control de sus huestes. La música salía por los altavoces ocultos en el salpicadero y las puertas del coche. Los conos vibraban como sorprendidos, aquella no era la música que ellos estaban acostumbrados a reproducir, aquella música le exigía más, mucho más. Yo ya no estaba allí, cabalgaba junto con los Rohirrin a la caza de una horda de Uruk Hai



Mis expectativas, no sólo se habían cumplido sino que habían sido superadas con creces. Aquel disco se convirtió en mi Santo Grial, porque lamentablemente sólo fue un préstamo. No tardé en procurarme una copia en una cinta de cromo (de las buenas) pero no era suficiente, lo quería tener y me lancé a su búsqueda y por su puesto de cualquier otro material de esa fantástica banda que había descubierto.

Si os cuento todo esto, es para de alguna haceros participes de unas sensaciones que aquel pedazo de plástico me procuró y que ahora gustoso regurgito.  De cómo la mente de un adolescente encontró reflejadas aquellas historias fantásticas fuera de las páginas de los libros que leía. Que no era un bicho raro y que “sólo leía tonterías”.. que  más jóvenes lo hacían y que lejos de allí, en tierras más amables con esos gustos además les hacían canciones. Creando una sinergia entre música y literatura como ningún otro estilo. En este caso fue desde el libro al disco pero también lo he visto e incluso vivido al revés. 

Es por ello que quiero romper una lanza a favor de la divulgación cultural que hacen los grupos de Rock en general y de metal en particular; haciendo que muchos jóvenes, no sólo se interesen en aprender a tocar un instrumento o en cantar, también me refiero a que en muchas ocasiones y gracias a ellos, sea la primera vez que oigan hablar de Elric de Melniboné  o de Luthien y Beren  o de cualquier otro personaje ficticio o no , despertando de esa forma  el gusanillo de querer saber más sobre aquello que cuentan sus canciones (y encima, normalmente en inglés) favoritas animando a tomar un libro y a leer. Así que cuando vean a un “heavy peluo” no piensen en un borracho peleón y descarriado. Porque a lo mejor se están precipitando en sus juicios…  


Escribidor suyo @hothorchata 

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