viernes, 23 de junio de 2017

Thunder Seven. La joya de mis orejas.

Ya conoces las ''normas'' de este blog: antes de leer, asegúrate de tu comodidad, relájate, pon tu mejor dispositivo de reproducción musical y acompáñanos en el viaje. Eres libre de llegar hasta el final o bajarte en la próxima parada.
En cualquier caso, gracias por venir y felicidades, Calavera.

Cuando sientes la imperiosa necesidad de buscar algo de tal manera que se convierte en una obsesión, tarde o temprano te lanzas a por ello. Pero qué ocurre cuando ya has escuchado mucha más música que la mayoría del resto de personas que te rodean y sin embargo necesitas algo más, pero no sabes el qué?
A mediados de los 80's andaba un tanto confuso con toda la música rock que llegaba a mis orejas. Por una parte AC/DC reventaban charts con ''back in black'' o ''for those about to rock'', Van Halen lo propio con ''1984'' y ese ''jump'' que aún sigue sonando y me sigue saliendo del alma un ''sí, joder!'' cada vez que lo escucho y por otro lado, empezaban a ''abundar'' las bandas donde era más importante tener un pelazo hasta el culo y gastar a diario tres botes de laca por cabellera, que la calidad de las canciones y no voy a hablar de tantas ''estrellas emergentes'' del estilo y que tantas decepciones me han dado en directo. No se puede ''fabricar'' una banda en una empresa de marketing para subirse a la moda y sacar pasta. Si se busca algo honesto, hay que mirar bien en los locales de ensayo y en los bares por la noche. Ahí y no en una oficina es donde se palpa bien el arte, la originalidad, la destreza de los músicos, el mensaje que quieren lanzar y los sentimientos que quieren compartir.
En esa década, para mí el funk bailón con bases musicales blueseras a ritmo de infarto ya habían degenerado en sonidos maquineros, desagradables y faltos de magia, todo me sonaba frío y demasiado futurista. Me gustan las orquestaciones, los buenos arreglos de teclados, de saxofón erótico y esos pequeños desajustes de tiempo cuando tocan todos juntos que me hacen percibir la música viva, como si estuviera en medio del escenario con ellos.
La música disco había tomado también otros derroteros por los cuales yo no estaba dispuesto a entrar y me puse a buscar rock.

Pero no un rock cualquiera. Sabía que el rock bebía de cualquier fuente que le hiciera rejuvenecer y es tan camaleónico que se puede transformar en cualquier otro estilo y pasar desapercibido. Todo está en quitarle la distorsión a las guitarras y cantar en registros más relajados.
Ya conocía la obra de Tárrega, empezaba a admirar profundamente a Segovia y embrujao me tenía Paco. Paco de Lucía.
Pero también me dejé adoptar por B.B. King y confiar en Clapton y que todo junto sonara a ROCK..


Triumph vienen a condensar a pinceladas lo escrito anteriormente. Este trío canadiense se dió a conocer en 1977 y compartió escenario con los grandes del rock del momento como Scorpions, Van Halen, Judas Priest u Ozzy y llegaron a mi vida con Thunder Seven.
Qué tienen de especial? Siempre digo igual, no puedo ser objetivo con la música, es cuestión de que me llegue dentro o no. Pero para mí sí es especial, principalmente por la satisfacción tan grande que aportó a mi vida en aquella época ochentera por todo lo que ya había asimilado y lo que quería descubrir.

Eran un trío donde el batería Gil Moore además de tocar hacía las voces principales en las canciones, a menudo compartidas con el guitarrista Rik Emmett (Rik deja a lo largo de todo el disco master-class de cómo tocar una guitarra éléctrica, acústica y clásica) y el bajista/teclista Michael Levine.
''Thunder Seven'' es el séptimo disco de la banda y según las teorías místicas, el número 7 está relacionado principalmente al amor.
Desde que escuché el siguiente juego de voces, pocas cosas hay ya que pongan mis orejas cachondas:
Me sé de memoria todas las melodías vocales. Ni sé decir las veces que he puesto esta canción, horas seguidas, sigo disfrutando hoy en día cada vez que suena y me sigue emocionando. Es la perfección parida en forma de canción. Nunca llegué a esas notas tan altas ni en mis mejores sueños. Ni siquiera pude acercarme haciendo falsete, pero me dá igual, lo importante es sentir y cantar cuando el cuerpo te lo pide, no es hacer el ridículo, es estar vivo!


''Little boy blues'' es una pieza instrumental poco conocida, pero es digna del mejor Santana o de Gary Moore en su última etapa.
Rik Emmett pasó a convertirse así en uno de los mejores guitarristas de rock hasta el día de hoy. Que yo sepa, es el único que sigue editando discos tanto en solitario como en otras formaciones y los otros dos están vinculados a la música pero en tareas compositivas o ejecutivas.
Me gustan los solos de guitarra melódicos, los que se pueden cantar, los que llevan una melodía y en casi todas las canciones de su discografía queda más que patente el buen gusto de los tres músicos, pero especialmente Rik fué el que me guiñó un ojo.



Llegó el verano, las noches de purificación espiritual, de renovar los propósitos, de volver al líquido elemento, origen de la vida y de ponerle música con ''el sueño de un día de verano''.
Pues sí, este disco contiene varias alusiones y una de ellas es para ''el sueño de una noche de verano'', una pieza instrumental en versión de Rik, volviendo a dar muestras del amplio abanico de técnicas que domina.


Os daré una pista: si bajáis la sexta cuerda a Re, os resultará más fácil.

No sólo de Rush vive el hombre, de vez en cuando necesita ''triunfar''.

Nada más Calaveras, feliz tercer aniversario y deciros que si os han gustado Triumph, cualquier disco suyo es recomendable, pero ''thunder seven'' ocupa un lugar muy especial en mi corazón, porque supusieron un salvavidas de inspiración en mi bagaje de aprendiz de guitarrista en el cual sigo, por cierto.
Creo que nunca habría que dejar de aprender.



Mantengo humildes mis orejas. Gracias.

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