jueves, 3 de noviembre de 2016

SANGRE #6







SANGRE 6




Huele a alcohol, a limpio…

No me atrevo a abrir los ojos, no tengo fuerzas, me da miedo intentarlo, me duele. Escucho un zumbido intermitente, es como un insecto gordo al que le cuesta volar.

Estoy viva, o eso creo, empiezo a recordar; primero la música, violines, luego todo empieza a girar, a girar, rápido, más rápido hasta que todos los colores desaparecen, como si se hubieran ido por un desagüe, negro, luego todo se vuelve negro, eso es todo. No tengo fuerzas, me dejo ir, me duele, me duele mucho, quiero gritar pero no puedo, estoy cansada, muy cansada…



Unos días antes (Bodegas Blánquez)


Buenos días. Soy el teniente Alarcón de la Guardia Civil, preguntaba por los familiares de Luis y Noelia Blánquez.
Sí, soy su hermano, Pablo Blánquez. ¿Qué ocurre?
Lamento comunicarle, que sus hermanos han sufrido un accidente de tráfico
¿CÓMO DICE?...
Han sido trasladados al Hospital Clínico de Valladolid.
PERO..PERO..¿CÓMO SE ENCUENTRAN? ..¿QUÉ LES HA PASADO?, ¿QUÉ HA SUCEDIDO?
Lamento no poder darle más información.
...Gracias...



A los pocos minutos un todoterreno de alta gama salía rugiendo de las bodegas en dirección a la capital vallisoletana. Dentro Pablo Blánquez pulsó el botón del volante que activaba el reproductor de música, empezó a reproducir un disco compacto. Las notas afiladas del heavy metal salían de sus altavoces a gran volumen. La pista seleccionada no fue el resultado de una combinación aleatoria de unos y ceros, no, estaba preparada hacía tiempo, seleccionada con sumo cuidado, como si el director de una tragedia la hubiera escogido para sonorizar su obra maestra, el tema era “Victory is Mine” de Virgin Steele.



Ese mismo día, una hora antes.



Ka está en su terrario descansando plácidamente, parece dormida pero no duerme, ella no duerme jamás, una parte de su pequeño cerebro de reptil se aletarga, en una especie de vigilia comatosa mientras que otra parte continua alerta, sus sentidos pueden detectar cualquier cambio de temperatura, cualquier movimiento de en su entorno en su reino de arena y cristal, allí ella es Dios. Un Dios despiadado e infalible que atrapará a cualquier criatura que se atreva a invadir sus dominios. El ratón blanco aún no lo sabe pero sólo le quedan unos instantes de vida.



El roedor husmea curioso, el ataque sólo dura una fracción de segundo, es incontestable hasta para una criatura tan rápida. El metro y medio de puro músculo se dispara como un resorte preciso y letal. Los colmillos se hincan en la carne de la víctima sujetándola, acto seguido, la serpiente lo rodea con su cuerpo en un abrazo mortal que le parte los huesos y lo comprime hasta la muerte.

Ha desencajado las mandíbulas y comienza a engullirlo, le llevará unos pocos minutos, no es un ratón muy grande. Ka crece, pronto tendré que cambiar los ratones por ratas. La dejo en paz ya he visto demasiado. Siento una extraña empatía con el reptil. En lo esencial nos parecemos, somos seres malditos, temidos, pero en realidad no somos monstruos. Ka hace lo que debe hacer, mata por hambre, se alimenta. Paso mi lengua por el cielo del paladar y noto las protuberancias, los senos donde se esconden mis colmillos. Si mi secreto se descubriera, terminaría en un terrario igual que Ka, en una jaula como una atracción de feria, o diseccionado en una mesa de laboratorio por eso los vampiros, de la misma forma que las serpientes tenemos que vivir ocultos entre las sombras, debajo de las piedras y la hojarasca. Escondidos de los ojos de los verdaderos monstruos.

Abro la jaula de los ratones y cojo uno. Es suave, casi parece un juguete, frenético y peludo. Lo sujeto firmemente en el puño. Manotea intentando zafarse pero es inútil, sus pequeñas garras no pueden hacerme daño, tampoco puede morderme, lo tengo inmovilizado, he colocado el pulgar en su garganta para mantener su cabeza apuntando hacia arriba. Sus ojos parecen aterrados, pobre bicho. Aprieto, la uña choca con su diminuta tráquea. Los forcejeos se transforman en espasmos, que no duran mucho. Todo ha acabado para él. La jeringuilla está lista, la clavo y extraigo su sangre.



La taza está sobre la encimera de la cocina ya tiene una pequeña dosis de anticoagulante. La vacío en él. Tres ratones son suficientes. Arrojo el último a la bolsa de la basura. Podía dar a Ka los ratones muertos, pero Ka es un animal salvaje, ya me cuesta utilizarla como excusa para criarlos, me parece cruel privarla además de su libertad, me niego a alimentarla como si fuera ganado.



Aún está caliente, el primer sorbo siempre es el más difícil, como tomar un vaso de leche con mucha nata, reprimo la arcada y apuro el resto de la sangre. La boca me sabe a monedas. Justo al lado, otra taza de humeante café me espera y junto a ella también a las pastillas. Me las meto en la boca, son complejos ricos en hierro, son dos, de color rojo, los empujó con el café. El café es fuerte, tiene notas de regaliz que me limpia el regusto a sangre de roedor.



Es asqueroso, me siento sucio, siempre me pasa, es algo inevitable. Tener que alimentarme de sangre de rata muerta, tener que hacerlo de esa manera indigna e impropia. Intento reprimir un eructo, cierro la boca, sólo consigo que el gas pestilente terminé saliendo por las fosas nasales abrasándomelas de paso. Me lagrimean los ojos, me siento en una silla de cocina a esperar que se pase el picor.

Cierro los ojos y me pellizco sobre el caballete de la nariz buscando alivio, cuando un rayo de dolor me atraviesa la cabeza, de sien a sien, aun con los ojos cerrados veo su resplandor azul. Otra vez. Suelto un lamento de dolor que reverbera en los azulejos y vuelve para taladrarme los tímpanos.

Esto no tiene nada que ver con la sangre, ni con las pastillas, ni con el café. No es normal pero lo conozco. Es un dolor viejo empiezo a recordarlo, no lo sentía desde hacía muchos tiempo, años, desde que ellos se fueron.

El dolor deja paso a una sensación de vacío, de pena, me asaltan unas terribles ganas de llorar. Algo ha pasado lo percibo, lo puedo notar. Entonces lo sé, es algo, algo terrible. Diría que el corazón se me ha parado entre una sístole y una diástole que no termina de llegar. Un concepto lo impide, es un palo en las ruedas de la maquinaria que me hace estar vivo...Laura. En mi cabeza solo hay lugar para ese nombre...Laura...algo terrible le ha sucedido...salto del taburete aún cegado por la centella azul. Salgo lo más rápido que puedo, me golpeo con el cerco de la puerta de la cocina, casi me caigo pero logro embocar el pasillo. Abro los ojos, me cuesta un triunfo, siguen llegando relámpagos de dolor. Consigo llegar a mi ordenador portátil levanto la tapa, me tiemblan las manos, no sólo es dolor también es el miedo. Tecleo incorrectamente, gracias al cielo el software corrige automáticamente, sabe lo que quiero escribir. Es la cuenta de Facebook de Laura. No hay ninguna información nueva. Desquiciado pruebo con una cuenta de Twitter, es una cuenta creada por su club de fans, reviso los últimos tuits publicados, nada… un momento acaban de escribir algo. “@Laura_Stre fallece en un grave accidente de tráfico”

No hay suelo, caigo, me derrumbo, aquellas palabras son obuses, lo han volatilizado. No puede ser, no puede ser!! Intento aferrarme a las teclas, quiero escribir, preguntas, miles de preguntas pero no puedo, algo en mí se ha roto. Me desplomo en el suelo arrastrando el portátil, que cae conmigo, algunos componentes saltan por los aires, no me importa, ya me no importa nada..



Continuará..



SANGRE #1
SANGRE #2
SANGRE #3
SANGRE #4
SANGRE #5

SANGRE #7 



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