martes, 8 de diciembre de 2015

Azul #22




  No hacía demasiado tiempo que los faros del coche decidieron encenderse. La poca luz que quedaba, se precipitaba por el borde del mundo como el líquido derramado, que fluye hasta el borde de una mesa. La oscuridad reivindicaba su puesto y la noche era ya algo inevitable.
El viaje de Luis tocaba a su fin. Los últimos 300 km habían sido los más largos de su vida. Todo lo que había pasado aún lo tenía aterrado. El solo gesto de mirar por el retrovisor, le hacía transpirar, temiendo volver a ver esos ojos azules... ¿Qué locura era esta? ¿ A qué clase de influencia o de poder ,o de lo que fuera estaba enfrentando?. No lo sabía; pero sí sabía lo que él había visto en ese retrovisor; lo que había visto en sus propios ojos. Había visto "El Azul" o mejor dicho; "El Azul" era lo que le había visto a él y solo intentar lo, le hacía temer, perder la razón.
De cualquier forma ya estaba a escasos minutos de su destino. Se acercaba sumiso y temeroso como el esclavo huido al que aguarda el látigo del amo. Deseaba llegar y entregar su "encargo" terminar su parte del trabajo, como le dijo el viejo. Era su única opción. Era la menos mala, porque por fuerte que hubieran sido sus razones para rebelarse, había una mucho más fuerte y que sometía a todas las demás, el Miedo. Así, se había abandonado a su suerte, como en un salto al vacío, El futuro se acababa en el suelo, de nada servía pensar más allá.
El estómago se quejaba recordándole que no había comido y que las huellas del desayuno seguían decorando tanto sus ropas como el habitáculo del coche. En efecto, el último tramo del viaje lo había hecho sin interrupción, salvo una pequeña parada, en un área de descanso , poco más que un recodo junto al arcén , con un par de mesas hechas de troncos y un bidón rebosante de basura. Fue el tiempo justo para orinar al pie de un arbusto. Por su puesto, el área estaba desierta. El plan no era llamar la atención. Ahora comprendía las instrucciones ; llenar el depósito antes de hacer la recogida .
También tomo del maletero, un paquete de lo que parecían chocolatinas o galletas que le proporcionaron en el puerto. Tuvo la tentación de comer una. Afortunadamente lo pensó mejor, sin la menor duda contenían alguna droga que volvió a dormir a los niños.
Cuando las tripas volvieron a sonar. Trago saliva como si con eso pudiera paliar el hambre. En ese momento sintió la necesidad de encender un cigarro. Añoró el olor del tabaco al prender y su caricia templada en la boca. Surgió de repente. Era algo que pensaba olvidado, superado, como la cicatriz, de una herida que no recuerdas haberte hecho; pero que un día, sangra de nuevo. No tenía ese deseo desde hacia una década. Más concretamente desde el 15 de Abril de 2002. Era una fecha que jamás olvidaría. Esa mañana aplastó sobre el suelo del cementerio, el que pensaba sería su último Lucky Strike. Unos pasos más allá, el enfisema pulmonar se marcaba un nuevo triunfo. El ataúd con el cuerpo de su padre recibía sepultura. Alejó ese pensamiento como el que espanta una mosca funesta. Pero la imagen del féretro de su padre, volvía como el insecto, a torturarle una y otra vez.
- ¡Maldita sea! Exclamó al parabrisas, golpeando el salpicadero con rabia, volviendo a maldecir. Los ojos se le humedecieron. Se presionó los lagrimales con el pulgar y el índice, recobrando la compostura. Al menos el ansia de nicotina, había remitido junto con el hambre. Un nuevo estímulo requería su total atención. 500mts. más adelante se encontraba el desvío que llevaba al Buen Pastor. Había llegado.

El acero era aún más brillante si cabía sobre el tono violáceo de la piel. Livia dio un tirón de la cadena, haciendo que las argollas del cilicio se hincaran un poco más en la carne de su muslo izquierdo. Una aguja de dolor le descompuso el rostro en una mueca. La lujuria agarró al grito que salía por su garganta transformándolo en un suspiro hondo y profundo de placer; del que la que la humedad de su entrepierna era testigo y cómplice.
El aviso del interfono la interrumpió. Alguien llamaba desde la verja exterior, debía ser el nuevo envío.
Chasqueó la lengua a modo de protesta levantándose del w.c. que usaba como improvisado potro de tortura. Se alzó unas medias negras y tupidas, caídas a la altura de los tobillos. Cuando las tuvo colocadas, hizo lo mismo con el pantalón de lana también oscuro. La compresión y la holgura suficiente de los perniles del pantalón, ocultaban discretamente su juguete. Se miró en el espejo sobre el lavabo, acomodándose la melena cana y mirando al mismo tiempo, que todo en su aspecto estuviera en orden. Descargó la cisterna del w.c. aunque no lo había usado y salió del aseo.
El interfono volvía a sonar con su pitido impertinente y chillón.
- ¿Si? Contestó la mujer cuando descolgó el auricular.
- Hola .Buenas noches, soy Luis, traigo.... traigo a los niños.
Como respuesta llegó el silencio y el lamento metálico de la verja comenzando a abrirse. Los barrotes de hierro se retiraban dejándole el camino libre.  
Luis volvió a subir al coche y avanzó por el camino que llegaba hasta los pies del porche, donde no hacía tantas fechas había acudido con su familia. ¡Cómo había cambiado todo!
Volvió a recordar a Laura y sus desconfianzas pero sobre todo se acordó de Paula. ¿Cómo estaría? Tenía que volver a casa cuanto antes. Para eso el camino más rápido, era acabar de una maldita vez.
Tiró del freno de mano. Recogió al chico negro del asiento trasero, cargándolo sobre su hombro derecho Debería pesar alrededor de 40 kilos y medir algo más de 1.50 mts además estando profundamente dormido no le fue sencillo hacerse con él. Pero una vez lo consiguió, se dirigió al portón de entrada. Allí ya estaba Livia esperándoles.
- Por favor déjelos en la sala de espera ,ya nos hacemos cargo nosotros.
.La débil luz que iluminaba tanto el hall como el pasillo primero tembló como si fuera la llama de una vela agitada por el viento y luego desapareció por unos instantes ,haciendo que saltaran la de emergencia. Parecía como si hubiera habido una subida de tensión. De cualquier forma Luis conocía el camino y los llevó, dejándolos con la mayor delicadeza posible a cada uno sobre un de los sofás de la habitación. Intentaba no pensar en lo que hacía, en cuál sería el futuro de esos niños, se sentía la peor persona del mundo. Por eso, los acomodaba incluso con cariño, casi igual que cuando acostaba a su hija. No pudo evitar dejar escapar una lágrima. Se comportaba igual que el asesino arrepentido que trata humanamente, con dignidad, a los cadáveres de sus víctimas, como si con eso pudiera expiar su culpa.
Cuando dejó al segundo niño se quedó plantado, mirándolos sin saber qué hacer en la semioscuridad. Percibiendo como el temblor que precede al terror, comenzaba a ascender, desde el suelo, agorándose primero a sus pies, para ir escalando su cuerpo, clavando sus piolets; como un montañero despiadado y cruel que quiere coronarlo con su divisa de locura azul.
La mujer se le acerco, con el golpeo de los tacones acompañándola.
Livia lo miró de arriba abajo con descaro. Observó los lamparones de su camisa y su pantalón que el abrigo desabrochado y la poca luz no ocultaban. Pero no hizo ningún comentario. Solamente lo miraba. Luis se esforzaba por disimular el temblor de sus manos y las metió en los bolsillos, alejándolas de los dos pozos negros que lo examinaban.
- Bien. Es todo por el momento, puede marcharse. Dijo.
Luis no sabía si reír o llorar. ¿¡Ya está!? “Puede marcharse”. ¿Qué quería decir? ¿Qué no pasaba nada? ,¿ Qué su comportamiento no tendría consecuencias? o ¿qué no las iba a haber "por el momento"?.
Le hubiera gustado poder haber visto su cara en ese instante. La misma Livia debió notar algo por que le pregunto:
-¿Hay algo que quiera decir?
-No, no nada. Eesstoy cansado, han sido muchos kilómetros .. Bueno puesss nada, me marcho. Adioss. Contesto Luis intentando no tartamudear a la vez que se disponía a salir de allí lo más rápido que pudiera sin parecer que huía como alma que lleva el diablo.
Livia lo siguió con la mirada desde el porche hasta que vio desaparecer los faros del coche en la espesura del bosque. Se mordió el labio inferior maquillado de carmín. En su mente una fantasía de cuero, látigos y sexo se proyectaba en HD. Eso no era ninguna novedad, pero en esta fantasía, si había un nuevo ingrediente que la hacía lubricar excepcionalmente. Ese nuevo ingrediente, conducía alejándose, en la ya fría y oscura noche.

Continuará...








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