tag:blogger.com,1999:blog-52370667343430775222024-03-13T19:57:32.310+01:00El Cajón de la Calavera Sinfónicasalvahttp://www.blogger.com/profile/05839903855474373925noreply@blogger.comBlogger492125tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-5587771358745904522022-07-09T22:37:00.003+02:002022-11-19T15:46:29.144+01:00Mamá y papá. <div style="text-align: left;"> </div><br /><p style="text-align: left;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;">Recuerdo su olor. Es mi primer recuerdo. El olor de mamá, su fragancia a ropa recién lavada, recién recogida del tendero después de haber estado toda la mañana al sol; también su tacto, el de sus manos acariciándome. Luego recuerdo la luz, una amarilla y cálida, que apenas si me dejaba ver su rostro. Lo segundo que recuerdo es a papá. Un olor fuerte del tabaco y a madera, sus manos grandes alzándome en el aire. El tercer recuerdo que llega a mí es de sus risas. Mamá y papá riendo juntos. Aquellas risas se grabaron en mi tierna mente y aún hoy las escucho, las evoco para que me acompañen como las campanitas tubulares que entrechocaban cuando se abría o cerraban la puerta de casa. Ahora, en un unos momentos, las risas de mamá y papá será el último recuerdo que evoque, lo último que sienta en este mundo. Siento que no haber sido mejor, pero hice lo que pude, de veras que lo hice. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;">Al principio todo fue maravilloso. Mamá sonreía todo el rato, me daba de comer, me peinaba, jugaba conmigo, me llevaba de paseo e íbamos a esperar a que papá llegase del trabajo. Se sentaba en un banco del parque junto a la parada del bus mientras yo jugaba en el césped. Cuando papá llegaba y se bajaba del bus, iba a saludarlo. Mamá se levantaba del banco y también iba hacia él, y los tres nos fundíamos en un abrazo, un abrazo de tres. Los abrazos de tres siempre fueron mis favoritos. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br />Papá trabajaba mucho. Lo hacía en una carpintería, siempre llegaba lleno de polvo, era un serrín minúsculo que nos hacía estornudar. Entonces mamá protestaba y papá se defendía diciendo que él se sacudía lo más que se podía, hasta se daba unas pasadas con el compresor de aire, pero que aunque se cambiase de ropa, ese polvillo no desaparecería hasta que se diera una buena ducha. Aun así, nunca dejábamos de abrazarlo. Creo que a los dos les gustaba representar ese teatrillo todas las tardes. Luego papá se tiraba conmigo al césped un rato, mamá no. Mamá era delicada, casi frágil, no se iba a revolcar por la hierba con nosotros, no obstante ella nos jaleaba. Siempre iba conmigo cuando peleábamos, y al final papá casi siempre me dejaba ganar. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;">No sé decir cuanto tiempo duró aquello, no sé cuando empezaron a torcerse nuestras vidas. Yo aún era pequeño para entender las cosas. Es verdad que papá empezó a subir el volumen de las noticias y a llegar cada vez más tarde del trabajo. Ya no tenía ganas de jugar porque, venía muy cansado, y los abrazos de tres ya no volvieron a ser tan largos. Papá repetía unas palabras que nunca había escuchado, y que debían de ser muy malas porque se enfadaba cuando las decía (recesión, reducción de plantilla), algunas veces hasta las gritaba. A mí me daba miedo oírle gritar, pero sobre todo me dio más miedo cuando empezó a golpear con el puño la mesa o alguna puerta. Mamá también se asustaba, podía sentirlo, a veces lloraba, y me iba con ella para intentar consolarla. Pero lo peor aún no había llegado, de hecho lo peor no había hecho nada más que empezar.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;">Recuerdo el día el que el olor de papá cambió. Era muy tarde, mamá ya estaba en la cama y yo me fui con ella, en parte por hacerle compañía, en parte porque a mí también me encantaba sentir su calor. Desde que papá se enfadaba tanto, muchas noches dormía solo en el sofá y yo aprovechaba para ir con ella. Aquella noche la puerta de la casa se abrió más tarde de lo habitual, a papá le pasaba algo, parecía enfermo y hedía a eso que tomaban algunas veces después de comer, Whisky. El olor de papá había desaparecido debajo del de aquello, apestaba a alcohol y se tambaleaba. Mamá salió de la cama cuando papá empezó a llamarla a voces. Gritaba su nombre, pero como si tuviera la lengua dos tallas más grande que su boca. Yo estaba muy asustado y no me atrevía a salir de la cama, sabía que aquello no auguraba nada bueno. Esa fue la primera noche que papá pegó a mamá. Mamá lloró mucho, también gritó, todos lloramos aquella noche, pero también pasó otra cosa. En ese momento no tuve conciencia, creo que el miedo lo impidió.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"> Pasó el tiempo, mamá no se fue, en realidad no hizo nada. Bueno, sí, hacer como que no había pasado nada, pero ya no volvió a ser la misma. Tenía algo roto por dentro. Era como una marioneta a la que le hubieran cortado una cuerda, funcionaba, pero había cosas que ya no podría hacer más, como sonreír. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br />Papá se convirtió en una especie de alma en pena, siguió llegando tarde y durmiendo en el sofá; sin embargo, ya no olía a madera, a barniz, y no porque el alcohol y el tabaco lo hubieran tapado, sino porque ya no trabajaba en la carpintería, papa ya no trabajaba en ningún sitio.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;">Mientras yo seguí creciendo, mamá seguía dando paseos conmigo y las raras veces que papá pasaba las tardes de los domingos en casa, me sentaba con él delante la tele. Seguían siendo mi casa, seguían siendo mis padres, mientras yo por alguna paradoja espacio temporal parecía que me disolviera como en esa película de superhéroes donde el villano podía hacer que medio mundo desapareciera. Me miraban, pero no me veían, o me veían poco, casi igual que si fuera una sombra. Aquella casa se había convertido en una especie de purgatorio donde esperábamos la llegada de un perdón, de que de alguna forma llegase un día mágico en el que todo se reiniciase, de la forma que lo hacen los equipos informáticos o los androides, a los que en las películas les pueden borrar la memoria. En cambio, lo que llegó fue el infierno. Dios no debía habernos perdonado. Nuestra casa, nuestro purgatorio, se inclinó en un ángulo imposible y pareció resbalar sobre unos raíles a la misma boca del averno.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br />Esa noche en la que todo pareció caer, rodar hasta el infierno, fue cuando comprendí, que eso, que se había activado aquella ya lejana noche, donde papá perdió su olor y mamá su sonrisa, también me cambio a mí. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br /> Papá volvía antes de su hora, me levanté y fui a recibirlo, aún no estábamos acostados. Lo que en principio parecía una buena noticia no lo fue. Ojalá se hubiera quedado en el bar como acostumbraba, ojalá hubiera bebido hasta quedar inconsciente, pero esa noche no lo hizo.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br /> Me apartó con malos modos, casi ni me miró y se fue directamente en busca de mamá, que estaba en la cocina, terminando de recoger la cena de la mesa, donde había dejado un plato cubierto con otro para el demonio que acaba de entrar por la puerta. El primer puñetazo ni lo vio venir. Le impactó en la cara como una bola de demolición sobre la fachada de un edificio. Mamá siempre había tenido una constitución delgada, era una mujer de cuerpo frágil, como si sus huesos fueran de cristal y su piel de porcelana, aquel puñetazo podía haber tumbado a un hombre de 100 kilos, a mamá por descontado. Como pudo se agarró a la encimera de la cocina y al fregadero en un intento vano de no caer, las uñas, los dedos resbalaron sobre el granito pulido. Mamá fue a caer al suelo como una muñeca arrojada por un niño gigante malcriado que disfruta rompiendo sus juguetes. Papá había roto la nariz de mamá de la que broto sangre. La bata celeste que llevaba puesta se le sembró de salpicaduras rojas. Se le abrieron mucho los ojos en un intento de buscar un por qué, sus pupilas se habían convertido en dos pozos negros, por donde entró el terror. Un terror primigenio, un terror básico que te hace temer por la propia vida. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br />Papá entonces levantó una pierna. Aquello no había terminado, se disponía a patearla como a un cubo de basura cuando aquello hizo clic dentro de mí. Podría describirlo como si el primer clic, que ocurrió la primera noche, hubiera sido la cadena de seguridad de una puerta y el clic de esa última hubiera sido el resbalón de la cerradura al liberarla. Sí, la puerta se abrió y entonces dejó salir todo el miedo que se había ido almacenando dentro de mí durante todo ese tiempo y que se había convertido en fuerza, y por qué no decirlo, en odio. Odiaba a papá, porque papá ya no era papá, papá era un demonio que estaba haciendo daño a mamá , yo no lo podía permitirlo más. Ya no era un cachorro asustado. Me había convertido en todo un pastor alemán de 4 años. Salte y me interpuse entre mamá y eso que se parecía a mi papá. Papá me grito y me lanzó la patada que iba a darle a mamá. La esquivé y el pie derribo la mesa de la cocina que arrastró en su caída dos sillas, armando un tremendo revuelo. Mamá se había hecho un ovillo y se intentaba proteger con los brazos, gritaba, papá también yo ladré y enseñé los dientes. Cuando papá asió un cuchillo del soporte magnético de la pared, supe que solo había una solución. Me abalancé sobre él y le mordí con todas mis fuerzas en el cuello. Fue un ataque más instintivo, jamás había mordido a nadie, nada más que a alguna pelota de goma, pero algo dentro de mí me decía donde debía hacerlo. Papá gritó de dolor y miedo, mamá también gritaba espantada, y yo gruñía fuera de mí. Papá se quedó muy quieto. Entonces supe que todo había terminado. El olor a alcohol y a tabaco pareció desaparecer y por un instante su cuerpo ya sin vida volvió a oler a madera recién aserrada. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;">Ahora vuelvo a recordar a mamá sonriendo en el parque, mientras me arrojaba mi pelota roja; a papá jugando conmigo en el césped. Espero a que el veterinario venga a pincharme, eso que me hará dormir para siempre. No soy un perro viejo, pero hasta los perros sabemos que los que mordemos a nuestros amos no se nos permite vivir más, eso lo sé. Sé que mamá está llorando allí fuera, en la sala de al lado, que no la han dejado pasar. La oigo y la huelo, pero es inútil que intente escapar de esta correas o de este bozal. No quiero hacer sufrir más a mamá. Solo intenté hacer lo que hubiera hecho cualquier buen hijo, cualquier buen perro. Tengo sueño. Me duermo con el recuerdo de la sonrisa de mamá y con el olor de papá. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p><p style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="font-size: small;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: small;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/4g3cdz5Q2nA" width="320" youtube-src-id="4g3cdz5Q2nA"></iframe></span></div><span style="font-size: small;"><br /><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span><p></p>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-72746878191435389712022-05-09T18:32:00.002+02:002022-05-09T23:48:24.586+02:00Salta.<br /><br /> <span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"><br /><br /><br />Susurra el vértigo al oído, que vayas con el vacío, que saltes, que la paz, esa que sientes ahora, podría ser eterna, que únicamente depende de ti, de que des un paso, de que te sueltes. Es tu amigo, un amigo de los de verdad, de los que hacen lo que dicen y siempre dicen lo mismo. Sí, sí, ya sabe que da miedo, todo lo da. Tu primer paso también te lo dio, aunque ya no te acuerdes, hasta el primer beso lo da. Todo lo bueno conlleva un riesgo, pero no aquí, aquí el resultado es seguro. Solamente unos pocos segundos y ya. Todo será como mereces que sea. Lo sabes, de alguna manera siempre lo has sabido, sabías que este momento iba a llegar. Has fantaseado con él cientos, miles de veces y ahora ya estás aquí, después de horas, sufrimiento has llegado aquí, porque ¿para qué si no has venido?, ¿para jugar a hacerte el valiente?, ¿para volver a traicionarte?<br /><br /><br />…<br /><br /><br /> No, no lo hagas entonces, pero no juegues más conmigo. Ya me das suficiente asco, ya tengo que vivir dentro de ti, pegado a tus pies como una sombra. Tú estás arriba, eres la carcasa, la superficie, como una boya. Mientras, yo cuelgo hacia el fondo, oculto, relegado al ostracismo. En realidad soy quien nos ve, quien te susurra, quien intenta ayudarnos y quien sufre de impotencia. Veo la cobardía a diario, nuestra misera existencia como si estuviera en una sala de cine de sesión continua, es la misma película una y otra vez. Nos despertamos todas las mañanas pensando que hoy va a ser diferente, que llegó el punto de inflexión, a partir del cual no me necesitarás más. Mentira. Yo ya lo sé desde que abres los ojos, es otra de tus dulces mentiras. Eres el manirroto que pide otro nuevo crédito, para pagar el último crédito, que pidió para otro de sus caprichos absurdos e innecesarios. De sobra sabemos que estás arruinado, que vives por encima de tus posibilidades, que solo son promesas de yonqui.<br /><br /><br /><br />¿Por qué no acabamos ya de una vez con esta pantomima? ¿Por qué no tener por una vez la dignidad suficiente para salir de escena de una forma que no seamos un hazmerreír? No me ignores, no soy el vértigo, soy tú; bien lo sabes, el que te gustaría ser y el que nunca serás. Soy tu fantasía, la que no te atreves a cumplir, por eso te susurro al oído, estoy detrás de tu carne, frente a ti en el espejo. Sé que sufres, que no es fácil, pero lo que te digo es por nuestro bien, salta, déjate caer, mereces, merecemos la paz. Luchar es inútil, después de tantos años, lo sabes, los dos lo sabemos. No es de cobardes rendirse cuando la victoria es imposible. Contigo, también desapareceré yo, pero hay vidas que es mejor no seguir viviendo. </span></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre;"> </span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjN_unaZXQ4boN3HkOfZVHYUh6S9UwyVo1iqtL61LU_IJ4_8kjIWl5RhvivURYH5CMANtKwCcjkH3_5txHcAHo-NHkNTnyq4LUijs_wdeRjgRLf2JNNPeB3TvGZMorDi8wSm0GYkTqYgGkb1IJFGypEx6Nzy1v_-gUKIx1fHvu5gUher9K63H35UFXq/s650/vertigo.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="346" data-original-width="650" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjN_unaZXQ4boN3HkOfZVHYUh6S9UwyVo1iqtL61LU_IJ4_8kjIWl5RhvivURYH5CMANtKwCcjkH3_5txHcAHo-NHkNTnyq4LUijs_wdeRjgRLf2JNNPeB3TvGZMorDi8wSm0GYkTqYgGkb1IJFGypEx6Nzy1v_-gUKIx1fHvu5gUher9K63H35UFXq/w400-h213/vertigo.jpg" width="400" /></a></div><p></p>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-55203405335437276582022-03-28T19:17:00.004+02:002022-05-01T19:50:18.142+02:00Mamá<div><div style="text-align: center;"><br /></div><p id="docs-internal-guid-3fc2eab2-7fff-a2cb-503a-799207e90b49" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"> <span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre;"> </span></p><p id="docs-internal-guid-3fc2eab2-7fff-a2cb-503a-799207e90b49" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre;"> </span></p><p id="docs-internal-guid-3fc2eab2-7fff-a2cb-503a-799207e90b49" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre;"> </span><br /></p></div><div style="text-align: justify;">La mano de mamá es grande, cálida. Cuando voy agarrado de ella me siento seguro. Mamá es la persona más valiente del mundo, a su lado nada malo me puede ocurrir, por eso la agarro con todas mis fuerzas, no quiero quedarme solo. No, si me soltara de la mano de mamá me perdería y no sabría lo qué hacer. Pero eso no va a pasar, porque mamá tampoco me va a soltar, nunca lo hará. Mamá me quiere más que a nada en el mundo y yo a ella.<br /><br /><br />La luz roja estaba parpadeando otra vez.<br /><br /><br />一¡Mamá! ¡Mamaaaaaaaaaaaá!<br /><br /><br />Los gritos llegaron por el pasillo sobresaltando a las enfermeras del turno de noche. A esos gritos no se acostumbraba nadie, nunca. Daban igual los años de experiencia, aquellos gritos tenían una frecuencia especial que hacía que cualquier barrera, cualquier coraza de inmunidad profesional, quedara hecha añicos. Esas voces desperadas tocaban en lo más profundo del alma, porque eran de terror, del terror más puro y primigenio. Contra eso no se podía hacer nada, de alguna forma llegaban al cerebro más primitivo, haciéndote sentir el terror que sintieron nuestros ancestros al abandonar la seguridad de su cueva, al sentir la mirada de un depredador en la oscuridad. <br /><br /><br />一 No te preocupes, mamá vuelve en un momento. Ya está, ya está. No llores, no tengas miedo, mamá ya está de vuelta 一 Le susurra la enfermera mientras intenta apaciguarlo y mira a su compañera como si de esa manera el tranquilizante que estaba inyectando en el gotero de suero fuera hacer efecto más rápido.<br /><br /><br />Era sorprendente la fuerza que podía tener un cuerpo tan menudo. Las ligaduras lo sujetaban a la cama, aun así se retorcía como un pez recién pescado y agitándose, curvando la espalda, amenazando partirse en dos. <br /><br /><br />一 Lo siento cariño, solo he ido al baño un momento. 一 Dice la otra persona de la habitación a modo de disculpa con el espanto en la cara. Una mujer que acababa de salir del cuarto de baño, mientras se retuerce las manos, nerviosa. <br /><br />一 No es culpa suya 一 Dice la enfermera que se ha sentado en el sillón del acompañante y acaricia la mano del enfermo, que parece más tranquilo. Sin dejar de acariciarlo, una toma el asiento que la otra deja libre. 一 Gracias. 一 Se despide de las enfermeras que abandonan la habitación haciendo el menor ruido posible. <br /><br /><br />一 Mamá, no me dejes solo, mamá, no te vayas más, no me dejes.<br /><br />一 No cariño, no te dejaré jamás, fui un momento al baño, pero no lo volveré a hacer. ¿Me perdonas? 一. Le susurra al odio, a la vez le acaricia el brazo en el que no lleva la vía intravenosa, con la otra mano le atusa el pelo. Se levanta con sumo cuidado, aprovechando que el calmante ya lo tiene prácticamente dormido y le besa en la frente. 一 Duerme cariño, mamá está aquí. 一 <br /><br /><br />Nunca se hubiera imaginado que se terminaría apegando tanto a él. El primer día que lo vio aún tenía un aspecto normal. El aspecto de un hombre de 60 años, un hombre que había tenido a muchos otros bajo su mando. Seco, estricto y por qué no decirlo, hasta desagradable en el trato. Sus hijos la habían contratado para que lo atendiera día y noche. Ella no era enfermera, no era necesario que lo fuera, solo necesitaba compañía y vigilancia. La enfermedad de Don Ramón Balaguer y Montesinos aún no estaba en una fase avanzada y él se negaba a reconocerla, pero únicamente era cuestión de tiempo de que lo terminara desmenuzando entre sus garras. De nada habían servido los tratamientos y las terapias de miles de euros. Sus hijos eran personas importantes y no habían escatimado en gastos para que: “su padre estuviera lo mejor atendido posible”. <br /><br />Ahora se le encogía el corazón de verlo ahí, hecho un guiñapo, solo y llamando a su madre como un niño perdido; porque eso es lo que era, eso es lo que seremos todos, al final todos lo seremos. </div><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/-2VPKWwl5Rw" width="320" youtube-src-id="-2VPKWwl5Rw"></iframe></div><br /> </div>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-83529031664538283242021-12-16T19:39:00.000+01:002021-12-16T19:39:21.313+01:00<br /><div style="text-align: left;"><br /></div><p style="text-align: left;"> </p><p id="docs-internal-guid-4f9d45e3-7fff-d1b6-0e08-af4ddd096fc8" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; white-space: pre;"></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"><br /><br />KM 23 <br /><br /><br />El mar había desaparecido detrás del último repecho. El camino se convirtió en una cinta de tierra oscura y encharcada por la lluvia. No hacía mucho que había dejado de caer, pero más parecía un tiempo muerto que el final del partido, y no tardaría en volver a llover. Las nubes se aupaban unas sobre otras para salvar las colinas, que poco a poco iban ganando altitud. Los prados y las tierras de labor iban siendo sustituidas paulatinamente por bosquecillos de castaños y robles. Eran los contrafuertes y arbotantes de la catedral del bosque rotundo, profundo y verde. De forma inconsciente las zancadas bajaron de frecuencia, los pasos se hicieron más cortos. No, no era por cansancio en esas piernas aún quedaban muchos kilómetros antes de que la fatiga se atreviera a asomar, era simplemente por una cuestión de respeto. Estaba entrando en un lugar sagrado, un lugar solemne que imponía respeto y silencio. Él conocía esa sensación, de alguna manera era esa sensación la que le había enganchado, la que le pedía una y otra vez realizar aquellos caminos. Andar por los bosques gallegos, recorrer sus senderos y disfrutar de aquellas selvas de madera oscura y antigua, de ver la luz tamizada por un verde como no lo había en otra parte; allí se sentía más vivo. <br /><br /><br />Sintió la imperiosa necesidad de parar. ¿Sentirse más vivo? ¿Para eso había venido, para intentar sentirse más vivo?, ¿en serio? Se llevó las manos a la cara, se quitó las gafas para enjugar las lágrimas que comenzaron a brotar sin previo aviso. <br /><br /><br />Él era un cadáver, un cadáver que andaba, uno que aún no había reconocido que lo era. Un muñeco a pilas en el que la lucecita de low batery se había encendido hacía ya un tiempo. Justo cuando, tras un chequeo rutinario, le descubrieron un tumor en la próstata, aunque el verdadero problema, Aquel tumor solo era una de las muchas metástasis de otro principal que le había salpicado con su ponzoña todo el organismo. Era un mundo donde una nave nodriza había lanzado sus hordas de alienígenas para arrasarlo. No había nada que se pudiera hacer. Hacía 2 que empezaron a contar los 8 meses que le auguraron de vida.<br /><br /><br />¿Opciones? No había opciones, no habría ningún final feliz. Únicamente como alternativa a resignarse a que la enfermedad lo consumiera inexorablemente, existía la posibilidad someterse a un tratamiento experimental. Uno que en el futuro podría ayudar a otros enfermos. Decidió lo primero. Eligió 8 meses de vida en vez de 1 año, quizás 2 de quimioterapias, radioterapias, de dolor para simplemente retrasar lo inevitable. Sí, quizás fue una decisión egoísta, pero no pudo, no se sintió capaz de esperar sentado a que la Muerte viniera a buscarle. Por eso había vuelto a Galicia allí a donde una vez más vivo se sintió, para recordarlo, para volver a sentir la vida. Sentir aquella energía recorrer su cuerpo, notar aquella fuerza interior. Sin embargo, ahora estaba allí, en medio de la nada, llorando desconsoladamente como un niño perdido que sabe que nadie va a venir a buscarle, porque nadie lo estaba buscando. Tenía miedo. <br /><br /><br />Sintió la presión de una mano sobre el hombro, su calidez. Se giró para ver quién le posaba la mano en el hombro, quién intentaba consolarle. Quizás otro caminante, quizás solo lo había imaginado. Sin embargo, no había sido ninguna imaginación. Allí estaba, y a la vez era imposible, de pie, frente a él, calado hasta los huesos, mirándole como siempre le había mirado, con esos ojos grandes y azules, con ese eterno cigarrillo colgando en los labios. Su padre, nada más que su padre no podía estar allí. Era imposible que hubiera cogido un avión hasta Oviedo, y que luego hubiera hecho los 80 km que había hasta Ribadeo, porque antes tendría que haber juntado todas sus cenizas esparcidas en el Mediterráneo y renacer como un fénix, porque su padre estaba muerto, llevaba muerto 10 años. <br /><br /><br />Su padre le estaba mirando con aquella media sonrisa tan propia de él, entre divertido y preocupado. Le miraba a directamente a los ojos. Sin mediar palabra le hizo un gesto con la cabeza. Quería que mirara algo, que se volviera. La mano seguía en el hombro y sintió como se cerraba sobre él para enfatizar el mensaje. Obedeció y miró hacia donde le indicaba su padre. <br /><br /><br />De la rama de un roble, colgaba el peso muerto de un hombre. Giraba lentamente, suspendido en el aire como si fuera un carillón de viento. Entonces comprendió con espanto lo que su padre quería que mirase, porque era su cuerpo lo que se mecía al viento ahorcado en la rama de aquel roble. </span></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: small;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/i9wFrYs1qxI" width="320" youtube-src-id="i9wFrYs1qxI"></iframe></span></div><span style="font-size: small;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-80669142279386978972021-12-02T18:09:00.001+01:002021-12-02T18:09:38.277+01:00No quiero. <div class="separator"><div class="separator" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: justify;"><img border="0" data-original-height="1748" data-original-width="1240" height="640" src="https://1.bp.blogspot.com/-SsvF-HnALOc/Yaj9KiHvY5I/AAAAAAAAhtE/4MmsZuE1s_omM8qy6PlbQLRbmxS9KgzSwCNcBGAsYHQ/w454-h640/A%25C3%25B1adir%2Bun%2Bt%25C3%25ADtulo%25281%2529.png" width="454" /></div></div><p style="text-align: right;"><br /></p><br /><p></p><br />Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-22905701468261243402021-11-10T19:02:00.001+01:002021-11-10T19:02:45.371+01:00Lúa<div><p> </p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;"><br /><br /></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Por fin es septiembre. Las jornadas ya solo tienen unas 9 horas de luz, las noches cada vez son más largas y la temperatura ha empezado a bajar. Al verano aún le quedan un par de coletazos, pero está herido de muerte y me alegro, odio el verano. Este ha sido muy duro. En agosto y julio, las temperaturas fueron muy altas, prácticamente ningún día bajaron de los 32º, muchos han pasado de los 35º. </span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Huelga decir que evito exponerme al sol en las horas centrales del día, —cuando más fuertes son las radiaciones ultravioleta soy hipersensible a ellas—. Es muy incómodo tener que dar explicaciones a la gente que te rodea y estar contestando siempre estúpidas preguntas tipo“¿Por qué no vas a la piscina?” o “¿No tienes calor con esa manga larga?”.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Claro que lo tengo, sin embargo es mil veces mejor que sufrir su quemazón en la piel o en los ojos. De hecho si me expusiera sin protección a él, sufriría graves quemaduras y con seguridad perdería la visión. Por eso siempre he preferido trabajar por las tardes —se producen menos situaciones comprometidas— porque el sol ya no es tan fuerte. Mucha gente cree que sufro algún tipo de albinismo, por mi pelo rubio, mis ojos claros… Está bien que lo piensen.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Si el verano no es la mejor época del año para un albino, para un vampiro es la peor. Este no solo ha sido cruel por las temperaturas —el verano es algo inevitable— Cada día pasó lento, una ristra de calvarios de 24 horas, como añadir cuentas en un ábaco que solamente suma en la obsesión de querer, de necesitar volver a verla y de tenerlo al mismo tiempo.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Lucho y he luchado con ese sentimiento desde entonces. A partir de matar a aquel yonqui han muerto dos personas más, temo haber perdido el control de mi enfermedad.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">He vuelto a Santa Comba, siempre me ayuda volver a mis orígenes. Allí todavía puedo sentir a mis abuelos, de alguna manera su esencia impregnó aquella tierra donde su amor prendió entre el verdor de las tierras gallegas, entre las escorias de la mina Varilongo.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Ellos me criaron, ellos me descubrieron lo que soy, ellos me enseñaron a vivir con ello. Ojalá estuvieran todavía, los necesito más que nunca, únicamente ellos podrían entender lo que me está pasando.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Mi abuela Lúa quedó huérfana con 13 años, sus padres murieron durante los primeros compases de la Guerra Civil.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Su padre, un humilde minero, cuyo único pecado fue saber escribir a máquina y tener una hermosa mujer, fue ejecutado por anarquista. En realidad el verdadero motivo fue, —como todo el mundo supo— que la mala fortuna quiso que un cabecilla del movimiento golpista se encaprichara de su esposa.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Los reiterados rechazos a sus proposiciones, tuvieron como consecuencia la ruina. No solo el asesinato indiscriminado de su marido, sino también la acusación de meiga, de “xuxona”, de adoradora del demonio y de cosas aún peores. La raparon al cero y la obligaron a pasear desnuda por las calles del pueblo, junto con otras desgraciadas que sufrieron su misma suerte. Antes y para más escarnio público, las atiborraron de aceite de ricino, con la intención de que no pudieran controlar sus intestinos. Enloquecida, desquiciada se quitó la vida, aprovechando un descuido de sus captores.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Afortunadamente, el director de la mina, hombre justo y de buen corazón, se apiadó de mi abuela y la acogió en su casa, haciéndole un hueco entre la servidumbre del pazo donde residía.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">En 1941 en plena 2ª Guerra Mundial, el gobierno de España —a pesar de su declarada neutralidad— surtía a la Alemania nazi de wolframio. El wolframio es un escaso mineral, indispensable para la fabricación del blindaje de los carros de combate y de los proyectiles antitanque. España lo ofrecía como parte del pago de la deuda contraída en la Guerra Civil con ella.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">En la primavera de ese año, el III Reich envió a un delegado a interesarse por la producción y las exportaciones de wolframio, temiendo que Franco sucumbiera a las presiones que estaba recibiendo por parte del bando Aliado, que conocía y por supuesto desaprobaba tales actividades. Los nazis no podían permitirse que eso ocurriera. Ese delegado era Alexander Müller, que más tarde sería mi abuelo.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">La mina de Santa Comba era una de las que estaban dentro de su agenda, y de donde se extraía tan preciado mineral, además de estaño y cuarzo. Durante su visita se alojó en el pazo donde residía su director y servía mi abuela Lúa, que por aquel entonces ya tenía 18 años.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Según decían las malas lenguas, D. Santiago la acogió llevado por la lascivia, poco más que hechizado por las artes de la hija de la meiga. Porque Lúa, por supuesto, también debía haber heredado sus oscuros poderes además de su melena de pelo negro azabache, los ojos verdes esmeralda y las curvas generosas. </span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Verdad o no, lo cierto es que jamás le oí una mala palabra sobre D. Santiago. Todo lo contrario que de Dª. Marisa, la esposa del director, una mujer escuálida y apocada, siempre agarrada a un rosario, que hablaba entre dientes. Desde el primer momento la miró con malos ojos. Aquellos comentarios malintencionados le habían metido los celos en el cuerpo. Odiaba a mi abuela y hacía todo lo posible para que su existencia fuera lo más desdichada posible. La trataba con desprecio, altivez, y como no, reservándole siempre las tareas más ingratas. Curiosamente y sin saberlo, aquel odio de Dª Marisa iba a procurar que por fin mi abuela encontrara la felicidad que tan esquiva le había sido.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Cuando mi abuelo, Herr Alexander, vio a mi abuela por primera vez, se quedó absoluta e irremediablemente prendado de ella. Ahora puedo llegar a entender el sentimiento que se apoderó de él. Era una mujer preciosa, pero no únicamente fue su belleza lo que le hizo quedar embelesado; era algo más. Lúa estaba envuelta en un aura, como rodeada un campo eléctrico, te erizaba el vello solamente con acercarte a un par de metros de ella. Él sabía bien de esas cosas, tenía sentidos que el resto de los mortales ni siquiera soñaban con poseer, porque él era un vampiro.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Una mañana Lúa fregaba los suelos de rodillas, restregando con una aljofifa que remojaba primero en un cubo con agua. Herr Alexander entró en el salón acompañado por D. Santiago. Los dos hombres pisaron el solado de piedra aún húmedo. En cuanto se percató de ello, mi abuelo se disculpó por la torpeza, ante la sorpresa de su anfitrión. Mi abuela no estaba acostumbrada a que nadie le pidiera disculpas, pues eso era lo que aquel hombre extrañamente alto y de piel lechosa acaba de hacer. Lo había comprendido, aunque no hubiera entendido ni una sola palabra de lo que dijo. Tímida y sin saber cómo reaccionar, solamente acertó a agachar la cabeza para seguir con su faena.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Igual que su madre, ella no era ninguna meiga adoradora de Satán, pero también desde siempre tuvo esa especial sensibilidad, que la hacía percibir cosas que las demás gentes no podían. Llegó a convencerse de que aquello era por lo que la temían y la rechazaban. Que era algo realmente malo, que fue lo que trajo la desgracia a su familia. Intentó renegar de ello, de veras lo intentó, olvidar lo que la hacía saber quien iba a morir unos días antes de que lo hiciera o conocer el sexo de un bebé antes de que fuera alumbrado. Según me contó muchas veces, cuando vio por primera vez a mi abuelo, a aquel hombre extremadamente delgado, larguirucho y tan rubio que casi tenía el pelo blanco, ese sexto sentido se disparó como nunca previamente se había manifestado. Percibió algo especial que no supo interpretar, que la hizo sentirse atraída por él de una forma irrefrenablemente magnética.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">El director de la mina tenía órdenes muy claras al respecto de cómo agasajar a su huésped, “todo lo que se le ofreciera” y todo, quería decir todo. Así que cuando Herr Alexander le hizo saber de su interés por mi abuela D. Santiago no pudo sino plegarse a los deseos de su invitado poniendo a la muchacha a su disposición, por muchos reparos que este pudiera tener. Cuando la noticia llegó a los oídos de su esposa, esta sonrió de la misma manera que un caimán recompensado por su paciencia. Ahora aquella bruja iba a probar de su propia medicina. La tararían como a una ramera, como lo que fue su madre, como lo que ella era, por mucho que disimulara. Aquel alemán, se iba a divertir con ella. </span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Imagino la cara de sorpresa de D. Santiago cuando le comentó a mi abuela que subiera a las habitaciones del huésped germano, y que en vez de encontrar resistencia, casi observó en su cara una expresión de ilusión. Pensaría que quizás su mujer tenía razón, aquella muchacha de aspecto inocente no lo era tanto. El caso es que fuera lo que fuese lo que pasó por su cabeza, aquello era positivo para su misión como anfitrión, así que no había nada más que hablar.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Mi abuelo Alexander nunca me contó qué pasó aquella noche, cuando después de cenar mi abuela subió a su habitación. Siempre fue muy reservado para algunas cosas. Muchas veces se lo pregunté, pero él se limitaba a sonreír con un leve rubor en las pálidas mejillas, mientras buscaba con los ojos muy abiertos los de mi abuela para decirle que no hablara más de la cuenta. Entonces ella reía y empezaba a contar igual que si fuera un cuento de hadas, pues en cierta forma lo fue.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">“Cuando D. Santiago me llamó, pensé que algo malo ocurría. Seguro que me iba a regañar por alguna queja de Dª Marisa, aquella mujer odiosa no dejaba de hacerlo. Entré en su despacho y cerré la pesada puerta de madera intentando no hacer ruido. Él estaba sentado detrás de su mesa con el rostro serio, leía algún documento que sostenía con una mano mientras que con la otra sujetaba un puro sin encender. En el momento en que me vio entrar, dejó el habano sobre cenicero de cristal y abandonó la lectura. Colocó el documento con cuidado sobre un montón más que había sobre la mesa.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—¿Me mandó llamar D. Santiago?</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—Sí, sí pase, pase y siéntese—. Dijo señalando uno de los sillones de madera oscura y terciopelo rojo.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Me quedé petrificada, algo muy malo tenía que pasar cuando, no solo me hacía llamar a su despacho, sino que además me invitaba a sentarme. Miré hacia abajo observando mis ropas… Llevaba un vestido negro con faldas hasta los tobillos, con un delantal y un pañuelo blancos en la cabeza, recogiéndome el pelo, como para dar a entender que mis ropas de faena no estaban en condiciones. Debió de percatarse de mis reparos, y volvió a insistir.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—Siéntese, siéntese, por favor. Lúa, la he hecho llamar porque quiero pedirle algo muy importante. Verá… —Se detuvo un momento, no encontrara las palabras. Tras unos segundos de incómodo y espeso silencio volvió a tomar la palabra. Lo hizo sin levantar los ojos de algún punto indeterminado de la mesa, como si no fuera capaz de decirme aquello que me iba a pedir mirándome a la cara. Entonces supe qué era aquello que tanto le estaba costando expresarme— Nuestro invitado el señor Müller, desde que esta mañana la ha advertido, se ha mostrado muy interesado en usted, y me ha solicitado que organice un encuentro privado. Es un caballero muy relevante e influyente, un mal informe suyo sobre la mina, podría acarrearme muchas complicaciones, por lo que no he podido negarme a su petición. Espero que lo entienda, que sepa comportarse adecuadamente, atendiendo cualesquiera que sean sus demandas. Siempre la he tratado como a una hija, ahora tiene la oportunidad de corresponderme. Por mi parte le estaré agradecido y sabré compensárselo. Esta noche deberá personarse en sus habitaciones a las 10. ¿Lo ha comprendido Lúa?</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—Sí D. Santiago, lo he comprendido. Intentaré no decepcionarle—. Respondí, con un hilo de voz, mientras retorcía un pico del delantal con los dedos.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—Bien. Eso es todo, puede volver a sus tareas.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Me levanté como pude. Estaba nerviosa, temblaba como un flan. Al fin Don santiago me miró, tenía el rostro serio, me escrutaba en busca de algún signo, algo, que le ayudará a comprender aquella extraña expresión que se debió quedar colgada de la cara y que casi parecía una sonrisa.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Pasé toda la tarde imaginado cómo sería mi encuentro con el Señor Alexander. Yo únicamente era una fregona que no había salido del pueblo, inculta y él un alto funcionario extranjero, pero sabía que ese hombre era especial.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">La noticia corrió por entre la servidumbre del pazo como la pólvora, seguramente azuzada por Dª Marisa, que se relamía ante la seguridad que aquella cita era una excusa para forzarme. Las mujeres cuchicheaban a mis espaldas. Algunas en secreto me mostraron su solidaridad, realmente me compadecían por la suerte que me había tocado, otras en cambio, —secuaces de la patrona—, parecían disfrutar y me miraban con ojos rebosantes de malicia.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Llegaron las diez. La actividad en el caserón después de la cena era prácticamente nula, todos se retiraban a sus alcobas. D Santiago no, él solía quedarse despierto hasta altas horas trabajando en su despacho y tampoco Xoan el guarda, que andaba por la garita de la entrada de la finca, haciendo la ronda o poniendo los candados a las verjas.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Subí a la segunda planta, por las escaleras de piedra del salón grande, que daban al distribuidor. A la derecha estaban las habitaciones privadas de los señores. Giré hacia la izquierda donde estaban los dormitorios de los huéspedes, detrás de la tercera puerta me estaría esperando Herr Alexander. No negaré, que en algún momento pensara que mis sensaciones pudieran ser más el fruto de mi imaginación, que de una percepción real, que ese hombre tan misterioso, únicamente me quisiera ver para manosearme; pero fueron como pequeñas nubecillas en un cielo resplandeciente, porque estaba segura de que no sería así y no me equivoqué.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Alcé la mano para llamar a la puerta y antes de que pudiera golpear con mis nudillos sobre la madera, esta se abrió. Detrás estaba aquel gigante rubio y flaco, impecablemente vestido, igual que cuando lo observé en la mañana. Un traje de tweed gris, una camisa blanca y una corbata negra, con un pisacorbatas plateado con el emblema del partido nazi.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—Buenas noches fräulein. Pase, por favor. Gracias por aceptar mi invitación—. Dijo con un marcado acento alemán.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Sus ojos refulgían como si fueran dos luceros azules, se quedaron fijos en los míos, sin pestañear. Querían mirar dentro de mí y yo quería que lo hicieran. Me tendió la mano y yo se la estreché con vergüenza, pensando que la encontraría desagradable, áspera y llena de callosidades. La mano de largos dedos blancos de pianista envolvió la mía, sentí su firmeza y su frialdad, igual que si se la estuviera estrechando a un dios de mármol griego. No fue un frío desagradable, muy al contrario, fue una sensación estimulante y por un momento toda la piel de mi cuerpo se erizó. Al tiempo, un escalofrío me recorrió de arriba abajo, como si uno de esos dedos finos y largos se paseara por el centro de mi espalda, desde más abajo de los riñones hasta el cuello.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Me instó a que lo acompañara y me ofreció asiento en una butaca orejera tapizada en yute, junto a otra gemela. La habitación de invitados estaba dividida en dos ambientes. El primero, en el que nos encontrábamos, era una especie de cuarto de estar. El segundo al que se accedía por una puerta de hoja doble, era el dormitorio, con una cama grande de colchón mullido de lana y almohada de plumas. No necesité mirar para saberlo, lo conocía bien, lo había limpiado cientos de veces. Se habían retirado hacia un lado las pesadas cortinas del dormitorio, que ocultaban el ventanal, que daba a los jardines. La luna estaba llena e iluminaba la estancia con su luz plateada, dando una extraña pátina argenta a todo, especialmente a las dos copas y a la botella de vino que había sobre la mesita.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Tu abuelo me sirvió vino en la copa, con pulso firme y decidido. No había apartado aquellos ojos azules de mí ni un solo instante. Fui incapaz de a contrariarlo, no sabía ser servida y me removí incómoda en la butaca. Pareció leerme la mente.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—No se preocupe fräulein. Hoy es usted la invitada. Lúa para mí es un placer servirla.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Cuando lo escuché pronunciar mi nombre, me sentí desfallecer, mis músculos tensos como cuerdas de violín, se aflojaron y aunque aún no había probado ni una gota del vino, noté un agradable calor por dentro.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—No, no diga nada.—Prosiguió—. Soy yo el que le debe una explicación, de por qué la he hecho llamar de esta forma tan precipitada. Quizás esté usted pensando, que soy un caradura, que abusando de su posición la ha obligado a venir con alguna oscura intención. Si es así, no la culpo por ello, por ello, la invito a que después de tomar esta copa de vino, a que se marche si ese es su gusto, y le doy mi palabra, que D. Santiago no recibirá ni la más mínima queja de su comportamiento. Pero antes de tomar una decisión, déjeme al menos que le exponga mis verdaderos motivos.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Agarré la copa de vino y le di un sorbo, necesitaba hacerlo, me daba igual si mis modales no eran los adecuados. Necesitaba tomar un trago de vino o muy probablemente me daría un síncope allí mismo. Aquel hombre me hablaba de una forma como jamás nadie lo había hecho, me sentía la única mujer del mundo. No solo eran sus palabras lo que hacía que mis pulsos se desbocaran, era esa mirada sincera y franca. Desde muy joven había estado muy acostumbrada a que los hombres me miraran, en la mayoría encontré maldad, lascivia. Sí, igual que mi madre, podía ver dentro de las personas, como se puede ver en el fondo de un arroyo claro. Algunos sabían disimular mejor que otros, pero ninguno me podía ocultar su esencia, su alma. Cuando vi a Herr Alexander por la mañana, noté algo especial en él, en ese momento no supe qué fue, ahora lo sabía. Percibía su alma, aquel hombre era un ser atormentado, solo y perdido. Su alma era como la mía, mirarlo era como mirarme en un espejo, como si fuéramos dos pedazos de algo que se hubiera roto hacía eones y que por algún capricho del destino se hubieran vuelto a encontrar.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">No obstante había algo más, algo que ocultaba, que escondía. Algo que le avergonzaba, un secreto le torturaba, que sin duda era la fuente de donde emanaba aquel dolor y desesperación que percibía. Sentí curiosidad. Intenté ahondar, levantar aquella pantalla que lo ocultaba, sin embargo no pude, allí no se podía entrar sin ser invitada. Aguardé sus palabras.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—Lúa, no me voy a andar por las ramas —Comenzó—. Pasado mañana vuelvo a Alemania, no tengo demasiado tiempo. Sería pueril ocultarle, que esta mañana cuando la he visto trabajar, he contemplado a una bellísima mujer, pero eso es algo que hasta el más tonto puede ver. Lúa ni usted ni yo somos personas normales. Sí lo sé, aunque se esfuerce en ocultarlo, sé que tiene especiales sensibilidades, de hecho, no necesitaría estar pronunciando estas palabras con mi terrible acento, para poder comunicarme con usted.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Entonces hablé sin mover los labios, lo hice por primera vez desde hacía años. Juré que jamás volvería utilizar aquella capacidad. Desde el aciago día en que mi madre, segundos antes de morir me habló por última vez. “Sei que foi a miña filla, eu teño que ir. Quérote moito, sempre vou te amar”. Aún “oía” sus palabras, dentro de mi cabeza, igual que cada noche justo antes de cerrar los ojos, de quedarme dormida. Poca gente sabe lo que es gritar, lo desgarrador que es hacerlo de esa forma, sin mover un solo músculo. Toda la angustia se concentra en un único punto denso y pesado, como si fuera una colada de roca derretida derramándose sobre ti, fundiéndote desde la cabeza a los pies. Aquel dolor, aquel miedo hizo que renunciara a mi naturaleza. Esa, para bien o para mal era yo, era mi don. Ese hombre me lo había recordado. No podía explicarlo, pero con él no tenía miedo a ser yo misma, la hija de la meiga, y por qué no, Lúa la meiga.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">—¿Qué es eso que oculta Alexander?, porque usted también oculta algo. No nos diferenciamos tanto. — Me atreví a decir sin hablar.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Entonces aquel telón, aquella cáscara impenetrable que impedía mi visión se resquebrajó y lo supe. Vi lo que en realidad era Alexander. Un ser maldito, condenado a vivir en la sombra. Un ser que debía beber la sangre de otros para sobrevivir. Sentí su temor, sus remordimientos por hacer lo que debía hacer y por ser lo que era. Una soledad como nunca había contemplado y sin embargo no sentí miedo. Muy al contrario, fue como admirar a una fiera encadenada, como ver a un lobo malherido que aúlla de puro dolor. Me miró con lágrimas en los ojos y yo lo miré a él y su azul se mezcló con el verde de mis ojos y nos fundimos en un beso cálido, desesperado y nos besamos como únicamente dos seres malditos se pueden besar…”</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">A esas alturas del relato mi abuelo siempre carraspeaba. Entonces mi abuela lo miraba sonriendo pícara y concluía apresuradamente.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">“… A la mañana siguiente, después de finalizar su última inspección a la mina el abuelo se reunió con D. Santiago y le pidió su consentimiento para llevarme con él a Alemania… se lo dio…”</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Ojalá tuviera la mitad de los arrestos de mi abuelo, ojalá no me hubiera escabullido, igual que un conejo asustado, cuando la vi en la feria del libro, sin embargo lo hice y ahora me arrepiento, me culpo por ello.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Tengo que volver a sentirla, lo necesito, es mi último pensamiento al acostarme y el primero al despertarme. No puedo olvidarla, no puedo dejar de oler el aroma del jabón de Marsella sobre su piel recién lavada.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Pensé, que volver a probar el sabor de la sangre humana recién muerta me calmaría, sin embargo sus efectos únicamente han sido un placebo, que calma el cuerpo pero no la mente. Mi único consuelo es la ilusión de volver a contemplarla, es algo que temo y deseo a la misma vez, con la misma intensidad.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">El destino es caprichoso en su forma de revelarse. Es inútil intentar resistirme a él, o me convertiré en una bestia sanguinaria, en lo que me enseñaron que no debía ser. Debo estar a la altura, se lo debo a mis abuelos, a todos los que son como yo, a todos los que luchamos contra este mal. No puedo dejar que mis miedos me dominen, tengo que vencerlos.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Miedo a sentir lo que estoy sintiendo, miedo a reconocer que todos los átomos de mi ser siempre han girado por ella. Miedo a decirle que la amo, miedo a que me conozca, a que conozca lo que realmente soy, a confesarle mi secreto, a decirle que un vampiro, uno de verdad se ha enamorado perdidamente de ella. A declararle que ella es mi Lúa, y que quiero que sea mi Laura.</span></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"></span><br /><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: medium;">Ahora únicamente espero que el otoño sea lluvioso y frío. El frío y la humedad me ayudarán a serenarme, porque lo necesito, de veras que lo necesito. </span></span></div>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-31902523932298530492021-11-03T19:18:00.005+01:002021-11-04T09:23:20.282+01:00Óscar <p> </p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-b0e9719d-7fff-a822-a181-6aed55b48dfd" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Ojalá viviera en Estados Unidos, estar en Columbine o Cartland, pero no, no lo estaba y de nada serviría desearlo o lamentarse. Lo mejor sería seguir hecho un ovillo, desear algo más práctico, como que el Rebollo y compañía dejaran de pegarle, escupirle. Tener la suerte de que algún profesor entrara en los aseos de la tercera planta del instituto. Aunque esto último era casi lo mismo que desear que aquello fuera un instituto de secundaria en EE. UU. y no un instituto de educación secundaria español. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Por la megafonía sonó la campanilla, advertía que el recreo había terminado</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">— Déjalo ya Rebo, lo vas a matar al final —. Dijo el Chino. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">— Es un gordo de mierda. Creo que hasta le gusta que le zurremos.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Sí, pero déjalo y vámonos—. Apoyó el Negro. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">— ¿A clase? —. Preguntó el líder después de dar un último puntapié. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Los tres salieron de los baños de la tercera planta del Instituto de bachillerato Luis de Góngora riendo. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Óscar Ruiz Almagro, o más comúnmente conocido como “Óscar El Gordo” siguió acurrucado en el suelo un rato después de que los matones se fueran. Ya no lloraba, hacía tiempo que no lo hacía, ni pedía ayuda, solo se limitaba a aguantar lo que Rebollo y sus secuaces le tuvieran reservado. Dejó de hacerlo cuando comprendió que sus lloros solo traerían más vejaciones. Si se convertía en un saco pronto se aburrían y se iban para buscar algo más divertido que hacer. Así y todo, prefería quedarse un rato allí, atento, escuchando, asegurándose de que no estaban en el pasillo esperando a que saliera para volver a la carga. Eso también lo había aprendido, además de cualquier forma no iba a ir a clase. No podía ir después de esto, no era por la vergüenza de tener que soportar las miradas del resto de los alumnos, sino porque simplemente no quería que nadie en el mundo le mirara.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Había miradas de muchos tipos, las de lástima eran las que más le molestaban, porque no le gustaba dar pena. Sentía ya bastante vergüenza como para tener que soportar también la lástima de los demás. Además, en aquellas miradas, muchas veces, iba implícito un mensaje de vergüenza ajena, de asco, una coletilla; una moraleja, que le culpaban a él de lo que le pasaba, que en el fondo justificaban lo que le ocurría, que lo tachaban de cobarde, de que no les plantara cara, de que si tuviera huevos... Muchas otras miradas simplemente eran cruelmente divertidas, a las que su situación se lo parecía, como si él fuera parte de un show y aquellas miradas aprobaran con su sonrisa el espectáculo. Las más escasas eran las de dolor. Unos pocos alumnos realmente lamentaban lo que le pasaba y la rabia, la impotencia, ardían dentro de ellos, pero esas eran pocas y la verdad tampoco servían de consuelo. El problema era suyo, solo suyo.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Se levantó dolorido del suelo encharcado de agua y orines. Estaba hecho un guiñapo, el pantalón, la camiseta se le habían empapado con la humedad del suelo, ahora olía como un borracho que se hubiera meado encima y se hubiera quedado dormido al sol. Subió al cuarto de baño de la tercera planta porque pensó que sería una buena idea. Allí podría ir al baño con tranquilidad porque sería menos probable cruzarse con el Rebollo y los demás, la tercera planta del instituto estaba vacía durante el turno vespertino. Pero no, la mala suerte se cebó en él y fue a meterse en la boca del lobo. Cuando entró en los servicios se topó con ellos de bruces.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Se miró al espejo y sintió vergüenza de sí mismo. Un escupitajo le resbalaba desde el pelo, se le quedó columpiándose en el flequillo. Abrió el grifo, se lavó con abundante agua intentando recomponerse un poco. Luego volvió a mirarse al espejo volviendo a desear que aquello fuera EE. UU. Si fuera EE. UU. iría a su casa y abriría la hucha que llevaba haciendo desde que hizo la comunión, para la facultad le habían dicho cuando se la regalaron. Su padre era partidario de que viera el dinero, una cuenta en el banco era más práctica, pero él no necesitaría tener una para eso. Era mejor que viese el dinero, que lo viera de forma física: “Así sabrás el esfuerzo que supone que vayas a la universidad, así aprenderás a valorar el esfuerzo que hacemos todos para que tengas un futuro” Le dijo su padre el día que le entregó la hucha con sus primeros 100 € dentro. Desde entonces la hucha recibía aportaciones periódicas en sus cumpleaños, en Reyes y no solo de sus padres, sino también de sus abuelos, porque papá insistía en que el mejor regalo era un futuro. Les había dicho, que no le compraran cosas, lo mejor era una aportación a la hucha de la universidad como la llamaba.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Calculaba que dentro ya debía haber una buena cantidad. Entonces iría a una armería y compraría un arma, volvería a buscarlos y les dispararía en las rodillas, no les mataría no, les dispararía en las rodillas para que nunca más volvieran a dar una patada a nadie.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Su yo del espejo pareció guiñarle un ojo, dentro de la cabeza pudo oír una voz. Era la suya, pero no era su voz normal. Estaba forzada, como si estuviera intentando imitar a alguien mayor, más grave, parecida a la de aquel actor que doblaba las películas de Batman.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Pero que tonto eres Óscar. Aún no tienes 18 años, nadie te va a vender un arma, da igual que fuera EE. UU. Eres un pringado, además ¿crees que serías capaz de disparar a la hora de la verdad?—. La voz tenía razón. Era un pringado, aquellos deseos solo eran las fantasías de un niño pequeño y cobarde, que no se atrevía a defenderse de unos matones de tres al cuarto. Notó algo caliente que le resbalaba por la cara, estaba llorando. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /></span></div><hr style="margin-left: 0px; margin-right: 0px;" /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Para salir del instituto sin la mochila, empapado de orines, lo mejor era hacerlo entre clases, de esta forma pasaría más desapercibido. Era mejor faltar a un par de clases que pasar toda la tarde empapado. </span></span><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—</span></span>¿La mochila?</span></span><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—</span></span> Bueno, seguro que Ángela se la guardaba en la taquilla. No era la primera vez que le pasaba algo así, le sería fácil imaginar por qué había desaparecido.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Ángela era una vecina suya, vivía en su mismo bloque. Se conocían de toda la vida. Una de las pocas personas que lo había defendido delante de aquellos matones. —Encima lo tenía que defender una chica. Era humillante—. No, no estaba enamorado de ella ni mucho menos, y no es que no le pareciera guapa, que lo era y mucho. “Óscar el gordo” no tenía derecho a enamorarse de nadie o al menos eso es lo que pensaba. Porque ¿quién iba a querer a un mierda como él? Simplemente era una deducción lógica. Era mejor no desear lo que no se podía tener. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">La noche ya era algo irremediable cuando salió por las puertas del instituto. El pantalón húmedo se le pegaba a la piel, como un sudario helado. Era la misma imagen del fracaso, un joven sin rumbo, sin valor, al que todo su mundo se le estaba cayendo encima porque tenía unos hombros demasiado débiles para soportarlo.¿Qué iba a decir cuando llegase a casa? Mentiría diciendo que se había caído o mejor diría la verdad, que otra vez le habían pegado.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Las mentiras tenían la mala costumbre de encenderle el rostro, como si dentro de él la luz de un detector de mentiras saltará cada vez que decía una. Al final se iban a enterar, lo sabrían. Ya era bastante cobarde como para ser también un mentiroso.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Sí, mamá lo protegería, lo besaría y le diría que no se preocupase, que no prestara atención a aquellos abusones, ya se aburrirían si los ignoraba y papá, bueno mejor que papá no se entrase. Mamá se lo ocultaría, como tantas otras veces, porque Papá no lo entendería. Nunca había sobrellevado con paciencia que su hijo fuera el cobarde gallina capitán de las sardinas, el gafúo cuatro ojos del colegio, el llorón de la guardería y ahora el pringado del instituto. Papá siempre había intentado hacerlo fuerte, que se enfrentará a los problemas como un hombre. Papá se lo había exigido desde que había sido un bebé y ahora simplemente no le quedaban esperanzas, lo había dejado por imposible, se lo notaba en la mirada. Las miradas de su padre, no podían ocultarlo, aunque lo intentaran no lo podían disimular, eran de puro desprecio. Óscar no le podía culpar, era verdad, él era un cobarde.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Caminaba cabizbajo callejeando sin un rumbo fijo. La idea era volver a casa, —¿Dónde si no?—. Aunque tampoco tenía ningunas ganas de llegar. Levantó la cabeza para cruzar una calle, vio su imagen reflejada en la ventanilla de un coche que se había detenido justamente delante de él. Su yo de la ventanilla lo miró. Estaba ahí igual que hacía un rato en los baños, le miraba con severidad, con un gesto que hacía que pareciera un yo más mayor, como su yo del futuro. La puerta se abrió y la ventanilla con su reflejo desapareció de su campo de visión. Del taxi salió un anciano arrebujado en un ajado abrigo negro. Al salir sus miradas se cruzaron, el hombre se quedó mirándolo. Óscar estaba seguro de que jamás lo había visto, pero aquel hombre lo miró como si tuviera algún reproche que hacerle con una mirada de desaprobación, como si oliera aún peor de lo que debía hacerlo. Por otro lado era natural que lo mirasen así. Iba hecho un desastre. Se apartó para dejar que aquel anciano pudiese continuar su camino, entonces volvió a ver su reflejo en la ventanilla. En su yo del cristal había una reprobación. El coche reemprendió la marcha, desapareciendo calle arriba llevándose con él su reflejo. Óscar respiró aliviado, aquello parecía de locos. Reflejos que le miran, voces en la cabeza, puede que hace un rato, debido al estrés de la situación su mente le hubiera jugado una mala pasada, pero ya había tenido tiempo de calmarse, o quizás tal vez no, quizás aún siguiera lo suficientemente chocado, impresionado, o harto. Sí, harto de que lo maltrataran, harto de ser el hazmerreír de todos, quizás dentro de él se estuviera llevando a cabo algún tipo de metamorfosis, o solo fuera otra fantasía de adolescente inmaduro. Cruzó la calle pensando que sí, iba a ser lo último, igual que la estúpida fantasía de comprar un arma. Tenía que madurar, y debía hacerlo pronto.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /></span></div><hr style="margin-left: 0px; margin-right: 0px;" /><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Mamá no se sorprendió, o al menos no lo demostró cuando lo vio llegar antes de la hora acostumbrada. Óscar tomó una ducha y echó la ropa sucia a la lavadora. Su madre lo observaba desde la butaca del cuarto de estar, donde sentada hacía un jersey de punto con unas agujas y unas madejas de lana.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Qué pronto llegaste hoy?—. Dijo alzando la voz. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí mamá. Se suspendieron las clases—. Mintió Óscar </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Y eso? ¿Qué pasó?— Inquirió sin dejar de tricotar. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Nada, lo de siempre, le volvieron a tirar un globo lleno de agua al cuadro eléctrico. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¡Desde luego! En ese instituto solo hay golfos. Dijo la mujer con un tono de falsa indignación y prosiguió—. Supongo que por eso te caerías o algo, porque hay qué ver como has llegado. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí mamá me resbalé en el baño. Ya sabes como suelen estar los suelos. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Y la mochila?, ¿la has dejado en la taquilla, verdad?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí mamá, Ángela me dijo que me la guardaba. Solo quería llegar a casa cuanto antes. No quería que nadie me viese con estas pintas.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-left: 36pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Aunque en la voz de Óscar no había habido ni una octava de duda, los dos sabían que aquello no era verdad. Una cosa era que su madre hubiera hecho como que aceptaba las explicaciones, y otra muy distinta es que se las creyera, que no supiera que había pasado algo. Prefirió no seguir investigando. Mejor haber hablado con una habitación de por medio que cara a cara donde el rostro de su hijo lo traicionaría. Ya se lo contaría cuando estuviera preparado para hacerlo; su Óscar era casi un hombre, había cosas que las madres era mejor que no supieran. Quizás de una vez por todas estaba empezando a gestionar los problemas por el mismo, y ya no necesitaba tanto los mimos de mamá y eso, a pesar de que para una madre fuera en cierto modo doloroso, era bueno. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">La cena fue rápida, mamá no volvió a sacar el tema. Papá llegó del trabajo, después de saludarlo y hacerle las preguntas acostumbradas tipo “¿Cómo han ido las clases?”, se emboó mirando las noticias, que hablaban de algo sobre una invasión de Irak a Kuwait. Así que aprovechó la situación y desapareció con la sutileza de un hobbit para ir a su habitación.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Una vez en ella Óscar se echó en la cama y se puso a intentar leer un cómic, lo que fuera con tal de espantar el episodio de aquella tarde que no dejaba de atormentarlo, además el cuerpo le estaba empezando a doler. Se había relajado después de la ducha y la cena, ahora los cardenales empezarían a brotar como flores moradas. Lo mejor era que allí no había donde reflejarse, así que esa imagen suya acusadora no podría verse reflejada ni en los muebles de roble ni en las paredes enmoquetadas. El único punto sensible era el cristal de la ventana. Prudentemente, lo primero que hizo al entrar en la habitación, fue echar el store con los ojos cerrados. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">En el tebeo, Batman investigaba la última fuga del Elizabeth Arkham Asylum, de su archienemigo el Joker. No podía entender como en las traducciones de Latinoamérica lo llamasen el Guasón, como podía ponerle ese nombre a un supervillano. Guasón no infundía respeto, ni miedo. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><<“El Rebo” tampoco es que sea un apodo muy temible>>. Leyó en el bocadillo que había sobre un dibujo con un primer plano del vigilante de Gotham. <<Los nombres a veces no reflejan cuán peligroso es un enemigo. ¿Quién temería a un “Pingüino”? Te garantizo que es un ser digno de serlo>>. Los globos de texto seguían hablándole mientras las viñetas se suceden. Batman abandonaba el manicomio en su batmovil a una velocidad endiablada. Óscar cerró de golpe el cómic. —¡Dios!— Exclamó.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Estaba tan obsesionado con aquel desgraciado, que le estaba afectando. ¿No sería un golpe mal dado? Uno que le había desencajado alguna pieza dentro de la cabeza, y se estaba quedando tonto, tonto del todo, de los de verdad, de los que tenían que llevar un babero para recogerles la saliva que no eran capaces de tragar por si solos. No, no seguro que no, solo estaba cansado, dolorido y cansado. Mejor sería dormir y descansar. Lo bueno es que mañana era viernes. Los viernes pasaban rápido, y luego dos días sin pisar el instituto, dos días sin tener que mirar hacia atrás, sin tener miedo.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> No, era imposible irse a dormir sin echar otra ojeada al cómic. Algo dentro de él le decía que tenía que hacerlo. Debía quedarse tranquilo, comprobar que aquello solo había sido una ilusión. Abrió el tebeo, la siguiente viñeta ocupaba dos hojas, no había texto, solo se veía una imagen cenital del batmovil penetrando por la entrada secreta de la batcueva. Usó los dedos con suma delicadeza para pasar la página. En la siguiente viñeta apareció Alfred —El mayordomo de la mansión Wayne— de pie, junto a la puerta entreabierta de la mansión, con ese porte elegante y a la vez servicial. Óscar buscó con la mirada precavida el bocadillo que estaba junto al dibujo. Sentía miedo como si lo que fuera a ver allí escrito le pudiera quemar los ojos. Armándose de valor leyó.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Buenas noches, señorito Óscar. El amo Bruce le recibirá en unos momentos. Si me permite acompañarle al salón. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El cómic se dirigía a él. Alfred le estaba hablando a través de un tebeo, si no fuera porque estaba aterrado saltaría de alegría. Aquello era lo más, estaba siendo parte de una historieta de Batman, era lo mejor que le podía pasar a cualquier fan de cómics del mundo mundial y sin embargo estaba a punto de cagarse encima. Entonces, como si fuera parte del video musical de la canción de ese grupo tan de moda noruego, se vio transportado por la lectura a dentro del mismo cómic. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Alfred encabezaba la marcha por un largo pasillo alfombrado. Caminaba sobre la alfombra más mullida que hubiera pisado en su vida. El pasillo era amplio, tanto que algunas calles eran más estrechas, de sus paredes colgaban cuadros con suntuosos marcos desde donde retratos de hombres con porte digno y expresión seria les observaban. El mayordomo caminaba con paso decidido, ni muy rápido, ni muy lento. En un momento dado el sirviente cambió el paso, como si diera un pequeño saltito, luego unos metros más adelante dió otro, una especie de cabriola alegre y completamente fuera de lugar. Aquello no cuadraba, —¿Alfred, el mayordomo de Bruce Wayne dando saltitos?— Entonces empezó a cuadrar, porque Alfred ya no llevaba sus zapatos de piel negra lustrada, los había cambiado por unos zapatones rojos de payaso. Todo se diluye, como si toda la escena estuviese pintada con acuarelas y una jarra de agua se hubiera derramado sobre ella. La pintura se iba, revelando la imagen subyacente, la realidad, era el truco malogrado de un mago de tercera. Las carcajadas le tronaron los oídos. Eran unas carcajadas insanamente contagiosas, de esas que te amenazan con partirte en dos, porque no vas a poder dejar de reír jamás. Óscar se descubrió atado a un sillón riendo, con lágrimas cayéndole por las mejillas riendo, riendo a carcajadas de una forma dolorosa. Pero no era el único que reía, frente a él encorvado, con las manos apoyadas en las rodillas, doblado por las carcajadas había alguien más. De súbito el ser encorvado dejó de reír y se irguió. Aunque ya no reía seguía teniendo una sonrisa dibujada en la cara, grotesca como la que se hubiera dibujado de un payaso con un Párkinson avanzado. De los ojos oscuros le nacían churretes negros, igual que raíces, destacando sobre la pintura blanca de la cara. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¡Calla!, deja de reír. Reír es algo muy serio, hombrecito—. Ordenó el Joker.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Óscar intentó dejar de reír, de veras que lo intentó, pero era incapaz de hacerlo. Las carcajadas seguían saliendo de él de forma dolorosa. El payaso se metió la mano debajo de su chaqueta morada. Cuando la sacó, en su mano enguantada en blanco se podía ver la empuñadura de una pistola. La mano siguió sacando la pistola, que no terminaba de hacerlo, pues tenía un cañón desmesuradamente largo y grueso. Era imposible que alguien pudiera llevar una pistola de ese tamaño oculta bajo la chaqueta, es más, era absurdo que existiera una pistola de aquellas dimensiones, parecía sacada de un dibujo animado, de un ¡Cómic!. Ese pensamiento llegó justo cuando el Joker le apuntó con el pistolón. Las carcajadas se le cortaron en el mismo instante en que el clic del gatillo sonó, activaría el percutor del arma que golpearía sobre el casquillo del proyectil que iba a salir disparado en un milisegundo hacia su cara. Se oyó un ¡BANG! Óscar cerró los ojos de puro terror. Cuando los volvió a abrir, del cañón salía un hilo de humo blanco y una banderita con la onomatopeya impresa. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Así está mejor—. Dijo el payaso arrojando el arma con descuido al suelo.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">De algún lugar de detrás de él apareció un hombre vestido con un pantalón negro y una camiseta de rayas horizontales blancas y negras, que también llevaba la cara maquillada, recogió el arma de juguete del suelo. En ese momento el Joker volvió a meter la mano debajo de la chaqueta para sacar otra pistola, esta vez de un tamaño más normal, disparó. El hombre de la camiseta de rayas cayó desplomado. El Joker miró el cañón humeante y luego miró fijamente a Óscar que temblaba de miedo.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—La risa es algo muy serio. Reír cuando no se debe es muy peligroso. Te lo digo por experiencia—. Arrastraba las palabras al hablar, como si las palabras le pesaran, como si tuviera alguna dificultad para pronunciarlas. Entonces pensabas que era la rata con alas la que te había invitado a tomar el té, ¿verdad? ¿Óscar? ¿Por qué te llamas Óscar verdad muchacho? </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí señor—. La voz le salió en un hilo, débil, casi inaudible.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Sabes? No estoy acostumbrado a que me llamen señor, solo lo hacen cuando llevo esto en la mano—. Dijo y jugueteando con la pistola.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí señor—. Volvió a decir Óscar de forma refleja.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">En realidad no lo quiso decir, salió de su boca sin más. Noto algo caliente y húmedo que se le derramaba por las piernas, se estaba orinando.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Lo ves?, nunca falla. A los locos siempre hay que darles la razón, ¿verdad, chico?. ¿VERDAD CHICO?—.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Se abalanzó sobre él poniéndole el cañón aún caliente en la sien. Luego bajando la voz a un susurro le dijo al oído ¿No te lo enseñó tu mamá?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Óscar pudo olerlo. Olía a crema hidratante, era absurdo, a pesar del terror su olfato tuvo tiempo de entretenerse de informarle de que aquel demente olía bien. Estaba paralizado. No sabía si tenía que contestar o solo era una pregunta retórica. Optó por lo primero. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí señor—. Dijo en otro susurro.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Bien, porque a las madres hay que hacerles caso, y además yo estoy loco. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí! La rata con alas. ¿Por qué todos los niños sueñan con ser Batman? ¿Por qué? ¿Acaso no somos los dos unos pobres huérfanos traumatizados? ¿Es por sus juguetitos? ¿Tú lo sabes chico? ¿LO SABES?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Ahora sí estaba en un aprieto. Cómo decirle que nadie quiere ser un villano, que nadie admira a un loco psicópata que asesina y roba sin ninguna clase de escrúpulos, y si le decía que no lo sabía, quizás…</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El Joker pone los ojos en blanco, se mete la mano que le queda libre de nuevo en la chaqueta. Saca otra pistola y comienza a disparar ambas armas como un poseso sobre el cadáver del hombre del suelo mientras grita —¡BATMAN, BATMAN, SIEMPRE BATMAN, MALDITO SEAS, MALDITO!</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Vacía los cargadores, tira las pistolas, como una exhalación se lleva las manos a la base de la espalda, de donde saca otras dos más y continúa disparando hasta que vuelve a vaciar los cargadores, mientras sigue gritando improperios contra el superhéroe de Gotham. Aun cuando se queda sin munición sigue accionando los gatillos un rato, hasta que se convence de que no vas a salir ni una sola bala más de ella. Las arroja con furia al muerto y mirando al muchacho le dice, entre jadeos — ¡Nunca se tienen suficientes balas, chico! ¡Nunca!</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Un silencio incomodó llenó la estancia, la pareja perfecta para el olor a pólvora que se había quedado flotando en el aire. Óscar aterrado, sigue atado al sillón y observa al payaso casi sin atreverse a respirar, sigue paralizado por el miedo. El villano se pasa las manos enguantadas de blanco por el pelo teñido de un verde lima buscando recobrar la calma. Empieza a caminar en círculos y sin mirar a Óscar comienza a hablarle. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Sabes chico?. Tú y yo nos parecemos mucho. Hace tiempo yo era más o menos como tú. Sí, un pringado, un raro, una nenaza de la que todo el mundo abusaba. Hasta que un día me abrí como una flor en primavera, mi verdadera naturaleza brotó liberando mi verdadero ser—. Dijo con tono melodramático que apoyó haciendo como si bailara un vals.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El Murciélago de Strauss comienza a sonar.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Los pasos de baile le acercan a Óscar que lo sigue con la mirada, es como si mirase a una avispa que revoloteara cerca de él, hasta que desaparece por detrás del sillón y lo pierde de vista. A los pocos instantes el payaso reaparece por su izquierda. Parece disfrutar de la música, tiene los ojos cerrados. De súbito se para en seco junto con la música, que lo hace un instante después. Levanta la mano derecha en una pose dramática mientras que con la otra finge protegerse los ojos y declama— ¡Siempre el maldito murciélago! ¿Cuándo habrá un vals del Joker?—. Entonces se derrumba cayendo de rodillas y queda allí postrado por unos segundos. Unos aplausos grabados suenan. Se vuelve a hacer el silencio tras la aclamación y gira la cabeza hacia el muchacho. Comienza a acercarse a gatas, con una mano se aparta un mechón de pelo verde y sudoroso de la cara. Pasa por encima del cadáver de la camiseta de rayas, sin prestarle la más mínima atención hasta que queda justamente a los pies de Óscar. Entonces ve con horror como los guantes del Joker se impregnan con los orines del suelo. El villano se levanta con sorprendente agilidad de un salto y sujeta la cara de Óscar con las manos empapadas de orina. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Lo sientes chico?, ¿lo hueles?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Las manos le apretaban la cara con fuerza. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí, señor—. Contestó Óscar que había empezado a llorar de puro pánico.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Es el olor de la vergüenza. La vergüenza no es divertida, la vergüenza me hace sentirme mal, la vergüenza me hace recordar y tú me recuerdas mucho a mí. No querrás que el tito Joker se sienta mal, ¿verdad Óscar?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Empezaba a doler, las manos le apretaban la cabeza como una prensa hidráulica y parecía que se la fuera a aplastar. —¿VERDAD ÓSCAR? ¿VERDAD?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Las escleróticas del payaso se cubrieron con multitud de capilares rojos y brillantes como ríos de lava que manaran de aquellos volcanes negros en que se habían convertido sus ojos.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Verdad, señor—. Dijo Óscar que ya lloraba a moco tendido, presa del dolor y del más puro y profundo pánico.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—MÁS FUERTE, NO TE OIGO BIEN CHICO.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¡VERDAD SEÑOR! ¡VERDAD!.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Sus propios gritos le despertaron. Estaba en una posición inverosímil, de rodillas con la cabeza encajada entre la pared y el larguero de la cama. Le dolía la cabeza y sentía el lado derecho de cara irritada de haber estado rozándola contra la pared en su absurdo afán de introducirla entre la cama y la pared. Había mojado la cama, estaba empapado sentía las piernas pegajosas. Cuando movió las ropas de la cama para salir de ella un olor cálido a pañal usado le abofeteó. No recordaba haberse orinado en la cama jamás, quizás de muy pequeño lo habría hecho, pero si fue así no le quedaban recuerdos. La vergüenza entró en su habitación un segundo antes de que su madre entrara asustada. En un acto de reflejo e infantil Óscar intentó ocultar la cama mojada cubriéndola con el edredón. Su madre obvió el detalle y fue hacia su hijo que rompió a llorar solo notó el abrazo.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">A los pies de la cama el cómic yacía abierto. Una ilustración a doble página mostraba un primer plano de la cara del Joker con los ojos muy abiertos e inyectados en sangre. Era la mirada de un enfermo mental, de un loco, de uno muy peligroso. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /><br /></span></div><hr style="margin-left: 0px; margin-right: 0px;" /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Por fin era viernes. Los viernes eran sus días favoritos, en los viernes coincidían varias circunstancias que los hacían los mejores días de la semana, muchos más que los sábados o los domingos. Eran los últimos días de la semana en que había clases, pero eso no era lo mejor, lo mejor era que los viernes el Rebo y compañía rara vez aparecían por el instituto más de una hora o dos. El turno vespertino terminaba a las 9 y muchos de los alumnos aprovechaban para salir. El Rebo y sus secuaces empezaban la juerga mucho antes y eso era magnífico para Óscar, porque eso significaba un día de tranquilidad, de no tener miedo.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">A primera hora había tocado biología, era de sus clases favoritas. Su ilusión era ser médico, aunque no se veía capaz de conseguir la nota de corte necesaria, según creía estaba alrededor del sobresaliente, así que se conformaría con ser DUE como se llamaban ahora a los ATS de toda la vida. Además para ser sincero, en su ciudad no había facultad de medicina e ir a estudiar a otra le parecía aún más complicado que conseguir la nota para ello; sus padres no lo aceptarían, era demasiado para su economía, la hucha de la universidad no tenía tanto fondo.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">La hora pasó volando entre leyes mendelianas y guisantes. Ahora había que cambiar de aula, tocaba dibujo técnico. Era un alivio poder caminar por los pasillos sin temor. Fue hasta su taquilla para recoger los útiles de dibujo y para otra cosa. Para una cosa absurda, algo que nadie más que él podría justificar o entender. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Había salido de casa sin mochila, como supuso y confirmó más tarde con el recado que Ángela le había dejado en el contestador del teléfono, sus cosas estaban en la taquilla. Así que usó una discreta carpeta de gomas elásticas y metió el cómic entre unos inocuos e inocentes folios en blanco y lo sacó de casa.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Toda la mañana había estado dudando entre volver a echarle una ojeada o simplemente hacerlo añicos y tirarlo por el váter, para olvidar aquella horrible pesadilla, porque es lo que sin duda había debido ser, o eso quería creer. Aunque cuando el cómic empezó a hablar no estaba dormido, porque cuando el reflejo del espejo del baño le habló no lo estaba tampoco, o tal vez todo hubiera sido un sueño y ahora estuviera mezclando realidad con ficción ¿Verdad?. Al final había sucumbido a la curiosidad y se había llevado el cómic oculto en esa carpeta para mirarlo tranquilamente, lejos de los ojos de su madre. La pobre, preocupada no había dejado de atosigarlo toda la mañana después de que hubiera mojado la cama. ¡Dios!, se había meado en la cama con casi 17 años, era para echarse a llorar. Realmente se preguntaba cómo no estaba haciéndolo en un rincón de su cuarto en vez de estar yendo por el pasillo del instituto como si no pasara nada. Abrió la puerta del armario metálico, allí estaba la carpeta de gomas elásticas y dentro de ella, entre unas hojas de papel, el payaso. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Hola, Óscar—. Saludó Ángela.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Óscar respingó asustado. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¡Ah! Hola, Ángela. Gracias por guardarme la mochila en la taquilla. Tuve que irme porque…—. Le temblaba la voz y las manos. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Perdóname tú por haberte asustado y no hace falta que me las des, ni hace falta que me des explicaciones.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">En la cara de la chica estaba escrito: No es necesario que digas nada, ni que te inventes alguna historia, todos sabemos que pasó. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¡Oh no!, bueno un poco. Vale, gracias. Oh vaya te estoy dando las gracias otra vez—.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Óscar intentaba no tartamudear mientras luchaba por controlar el temblor de sus manos y que el color de sus mejillas regordetas no pasara del sonrosado saludable al bermellón acusador de, te estás poniendo colorado como un tomate porque te gusta Ángela. Claro que le gustaba Ángela y más en momentos. Así, cuando era como un ángel. No podían haberle puesto un nombre mejor. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Creo que deberías hablar con alguien, con el jefe de estudios o algo. No está bien lo que te hacen, no deberías permitirlo más. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí, sí tienes razón, aunque no creo que cambie nada, y quizás lo empeore. En realidad lo sabe todo el mundo, y ya ves que no hacen nada, además ya se les pasará. Gracias Ángela, ojalá todos fueran como tú. Bueno, se hace tarde mejor me voy a clase. A mí me toca dibujo.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">En ese mismo instante la campanilla sonó por los altavoces anunciando que las clases iban a empezar. Tenía justo 5 minutos hasta al próximo toque que sería con el que empezaría la segunda clase de la jornada. Óscar tomó sus reglas y el estuche con los rotuladores técnicos, sin dejar de mirar la carpeta de gomas, era como si tuviera algún poder magnético, le costaba separarse de ella. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El proyectil llegó volando desde el fondo del pasillo, iba directo a la cabeza de Óscar. El muchacho se movió unos centímetros al hacer el gesto de cerrar la taquilla, dejándole el camino libre para estamparse en la frente de Ángela. El mundo pareció ralentizarse en ese momento, como si en la moviola de la vida, Dios hubiera seleccionado la opción frame to frame. El huevo estalló al golpear la frente de Ángela, que abrió desmesuradamente los ojos. Sintió el golpe, a la vez que la cáscara saltaba hecha añicos liberando clara y la yema que comenzaron a resbalarle por el rostro, sin ser consciente de lo que le había golpeado. Un milisegundo después llegaron las carcajadas. El Negro, el Chino y el Rebo se partían de la risa unos metros más allá. Otros dos obuses llegaron justo después, pero las carcajadas hicieron que erraran el tiro y terminaron impactando en la puerta de la taquilla. Acto seguido los tres gamberros desaparecieron corriendo por el pasillo.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Un silencio sepulcral sucedió a las risas, luego de un momento Dios volvió a 24 fotogramas por segundo y el mundo pasó a discurrir a su velocidad habitual. Se formó un corrillo de mirones alrededor de ellos. El aire se llenó con murmullos, con expresiones de sorpresa y de alguna risa, que intentaba ahogarse entre las manos de su dueño falto de tacto. Al poco el corrillo se deshizo una vez satisfechas las ansias morbosas. La campanilla iba a volver a sonar y la segunda hora de clases iba a dar comienzo, además allí ya no había nada que ver. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Ángela. ¿Estás bien? </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Qué tontería de pregunta ¿Cómo iba a estar bien? Le acaban de tirar un huevo a la cabeza. Un huevo que iba dirigido a él. Por su culpa le habían hecho eso.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Mientras todo eso pasaba por su cabeza se hurgaba en los bolsillos buscando un pañuelo de papel para intentar limpiarle el huevo que le chorreaba desde el pelo.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí estoy bien, no te preocupes, solo es un huevo—. Dijo Ángela mientras se adelantaba sacaba un paquete de pañuelos de su bolso. Le brillaban los ojos, dentro de ellos se licuara roca. Tengo que ir al baño a quitarme esto. Nos vemos luego. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">A Óscar no le dio tiempo de decir —hasta luego— cuando Ángela ya había desaparecido camino a los baños de chicas.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> De nuevo se encontraba allí plantado como un pasmarote, mirando los restos de los huevos que habían impactado contra las taquillas, sin saber muy bien qué hacer. Miró las reglas y el estuche que sostenía en una mano. Le resultaron extrañas como si fuera la primera vez que las veía, como si por alguna razón fueran unos objetos que estuvieran fuera de lugar, como si él mismo estuviera fuera de lugar y esa no fuera su realidad. Aquello parecía los retazos de un sueño y aún dudaba de qué era la verdad y qué no. La imagen de la carpeta de gomas elásticas entró en su mente. Lo hizo de forma absoluta y sorpresiva. Fue como en una riada, la imagen lo llenó todo, en su mente no quedó espacio para ningún otro pensamiento. Necesitaba mirar el comic, por alguna razón incomprensiblemente cierta lo necesitaba leer. En sus páginas iba a encontrar algo que le iba a ayudar a superar todo esto. Volvió a abrir la puerta metálica y sacó la carpeta con la otra mano mientras sujetaba las reglas y el estuche con las rodillas. Luego corrió a la clase de dibujo, la campanilla de segunda hora estaba sonando. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /><br /></span></div><hr style="margin-left: 0px; margin-right: 0px;" /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Abrió la puerta de la clase, donde la profesora había comenzado a trazar líneas con una tiza en el encerado verde. Óscar aprovechó que estaba de espaldas y se escabulló hacia una de las mesas del fondo. Era un aula grande, la puerta quedaba en la pared contraria a la pizarra, por lo que sería más fácil pasar desapercibido. No quería que le cayera una bronca por llegar tarde. Ruth Izcuberry era una profesora que no toleraba la impuntualidad, como no toleraba los borrones en los exámenes de dibujo técnico. Afortunadamente las mesas del fondo estaban vacías y el tablero inclinado sería perfecto para poder mirar el cómic sin ser descubierto, ya conseguiría los apuntes de cómo calcular el arco capaz. La verdad es que podría haberse saltado la clase, pero era mejor estar en clase, a salvo que solo por ahí y que esos lo volvieran a pillar. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Dejó las reglas y el estuche a un lado de la mesa, colocó con un cuidado casi reverencial la carpeta en el centro, justo delante de él. Supuso que los archiveros e historiadores sentirían algo parecido cuando tuvieran delante un manuscrito antiguo y quebradizo. Abrió la carpeta retirando las gomas. El sonido de los elásticos golpeando las cubiertas de cartón de la carpeta se le antojó estruendoso, tanto que incluso miró para asegurarse de que nadie lo miraba con el típico gesto de reprobación en la cara.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Afortunadamente nadie lo hizo, todos estaban mirando hacia la pizarra, tomando notas intentando seguir el ritmo de la profesora, que dibujaba de forma casi mágica, circunferencias con la ayuda de un trozo de cuerda y una tiza, mientras hablaba de ángulos, radios y puntos A, B y C. Abrió el tebeo por una página al azar. Las viñetas parecían las de un cómic como otro cualquiera. En esa página Bruce Wayne estaba en lo que parecía una fiesta con gente importante de la ciudad de Gotham. Óscar sintió como una mano grande y fuerte le oprimía la garganta. Allí no había nada, nada, nada más allá que lo que debía haber, hojas cargadas de color que contaban una historieta sobre superhéroes. Se sintió tonto, más de lo acostumbrado. De forma inconsciente empujó el tablero de pura frustración. Las patas del pupitre se desplazaron por el suelo arrancando un sonido afilado y desagradable que le taladró los oídos. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Señor Óscar Ruiz. Si quisiera compartir con el resto de la clase lo que sea que está haciendo le estaríamos muy agradecidos. Porque no solo entra tarde y a hurtadillas en mi clase, sino que se dedica a hacernos perder el tiempo interrumpiéndola. Si estoy equivocada, le ruego que por favor, salga a la pizarra y demuéstrelo explicándome a mí y a sus compañeros cómo se calcula el arco capaz de 60º de este segmento—. Dijo la profesora de dibujo tendiéndole la tiza desde la otra punta de la clase. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Automáticamente todas las cabezas de la clase se giraron hacia él. Todas se giraron con la risa cruel prepara en la recámara, los veía, sabía lo que estaban pensando era el hazmerreír del instituto, y esa no dejaba de ser otra oportunidad para volver a burlarse de Óscar el gordo, Óscar el inútil, el que siempre quedaba el último en las pruebas de gimnasia, el raro que siempre andaba leyendo cómics y escuchando heavy, el friki. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—No, no está equivocada—. Reconoció Óscar mientras cerraba el cómic y lo cubría con unos folios. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Bien, pues le insto a que preste atención y se abstenga de interrumpirla más.— La profesora se giró para continuar con la clase. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">La risa del Joker sonó en su cabeza. Una risa de esas que se contagian irremediablemente, de esas que te hacen reír sin un motivo concreto, por la que ríes y ríes de forma espasmódica hasta que terminas llorando, hasta que te duele la tripa. Óscar no quería, pero tenía que reír, era una necesidad fisiológica, como estornudar, si no lo hacía le iba a reventar la cabeza. Las carcajadas brotaron de él como vómito, resonando por la clase.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Otra vez, todos se giraron a mirarle, aunque esta vez en sus caras no ocultaban maldad, sino una mezcla entre asombro, extrañeza y repulsión, excepto en la de Ruth que simplemente había indignación y enfado. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Salga de mi clase señor Ruiz. ¡Salga inmediatamente de mi clase!. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Óscar intentó explicar que no podía parar, que no quería reír, pero no podía articular palabra. Reía y reía con las lágrimas cayéndole por las mejillas, mientras recogía sus cosas para salir de la clase, y sentía la desesperación de no poder parar. Salió de la clase lo más rápido que se lo permitieron los espasmos de las carcajadas. Cuando cerró la puerta tras de sí, la voz del Joker aún entre carcajadas intentaba hablarle. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Ay, ay. Lo siento chico Ja, ja, ja. Pero es que no puedo parar de reír. Es todo tan gracioso, que no puedo parar Ja, ja, ja.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—No sé qué ves tan gracioso—. Se atrevió a contestar Óscar con un pensamiento, sin necesidad de haber articulado ninguna palabra, aunque por otra parte no hubiera podido hacerlo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Las carcajadas retumbaban haciendo eco en los pasillos vacíos.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Te has creído que soy un cómic, que soy el Joker. ¿De verdad Óscar?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Las carcajadas poco a poco se iban calmando, como una riada que pierde caudal y termina remansándose.Óscar sintió vergüenza, enfado consigo mismo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—No sé quién o qué eres. No sé si me estoy volviendo loco. Pero sé lo que vi, luego pensé que había sido un sueño, ahora ya no sé nada. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Andaba sin un rumbo fijo por los pasillos desiertos, donde solo se oía el sonido de sus pasos y el murmullo que llegaba de detrás de las puertas de las aulas donde seguían las clases. Lo mejor sería ir a echarse agua a la cara, lavarse los ojos que se le había quedado irritados de las lágrimas, despejarse la cabeza.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Yo soy tú, Óscar—. Dijo el Joker con voz seria. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Eso es imposible—. Porfió el chico que no entendía nada y continuó — ¿Cómo vas a ser yo? </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Los últimos metros que le faltaban hasta llegar a los baños los hizo corriendo. Arrojó la carpeta, las reglas y el estuche y se abalanzó sobre unos de los lavabos abriendo el grifo a tope. Formó un cuenco con las manos, que se llenó de agua helada y hundió el rostro en ella. Repitió el gesto una y otra vez de forma compulsiva, como si de alguna manera esa agua fuera a borrar aquella voz de su cabeza, como si eso que le hablaba se fuera a ir con ella por el desagüe.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí, Óscar somos nosotros. Eres tú mismo, una parte profunda de ti, de tu personalidad que está saliendo a la superficie para salvarnos, para que hagas algo. Le has dado la imagen de Joker porque tu mente ha buscado un armazón, una imagen que pueda sustentarse, encarnarse de alguna forma, pero en realidad somos un solo todo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">La voz de supervillano fue perdiendo su timbre chillón e histriónico y poco a poco se fue modulando por unos filtros de una mesa de mezclas imaginaria hasta que sonó como su propia voz. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">— ¿Lo ves Óscar? Somos nosotros.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Entonces alzó la cabeza del lavabo y se miró al espejo y vio allí su propio reflejo. Su cara regordeta de hombre a medio terminar chorreando de agua, ese mechón del flequillo que siempre le caía sobre el lado izquierdo pegado a la frente. Se miró a los ojos y lo vio, lo vio con claridad. Allí estaba su otra parte, su otro yo. Era una sensación reconfortante, la misma de cuando por fin ves el puzzle acabado. Se estaba viendo como nunca antes se había visto, se estaba viendo completo. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /></span></div><hr style="margin-left: 0px; margin-right: 0px;" /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Eran las 21:30 de la noche y los alumnos del turno vespertino salían a tropel del instituto. Óscar fue en busca de Ángela. Quería ver cómo estaba después de lo del huevazo en la cabeza, y esa tarde no habían vuelto a coincidir.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Ángela bajaba las escaleras de la puerta principal del Luis de Góngora, acababa de despedirse de unas compañeras que tomaban otra dirección y en cuanto vio a Óscar se acercó a él. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Hola, Ángela ¿Cómo va la cosa?—. Saludó Óscar.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Bien ¿y tú, cómo estás?. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">En la respuesta el muchacho detectó el mensaje oculto,—No me preguntes por lo del huevo— Así lo hizo entonces, olvidó el tema y decidió dirigir sus preguntas a temas más banales.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Yo también estoy bien ¿Vas para casa? ¿Te importa que te acompañe?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—No, no me importa, al contrario. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El instituto no estaba lejos de su barrio, 20 minutos a buen paso y estarían en sus respectivas casas sentados a la mesa delante de sus cenas. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Tienes examen de Física la próxima semana?—. Terció Óscar, intentando buscar un hilo para poder enhebrar una conversación, romper el silencio que se había instalado entre ellos que ya empezaba a resultarle incómodo.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Sí—. Contestó la chica—. Tenía pensado ponerme a estudiar esta noche un rato antes de acostarme. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Yo debería hacerlo, pero me da mucha pereza. Mejor lo haré mañana por la mañana o por la tarde, ya veremos.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Mañana por la tarde tenía pensado ir al cine con unas amigas. Podías venir.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Ángela le sonreía mientras esperaba la respuesta.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Mañana? ¡Ah! No sé, sí, no, bueno, es una buena idea. ¿Qué película vais a ver?—. Preguntó Óscar intentando no tartamudear, como si en realidad importase. Iría a ver una película iraní en versión original.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Unos metros más allá, en un banco del parque que había tras las verjas del instituto, el Rebo, el Negro y el Chino estaban haraganeando como de costumbre, mientras fumaban unos porros y bebían unas litronas. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Mirad. El gordo tiene novia—. Dijo el Negro apurando el resto de una litrona, luego escupió al suelo.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Es la mojigata esa. La que estaba en la taquilla y se llevó el huevazo, Ángela creo que se llama—. Confirmó el Chino que era el único de los tres que estaba sentado.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Estás celoso Chino?—. Comentó el Negro que empezó a desternillarse de risa. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Los tres comenzaron a reírse. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El Rebo dió la última jalada a la colilla del porro y anunció con voz solemne — Vamos a que nos la presente—. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Pasa Rebo—. Apuntó el Negro. Déjalos en paz, anda. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Ahora eres amiguito del gordo?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—No es eso, es que parece que no lo puedes ver, como si te hubiera hecho algo. Ya le hemos dado caña esta tarde. En el fondo me da un poco de pena del chaval. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Vaya, nos ha salido un alma caritativa, pues quédate aquí. Vamos Chino. El Negro se ha vuelto marica. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Que te jodan Rebo—. Le contestó a la vez que le sacaba el dedo corazón de la mano derecha haciéndole una peineta.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Que te jodan a ti—.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El Rebo pareció masticar las palabras. Se abalanzó sobre su compinche agarrándolo por la pechera de la sudadera —. No marica, te vas a joder tú, pedazo de mierda.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El color cetrino de la piel, que le daba el mote al Negro, pareció palidecer a la luz de la farola del parque. La cara de los dos chicos se quedaron muy juntas. Los ojos del Rebo tenían las pupilas dilatadas como dos cañones a punto de disparar. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¿Quién se va a joder en marica? ¿Quién?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Yo Rebo, yo—. Asumió el Negro apartando la mirada e intentándose zafar de la presa.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El Rebo lo empujó haciendo que se sentara de golpe en el banco.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Quédate ahí quieto, marica. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-left: 36pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El Chino, que iba hasta las cejas de hachís y cerveza, miró al Negro con una sonrisa burlona, siguió al Rebo que ya se iba en busca de su pardillo favorito.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /><br /></span></div><hr style="margin-left: 0px; margin-right: 0px;" /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Lo vio en los ojos de Ángela antes de poder verlo con los suyos. Algo no iba bien. Lo primero que pensó fue que aquella mirada era una especie de broma. Ángela le estaba poniendo esa cara porque se burlaba de él, hacía una imitación de la que se le había puesto cuando ella le había invitado al cine. Sí, debía ser una cara un poco como la que estaba poniendo ella, de espanto.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Eso había sido lo más parecido a una cita que había tenido en su vida y la sola idea de ir al cine con Ángela hacía que casi se meara en los pantalones. Pero no, Ángela no se estaba burlando de él. Entonces lo comprendió y giró la cabeza para ver la realidad. Allí estaba el Rebo a unos pocos metros, se acercaba como esa mirada lobuna, casi relamiéndose. Era justo la situación opuesta, justo la antítesis, uno bajaba a sus infiernos particulares mientras el otro, subía a su paraíso privado. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Hola, gordo. ¿No me presentas a tu novia? Pensaba que éramos amigos.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Para Rebollo. Deja a Óscar en paz, déjanos en paz a los dos—. Dijo Ángela interponiéndose entre los dos. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Óscar estaba paralizado, como un conejo a punto de ser convertido en una mancha roja y peluda sobre el asfalto por un camión de 18 ruedas. Por alguna razón su mente se había quedado en blanco excepto por un pensamiento, una idea que reverberaba por él como un gorrión atrapado en una habitación sin ventanas. Ángela no había negado que no fuera su novia.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Tú no te metas. Mejor vuélvete al convento de donde has salido—. Advirtió el Rebo empujándola para apartarla de su objetivo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El Chino reía haciendo bueno su mote. Los ojos se le habían convertido en dos ranuras en la cara.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Te metes con Óscar porque sabes que no es rival para ti. Eres un cobarde. A mí no me vuelvas a tocar, chulo de mierda.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El brazo derecho de Ángela salió disparado como un resorte a la velocidad de un obús. La mano abierta impactó con un sonoro ¡Plas!, en la cara del chuleras. La tez lechosa del Rebo se encarnó de rojo y la mano de Ángela se le silueteó en la mejilla. Dolía, escocía, casi tanto como cuando su padre le azotaba con la correa borracho. El golpe lo confunde y por un instante pierde la noción de la realidad. Siente calor, mucho calor, lo han empujado desde su edén y ha caído en el averno. Aquel guantazo le ha recordado lo que es, aquella maldita zorra mojigata ha descubierto su secreto. Eso que lleva ocultando desde siempre bajo capas y capas de actitud y violencia. Los ojos del Rebo lagrimean, el calor ha subido desde su interior y ahora le arde la cara. Los ojos parecen que le fueran a reventar como si fueran burbujas en la colada de un volcán. Aprieta los puños hasta clavarse las uñas en las palmas. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Te crees muy lista ¿verdad?. Sabes que si te pego tendré todas las de perder. ¿Verdad zorra? Te crees que me puedes engañar. Solo quería jugar un poco con este pedazo de mierda—. Dijo señalando a Óscar que seguía paralizado sin mover un músculo ni articular una palabra—. Pero te has tenido que hacer la heroína y ahora tu novio lo va a pagar por ti, puta. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El chino había dejado de reír, mágicamente el subidón de porros y cerveza había desaparecido. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">— ¡Chino sujétala!—. Ordenó voz en grito.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El compinche se quedó mirando a su líder, pero no se movió.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—¡Qué la sujetes, hostias!—.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Vuelve a gritar mientras se lleva una mano al bolsillo trasero de los vaqueros y saca una navaja que abre con un giro de muñeca.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">No es un arma letal, pero es un cuchillo. El Rebo no es más que un niñato de 17 años que lleva una navajita para cortar hachís y robar a los chicos más pequeños del instituto. Pero en sus mentes aquello era algo muy peligroso y temible, algo que otorgaba poder, el poder del miedo. </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Todos miran la hoja de la navaja que destella a la luz de las farolas. De repente el mundo parece haberse detenido, no existe nada más que ellos cuatro y aquella hoja puntiaguda, pulida a la que las farolas están arrancando brillos. A Ángela le gustaría gritar, pero no le sale la voz del cuerpo. El Chino se ha colocado entre ella y el Rebo. Los ojos rasgados del Chino la miran con determinación, no la toca, pero tampoco la va a dejar moverse de allí. —Será mejor que te estés quieta, las cosas ya solo pueden empeorar— No se lo dice con palabras, pero es el mensaje que le transmite, en realidad también está aterrado.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Óscar, no tienes buen ojo con las mujeres. ¿Has visto lo que me ha hecho tu putita?</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">A Óscar las palabras le llegan como balas disparadas a través de una almohada. La navaja se mueve de un lado a otro como la flauta de un encantador de serpientes y él solamente puede seguirla. Quiere hablar, quiere suplicar, pedir clemencia, pero no puede. La costumbre, la adaptación al medio le había enseñado a permanecer quieto, hecho un ovillo y esperar a que pasara. Esa era la respuesta que resultaba más conveniente, dejar que se cansara. Lo había visto en los documentales, algunos animales optaban por hacerse los muertos cuando eran atacados por un depredador. Eso era lo que lo había salvado hasta ahora y era lo que lo salvaría una vez más.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Un rayo de luz rebota en el metal pulido de la hoja de la navaja del Rebo, viaja directamente igual que una saeta hacia una de las pupilas de Óscar, deslumbrándolo. El conejo que va a ser convertido en puré rojo reacciona, algo en su cerebro se activa, en su cabeza se oye el crujido de una articulación embotada al flexionarse.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—A la derecha, chico. Muévete a la derecha. ¡Ya!</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Era la voz de Batman, seca y autoritaria. Óscar obedece de forma refleja. Algo en las profundidades de su mente ha tomado el control de forma autónoma, sin necesidad de pasar por los infinitos nódulos neuronales para conformar la voluntad. Se mueve esquivando el tajo que pasó muy cerca de su torso.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—No te muevas gordo, no te va a doler mucho. Tienes que pagar lo que ha hecho tu zorrita. No sabes tenerla atada y me ha mordido. Ahora tienes que pagar, gordo.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El Rebo se abalanza sobre él. Los dos caen al suelo. Ahora es el Joker quien se está desternillado de risa en la cabeza de Óscar. Afortunadamente al Rebo se le escapa la navaja de la mano. Óscar queda en el suelo boca arriba, forcejeando con el Rebo que se ha aupado sobre él, colocándose a horcajadas sobre su barriga. Tantea el suelo buscando la navaja. Le lanza puñetazos, Óscar desesperado intenta bloquearlos protegiéndose con los brazos. El matón está como loco, la pérdida de su arma le ha enfurecido aún más. Le grita, le insulta, la rabia que siente hace que la saliva le escape de la boca y lo salpique. Óscar sigue oyendo las risotadas del payaso, que entre carcajadas logra decirle —Coge esa piedra y machácale la cabeza. Óscar, machácale la cabeza. No pares de machacarle la cabeza hasta que sea pulpa ja, ja, ja Es nuestra venganza, es lo que queremos, porque la venganza es lo más divertido chico, y tiene que pagar todo lo que nos ha hecho ¿Verdad, chico? ¿Verdad, chico? ¿VERDAD?—. La voz vuelve a cambiar y se reconoce a sí mismo, como hacía un rato en los baños, como se había visto en el espejo. —Coge esa piedra y machácale la cabeza. Vamos, machácale la cabeza—. Una paz le embarga, estaba ascendiendo desde el infierno al paraíso, tenía la llave de sus puertas, una llave de piedra.</span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br /></span></div><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">La vio por el rabillo del ojo. Un poco más allá, había un pedazo del granito de un arriate que parecía suelto. Efectivamente lo está. Estira el brazo, hasta que las yemas de los dedos notan su canto filoso. Únicamente tiene que tirar de él. La inercia y el peso hacen el resto. El cascote se estrella contra la cabeza del Rebo. El sonido del hueso al partirse es húmedo y seco al tiempo, como pulsar la tecla del punto y final. Aunque no iba a ser el punto y final, solo es un punto y seguido, aquel único golpe era demasiado poco, demasiado para compensar todos los abusos, las patadas, las humillaciones; no, aquel golpe solo iba a ser el primero de muchos. El Rebo cae como un saco, como una marioneta al que le cortan los hilos. Óscar se lo saca de encima y sigue golpeándole, ríe, ríe a carcajadas. Tenía razón, el Joker tenía razón, aquello era lo más divertido, lo más divertido del mundo. Había olvidado esa sensación, su mente la había borrado, la sensación de libertad, de poder, de no tener miedo, de ser él, solo él. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Ahora los que se quedan como liebres deslumbradas son Ángela y el Chino, que comienzan a gritar horrorizados, pero no se atreven a hacer nada más. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Paró cuando la mano del Negro lo agarró. El Negro, aquel “marica cobarde” le acaba de salvar la vida a su macho alfa, aunque no puede evitar que a partir de aquella noche jamás volvería a mover nada más que no fueran los ojos.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></p><p style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">FIN </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-small;"><br /><br /><br /></span><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/7-thChxjcVw" width="320" youtube-src-id="7-thChxjcVw"></iframe></div><br /></div><br />Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-23658713480509915572021-05-18T19:29:00.003+02:002021-05-18T19:47:36.781+02:00Palabras, solo son palabras. <p> </p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-9c6b2d43-7fff-c95a-da63-5d461e13ec81" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre;"> </span></p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-9c6b2d43-7fff-c95a-da63-5d461e13ec81" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre;"> </span></p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-9c6b2d43-7fff-c95a-da63-5d461e13ec81" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Palabras, solo son palabras. </span></span></span></p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-9c6b2d43-7fff-c95a-da63-5d461e13ec81" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></span></p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-9c6b2d43-7fff-c95a-da63-5d461e13ec81" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></span></p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-9c6b2d43-7fff-c95a-da63-5d461e13ec81" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></span></p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-9c6b2d43-7fff-c95a-da63-5d461e13ec81" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></span></p><p dir="ltr" id="docs-internal-guid-9c6b2d43-7fff-c95a-da63-5d461e13ec81" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Le dolía, le dolía enormemente, le dolía como jamás le había dolido nada en su vida. Aquello era imposible. ¿Cómo podía doler algo tanto? Sin duda, solo podía tratarse de una ilusión, de un truco, de un ardid de su mente, de su yo más profundo y egoísta que disfrutaba en la autocompasión sadomasoquista. Lo innegable es que el dolor era real, extenuante y torturador.</span></span></span></p><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Se levantó de la silla en la que se hallaba. Necesitaba hacer algo que le distrajera, pues si el dolor era únicamente producto de su mente, distrayéndola con otras ocupaciones tal vez el dolor cesase o incluso desapareciera. Alzarse le había supuesto un triunfo, vencer al miedo de saber que eso iba a doler mucho, pero sin saber a ciencia cierta cuánto, o si iba a poder soportarlo.</span></span></span></p><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Ahora estaba ahí, de pie sintiendo vértigo como si fuera un grumete que tiene que subir por primera vez a lo alto del palo mayor. ¿Era el suelo lo que se movía o era él lo que oscilaba? Los oídos le zumbaban y el sudor escocía en los ojos. Temía caerse, y se agarró al respaldo de la silla, que se arrastró hincando las patas unos centímetros sobre el suelo de madera arañándolo, empujada por el peso. </span></span></span></p><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Los pies parecían enterrados en cieno. Moverlos era un esfuerzo titánico, pero necesitaba moverse, alejarse de la silla, de aquella mesa, y alejarse de aquel trozo de papel que había sobre ella. Ese pedazo de papel lo atraía hacia sí como un sumidero, amenazando con destriparlo. Eso era lo que le provocaba dolor, el papel, las letras que había escritas sobre él, su mente solo ejecutaba el mensaje, era el instrumento sádico que ejecutaba la partitura de dolor que le mostraban. La idea que transportaban entre sus trazos de caligrafía exquisita y negra, era lo venenoso, lo letal. Esa idea, esa música malévola que ahora mismo le recorría su ser emponzoñándole el alma con su mensaje. Las letras le habían envenenado, habían sido los dardos, las espinas que se habían hundido en su carne, era su cuerpo el que somatizaba ese mensaje de dolor. Tenía que alejarse de aquellas palabras, olvidarlas, arrancárselas. Qué absurdo. No, aunque rompiera en mil pedazos el papel, aunque lo arrojara al fuego, aquellas palabras no eran nada, solo eran flechas, el verdadero mal ya había penetrado en él, el veneno ya encharcaba cada molécula de su ser. Entonces de qué serviría huir, para qué más dolor para alejarse. </span></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Alejarse para no verlo, para no volver a leer aquellas palabras, para no volver a sentir una y otra vez el aguijonazo. Mejor volver, enfrentarse a ello, destruirlo para no volver a verlo jamás. El dolor lo paraliza, es el conejo que maravillado mira esas luces que se aproximan y que en el fondo de su mente de roedor sabe que le van a aplastar contra el asfalto, y aun así no puede dejar de mirarlas. </span></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Es inútil luchar contra su fuerza. No quiere volver a leerlas, pero no puede dejar de escucharlas dentro de su cabeza con la voz de ella. Es como si se las estuviera leyendo una y otra vez. Son las últimas palabras de aquella escueta carta. </span></span></span></p><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Abatido, resignado se deja caer sobre la silla que emite un crujido a modo de protesta cuando recibe su cuerpo derrotado. La mano le tiembla, apenas si puede respirar, en cambio el corazón le late desbocado. Siente cómo su cuerpo se está desintegrando poco a poco, a cada instante las ruedas del camión se acercan más y más al conejo, cada segundo falta menos para que solo sea una mancha de pelos y sangre sobre el asfalto. Ahí están de nuevo las letras, los garfios que se le vuelven a hincar en los ojos. Otra vez el veneno vuelve a introducirse, a fluir por ellos. En su cabeza la voz, su preciosa voz, el veneno, la música se vuelve a oír, si es posible más clara, más nítida esta vez. </span></span></span></p><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">“No te quiero y no quiero volver a verte más.”. </span></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> </span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/XLuXUOSqDnA" width="307" youtube-src-id="XLuXUOSqDnA"></iframe></span></span></span></div><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span></span><p></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"></span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span></span></div><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: small;"><span style="background-color: transparent; color: black; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /> </span></span></span><p></p>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-86982375261209176782021-05-12T19:50:00.003+02:002021-05-12T20:29:07.257+02:00Silencio<p> Silencio. </p><p><br /></p><p>1<i>. m. Abstención de hablar.</i></p><p><i>2. m. Falta de ruido..</i></p><p><i>3. m. Falta u omisión de algo por escrito..</i></p><p><i>4. m. Der. Pasividad de la Administración ante una petición o recurso a la que la ley da un significado estimatorio o desestimatorio.</i></p><p><i>5. m. Mil. Toque militar que ordena el silencio a la tropa al final de la jornada.</i></p><p><i>6. m. Mús. Pausa musical.</i></p><p>Estas son las acepciones que da la Real Academia de la Lengua para la entrada, Silencio. </p><p>La que más me importa hoy es la primera y la segunda. Curiosamente se complementan de una forma extraña, pues cuando se da la primera, la segunda a veces se niega y viceversa. Pongo un ejemplo.</p><p>Estás callado, pero ¿hay silencio, lo hay dentro de ti? ¿en tu cabeza? ¿en tu mente?. Si contestaste sí, enhorabuena. Es muy probable que estés sordo, o aún más extraño, que estés en paz. </p><p>Por otro lado, si en tu mente abunda el ruido. Es muy probable, que estés callado en este momento, pero que ese ruido se tenga que purgar de alguna forma y muy posiblemente sea a través de las palabras. Tendrás la necesidad de expresarte, de conseguir silencio. ¡Cuándo le debe el Arte a esta necesidad de silencio!, pero eso es otra historia. </p><p>¿Entonces el silencio y el ruido (la falta de silencio como dice la RAE), se comportan como soluto y disolvente en una relación osmótica? Sinceramente parece que sí. Pero claro yo no soy nadie, solo una persona que escribe en silencio, oyendo como su mente le dicta sus propios pensamientos. Así que esto no deja de ser otro ejemplo de lo que contaba un poco más arriba. </p><p>Por lo tanto, como en cualquier reacción osmótica, el disolvente de la parte menos concentrada se difundirá naturalmente a la parte en que la concentración de soluto sea mayor, para que de esta forma intentar equilibrar las concentraciones ruido/silencio. Es decir, que una persona que tiene mucho ruido en la cabeza, habla mucho más que la que tiene menos, y por consiguiente la persona que tiene menos ruido en la cabeza es capaz de oír más.</p><p>Observemos, veamos a las personas que nos rodean, estudiemos. </p><p>Todos conocemos a gente que habla poco, gente que puede pasar por reflexiva. ¿En realidad lo son?,¿En realidad es por falta de ruido, o simplemente porque no hay nada?. El vacío es muy silencioso. También conoceremos a gente muy charlatana y algunos como loros enfurecidos ¿Tanto ruido puede haber en una mente? ¿Es el silencio muestra de inteligencia, lo es la locuacidad?</p><p> ¿Es el silencio paz?¿el ruido guerra? </p><p>No voy a descubrir nada, esa no es mi intención. Escribo esto para compartir mi reflexión, para ayudar, para hacer pensar, o simplemente para purgar el ruido de mi cabeza, para llenar el silencio que me rodea</p><p>Porque lo uno o lo otro pueden ser armas, o bálsamos. No hay más dolor que el del silencio indiferente que te hace sentirte solo en el universo, no hay más dolor, que la palabra hiriente que te lacera el alma con la precisión del bisturí de un sádico. </p><p> ¿Quién puede hablar del silencio sin romperlo? La palabra en sí es su propia némesis, una paradoja.</p><p>Frío o calor, positivo, negativo, silencio, ruido, hablar o callar. Dos caras de la misma moneda que se necesitan para formar la unidad que da coherencia a la realidad. Esclavos o devotos de uno o del otro. Necesitamos ruido y silencio, como necesitamos la luz y la oscuridad. Es la mixtura de ellos los que nos permite la cordura. La paz está en el equilibrio, ya lo dijo el sabio, Aurea mediocritas.</p><p><br /></p><p>SSSSHHHH. </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/nkUOACGtGfA" width="320" youtube-src-id="nkUOACGtGfA"></iframe></div><br /><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-83801449298154369402021-04-08T17:58:00.002+02:002021-04-08T23:46:06.222+02:00La Noche Roja<p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"></span></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"></span></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"></span></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span><span style="font-size: small;"><span style="font-size: medium;">No fue culpa suya. No, en realidad la culpa no fue de nadie, las cosas pasan, algunas veces las cosas eran así, simplemente salen mal. <br /><br />Venía mal, no se pudo hacer nada, nada más de lo que se hizo. Fue durante una noche de otoño, llovía a mares, los caminos se anegaron, el río se desbordó.<br /><br /> Tuvo que hacerlo solo. Había visto parir muchas veces, somos gente de campo, pero una cosa es ver y otra muy distinta hacer. Nadie pudo ir en su ayuda. Los partos, ninguno es fácil, y encima ese iba a ser de los difíciles.<br /><br /> La criatura estaba del revés y el cordón umbilical lo tenía enredado alrededor del cuello. Esas cosas no se solucionan con agua caliente y toallas, como en las películas. Un profesional experimentado no podría haber hecho mucho más, Iban a morir las dos. Pero papá nunca se había amilanado con facilidad y decidió cortar. No sé si lo pensó, o fue fruto de la desesperación, el caso es que lo hizo y pasó lo que tenía que pasar. La sangre brotó como si hubiera abierto un hidrante. Fue una noche roja, muy húmeda y roja. <br /><br />Papá no quiso ni tocar a la criatura que milagrosamente había sobrevivido. Simplemente la dejó allí, sola y desvalida y se fue. Se encerró en sí mismo y se olvidó de todo; se olvidó de hablar, de lavarse, comer, lo único de lo que no se le olvidó fue beber.<br /><br /><br />Pasaron cinco días antes de que pudiera ir al pueblo en busca de ayuda. Aproveché que papá estaba borracho, dormido, aunque, casi siempre lo estaba.<br /><br />Mientras, me las había ingeniado para mantenerlo con vida. Era extraño, no era normal, aquello no estaba bien. Quizás por ello papá se había quedado chocado, quizá fue al verlo; solo tenía un ojo, uno grande y negro en medio de la frente. Apenas hacía ruido, apenas se movía, pero seguía vivo porque respiraba y succionaba la leche que le ofrecía empanando una muñequilla de trapo en un cuenco. <br /><br />Cuando volví del pueblo con la policía supe que algo había ido mal, peor aún. Quizás no debí abandonarlos, quizás no hice lo correcto, o quizás sí, quizás simplemente tuve suerte y por eso ahora sigo con vida. Papá lo había matado. Lo había aplastado de un pisotón, igual que si hubiera pisado una sandía podrida. Luego se había ahorcado y colgaba de una viga del porche como una marioneta grande, demasiado grande para ser un juguete. Mamá seguía en la cama, seguía con el vientre abierto y empapada en sangre, como la cama, solo que la sangre estaba seca y se había vuelto de un color marrón oscuro. <br /><br /><br />Fin.</span></span></span></span></p><p><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/6tP8mm2JH0o" width="320" youtube-src-id="6tP8mm2JH0o"></iframe></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div> <br /><p></p>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-18781970877889122922021-03-15T20:04:00.000+01:002021-03-15T20:04:03.206+01:00LA REALIDAD<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-xzsBFgM3PqA/YE-u725TYzI/AAAAAAAAbzQ/PN1wOKHhkKoKhl25GAHyDiFmwm4QpLo9QCLcBGAsYHQ/s912/Sin%2Bt%25C3%25ADtulo.bmp" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="912" data-original-width="648" height="640" src="https://1.bp.blogspot.com/-xzsBFgM3PqA/YE-u725TYzI/AAAAAAAAbzQ/PN1wOKHhkKoKhl25GAHyDiFmwm4QpLo9QCLcBGAsYHQ/w454-h640/Sin%2Bt%25C3%25ADtulo.bmp" width="454" /></a></div><br /> <p></p>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-32760459200589367482020-08-01T12:03:00.002+02:002020-08-01T12:03:39.779+02:00Nunca mires atrás
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "arial", "sans-serif"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "arial", "sans-serif"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-ZswZDUPYO88/XyU7uV2fmgI/AAAAAAAAXBY/QPZImi5U7lICbtIzeGUag3JAaqUVjgTdQCPcBGAsYHg/s2592/IMG_20200716_221451_093.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2592" data-original-width="1944" height="437" src="https://1.bp.blogspot.com/-ZswZDUPYO88/XyU7uV2fmgI/AAAAAAAAXBY/QPZImi5U7lICbtIzeGUag3JAaqUVjgTdQCPcBGAsYHg/w384-h437/IMG_20200716_221451_093.jpg" width="384" /></a></div><span style="color: black; font-family: "arial", "sans-serif"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"></span><p></p><br /><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "arial", "sans-serif"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><br /></span></p><span style="font-family: "arial";"><font size="3">1.<br /><br /></font></span><div style="text-align: center;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Hace algo más de diez minutos que lo viene sintiendo detrás de él. Sí, está seguro que le está siguiendo a él, no tiene duda. Ha cambiado el ritmo e incluso ha cambiado de dirección de forma imprevista, y él ha cambiado también. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Suele salir a correr todos los días, una hora más o menos, siempre hace el mismo recorrido por el parque que hay junto a su casa, siempre a la misma hora, justo después de trabajar. Por esto sabe que le está siguiendo. Jamás lo había visto, con el pasar del tiempo se termina conociendo a todos los que frecuentan el parque a estas horas; a los perros, a sus dueños, a los niños, a sus padres, a los del tai chi, a los novios, a los de los porros y las litronas... a todos. Es como una comunidad, una comunidad donde se conocen todos pero que nunca se saludan, simplemente pasas y mentalmente anotas caras, como en un inventario, pero esa cara no está en ninguna categoría. Podría ser un nuevo fichaje o un visitante ocasional, también los hay. Gente que comienza a correr o a pasear después de su última visita al cardiólogo, pero esos no te siguen, esos andan o corren mirándolo todo, reconociendo un terreno nuevo para ellos. Este no, este no corre así. Corre como si conociese cada palmo del parque, como si lo conociese tan bien como él. Lo ha visto aprovechando algún giro del sendero. Sabe que se ha percatado de que le está siguiendo, no parece importarle, mantiene unos cincuenta metros, tranquilo e inmutable. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Las zancadas se siguen sumando, aún le quedan muchas más en las piernas. En las de su perseguidor también parece que quedan las mismas o más que en las suyas. No aparenta acusar el esfuerzo. Su zancada sigue siendo decidida y en su rostro no se aprecia ningún signo de fatiga. Es más o menos de su misma edad, de complexión fuerte, lo que le hace pensar que no es buen corredor en grandes distancias. Él, en cambio, es delgado, alto, eso sí, su complexión se adapta mejor para recorrer distancias largas. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Mientras sigue corriendo, en su cabeza se van hilvanando las ideas. Correr, seguir corriendo hasta fatigarlo, no parar. Esa parece la mejor opción... ¿Mucho mejor que parar y suponer que va a pasar de largo? ¿En serio? ¿Quién le dice que no lo hará? Y en ese instante, aprovechar para cambiar el sentido de la marcha y salir zumbando hasta el coche y largarse del parque hacia su casa y no volver a él en mucho, mucho tiempo. Esa también sería una buena opción. En 20 minutos, en ese tiempo, todo aquello quedaría reducido a una anécdota tonta, que en un par de semanas se convertiría en un chiste que contar a la cuadrilla tomando unas cañas mientras todos, incluido él mismo, se reirían de él y de lo cagado que es. Pero... ¿Y si no? ¿Y si para? ¿Y si él también para? Y entonces ¿qué? Entonces le dirá que siga corriendo, que se dirija a algún punto apartado del parque, que tiene algo importante que decirle, pero que no intente huir o hacer algún movimiento extraño, porque lo lamentaría, porque le dará alcance y entonces será aún peor. Correr, seguir corriendo es la mejor idea, la más segura, sólo tiene una falla; quedan escasos minutos de luz, pronto las farolas comenzarán a encenderse y el parque poco a poco se vaciará. Primero serán los padres con sus pequeños, marcharan a preparar baños y cenas. Los siguientes en abandonar el parque serán los runners por miedo a las torceduras. Las demás criaturas también terminarán abandonándolo a regañadientes: los de las litronas y más aún, los de los perros. Pero los que más serán los novios, que esperaron a la noche para tener un poco más de intimidad y justo cuando la consiguen, se tienen que marchar. Luego quedará él, solo él... Bueno, él y su perseguidor. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">¡Un momento, tiene la solución! ¡Sí, es perfecta! Está sonriendo, tiene una sonrisa boba colgada de la cara. Es el complemento ideal para el atuendo de mallas negras y camiseta transpirable amarilla fosforito, para parecer uno de esos modelos de teletienda que demuestran las bondades de un nuevo invento para el fitness casero. Es tan obvia, tan absurda, que no sabe cómo se ha dejado asustar. Solo tiene que acercarse a un grupo de personas, parará al lado de ellas como si fueran amigas, conocidas... nadie le va a hacer nada delante de un montón de testigos. Tendrá que seguir al menos unos metros para luego, si quiere, dar la vuelta de una forma sutil. No podrá hacerle nada mientras esté rodeado de gente. Luego podría echar a correr hacia el coche, como pensó en un primer momento o salir del parque y tomar un autobús o un taxi y desaparecer. Ahora solo tiene que localizar un grupo. La pequeña victoria le hace avanzar con fuerzas renovadas e inconscientemente ha acelerado el ritmo. Él también lo acelera, oye sus pisadas detrás. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">La planta del parque es un solar con forma de pentágono irregular, que resultó de entrecruzarse una de las salidas de la ciudad, las calles de un barrio periférico y la nueva, en su tiempo, autopista de circunvalación. El ayuntamiento lo acondicionó plantando árboles, haciendo alguna colina artificial con los escombros de las obras y poniendo bancos, mesas para picnic, parques de juegos infantiles y algún aparato de gimnasia. La zona central, a la que se accede desde una avenida, da a una alameda de plátanos de sombra franqueada por unas explanadas de césped, salpicada de parterres de rosales e incluso alguna fuente. Una vez pasada esa parte noble del parque, éste se vuelve más salvaje y el césped y los rosales desaparecen, sustituidos por caminos polvorientos o embarrados, según la época, pinos y broza. Justo por esta zona es por la que estaba corriendo. Debía llegar a la parte más noble del parque, allí es donde habría más concentración de personas. Una voz dentro de él le decía que esprintara, que corriera como alma que lleva el diablo, que no perdiera un segundo, que ese psicópata que le estaba siguiendo también podría haber pensado lo mismo que él y que, de un momento a otro, le iba a dar alcance para neutralizar su estratagema. Acto seguido, la misma voz más calma, le sugería lo contrario: que no actuase como un conejo asustado, que no huyera, que eso solo haría que la caza se hiciera más interesante para el cazador y más agónica para él, la presa. Justo debajo de aquellas dos voces había otra, pero no era exactamente una voz. Era igual que un slogan radiofónico, un mensaje que se repite en un bucle eterno, una idea... algo como un viento constante y en ese viento viajarán solo dos palabras: “¿por qué?” ¿Por qué le seguía a él? ¿Qué había hecho? Era una persona normal, sin enemigos, sin nada que esconder, sin asuntos turbios o ilegales. Esa pregunta había estado en el fondo de su mente desde el mismo instante en que se sintió vigilado, solo que la había silenciado. El instinto de conservación había impuesto el cómo se escapaba de esta situación al porqué de ella. Ahora que se vislumbraba una solución, la pregunta volvía a salir a flote como los restos de un naufragio. En ese mismo instante, el viento mental, la pregunta que viajaba en él, comenzó a girar sobre sí misma en un bucle absurdo al no encontrar una respuesta lógica. No había necesidad de un porqué. Él era una presa elegida al azar o a lo mejor, sí había una razón; un color de pelo determinado, un perfil en el que encajaba... Había visto películas y leído suficientes novelas para saber que muchos asesinos usaban patrones, determinadas características fetiche que hacían que eligieran a una u otra persona como su siguiente víctima. Él, por la razón que fuese, había encajado en la de aquel loco, aquel montón de músculos loco que le perseguía impertérrito. Tenía que alcanzar el césped, era su salvación. Tenía que llegar a él. Era una suerte de náufrago inverso que corría hacia el mar, uno de hierba verde. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span>2.<br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Una maldición. Luego un estruendo que se sintió en una vibración del suelo. Un segundo después, un quejido que le hizo detenerse y mirar hacia atrás. Se había caído. Su perseguidor yacía en el suelo, retorciéndose de dolor. Su tobillo derecho estaba girado de una forma antinatural. El destino le había echado una mano y ahora solo tenía que alejarse de allí. Ese psicópata no le iba a poder seguir a ningún sitio. El hombre estaba a unos 30 metros, arrellanado en medio del camino, quejándose y llevándose la mano al tobillo torcido. Sin duda se habría hecho una buena avería, un esguince como poco. Al parecer, el pie se le enganchó en una raíz que sobresalía. Bueno, la vida es así, él no podía hacer nada. Además, le estaba persiguiendo, le estaba acosando, estaba a punto de darle alcance. Quién sabe lo que hubiera pasado si esa raíz no lo hubiera detenido. Ahora ahí, en el suelo y retorciéndose de dolor, no parecía tan grande ni tan amenazador. Ahora solo parecía un hombre normal y corriente que había salido a hacer deporte por el parque. Sí, uno que él no había visto nunca. Uno que le había ido detrás durante un rato. Uno que él iba a abandonar en un parque en el que se hacía de noche y donde nadie podría prestarle ayuda, porque por esa zona ya no quedaba nadie. Bueno, seguro que tiene un teléfono móvil y podrá llamar a urgencias. Todo el mundo lleva un móvil. Él no… bueno, pero él no era todo el mundo. Él lo dejaba en el coche junto con la cartera y las llaves de casa. Solo se llevaba la llave del Megane. Era una tarjeta, apenas si molestaba. Además, luego debería poder abrirlo, pero lo demás era peso innecesario. No necesitaba el teléfono para salir a correr, no necesitaba oír música. Prefería oír el sonido del parque y tampoco necesitaba medir distancias o calorías. Correr era un placer, no una competición tonta y la verdad, tampoco tenía unas marcas como para pavonearse de ellas en las redes sociales. Esos comportamientos eran más propios de adolescentes con un ego desmedido y no propias de un hombre adulto y equilibrado como él. Un hombre que había montado un thriller en unos minutos basándose exclusivamente en unos indicios vagos e imaginativos, que supusieron que aquel hombre del suelo era un psicópata que le seguía con alguna oscura intención. Sí... todo muy adulto y equilibrado. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Eh amigo, ¿te encuentras bien?- Qué tontería de pregunta” pensó nada más salieron las palabras de su boca, pero era una forma de romper el hielo como otra cualquiera. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">El hombre del suelo le miró con una máscara de dolor en la cara y solo acertó a mover la cabeza en signo negativo. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-No tengo teléfono móvil. Si llevas uno, puedo llamar por ti al 061 para que vengan. Cuando el tobillo se enfríe aún será peor, no creo que te puedas mover.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Gracias. Sí, será lo mejor.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Se llevó la mano a la cintura donde llevaba una pequeña riñonera y sacó un Smartphone que le tendió. "El número de desbloqueo es el 8919", le informó con un hilo de voz. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Marcó en número de desbloqueo y seguidamente el de urgencias. Entonces una locución saltó inmediatamente: “En estos momentos las líneas están sobrecargadas, espere unos instantes o vuelva a intentarlo pasados unos minutos”. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Vaya mala pata... ¡Oh! ¡Lo siento! Quiero decir que las líneas están saturadas, en unos minutos volveremos a intentarlo. ¿De acuerdo?-</font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-¿Me puedes ayudar a apartarme del camino?, no quiero estar aquí en medio por si pasa alguien y tropieza con nosotros. Esto cada vez está más oscuro.-</font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Sí, me parece una buena idea. Lo haremos muy despacio, no quiero hacerte más daño del que ya te has hecho.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Creo que lo mejor es que me sujetes por debajo de las axilas y me ayudes a incorporarme, supongo que podré andar a la pata coja. Creo que ahí, más adelante, hay un banco.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Efectivamente, unos metros más adelante había un banco. Era un banco donde unos golfillos solían sentarse a fumarse sus porros y a beberse unos litros, ya que era uno de los más apartados del parque. Un banco de los que se pusieron en los primeros tiempos y que, por alguna razón, se habían olvidado de las sucesivas renovaciones del mobiliario. Ahora era poco más que unos tablones medio podridos y unos hierros herrumbrosos que quedaban semiocultos por la maleza. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Vaya, veo que conoces bien este lugar. Es curioso, no te había visto nunca por aquí.- La pregunta salió casi como un vómito reflejo e incontenible. La hizo mientras le pasaba los brazos por debajo de las axilas al corredor desconocido. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Sí, lo conozco bien. Lo he estudiado muchos días mientras te observaba.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-¿Cómo dices?-</font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Entonces notó unos brazos presionando los suyos, como si se tratase de unas pinzas, inmovilizando y luego recibía un tremendo cabezazo en el tabique nasal, que le hacía perder el conocimiento en medio de una sensación húmeda y caliente. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span>3.</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "arial";"><font size="3"><br /></font></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Cuando volvió a abrir los ojos estaba dentro de una ambulancia. Yacía sobre la camilla y el corredor estaba sentado a su lado con una expresión híbrida entre la curiosidad y la diversión. La cabeza le dolía, especialmente la cara, que lo hacía como si le hubieran dejado caer encima una viga de hierro. Notaba la nariz inflamada, rellena con algo que la tenía a punto de reventar. Además sentía la boca pastosa y con regusto a monedas. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-"Bienvenido"- Le saludó. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">- "¿Qué me has hecho? ¿Qué quieres de mí? ¿Qué es todo esto?" Le ametralló con una ristra de preguntas mientras forcejeaba para intentar, inútilmente, zafarse de las ataduras que le sujetaban a la camilla. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">- "¡Eh! Eso son muchas preguntas. No tengas prisa. Pronto te serán contestadas esas y otras muchas más. Por cierto, no te preocupes por mi tobillo, ya está bastante mejor, gracias." Con un gesto burlón le mostraba una pierna ortopédica de titanio, concretamente una pierna derecha, que aún llevaba la zapatilla de correr puesta. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">De forma instintiva miró a las piernas de su acompañante y efectivamente, ahí estaba el muñón. Le faltaba la derecha. Entonces sus miradas se cruzaron y el tullido empezó a reír. Primero sutilmente, pero a los pocos segundos, las risas se transformaron en carcajadas y las lágrimas le corrían por las mejillas. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span>4.<span style="font-family: "arial";"><font size="3"></font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Estaba oscuro. Aquello era un garaje o alguna clase de trastero. En la penumbra se intuían las siluetas de cajas y cachivaches. En una de las paredes parecía que había una bicicleta de carretera colgada de unos soportes. Estaba tumbado boca arriba sobre una plataforma hecha con un par de borriquetas de hierro y dos tablones de madera, como los que hacía años se usaban para los andamios. Juntos, los dos tablones, no deberían de dar un ancho de más de unos 40 o 50 centímetros, por lo que apenas si podían albergar su espalda. Sentía cómo los bordes se le hincaban en los omóplatos. Tenía las piernas muy juntas, las manos entrelazadas sobre el cuerpo; se las habían atado por las muñecas con unas bridas de plástico, igual que los tobillos. Debía parecer una especie de féretro listo para ser amortajado, pues le habían quitado toda la ropa. La única comodidad de la que disfrutaba era la ausencia de mordaza. Eso era un mensaje, uno que decía: "puedes gritar todo lo que quieras, de nada te va a servir." </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Sospechaba que serían ya algunas horas, no solo por el dolor y el entumecimiento, sino porque la escasa luz que debía de colarse por debajo de alguna puerta. Eso le indicaba que era de día. Así que debía de haber pasado allí toda la noche, sin duda drogado, completamente inmóvil para poder mantener ese precario equilibrio y no haberse caído al suelo desde el improvisado camastro. Tampoco recordaba nada después de aquel tipo agitando la prótesis y riéndose a carcajadas en su cara. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3">¡Su cara! Se había olvidado de su cara. Entonces, el dolor le echó una mano y le recordó que le debían de haber roto la nariz. Se concentró, sintiendo como el aire pujaba por pasar a través de ella, pero no podía. Tenía las fosas nasales obstruidas por unos tampones llenos de sangre seca y mocos. A medida que las drogas se iban retirando, sus sentidos iban volviendo y la nariz rota solo estaba siendo el primero de muchos puntos de su dolorida anatomía que comenzaban a reclamar su atención. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Como si hubieran recibido la señal de un director de orquesta macabro, las distintas zonas de su cuerpo comenzaron a pulsar las cuerdas de sus nervios para deleitarle con una sinfonía dolorosa, que había comenzado en un pianississimo y que estaba saltando directamente al molto fortíssimo. Aquello le hizo ser plenamente consciente de su situación. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Tenía que escapar. Tenía que hacerlo antes de que el loco de la prótesis regresara con sabe Dios qué intenciones. Mejor no pensar en eso, ese pensamiento no era productivo. Solo le conduciría al pánico, el pánico lo paralizaría y le restaría las pocas opciones que podría tener. ¿Pocas? ¿O más bien ninguna? </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Por un momento intentó desinhibirse de todos los dolores que le acuciaban. Se concentró en tensar los abdominales para elevar el tronco, igual que un vampiro que se alzara desde su ataúd. La idea era hacerlo muy despacio, sin perder el equilibrio y quedar sentado sobre los tablones para luego bajar. Fue una buena idea, si no hubiera sido porque, al incorporarse, los tablones se combaron por la nueva redistribución del peso, lo que le hizo caer como un saco. Afortunadamente, sólo estaba a un metro del suelo. Pero desafortunadamente para él, ese movimiento había sido previsto por su captor. En el piso le recibieron decenas de guijarros afilados como cristales, que se le hincaron por todo el cuerpo. Es como si hubiera hecho el salto del tigre sobre la cama de un faquir. Las piedrecitas habían sido esparcidas cuidadosamente, repartidas y fijadas con algún adhesivo por el suelo. Pero suficientemente separadas unas de otras para que todas tuvieran la oportunidad de clavarse en su objetivo, para que sus diferencias de tamaño no fueran un inconveniente y la carne pudiera entrar entre ellos. La alfombra de aristas le recibió con un abrazo feroz que le desgarró la piel en multitud de puntos y lo transformaron en un ecce homo. Cayó boca abajo, por lo que muchas de las puntas de las piedras se le hincaron en la cara. La nariz terminó de explotar en rojo, atravesada por un canto especialmente grande. Tres muy afilados le acertaron en la boca y le desgarraron los labios, dejándoselos como si fueran dos filetes de hígado cortados por un aprendiz de carnicero. Los labios no fueron una barrera capaz de detener aquellos puñales. Después de atravesar los labios, se hincaron en las encías haciéndole saltar un par de dientes. Otro le acertó en el ojo derecho, vaciándolo a través del párpado cerrado. Sintió la calidez del humor vítreo y su sonido al reventar, igual que fuera una hueva de caviar en la boca de un monstruo que se estuviera deleitando con él. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">El grito de dolor fue desoído por el mundo, igual que los muchos que siguieron pidiendo socorro. Nadie vino en su ayuda. El poco optimismo que había tenido se derramó junto con sus fluidos por el suelo. Aquello era una pesadilla sin sentido. Después del dolor, llegó la desesperación. Estaba clavado al piso, no podía reptar. Lo intentó en un acto, más reflejo que consciente, de animal atrapado. Pero cada movimiento, por pequeño que fuese, implicaba soportar un dolor más allá de la tolerancia humana. Por último, llegó la resignación. Estaba ensartado como un pez en un aparejo con un centenar de anzuelos de piedra. Y como ese pez, solo podía esperar a que recogieran las redes y todo acabase por fin de una vez. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span>5.<br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Llevaba horas en el suelo en medio de su propia sangre. El dolor hizo que se desmayara. Ahora la sed y un ruido lo sacaban de la semiinconsciencia. Un motor, un coche tal vez. Escuchaba el sonido de un vehículo que se acercaba, sí era un coche. Se había detenido. Aguzó el oído intentando sacar alguna información, algo que le informara de lo que estaba llegando, por si podía sacar partido, algo a lo que agarrarse. ¿Miedo? ¡Claro que tenía miedo! Se acababa de orinar, pero esa era su única baza, encontrar algo que le diera una oportunidad de salir de allí, aunque fuera la muerte, una rápida a poder ser. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Una puerta se abrió y la luz entró cegándole el único ojo que aún se podría cegar. Al no poder girar la cabeza no pudo contemplar las dos figuras negras que se silueteaban en el contraluz. Sin embargo, sí sintió el calor de los rayos solares. Al fin una sensación agradable. Estaba aterido de frío y sentir esos dedos cálidos posarse sobre su piel, fue un oasis de paz dentro de aquel infierno. La puerta se cerró y la hoja cercenó los dedos de luz. La estancia volvió a la semioscuridad. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Vaya, veo que te has caído- dijo una voz de hombre. Era la voz del corredor del parque. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Por favor, por favor ayuda- suplicó. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-¿Ayuda? ¡Pero si te estamos ayudando! Y lo seguiremos haciendo, no lo dudes.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-¿Por qué me haces esto? Me dijiste que me dirías por qué- preguntó mientras hacía un esfuerzo titánico para girar la cabeza y así poder mirarlos. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Es cierto, pero pensaba que después de unas horas empezarías a atar cabos. Sin duda te he sobrestimado. Te daré una pista: 25 de Mayo del 2015.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Cariño, tengo hambre. Creo que podíamos comer algo mientras seguimos ayudando a nuestro amigo- comentó la voz de la segunda figura, una mujer. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Era más o menos de su misma edad, unos 40, no muy alta, entrada en carnes y con el pelo teñido color zanahoria, sujeto con una diadema de tela negra. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Sí mi amor, es una idea genial- contestó el hombre al que le faltaba una pierna. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Acto seguido, él y su acompañante se dirigieron a otra zona fuera de su campo de visión, donde se oyó el sonido de unas llaves abriendo otra puerta. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-¡Agua!- pidió con un hilo de voz. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">"¡Claro! Tienes un bidón de plástico unos metros a tu derecha, solo tienes que ir a por él. No queremos que vayas a pensar que somos unos monstruos-" comentó divertida la mujer. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Las últimas palabras quedaron amortiguadas por la puerta que se cerró tras ellos. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span>6.</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "arial";"><font size="3"><br /></font></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "arial";"><font size="3">"25/05/2015... Veinticinco de Mayo del 2015… ¿Qué pasó ese día? ¿A qué se refería aquel demente?" Estaba bloqueado. Además, ahora había algo más importante que reclamaba su atención: agua. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Había pasado unas tres horas tumbado boca abajo, clavado literalmente en una alfombra de dientes de piedra, semiinconsciente por el dolor y la pérdida de sangre. Ahora su organismo le reclamaba agua y se la pedía de una manera que jamás lo había sentido. Tenía una sed de náufrago, de esa que te obliga a beber tus propios orines. Necesitaba alcanzar el bidón de agua que le había dicho aquella mujer, que tenía unos metros a la derecha y que no podía ver. ¿Y si le estaba mintiendo? No, el bidón de agua debía estar. Querían que sufriera, eso era evidente. Que se deshidratara no parecía parte del programa de aquella obra macabra... no… porque eso no sería divertido. Para dejarlo morir de sed no se habrían molestado tanto. De cualquier forma, no podía permitirse el lujo de seguir elucubrando, malgastando sus escasas energías pensando cosas nada productivas. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">La zona que rodeaba las borriquetas estaba llena de puntas de piedra afiladas como cuchillos. Él estaba atado y había caído sobre ellas. Apenas notaba las manos y entre las ligaduras de plástico y el peso de su cuerpo, se habían transformado en dos apéndices prácticamente muertos e insensibles. Al menos pudo protegerse los genitales de las piedras con ellas. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Empezó a moverse. Su culo se contoneaba arriba y abajo, como si estuviera haciéndole el amor a aquel suelo, en una bizarra relación masoquista. Había tenido una idea brillante. Estaba usando el filo de una de las piedras para intentar cortar las bridas de las muñecas. Alzar mínimamente las caderas para permitir el movimiento de vaivén, suponía que tenía que hacer más presión con los hombros y eso, significaba que los guijarros de esas partes se le hincarían más aún. El dolor era terrible pero tenía que liberarse. Una vez lo hiciera, todo sería más fácil. Saldría de esa trampa y se liberaría los pies y una vez suelto, ya bebería y buscaría alguna forma de escapar de allí. Ese lugar parecía estar lleno de cosas que le podrían servir como arma. Aún no estaba todo perdido. Ese era el calmante que su cuerpo y todavía más, su mente, necesitaban para soportar aquello; esperanza. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Cortar tres bridas de plástico con el filo de una piedra y en esa situación, no es ni sencillo ni rápido. Los minutos pasaban como horas y no parecía que avanzara. Cada movimiento de los brazos era correspondido con otro que le desgarraba un poco las heridas de los puntos donde se apoyaba. Mientras trabajaba en su liberación, comenzó a pensar en aquella fecha, en aquel día de hacía cinco años. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Rebuscó en su memoria. Su cumpleaños era el 10 de abril y este año había caído en viernes, por lo tanto en 2015 debió caer también en viernes. A partir de esa fecha, fue sumando semanas para calcular en qué día cayó el 25 de Mayo. Después de unos minutos, concluyó que ese día fue lunes. Lunes... los lunes eran días de trabajo, iba a trabajar a la oficina y luego salía a correr por el parque… a correr por el parque (alejó el pensamiento como si cortara aún más que una de esas piedras). Claro que por aquel entonces, solo estaba coqueteando con la idea de hacerlo. El running se estaba poniendo cada vez más de moda y rara era la persona de su departamento que no hablara de sus bondades, pero eso era otra historia. Entonces el 25 había quedado en que era lunes, pero… ¿Qué pasó ese lunes? ¿Qué lo hacía tan especial? Empezó a relacionar fechas importantes para él alrededor del 25 de Mayo. Su mente le devolvió una fecha cercana: el 18 de Mayo. En esa fecha cumplía años uno de sus mejores amigos, Juan. ¡Ya lo tenía! Ese día no trabajó, se lo tomó libre porque acudió a la fiesta que su amigo había organizado en una casa rural, en la sierra. Pero no pasó nada fuera de lo común. Se bebió y se comió como si sus hígados aún tuvieran 20 años y volvió a ver a Elena, su amor platónico desde tercero de BUP que había terminado con un gilipollas. No, en realidad no era un gilipollas. Era un buen tío, solo que él tuvo la suerte de llevarse a Elena y tú no; “porque tú ni siquiera te atreviste a intentarlo”, apostilló una voz interior que silenció como se silencia a un niño que hace un comentario en el peor de los momentos. El caso es que el lunes a media mañana salió para su casa. Aún le duraba la resaca. Recordaba cómo se volvió a acostar y cómo luego pasó la tarde vagueando, mientras se whatsappeaba con sus amigos, repasando los mejores momentos del fin de semana. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Ese día no pasó nada significativo. ¡Oh dios! debían de haberle confundido con otra persona, aquello debía ser un tremendo error. La primera brida saltó. Su plan de fuga estaba funcionando. A pesar del dolor y de los arañazos que se estaba autoinfligiendo en la muñecas, aumentó la frecuencia del vaivén. Las otras bridas también debían de estar dañadas. Si insistía, en pocos minutos estaría liberado de las ligaduras y una vez se desatara las manos, todo sería mucho más fácil. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span>7.</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "arial";"><font size="3"><br /></font></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Sintió cómo se rompía la última brida de las que le sujetaban las muñecas. De su ojo sano brotó una lágrima de emoción. Movió los brazos con cuidado, los sacaba de debajo de su cuerpo con mucha delicadeza. Cada centímetro que movía el brazo era piel virgen que exponía a las lajas. Mantenía el trasero levantado para facilitar el movimiento y también para mantener sus genitales lo más lejos posible de los filos. Estaba recibiendo un nuevo catálogo de dolores. Así y todo, tanteó el suelo hasta encontrar un sitio donde poder apoyarse y tirar del cuerpo para sacarlo de las piedras. La maniobra duró unos minutos de que se estiraban como si tuvieran 100 segundos, como si fueran unos minutos de los relojes de Dalí. Mientras lo hacía murmuraba una plegaria, un mantra: “Que aquellos locos no volvieran ahora, que no volvieran, por favor, por favor...” </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Se arrastró hacia donde efectivamente se hallaba el bidón de agua. Era de plástico blanco, de los que usaban los ciclistas. El plan era desatarse los pies antes de beber, pero la sed fue más fuerte. Bebió con avidez, fue lo más maravilloso que había probado en su vida. No paró hasta acabarlo. Lo siguiente que hizo, fue llevarse las manos a la cara para hacerse una idea del destrozo que las piedras le habían armado en la cara. La zona del ojo estaba pegajosa, gelatinosa. Percibió que aquello no estaba en orden. Sintió pestañas donde no debían estar, como si fuera un puzle de carne en las que las piezas no se hubieran ensamblado correctamente. Apartó los dedos con miedo y asco de sí mismo al tiempo. Lloró, pero no se quedó quieto demasiado tiempo. Tenía que actuar rápido, ya habría tiempo de llorar o lo que fuera que pudiera hacer a partir de ahora. Había pensado en zafarse de las bridas de los pies de la misma manera que lo hizo con las de las manos, pero eso sería muy lento y no sabía cuánto tiempo le quedaba hasta que le descubrieran. Entonces pensó que aquello era un garaje, un almacén. Quizás pudiera encontrar algo, alguna herramienta. Se levantó del suelo para poder estudiar mejor su calabozo. Eso le costó otro tormento, pero aunque pareciera mentira, lo que más le angustió fue la sensación de vértigo y mantener el equilibrio. Se agarró a una estantería metálica para no caerse. La habitación pareció girar, aunque en pocos segundos consiguió estabilizar la imagen. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Cajas encintadas, latas de pintura, un par de llantas de bicicleta, una estantería llena de contenedores de plástico, un banco de trabajo con torno... Aquello era prometedor. Allí debía de haber herramientas, alicates, tenacillas… cualquier cosa serviría. Comenzó a dar saltitos de pingüino, de uno larguirucho y lampiño. Había que acercarse para buscarlos. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Los primeros pasos fueron cortos y prudentes. No quería hacer ningún ruido y mucho menos caerse. Con los brazos desatados era difícil que eso ocurriera, aunque la sensación de mareo persistiera. El banco de trabajo era de metal. Encima de él había un esportón lleno de lascas de piedras, igual que las que habían pegado al suelo. Solo contemplarlas consiguió que se le revolvieran las tripas. También había unos sacos de nailon como los que se usaban para tirar escombros. Habían traído los cantos en esos sacos y luego los habían golpeado para que, al romperse, se formaran las aristas afiladas. Habían tallado las piedras como trogloditas preparándose para la caza. Apartó los sacos y descubrió un panel en la pared donde colgaban todo tipo de herramientas. ¡Estaba salvado! Cogió unas tenazas y se agachó para cortar las bridas de los tobillos. En un instante, los pies quedaron liberados. Luego tomó un destornillador largo y lo sostuvo un instante en la mano valorándolo como arma. No pareció convencerle y lo cambió por un martillo de mecánico, de esos que tiene una punta redondeada y el otro extremo cuadrado. Podría intentar probar a abrir la puerta, pero oyó cómo la cerraban con llave. Sería una pérdida de tiempo. Lo mejor sería esconderse en algún rincón y esperar a que volvieran. Sí, esperar pacientemente como una araña en su cubil a que esos dos bichos se acercaran y entonces, darles su merecido. Ahora le tocaba mover a él. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">En un hueco entre una repisa metálica y unas cajas, ahí se colocó agazapado en dirección a la puerta por donde habían desaparecido sus captores. No importa lo que tardaran en volver, los esperaría para machacarlos con el martillo que en encontró colgado en el banco de trabajo. Sentir el peso de la herramienta en las manos le reconfortaba, le aportaba seguridad. Ellos eran dos, pero contaba con el factor sorpresa y la oscuridad a la que estaría más hecho en esos primeros instantes, nada más entrara, serían más vulnerables. Primero iría a por él. Un único golpe en la cabeza sería suficiente para sacarlo del juego. Luego la mujer, aquella gorda con el pelo pintado de naranja no debería de ser rival. El martillo le daba poder y por un momento hasta se sonrió. Aquello era como una versión de bajo presupuesto de Thor escapando del mundo helado de Jotunheim. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">La sensación de mareo no terminaba de desaparecer. También sentía náuseas e incluso tuvo que reprimir un par de arcadas. Estaba más débil de lo que se atrevía a reconocer, no debía relajarse. Mientras esperaba, siguió observando. La estantería junto a la que se había escondido estaba cargada con garrafas de lejía y de sacos de sosa cáustica. También había unas bobinas de plástico, de ese que se usa para proteger los enseres mientras se pintan las paredes y los techos. Tenían sosa y lejía como para poner una droguería. Entonces una idea negra como el ala de un cuervo le cruzó la mente de sien a sien. Sosa cáustica como para disolver un cadáver... ¡el suyo! La realidad le golpeó inmisericorde en centro de su cara, ya de por sí desbaratada. Claro, ¿por qué si no lo tenían ahí? Sino para torturarlo y una vez se cansaran, hacerlo desaparecer. El aire se espesó de repente, casi no le llegaba a los pulmones. La habitación comenzó a girar otra vez, poco a poco, igual que un tiovivo que toma velocidad, un tiovivo sin música, solo amenizado por palabras, voces y risas que sonaban a un volumen exagerado dentro de su cabeza. Le dejaban en un garaje lleno de armas potenciales y herramientas con las que cualquiera podría escapar o defenderse con suma facilidad... Pero ¡qué tonto había sido! Había caído de nuevo en una trampa, era el cazador cazado. Entonces una imagen nítida del bidón de agua se proyectó y la pudo ver sin necesidad de ojos, de ese inocente bidón de “solo agua”. Cayó al suelo desvaneciéndose con el eco del sonido de unas llaves abriendo la puerta que estaba vigilando. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span>8.<br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-¡Hola!- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">La voz le llegó lejana, como si el hablante estuviera detrás de una cortina gruesa. El tono fue jovial, pero con un matiz de soberbia que también decía, estábamos impacientes. ¿De quién era? ¿Dónde estaba? </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Tranquilo, es normal que estés desorientado, en unos momentos estarás mejor. Tienes que estar en plenas facultades para lo que te tenemos reservado.-</font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Abrió el ojo que le quedaba sano poco a poco. La luz dolía como si le hubieran echado un puñado de arena. Instintivamente intentó protegerse con las manos, pero no pudo. En ese instante todo comenzó a cuadrar, a tomar sentido y ya no le importó el dolor que la claridad le hacía. Abrió el ojo desmesuradamente, como para confirmar que sus sospechas eran ciertas. Y sí, allí de pie ante él había dos figuras: una era la del corredor y la otra la de la mujer con el pelo de color naranja. El grito de terror nació en lo más profundo de su alma y salió por su boca, que se había transformado en una especie de trompa que anunciaba el apocalipsis, el suyo en particular. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">La figura del hombre se inclinó sobre él, en la cara tenía una expresión divertida a la vez que sorprendida por el grito. Usó unas tiras de cinta americana para silenciarlo. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-No es que no queramos que grites, solo es que no puedo concentrarme. Supongo que lo entenderás.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Diciendo esto, se colocó la capucha del mono de plástico que llevaba puesto. La mujer hizo lo mismo además de bajar una pantalla transparente para protegerse la cara a modo de yelmo medieval. Su mirada estaba fija y le sonreía con el aplomo de una persona que hace lo que debe hacer. El corredor se disponía a bajar la pantalla cuando, por un instante, pareció pensárselo mejor. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Querida- comenzó girándose hacia su compañera - no estamos siendo justos con nuestro invitado. Está impaciente por saber y prometimos contarle-. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">-Tienes razón. Es un buen momento para que conozca la razón de porqué tenemos tanto interés en agasajarle con nuestros cuidados. Ahora está en mejores condiciones para entenderlos de lo que lo estará en un rato.- </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Sujeto a la mesa, a la que esta vez le había añadido otra borriqueta central y un par de nuevos tablones para hacerla mucho más amplia y estable, el cautivo de debatía como un poseso luchando por liberarse, cosa que era una quimera. Lo habían atado con cuerdas de escalada, esas cuerdas que eran más fuertes que algunas cadenas. Esta vez lo habían hecho de forma distinta a la primera. No tenía los brazos sobre el cuerpo, sino a los lados y con las piernas pasaba lo mismo, estaban separadas y atadas de forma individual. El garaje también había cambiado, ahora lucía distinto, completamente cubierto con lienzos de plástico del que recordaba haber visto en la estantería. Se oía un murmullo de un ventilador, como el que hacían los extractores de los cuartos de baño de algunos bares. Fuera de su campo visual, había un gran barreño de plástico azul y junto a él, un saco de sosa y una garrafa de 20 litros de agua. Colgando del cuello de la garrafa había dos mascarillas, de las que usan los pintores. Luego, más allá en el banco de trabajo, también forrado con plástico, había desplegado una suerte de botiquín: mucho algodón, gasas, vendas, tijeras, hilo de suturar… y a un metro, en el suelo, una pieza que desentonaba a primera vista pero que en realidad era la estrella de aquel despliegue, una motosierra de cadena eléctrica, nuevecita, brillante, de color rojo y negra, con el cable aún enrollado tal y como venía de fábrica, lista para estrenarse. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Bien, pues no hagamos esperar más a nuestro anfitrión y diciendo esto suspiró. Comenzó a hablar, a contar su historia mirando a un punto lejano, mucho más allá de las paredes del garaje. Su rostro envejeció de súbito y por un momento, se transformó en un anciano que contara sus vivencias de juventud. Una juventud de guerra y hambre, de cosas que no merecen la pena ser recordadas, pero que se ve obligado a rememorar. La mujer se le acercó y le tomó de un brazo en un gesto de cariño, de apoyo, sabedora del esfuerzo que le iba a suponer contar aquello y como si con ese gesto de amor, quisiera darle fuerzas para hacerlo. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Todo comenzó una mañana de primavera, concretamente la mañana del 25 de Mayo del 2015. Yo tenía 30 años. Acababa de volver, después de haber estado destinado años en el norte, lejos de todo lo mío. Sí, era policía. La vida me sonreía, era feliz. Conseguir ese destino no fue fácil, pero después de prepararme a conciencia unas pruebas de ascenso, lo conseguí. Esa mañana no tenía que trabajar y como otras muchas, decidí salir a montar en bici. Me gustaba montar en bici, me ayudaba a evadirme, a pensar. Aquella mañana era perfecta. El sol brillaba en un cielo azul, sin nubes, en unos colores tan luminosos que casi parecían irreales, como sacados de un dibujo animado. Tomé mi bicicleta y me encaminé a la sierra. Subir al puerto y luego bajar de nuevo a la ciudad era unos 85 kilómetros en total, esa era la ruta que tenía prevista. Y hubiera sido una maravillosa mañana de lunes si no hubiese sido por ti." Entonces la mirada de aquel hombre se volvió a enfocar y miró a su presa que seguía con el ojo abierto y a punto de salirse de su órbita, como si fuera un huevo duro. Fue una mirada fría, la misma con la que mira la mismísima Muerte antes de dar el beso que se lleva la vida. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">¡Tú! Tú pasaste con tu coche. Un Renault megane blanco. Ibas rápido, demasiado rápido para una carretera de sierra. Pasaste muy cerca de mí, a menos de un metro tal vez. El susto y el rebufo me hicieron perder el equilibrio. Ni siquiera miraste por el retrovisor. No era nada, solo un estúpido ciclista que se esforzaba absurdamente en una carretera comarcal de montaña. No viste que por culpa de tu imprudencia me despeñaba por un barranco. La mala fortuna quiso que en ese tramo no hubiese guardarrail, ya que por lo que supe más tarde, un camión lo destrozó hacía unos días. A él le salvó de la caída. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Fueron diez metros de caída libre para terminar en el interior de una cárcava. Eso fue como caer en una boca llena de dientes de piedra. ¿Te suena?" Le dijo mirándolo. "No, no te suena. Tú has caído de poco más de un metro y sin ninguna aceleración aparte que la de la propia gravedad. Así que no, solo te puedes hacer una pequeña idea de mi sufrimiento. Una laja de granito se me clavó en la pantorrilla y me destrozó la tibia y el peroné de la pierna derecha y por supuesto, también me partí la clavícula, el hombro y el húmero de ese lado del cuerpo, además de algunas costillas. Estuve allí tirado y malherido durante más de dos días. Vivía solo y no fue hasta que me echaron en falta en el trabajo, cuando se dio la voz de alarma. Cuando me encontraron estaba deshidratado, casi muerto. Así que sí, supongo que te estás haciendo una idea bastante clara de por qué llevo una pierna ortopédica. Estoy seguro de que no has visto a muchos policías cojos, ¿verdad? Efectivamente, después de la amputación perdí mi empleo. Recibí una pensión por minusvalía, pero al no haberse producido durante un acto de servicio, la prestación fue ridícula. Por aquella época salía con una chica, una compañera del cuerpo que me dejó porque no quería cargar con un tullido inútil. Toda mi vida se fue al traste, toda, por tu maldita imprudencia que ni siquiera recuerdas. ¿Qué cómo lo sé? Tu cara te delata. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Afortunadamente el destino puso en mi camino este ángel" dijo echando el brazo por encima del hombro a la mujer, que se giró alzando la cabeza para que él la pudiera besar en los labios con delicada dulzura. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Ella era la que conducía la ambulancia que me recogió. Luego siguió interesándose por mí. No se separó de los pies de mi cama y me acompañó durante toda la recuperación. Gracias a ella recuperé las ganas de vivir y gracias a ella pude recordar la matrícula de tu coche. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Ya en el hospital tuve apoyo sicológico, pero no fue hasta que recibí el alta cuando ella me llevó a ver a un conocido suyo sensitivo. Mediante técnicas de relajación, meditación e hipnosis pudo de nuevo poner mi mente en orden. Gracias a los cuidados que allí me dispensaron y a su amor, pude volver a sonreír. Y tú eres la última fase para mi completa recuperación. Tú eres el único culpable de todas mis desgracias y en justicia, debes pagar, debes resarcirme. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Hemos preparado esto durante mucho tiempo y por eso estamos tan felices de que por fin estés aquí. De alguna forma tú harás que vuelva a resurgir. A veces hay que arrasar todo para volver a empezar. Y ese accidente fue un mensaje. Sin él no nos hubiéramos conocido y debí perder una pierna y otras muchas cosas inútiles de mi vida anterior, para poder encontrar algo mucho más importante. Ahora lo sé." </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Volvieron a besarse. Los ojos le brillaban de lágrimas a punto de saltar por la emoción que solo puede alcanzar una mente trastornada que la locura ha iluminado. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">El hombre de la mesa comenzó a agitarse aún más. Gritaba debajo de la cinta americana, pero apenas si se oía un pequeño bufido. Su ojo saltaba de un captor a otro como intentando encontrar un resquicio de piedad, de ayuda, pero fue inútil. Aquellas personas no iban a atender sus súplicas. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span>9.<br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Lo de después fue un tour de lujo por las mazmorras más oscuras del infierno. El hombre era como un mago del dolor que solicitaba a su ayudante las herramientas necesarias para realizar sus trucos. La primera que le tendió fue un martillo, el mismo que su invitado había elegido como arma hacía unas horas. Partir una clavícula de un martillazo no es difícil, lo difícil es dar con la fuerza necesaria y en el lugar exacto a la primera, pero una vez pillado el tranquillo, los demás golpes fueron más orientados y no tuvo que insistir para destrozarle un hombro y algunas costillas. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Golpear un cuerpo vivo es un arte, porque no quieres matarlo, no quieres perforar un pulmón o algo así. Además, podría desmayarse, perderse la diversión y eso haría que aquello perdiera gran parte de su esencia. Por eso su compañera tenía preparadas unas inyecciones de adrenalina que ayudarían a que eso no pasara. Para los dedos de las manos tenía una herramienta mucho más específica y sutil que el martillo. El martillo era efectivo pero algo rudo y no muy elegante. Las tenazas arrancaban falanges con más elegancia y con suma facilidad, la misma con la que un jardinero corta esquejes de un rosal de rosas rojas, como la sangre que manaba de ellas. Cuando pasó de una mano a otra, rápidamente le suturaron las heridas. Había que minimizar la pérdida de sangre. Él no tuvo esa suerte, sus heridas quedaron abiertas al sol, al polvo y a los insectos durante horas, hasta que la infección medró en ellas. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Las partes seccionadas se depositaban en el barreño donde se había preparado una solución de sosa cáustica. Allí se terminarían disolviendo. Sí, los huesos serían los que tardarían más, pero las falanges son huesos pequeños. Los que más costarían disolver serían los de la pierna, concretamente la tibia, el peroné y todos los del pie de la pierna derecha. No había prisa. Por cierto, para ella tenían reservado el juguete nuevo, la motosierra eléctrica. El zumbido de la hoja mordiendo la carne, poco se distinguió del que haría al cortar una rama de un árbol. Eso sí, un árbol con mucha savia roja que salpicó en todas direcciones. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Había terminado su obra y se retiró para contemplarla. "¡Magnífico!", por un instante sintió cómo su dolor, cómo toda su rabia almacenada durante años, por fin salía de una forma parecida a como había salido la sangre, como si su alma la hubiera estado aguantando dentro y ahora lo expulsara igual que una ballena expulsa el aire viciado de sus pulmones después de minutos y minutos en las profundidades abisales del océano. El dolor y la lluvia roja le habían purificado, lo había curado. Su compañera fue hacia él y se fundieron en un abrazo. Comenzaron a arrancarse los monos, las gafas, las mascarillas... Se besaban con furia, con una pasión animal que rayaba en la locura más enfermiza. Acabaron arrellanándose en el suelo forrado de plástico y manchado de sangre. Copularon como bestias salvajes en medio de una orgía demoníaca. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><span style="font-family: "arial";"></span><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span>10.<br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">La muerte le llegó momentos después de que la sierra mecánica comenzara a picar la carne y a hacer trizas el hueso de su pierna. El plan no era ese exactamente. No, no pretendían matarle o no al menos tan rápido, pero el frenesí en el que cayeron, hizo que la hemorragia de la pierna no fuera contenida convenientemente y el shock hipovolémico fue inevitable. Hasta se sintió afortunado de que la muerte le llegase así de esa forma imprevista, pues quién sabe el dolor que le pudo ahorrar. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Con el primer martillazo, el que le fisuró la clavícula, sus esperanzas de salir de allí se evaporaron completamente, igual que un salivazo sobre una plancha a 200º. Iba a ser torturado por algo que no había hecho. Todo aquello era un tremendo error. Él no conducía. Sí, era su coche el que hizo que ese ciclista se despeñase por el barranco, pero no era él el que conducía esa mañana del lunes 25 de Mayo del 2015. Juntó todas las piezas, lo recordó justo cuando su verdugo terminó el sermón en el que justificaba sus acciones. Intentó por todos los medios hacerse entender, que le escucharan, pero fue imposible, completamente imposible. Su suerte estaba echada. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Esa mañana Juan, su amigo de la infancia, se levantó antes que nadie y le pidió las llaves del coche. El suyo estaba bloqueado por el de los demás invitados, que aún andaban holgazaneando en la cama. “Déjame las llaves del coche. Voy a comprar churros al pueblo, no os voy a dejar que os vayáis sin desayunar como es debido” dijo jovial. Y se las dejó, porque a él aún le daba vueltas la cabeza por los excesos de la noche pasada. Juan en cambio, siempre había tenido una naturaleza privilegiada para tolerar el alcohol, el tabaco y todo lo que estuviese relacionado con la fiesta. Marchó en su coche y volvió al cabo de 40 minutos con dos papelones de churros y una sentencia de muerte, la suya. </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3"> </font></span><br /><span style="font-family: "arial";"></span><br /><span style="font-family: "arial";"><font size="3">Fin </font></span><br /></div><span style="font-family: "arial";"></span></div><span style="font-family: "arial";"><font size="3"><br /> </font></span><!--[if gte mso 9]><xml>
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La piedra blanca se ha ido tornando oscura según descendía y ahora es negra y frágil como el carbón. Los escalones casi se desmenuzan al pisarlos,</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">Tengo miedo de resbalar, de caer rodando. De caer y seguir cayendo, rodando infinitamente hasta que mi cuerpo quede como un saco de relleno de pulpa roja y huesos rotos.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">No hay pasamanos, ya no, desapareció hace muchos escalones. También fue cambiando, deteriorándose. Primero había una barandilla de hierro y pasamanos de madera, luego poco a poco fue perdiendo lustre; la madera se desintegró por la carcoma y el hierro fue ennegreciéndose hasta que la herrumbre lo desmenuzó. La barandilla fue sustituida por otra de madera que también fue ajándose conforme seguía descendiendo, hasta quedarse endeble y mohosa, que fue desapareciendo, para que ahora ya no quede nada.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">Me pego a la pared y sigo bajando, mientras la escalera sigue retorciéndose, girando, igual que si bajase por las escamas de una serpiente que se va enrollando sobre sí misma, atrayendo a su presa; siempre en el sentido de las agujas del reloj, siempre torciendo en lo que parece un tirabuzón de la Medusa.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">Abajo está oscuro, casi no puedo de ver dos escalones más abajo y los comienzo a notar húmedos, como si el carbón del que parecen estar hechos se estuviera licuando en una brea pegajosa. La escalera parece sumergirse en una poza negra de alquitrán. Debería de no seguir bajando, pero no puedo evitar hacerlo. El lodo negro me cubre hasta los tobillos. Cada nuevo escalón es un acto de fe, tanteo con el pie esperando encontrarlo a la misma distancia a la que regularmente he hallado el resto. Tengo miedo, pero también tengo la certeza de que debo seguir bajando, hasta desaparecer en ese fango oscuro, hasta desaparecer.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">El lodo está frío, helado, y es negro como una noche sin luna ni estrellas. Es espeso, viscoso, una papilla fétida hecha con innumerables cadáveres de cosas que bajaron hasta aquí antes que yo. Me llega hasta la cintura, comienzo a notar como su densidad me sustenta, invitandome a que me deje caer como si fuera un bañista que baja por la escalera del muelle al mar. Es una sugerencia tentadora, flotar, sentir la sensación ingravidez sumergido en aquella pintura negra, dejarse llevar, rendirse.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">He perdido pie. El último escalón que pisé no pudo soportar mi peso, y el pie se hundió como si hubiera pisado una fruta podrida; entonces caí de bruces en el lodo, me sumergí en él y por un momento pensé que me quedaría atrapado, como una mosca en una gota de resina para siempre. Por fortuna, pude sacar la cabeza manoteando igual que una suerte de foca. Aquí sigo luchando por mantenerme a flote. No sé el tiempo que podré aguantar, siento la succión, siento como esta masa oscura quiere tragarme. Es una lucha inútil. He bajado hasta aquí, sabía que nada bueno podía haber aquí abajo, pero aún así he seguido bajando, sumiso como un cordero que va al matadero, solo que un cordero no sabe a dónde lo conducen y yo he venido aquí por mi propio pie. Tomo una última bocanada de aire y me rindo, dejo que me engulla. </span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">Negro, frío, nada.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">El corazón bombea más rápido en un vano intento de enviar a más oxígeno, oxígeno que no puede llegar de unos pulmones donde el último aire viciado quema. Abro los ojos y la boca en un acto reflejo e involuntario de supervivencia. La sustancia negra penetra dentro de mí, me ciega y me ahoga doblemente.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">Blanco, calor, nada.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">Estoy muerto, supongo. No sé si tengo los ojos abiertos o cerrados, porque no sé si siquiera si sigo teniendo ojos. Aun así los abro. La luz quema, necesito un tiempo para poder habituarme a ella. Estoy en el suelo. El suelo es blanco, de mármol blanco con aguas sutiles y grises. Unos metros más adelante hay una escalera hecha de la misma piedra blanca, tiene una barandilla con barrotes de hierro y pasamanos de madera barnizada. La escalera sube torciendo hacia la izquierda, sube y sube, más allá de donde me alcanza la vista. No sé el porqué pero sé que debo subirla.</span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;"></span></font></p><p style="text-align: left;"><font size="3"><span style="font-family: arial;">Fin </span></font></p>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-47260856510157698922020-04-11T19:04:00.001+02:002020-04-11T19:51:01.093+02:00Kashmir<div dir="ltr" id="docs-internal-guid-5fd61f95-7fff-ef24-bb06-194f6e780685" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-xXHCU6YQb8M/XpH35BkkcrI/AAAAAAAAUuI/eQpfCm11guIhNvjz6ZAI2-HMGzFQBMXmwCLcBGAsYHQ/s1600/granvia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="420" data-original-width="640" height="262" src="https://1.bp.blogspot.com/-xXHCU6YQb8M/XpH35BkkcrI/AAAAAAAAUuI/eQpfCm11guIhNvjz6ZAI2-HMGzFQBMXmwCLcBGAsYHQ/s400/granvia.jpg" width="400" /></a></div>
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<span style="font-size: large;"> </span><span style="font-size: large;">Me sudan las manos, no sé qué hacer con ellas. Llevo tres dias sin poder dormir, me meto en la cama pero no dejo de dar vueltas, como si las sábanas me envolvieran en una mortaja prematura. Tu recuerdo es demasiado vivido, demasiado real. La mente me tortura con él. Percibo tu olor, en las sombras del dormitorio tu silueta me observa desde el otro lado de la cama, quiero tocarte pero solo son fantasías, delirios. Los recuerdos se agitan, se revuelven, se retuercen igual que en una mala digestión, como en un cólico biliar. De alguna forma mi mente no quiere procesarlos, no quiere olvidarte. No, eres un hueso de melocotón que no quiere expulsar, lo tragué por accidente, porque te recuerda el maravilloso sabor de la pulpa, el dulzor de su carne anaranjada, mis las tripas se aferran a él con desespero aún a sabiendas del daño que causa.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Salto de la cama, tengo que vomitar, tengo que expulsarlo, regurgitarlo, sacarlo de mi organismo o me matará. Tengo que echarlo, pero tengo miedo a que una vez fuera de mí se pierda, entre la neblinosa noche de los sueños, de la imaginación y con el tiempo no sepa recordar, no sepa distinguir realidad de fantasía y ya no pueda recordarte, solo imaginarte.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Tengo que dejarlo fuera pero guardado en algún lugar seguro, protegido como una joya; como una joya antigua, como la corona de una reina que un día gobernó el mundo. Una de belleza inenarrable, de largos cabellos negros, de piel de nácar, de ojos esmeralda. Levantar un museo donde se pueda dar fe de que exististes, de que no fue una fantasía, que no fuistes ningún delirio de viejo loco, de que nos amamos y que un día te tuve, de que te perdí... </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Escribir, escribir… vomitar sobre una hoja de papel los recuerdos hechos tinta, palabras que me permitan alejarlos de mi mente pero conservarlos al mismo tiempo, para poder volver una y otra vez como un asesino a la escena del crimen. Sí porque el dolor de hoy será la felicidad de mañana cuando mi cuerpo una vez purgado pueda volver a recorrer su cuerpo, sin sentir el desgarro de tu ausencia. Sin miedo. ¿Será posible? ¿no me estaré engañando?</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">no lo sé pero tampoco tengo otra alternativa. ¡Me duele tanto no poder tenerte!, ¡me duele tanto saber que jamás volveré a probar tus labios!... No sé qué más puedo hacer.</span><br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">No importa el cómo, ni el cuándo, ni siquiera importa el porqué llegamos hasta esa habitación de hotel. Era un torre de esas que arañan el cielo de la ciudad, en un día donde la luz del sol daba una pátina de brillo irreal a todas las cosas, los colores eran más brillantes y todo parecía de juguete, pues ¿no era aquello un juego?.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Estaba allí mirándome con esas rocas ígneas que tiene por ojos. Ardían en verde, con el verde místico de los fuegos de las minas de Morgul. Estaba hipnotizado por ellos, los tenía fijos en mí, me estudiaban. A esa mirada no se le podía ocultar nada, esos ojos te veían el alma,y al mismo tiempo que te escrutaban, te llamaban, te deseaban, te invitaban a que te acercaras. Yo era como un mosquito y ella era la luz a la que necesitaba imperiosamente acercarme, aunque algo dentro me mí me advirtiera de que no debía, de que podría ser peligroso. Pero cómo resistirme. No, no quería hacerlo ¡Dios! hubiera firmado el contrato de venta de mi alma ante el mismísimo Lucifer si hubiera sido necesario para poder tocarla.</span><br />
<br />
<br />
<span style="font-size: large;">La habitación estaba en penumbra, los cristales ahumados de la ventana actuaban como un portero búlgaro de 2 metros de envergadura y bíceps del tamaño de sandías, ni siquiera el sol entrada libre. Aquello era privado, exclusivo. El vestido negro cayó al suelo como en un espectáculo inverso que comenzara cuando se baja el telón.Y bajo él no había nada más que no fuera ella. Entonces el cuerpo de una diosa griega fue revelado. La blancura y la perfección de la Venus de Milo se deshacían igual que un molde vaciado en yeso ante aquella mujer, ante aquella obra de arte, ante aquel pensamiento de Dios, pues de ninguna carne mortal podría porvenir.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Me sentí mareado no podía atender a tanta belleza, mi sentidos se veían desbordados, no podía contemplar la redondez de sus caderas o la curva que le torneaba los senos en el pecho al mismo tiempo. Necesitaría un millón de ojos para poder contemplarla en su conjunto. La sangre se paró en mi cuerpo por un instante, para luego redistribuirse de forma salvaje hacia las partes que querían asirla, los dedos, los labios, la lengua, la entrepierna, comenzaron a la latir encharcados de la savia roja.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Ella lo supo, sabía, lo percibía de alguna forma, podía oler como había comenzado a transpirar, como el corazón había pasado a bombear a más de 100 latidos por minuto, como las pupilas se habían dilatado en el vano esfuerzo de abarcarla.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Lenta y majestuosamente se tumbó en la cama ancha y larga, donde su pelo negro hizo más blancas a las sábanas de algodón egipcio y el blanco de su piel las hizo pardear. Juguetona como un felino sonrió abrazándose a sí misma, en sus pechos las areolas florecieron como rosas. La primavera había vuelto a esa habitación a pesar que fuera el verano ya se hubiera hecho fuerte.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Torpemente empecé a desvestirme, no, a intentar arrancarme la ropa. Aquella camisa pesaba como la coraza de una armadura y yo era un caballero novato sin escudero. Ella me observaba divertida, traviesa, disfrutaba con mi torpeza. Una vez me desembaracé de la ropa salté sobre ella ansioso, como una animal famélico. Estaba hambriento, con esa hambre que te hace suplicar por un mendrugo de pan, y ahora tenía un festín. Aquella mujer convertía el maná y la ambrosía en mera basura.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Sí antes no sabía que mirar ahora no sabía que tocar, que besar. Nuestros cuerpos se funden en uno solo, donde los miembros, las bocas, los ojos compiten por devorarse. Nos habíamos combinado, transformándonos en unos siameses fratricidas. Sus uñas se deslizaron por mi espalda, mis dedos se adhirieron a su piel como los de un gecko que no quiere caer de sus carnes de pulido mármol blanco.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">El placer llega de inmediato, son vagonetas cargadas de dinamita, corren locas sobre raíles, explotan haciendo que en la presa del éxtasis manen vías de fluidos, que vacían nuestros cuerpos. Nos empapamos, ella de mí y yo de ella. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Me mira avara y sé que no me va a permitir que me retire, tampoco lo pretendo, sería inútil en cualquier caso. Es una araña que quiere licuarme, beber de mí hasta la última gota. Mi cuerpo reacciona a sus demandas. Sus dedos son ágiles expertos, intrépidos, saben dónde pulsar, dónde tocar; su lengua suave, cálida, sus labios turgentes, dulces, chupan, succionan, con la destreza necesaria, conocen con qué precísa intensidad deben hacerlo para que la música siga sonando. Pierdo la noción del tiempo y del espacio. Ya no estoy en una habitación de un hotel, estoy en el paraíso de los mártires, sus caricias me han convertido en Pan, quiero más de esa droga que me inocula con cada mordisco. Ahora soy yo el que se abalanza otra vez sobre ella, aunque curiosamente no me haya separado ni unos centímetros desde que salté sobre ella. Mi cuerpo tiene nuevos bríos, esa fuerza que siento en cada célula de mi ser es desconocida para mí, gratificante y placentera.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Las arremetidas son premiadas, con orgasmos sonoros, húmedos, que le arquean el cuerpo de una forma deliciosa que invitan a seguir entrando dentro de ella desde cualquier ángulo, desde cualquier y hacia cualquier lugar de su anatomía. Cada gemido es un triunfo que me motiva a continuar, cada éxtasis una victoria en esta guerra de placer, que con toda certeza será vengada con más devoción que la anterior. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Estamos sudorosos, jadeamos de placer y cansancio, aun así en nuestras miradas no se atisba la redención, no, no va haber ningún armisticio, ninguna tregua, es un duelo a muerte. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La horas pasan, el sol comienza a retirarse. La penumbra de la habitación poco a poco va tornando en oscuridad. Los últimos rayos hacen brillar nuestros cuerpos viscosos de sudor y fluidos; es un campo de batalla, donde los dos contendientes yacen abatidos, abrazados y sonrientes.</span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Sus ojos siguen fijos en mí y yo no puedo ni quiero apartar los míos de ella. En el bolso abandonado en una butaca junto a la ventana surge una melodía, un móvil comienza a sonar. Fueron como las campanadas en el cuento de Cenicienta. El hechizo se rompió, dos lágrimas que parecieran de licor verde destilado de aquellos ojos brotaron. Yo No lloré, no pude, como no puedo hacerlo ahora, mientras escribo estas líneas. El dolor me vuelve a ganar, el dolor me vuelve a colapsar. No puedo hacer nada más que volver a sentir como se para el corazón, como la carne se me separa de los huesos y se me abre la piel para dejarlo salir en un gemido agonizante, en una expiración, en un estertor de moribundo. Soy el muerto que no se muere, el vivo que no vive, soy lo que nunca volverá a ser desde aquel día en que me diste la vida, la de verdad, y sí, soy ése, que en ese mismo día dejó de tenerte y dejó de estar vivo, vivo de verdad…</span><br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-size: large;">Fin </span><br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<div style="text-align: center;">
<span style="font-size: large;"> </span><iframe allowfullscreen="" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/3W6mDUmPZ0Y/0.jpg" frameborder="0" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/3W6mDUmPZ0Y?feature=player_embedded" width="320"></iframe></div>
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<iframe allowfullscreen="" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/naedNE1KPO4/0.jpg" frameborder="0" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/naedNE1KPO4?feature=player_embedded" width="320"></iframe></div>
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<![endif]--><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">La puerta se cerró detrás de él con suavidad, la hoja encajó en el marco con el leve clic del resbalón en la cerradura. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Hola cariño. — ¿Cómo fue el día? </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">La mujer canturreó el saludo desde la cocina donde trajinaba. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Hola. — ¿Cómo crees? No me regalan el sueldo, me lo sacan de de las tripas. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Las palabras fueron ladridos de un perro rabioso, las mordía a la vez que salían de la boca que le hedía a tabaco. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Hoy no era un buen día, su marido no llegaba de buen humor. En realidad hacía años que no había un buen día, uno bueno de verdad, como los de aquellos primeros, de cuando recién acaban de casarse, de eso hacía ya mucho, una eternidad. Sí porque una eternidad podía durar un millón de años o sólo veinte. Sería mejor no provocarlo. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Bueno ahora comes, y te echas una siesta. — Dijo con tono apaciguador. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El hombre entró en la cocina. Era un hombre enjuto y bajo, caminaba encorvado como si soportara el peso de un yugo invisible. La barba le raleaba en la cara y en la cabeza ya ni eso hacía el pelo. Vestía unos vaqueros y una camisa gris a punto de rasgarse de tantos lavados, y aunque estaba limpia una capa de grasa parecía recubrirlo. Del hombro le colgaba una mochila negra y ajada que redondeaba la estampa de aquel operario que llegaba después de una jornada, que había empezado con el despertador sonando a las cinco de la mañana, en una factoría de coches extranjeros. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Qué hay de comer?— Volvió a ladrar. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Lentejas. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">¿Un beso? ¿Una caricia? No recordaba la última vez que se habían besado. Es verdad, fue ella la que dejó de recibirlo con un beso, de despedirlo con otro, ya no le apetecía y secretamente agradecía que él tampoco se los demandase. Alguna vez se lo había echado en cara, y se lo recriminó, por fin un día o se convenció o se dio por vencido, no habría más besos, no de ella por lo menos. Sí él la besaba de vez en cuando, solo en la cara, y casi siempre fuera de casa, en presencia de otras personas, donde la educación le impediría rechazar esa muestra de afecto de su esposo. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Es que no sabes hacer otra cosa?— Le espetó mientras dejaba caer la mochila al suelo como si pesara un quintal y continuó — Ahí te dejo el mono ¿Está listo el otro? </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Sí está listo, lo tienes en el lavadero y sí sé cocinar más platos pero con tu sueldo no puedo hacer maravillas si queremos llegar a final de mes. — Explotó, arrojando la bayeta que acababa de escurrir al fregadero y comenzó a secarse las manos en el delantal de rayas azules en un acto de impotencia nerviosa. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— No me jodas. Sal a la calle y trae tú uno mejor si tan lista eres. Desde la barrera se ven muy bien los toros. Te pasas aquí el día sin dar golpe sin que nadie te pida explicaciones, haciendo y deshaciendo, mientras yo me deslomo para traer el dinero a casa, y a la señora le parece poca cosa. Y porque le digo que otra vez son lentejas para comer se pone farruca. Pues habértelo pensado mejor y haberte casado con un ministro. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Ya no eran ladridos eran aullidos. Cerró la ventana de la cocina en un intento de que las voces no llegaran a oírse la otra punta de la ciudad. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— No me casé contigo para tener un vida desahogada y cómoda, me casé contigo porque te quería, si hubiera sido por interés te garantizo de que no estaríamos en esta. Lo único que pido es un poquito de consideración, puede que tú vengas cansado, pero yo no estoy aquí tocándome las narices como te piensas. La casa no se hace sola, y tu hijo, tu hijo tampoco se cría solo. Tú tienes una jornada, entras por la puerta y lo tienes todo hecho, la mía no termina nunca. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Se acercó a una olla que borboteaba en el fuego, la destapó y sirvió tres platos de lentejas estofadas con chorizo. Luego los llevó a la mesa, a la que ya estaba sentado el hombre bebiendo un vaso de cerveza que acaba ha de servirse de una botella de litro color topacio. Le puso un palto por delante y luego volvió a por los otros dos. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Te pido que dejes las cosas estar. A ver si podemos comer en paz. El chico está a punto de llegar. — Concluyó la mujer. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">En ese preciso instante unas llaves sonaron en la puerta. Juanjo llegaba del instituto. La puerta se abrió de golpe y entró un adolescente de 15 años. El pelo castaño y revuelto en una cabeza con una cara a medio hacer de lo que sería un hombre guapo algún día. Una sudadera una talla grande color gris deportivo y unos pantalones pitillo con un roto en la rodilla derecha, que se remangaba a la altura de los tobillos dejándolos al aire, para terminar una unas “playeras” que costaban lo que el importe una multa por exceso de velocidad y 4 puntos de carnet. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Hola papá. Hola mamá— Saludó y desapareció por el pasillo como una flecha hacia su habitación. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Juanjo la comida está en la mesa. ¡No te entretengas! voceó su madre. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El “no” de respuesta llegó unos segundos después. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Están sosas. — Murmuró el hombre con la boca llena de lentejas. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Pues les echas sal, y digo yo; podías esperar a que venga el chico y comer todos como una familia. — </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Que hubiera llegado antes. Estoy cansado, hambriento, y él viene de pasear los libros— Se justificó. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">La madre se mordió la lengua y suspiro pero no probó la comida hasta que el chaval estuvo sentado a la mesa, unos minutos después. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Cómo fue el día en el instituto?— preguntó </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Pues un rollazo. En matemáticas nos han puesto un examen de sistemas de ecuaciones con dos incógnitas y luego la de historia que hagamos un trabajo sobre la Contrarreforma. — Dijo metiéndose una cuchara colmada de las legumbres estofadas. Las engulló con el hambre canina de la juventud y continuó. —Mamá, están riquísimas— </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Gracias cariño. — </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— La Contrarreforma. Eso es lo de Carlos V y Lutero. — Comentó el padre. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— No exactamente papá. La Contrarreforma fue un movimiento de la iglesia católica contra el protestantismo. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Pues lo que yo digo. Carlos I era el valedor de la iglesia católica. Listillo. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Pero… </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Ni peros ni manzanas. Es así, me da igual lo que digan esos progres y lo que te quieran meter en la cabeza. Los príncipes alemanes se le subieron a las barbas al emperador y la religión solo fue un pretexto, como siempre. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Pero papá, en clase no han dicho que… </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Que te calles. ¡Coño!. Calla y aprende algo de tu padre. Cuando yo tenía tu edad me quedaba embobado cuando mi padre hablaba. En cambio tú pretendes corregirme siempre. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Por favor Juan. No hace falta que hables en ese tono. El niño sólo quiere...— Intentaba mediar la madre. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Ya sé lo que pretende ¿Te crees que soy tonto? Y eso tú, dale alas, que es lo único que le hace falta a éste. Está visto que esta casa soy el último mono. — Sentenció y de un respingo se levantó de la mesa dejando el plato a medio comer. — Será mejor que me vaya a la cama. Aquí no pinto nada. — y de dos zancadas salió de la cocina en dirección al dormitorio. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Madre e hijo se quedaron en silencio mirándose el uno al otro. El chaval con un cara de “¿Qué he dicho?” y la mujer con una que decía “Nada hijo, no has dicho nada y no le hagas caso, ya sabes cómo es” </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Claro que sabían cómo era, vaya si lo sabían. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;"> Juan era un hombre irascible, soberbio e iracundo, un ser inseguro y enfadado con el mundo, que solo aliviaba sus frustraciones maltratando a su familia con sus accesos de ira e inmaduras demostraciones de poder, propias más de un joven como su hijo, que de un hombre de cincuenta años. Pero Juan no siempre había sido así. Cuando Julia lo conoció, era todo lo contrario. Cariñoso y comprensivo hasta el extremo, no había conocido a nadie como él; quizás por eso ella cayó rendida en sus brazos. Caballeroso, atento, tenía todas las virtudes que admiraba en un hombre, lo tenía todo, excepto el físico. Sí debía reconocer que el físico de Juan no era su punto fuerte. Ella siempre había imaginado que se habría enamorado de un hombre alto y fuerte, en cambio Juan era enclenque, apenas alcanzaba el 1.70 de altura y sin embargo a ella eso nunca le importó, lo importante de las personas estaba dentro. Luego se casaron y todo empezó a cambiar. La boda fue por así decirlo la última función de una gira que había durado cinco años de noviazgo cuasi perfecto. Claro que había tenido alguna bronca de novios, ¿quién no la ha tenido alguna? pero fueron por niñerías y realmente nunca existió un motivo de peso que hiciera sospechar qué clase de ser había detrás de aquel hombrecito. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Los primeros años de matrimonio fueron los mejores, luego se quedó embarazada de Juanjo y todo fue de mal en peor. Y ahí estaba, después de quince años de “solo es una crisis, está cansado, ya se pasará, hay que tener paciencia…” Pero ya sabía que no se iba a pasar. No, aquello no era una crisis, no a menos que su vida fuera una crisis en sí misma. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">¿Divorciarse? Claro que había pensado en divorciarse, decenas, cientos de veces. Pero cuando no había sido el miedo, había sido la incertidumbre lo que hizo que nunca llegara a dar el paso. También había otra razón además de la inseguridad a un futuro en soledad, ser una mujer divorciada y con un hijo pequeño, no era fácil en los 80, no en España. Esa razón, que le había sujetado más de una vez la mano antes de descolgar el teléfono para llamar a un abogado, se hallaba en un lugar recóndito de su corazón, donde aún existía una ínfima y secreta esperanza de que volviera ese Juan, ese del que se enamoró perdidamente; de que se fuera ese míster Hyde que lo había secuestrado, ese animal furioso, esa bestia irracional que solo se alimentara de sufrimiento, que solo fuera feliz viéndoles llorar, gritar. Porque Juan, su Juan no era realmente así, o tal vez sí. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Mientras Juanjo había sido pequeño la situación se había ido pudiendo bandear, pero Juanjo ya no era un niño, sabía perfectamente lo que ocurría en casa y cualquier día iba a ocurrir una desgracia. Juan encuentra su blanco preferido en el niño. Lo machaca y humilla constantemente, a veces piensa que el pobre demasiado cabal es para su edad, pero es solo cuestión de tiempo que se rebele y le desafíe. Juanjo pronto será un hombre. Vivían en una olla a presión, las ollas a presión son peligrosas si no se tratan con cuidado. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;"> Había días especialmente peligrosos, días que deberían venir resaltados en morado en su calendario particular, días que temía. Aquel era uno de esos días. Hoy daban las calificaciones de fin de curso en el instituto. Las chicharras parecían haberse vuelto locas y saturaban el ambiente con sus zumbidos, el aire estaba espeso, respirarlo apenas si aliviaba de una sensación de agobiante asfixia. Que un día morado coincidiera con un día de calor era malo, muy malo y aquel día hacía mucho, demasiado calor para ser un día junio. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El recuerdo de uno de aquellos días morados con calor se le coló en la mente como un escape de agua, como si de alguna forma ella estuviera intentando tapar una fisura en el tanque mental donde guardaba aquello e igual que agua a presión, el recuerdo se escapó por entre sus dedos, encharcando todo, empapándolo todo con su plasticidad, lleno de luz y color, haciéndola retemblar de pies a cabeza con su vivacidad. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Volvió a sentir el olor del mar, a ver sin necesidad de ojos el cielo azul inmaculado de nubes de aquel día de agosto. Ella estaba apoyada en la barandilla del balcón del apartamento. Juanjo estaba sentado en una silla de anea a su lado, tenía 8 años, quizás 9 ese detalle no lo recordaba bien. Unos metros abajo estaba la piscina con un montón de vecinos. Unos tomaban el sol, pero la mayoría estaban en el agua, chapoteando e intentando sobrellevar aquella ola de calor que les azotaba. El niño volvió a protestar. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Jooo mamá quiero bajar a la piscina. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— No, acabas de comer y no se puede uno bañar hasta que pasen al menos dos horas— dijo con un tono firme a la vez dulce la mujer </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Pero mamá mira todos esas personas, están bañándose. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— No insistas Juanjo. Ponte a hacer lo que quieras, pero no vas a bajar. No hasta las 6 y si te pones cansino tampoco bajarás a esa hora, porque te quedarás castigado. Tú verás. — Sentenció </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Entonces el crío en un acto de rabia saltó de la silla y pateó el suelo con la mala fortuna, que la chancla que llevaba en el pie salió disparada. Fue a parar a la mesa donde hacía un rato habían estado comiendo y donde aún estaban los platos sin recoger. La zapatilla de goma impactó en una jarra de gazpacho a medio vaciar y la derribó. En su caída se llevó por delante el casco de la botella de cerveza que había apurado su padre, dos vasos también de cristal con restos de la sopa fría, e hizo saltar los despedidos de la paella que habían almorzado de un plato. El estruendo de cristales rotos y el golpe húmedo del gazpacho al golpear el suelo pareció amplificado, a la vez que la imagen se reproducía a cámara lenta en su memoria; las cabezas chupadas de las gambas haciendo cabriolas en el aire, la lluvia amarilla de granos de arroz, la jarra estallado en pedazos, las baldosas de terrazo salpicadas… el grito de sorpresa y miedo de Juanjo y unos segundos que se alargaban cruelmente después el bramido de Juan. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¡Maldita sea! ¡Qué coño es ese ruido! ¡Ni echar la siesta puede uno! </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El niño aterrado buscó instintivamente la protección de su madre. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Nada, cariño, no pasa nada, se me ha caído un plato. — Mintió </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">La figura del hombre apareció en la terraza, solo llevaba puestos unos slips. Tenía los ojos hinchados e inyectados en sangre. El poco pelo que le quedaba en la cabeza se arremolinaba formando una especie de corona de espinas retorcidas y mustias. En el resto del cuerpo había aún menos pelo, a excepción de unos pocos, alrededor de los pezones grandes y de un rojo oscuro. Miró la escena y rápidamente descubrió la mentira piadosa. Con una fuerza y velocidad sorpresiva agarró al niño de un brazo arrancándolo de los brazos de la mujer que lo protegía como anticipándose a lo que iba a suceder. La otra mano del hombre empezó a golpear al chiquillo de forma despiadada, los azotes caían desde todas las direcciones y le alcanzaban fundamentalmente en la espalda, pero también recibía en la cara o los brazos. Juanjo lloraba y chillaba de dolor y miedo. Aquello era completamente desproporcionado, la mujer no podía consentirlo e intentó colocarse entre su marido y su hijo para evitar que continuara la paliza. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¡Pará! ¡Le estás haciendo daño! ¡Para animal! </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Parar lo que le voy es a dar más, ya que tú no eres capaz de educar a este mocoso, lo tendré que hacer yo. Aparta, aparta y no lo defiendas tanto. ¡Aparta de una maldita vez!— </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Pero la madre no se apartó. Entonces no supo cómo, pero puede que por pisar una salpicadura o por un empujón, o quizás por una combinación de las dos cosas Julia terminó en el suelo. El culo de la botella rota se le hincó en el muslo desnudo y la sangre comenzó a manar en un río rojo brillante. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Luego en la casa de socorro del pueblo dieron unos puntos y todo quedó zanjado como un desgraciado accidente. Pero ella lo vio en sus ojos, vio la satisfacción de “el te lo mereces” del “no debiste meterte” Y ahora hacia el mismo calor que aquel día, el aire estaba espeso igual que aquella tarde de verano. La cicatriz del muslo, había quedado reducida a poco más que una pequeña línea blanca, el tiempo había hecho su trabajo en la piel. No obstante no había podido borrarla de su mente, allí todavía estaba fresca y sanguinolenta, dolía y el dolor solo podía ser el heraldo de una nueva tormenta. Tenía miedo de lo que pudiera volver a ocurrir, ya había ocurrido demasiadas veces, cada vez eran peor, las tormentas no paraban de crecer. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El boletín de notas estaba sobre la mesa de la cocina junto a una caja de tachuelas. Juan está sentado en la silla, con una pierna sobre la otra, en la mano derecha sujetaba un ducados, que humeaba, con el dedo índice de la otra golpeaba la tapa de formica blanca. Los golpes eran rítmicos, lentos, contundentes. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Estarás satisfecho— Sentenció el hombre después de exhalar una bocanada de humo azulado y pestilente. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— No, no lo estoy. — dijo entre dientes el chaval mirando al suelo. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Dio igual que hubiera dicho “Sí estoy orgulloso” Juan no iba escuchar nada, ni a nadie. Él ya tenía suficiente con lo que venía escrito en esa cartulina doblada. No necesitaba ninguna explicación, no había posible excusa. Aquello simplemente era un desastre, seis suspensos en junio eran demasiados, inadmisible; Literatura, Latín, Matemáticas, Inglés, Física y Química, e Historia. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">—Y ¿no te da vergüenza traer esto a casa, presentar esto delante de mí, de tu padre?— De un brinco saltó de la silla y empezó a vociferar— ¡Claro que no te da! ¡Porque no la tienes, ni la has conocido!— </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Aplastó con furia el cigarrillo en un cenicero de cristal que también había sobre la mesa de la cocina. Este bailoteó por el empellón, y a punto estuvo de desparramar la ceniza y las colillas que contenía. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">La mujer que estaba junto a la puerta de la cocina a un paso de su marido, se sobresaltó y no pudo dejar escapar un gritito, un ¡Ay! </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Juan sin previo aviso soltó un guantazo que impactó sonoramente en la cara de su hijo que se tambaleo del impacto. El segundo golpe le acertó en el estómago, un puñetazo que hizo que el muchacho se doblara en dos. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Eres un perro desagradecido y te voy a tratar como te mereces, como un asqueroso perro que muerde la mano que le alimenta. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Y la mano que le había dado la bofetada se transformó en un puño y volvió a descargar, y esta vez el labio superior de Juanjo no resistió el envite rasgándose. La sangre comenzó a manar roja y brillante. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El adolescente levantaba los brazos intentando contener los golpes, protegerse de ellos. Pero Juan parecía un animal, un loco que lanzaba puñetazos y puntapiés contra su hijo hasta que terminó en el suelo hecho un ovillo. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¡Para! ¡Para, lo vas lastimar! ¡Para maldito animal!— La mujer estalló, no podía consentir aquella paliza. No aquel ensañamiento, no, aquello era su hijo, no un saco de boxeo. En un acto de desesperación comenzó a darle puñetazos en la espalda. Pero Juan estaba como loco, no atendía ni a golpes ni a razones, seguía y seguía pateando y golpeando al chiquillo. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Entonces desesperado por parar aquello asió el cenicero de la mesa, y armada con él le atacó. El hombre recibió el impacto en la cabeza. El golpe sonó húmedo, como si hubiera golpeado demasiado fuerte una sandía pasada. Juan se detuvo, dejó de golpear al chaval y se giró con una expresión híbrida entre la sorpresa, el dolor y la furia miró a su mujer. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Qué me has hecho? ¡Qué me has hecho! ¡Qué me has hecho maldita zorra!— gritaba mientras se llevaba una mano a la brecha de la cabeza, por donde la sangre fluía, igual que si su cabeza se hubiera transformado en la caldera de un volcán y de él manase una lava muy liquida y roja, muy roja, del rojo brillante de los deportivos del caballo rampante, un segundo más tarde se vio los dedos… Entonces en la mueca de la cara desaparecieron el dolor y la sorpresa y solo que se mantuvo la furia, una furia animalesca como ella jamás le había visto y sintió miedo, pánico. El pánico de un cervatillo delante de un lobo que le muestra las fauces, de un animal acorralado e indefenso. El cenicero manchado de sangre se le cayó de la mano entumecida, paralizada por el terror, haciéndose añicos contra el suelo de gres. El ruido del cristal contra la cerámica, fue como una campana, como la campana de un ring que anuncia el fin de un asalto o mejor dicho el anuncio de uno nuevo, porque ese sonido de cristal quebrándose la sacó de su estado de parálisis y dando un paso atrás comenzó a decir entre sollozos. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¡Vas a matar al niño! ¡Eres...Eres un monstruo! </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Me has atacado, me has golpeado ¡Puta! Lo vas a lamentar, vas a lamentar no haberme dado más fuerte.— Amenazaba mientras con un ágil movimiento se sacaba el cinturón de cuero negro y hebilla de acero de las trinchas del pantalón vaquero, y continuó — Esto lo debería haber hecho hace mucho, pero nunca es tarde si la dicha es buena. Hoy vais a aprender quién manda en esta casa. Tú y ese mocoso que has malcriado vais a prender a quien debéis obediencia y respeto. Vaya si lo vais a aprender ¡Por éstas! Dijo y se besó el puño en el que se había relíado el cinto. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El grito de terror de la mujer fue acallado por el de dolor al recibir el primer correazo que le alcanzó en los brazos con los que intentó protegerse de manera instintiva el rostro. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El brazo de Juan se alzó para asestar otro azote. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¡NO! ¡NO TE ATREVAS A VOLVER A TOCAR A MI MADRE O SERÁ LO ÚLTIMO QUE HAGAS— La voz de Juanjo sonó rotunda, autoritaria, como si no fuera la voz de un chico de quince año, como si fuera la voz de un hombre, uno de los que no amenazan en vano. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Juan se detuvo y casi sonreía mientras se daba la vuelta para volver a encarar a su hijo. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Y quién lo va a impedir, el hombrecito de la casa? Acaso lo vas a impedir tú, montón de mierda. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Entonces lo vio. Juanjo de pies, armado con el cuchillo cebollero que había sacado del soporte magnético de la pared. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¡Vaya! ¡Qué miedo! El nene tiene un cuchillo— Dijo con sorna y siguió. — Hay que tener muchos cojones para usar eso y tú no los tienes. Eres una mierda. No tienes lo que hay que tener. Suelta eso, no te vayas a hacer pupa— concluyó alzado el brazo para dar un correazo en la mano que sujetaba el cuchillo. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Juanjo con la agilidad y los reflejos de sus quince años esquivó el cinturón; casi por la propia inercia del paso que dio en dirección a su padre, le hincó la hoja de 20 centímetros de acero del cuchillo Arcos en el vientre. La hoja entró con asombrosa facilidad en las tripas de su progenitor, como si hubiera acuchillado un taco de mantequilla. La cara de Juan se volvió blanca de repente, blanca y roja como si fuera la de una geisha cubierta de polvos de arroz, a la que mono con una barra de carmín le hubiera dado su toque personal. La boca se le abrió en una mueca, más de sorpresa que de dolor al mismo tiempo, que una masa de sangre oscura y viscosa y se desplomó desparramándose en el suelo de la cocina. </span></span><br />
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">El chaval estaba paralizado, inmóvil como la mujer de Lot que contempla la ira de Dios, la suya, la que acaba de segar la vida de su padre. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— ¡Qué has hecho! ¿Qué has hecho hijo mío? Gritaba su madre enloquecida. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Sí ¿qué había hecho? Había matado a su padre, por defender a su madre, porque su madre lo estaba defendiendo a él de su padre, porque él acaba de suspender 6 asignaturas 2º de BUP. Él era el culpable de aquello, porque él era el niño malcriado “el asqueroso perro que muerde la mano que lo alimenta”. La solución apareció en su mente como un fogonazo, como un rayo en la mitad de las nubes negras de su tormenta. Dio dos zancadas, pasando por encima del cadáver de su padre y se acercó hasta su madre, que lloraba desecha en el suelo arrumbada contra el marco de la puerta de la cocina. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Mamá. Te quiero— Le susurró a la vez que la besaba la cabeza pues tenía el rostro oculto entre las manos. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Desandó las dos zancadas volviendo a cruzarse con el cuerpo su padre arrellanado en medio de un charco de su propia sangre. Se detuvo, lo contempló y le dijo </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">— Lo siento papá. Siento no haber estado a la altura. Te quiero. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;">Y sin más preámbulos se volvió hacia la ventana corredera, que estaba junto a un paso de donde había acuchillado a su padre, la abrió, de un pequeño impulso saltó al patio de luces. Las cuerdas de siete tendederos no pudieron evitar que se destrozara la cabeza contra el suelo rojo de baldosines catalanes, rojos, casi tanto como su sangre y la de su padre. </span></span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: large;"><br /> <br /><br />FIN </span></span><span style="font-family: "times new roman" , "serif"; font-size: 12.0pt;"></span>
Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-19763009864139348482020-03-21T19:33:00.002+01:002020-03-21T19:59:17.225+01:00Recuerdos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-oEVObsSHllI/XnZflzyrvZI/AAAAAAAAUOc/ZTdGwSZBB40u5NGFehkOd2s3P519aSubwCLcBGAsYHQ/s1600/3546036480.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="180" data-original-width="180" src="https://1.bp.blogspot.com/-oEVObsSHllI/XnZflzyrvZI/AAAAAAAAUOc/ZTdGwSZBB40u5NGFehkOd2s3P519aSubwCLcBGAsYHQ/s1600/3546036480.png" /></a></div>
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<br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Estaba preparada, sí, había trabajado para esto durante casi toda su vida y ya tenía ochenta años. No la iban a pillar desprevenida, no a ella. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">La anciana calló y besó la foto de Augusto, su hijo, mientras la devolvía con suma delicadeza al estante del mueble bar del comedor. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Hablar sola no era malo, no cuando no tienes a nadie con quien hacerlo, no cuando estás sola. Le había pillado el truco y le gustaba hacerlo, de hecho tenía largas conversaciones con ella misma. ¿Acaso no había personas que jugaban partidas de ajedrez contra ellas mismas?, pues ella charlaba con ella misma, punto. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">La mayoría de las veces en las charlas se recordaba anécdotas de cuando aún era más joven, como si se las estuviera contando a una amiga. “Más joven”, es fácil ser más joven con 80 años y tres cuartos. La risita, se le escapó como si fuera la de una colegiala traviesa soportando un sermón. La edad está en la cabeza, y llegaba un momento, sobre los 20-30 años, según sea cada persona, en que la mente completa su crecimiento, se estabiliza, se planta y ya no envejece más, por decirlo de algún modo comprensible, la consciencia de uno mismo se desliga del cuerpo ya que éste sí seguirá envejeciendo. El cuerpo físico solo es un envase, una especie de vehículo que se te proporcionaban para poder vivir, igual que el traje de los astronautas para ir al espacio, por eso a partir de ese momento la edad mental y la edad física jamás volverían a estar en armonía. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Una lama de la persiana del salón comedor crujió, sacándola de sus pensamientos. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Maldita sea, ya está aquí otra vez querida. Otra vez está rondando la casa con sus patas peludas y negras esa maldita araña. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— No temas, no puede entrar. Primero están las rejas, y luego las persianas protegiendo las ventanas, son fuertes; ese maldito bicho no podrá entrar. Ya sabes que lo ha intentado muchas veces. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Es verdad, además Augusto no tardará en volver, ese bichejo no se atreverá a meterse con el niño. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">La risilla volvió a escaparse otra vez de entre sus labios, aún tersos y rosados </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Deberías de dejar de llamar “niño” a Augusto, es un hombre hecho y derecho. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Calla, siempre será mi niño, da igual los años que tenga. Él no se lo toma mal, sabe que se lo digo con cariño. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Ahora los golpes llegaron desde la puerta de entrada, no sé qué pretendía aquella criatura. Era una puerta blindada, y sus ocho patas podrían golpearla todo lo que quisieran, no cedería un ápice. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Estás segura, verdad querida? se dijo mientras apretaba en una mano el camafeo con la foto de su hijo, que llevaba en uno de los bolsillos del batín. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Claro que lo estoy, Agusto dijo que la casa estaba segura, no hay nada que temer. Ya se marchará. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">La anciana dio un par de pasos inseguros hacia el sillón de orejas. Se sentaría un rato, aunque en su cabeza siguiera siendo una mujer joven sus piernas no lo eran. La araña parecía que se había aburrido de aporrear la puerta y se habría marchado en busca de otra cena más sencilla, mejor, era molesto. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Junto al orejero había una lamparita que se apoyaba en una mesita telefonera, donde había un teléfono negro antiguo de los de baquelita, obsoleto, con una pantalla amarillenta que la luz de la solitaria bombilla de 25 vatios apenas si podía atravesar. Un poco más allá otra mesita de café donde descansaba un álbum de fotos de tapas de cuero rojizo y aspecto ajado. Una vez sentada se hizo con él no sin esfuerzo, era pesado. Era su álbum favorito tenía muchos más álbumes, una estantería llena de ellos, y no solo de fotos como aquel. Los tenía rellenos con entradas de cine, a museos, billetes de tren, incluso había alguno con cajitas de cerillas a las que había recortado la tapa, servilletas o envoltorios de chocolatinas. En esa librería tenía almacenado todo un archivo de recuerdos. No obstante no era la única, tenía otras estanterías dedicadas a otro tipo de recuerdos, porque todos no se podían guardar en álbumes. Una de sus preferidas era la estantería con artículos de fumador. Sí antes se fumaba mucho, todo el mundo fumaba, sobre todo los hombres, luego también se apuntaron las mujeres, y en todos los lugares había ceniceros o mecheros serigrafiados con “Rdo. de...” Ella los había ido comprando, recopilando, y guardando cuidadosamente; bueno tenía que reconocer que no todos fueron comprados, sí debía reconocerlo, algunos simplemente se “cayeron” en su bolso. En estos ni siquiera ponía recuerdo de, simplemente los vio en algún café, o restaurante, le gustaron y sintió la imperiosa necesidad de tenerlos y no solo fueron ceniceros, también tazas, vasos, jarras y hasta alguna fuente. La risa volvió a aparecer en su rostro. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Ladrona. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Cómo te atreves a llamarme eso? Solo son recuerdos, nadie los echó en falta. Ahora solo serían basura, en cambio yo los he conservado, los he cuidado y les he dado valor. No me vuelvas a llamar eso. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Abrió el pesado álbum, con el ceño fruncido en una expresión de enfado, que se suavizó apenas contempló las primeras fotografías en blanco y negro. Estaban apergaminadas y la débil luz de la lamparita no hacía que su aspecto deslucido mejorase. La anciana se acomodó las gafas de gruesos cristales y suspiró. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Siempre fue un niño precioso. Murmuró. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— El más bonito, querida. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Estás preocupada? </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Claro, ¿cómo no lo voy a estar? ¡Qué cosas dices! </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Una lágrima rodó por el rostro apergaminado de la mujer. Con la agilidad de un mago hizo aparecer un pañuelo y la secó, también se enjugó los ojos para evitar que el resto de las que se acumulaban se desbordaran. Volvió a colocarse las gafas con un ademán de orgullosa dignidad que le impedía llorar e hizo desaparecer el pañuelo igual de mágicamente que lo hizo aparecer y continuó. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Es un soldado, uno de los mejores, acabará pronto con todo esto. Ya lo verás. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Pasó varias páginas del álbum hasta que llegó a una, donde las fotografías eran de color, pero de un color desleído, donde el revelado químico al parecer no había impresionado suficientemente los colores y todos eran un tono más apagado de lo que debieran. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Lo ves, apostilló la anciana, señalando una foto de 10x15 donde se veía a un muchacho vestido de uniforme besando una bandera.— El mejor plantado de todo el cuartel, recuerdo aquel día perfectamente. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Sí querida, hacía un calor terrible, era bien entrada la primavera, casi verano. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Quieres contarlo tú? Es mi niño, yo estuve allí, tú lo sabes de oídas, yo lo sé porque lo viví. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— No, no solo hice un comentario. Hoy estás insufrible. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Sí tan insufrible estoy, mejor no te cuento nada, además ya conoces la historia… Dijo mientras cerraba el libro de golpe. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Tampoco es para ponerse así. No te enfades conmigo querida, sabes que me encanta que me cuentes historias, que me cuentes cómo era todo antes, antes de esto. Son momentos difíciles, estás cansada, más cansada de lo que quieres reconocer. Anda cuéntame. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Está bien, puedes que lleves algo de razón y esté un poco irascible, te contaré. Fue el día uno en el campamento de la Legión, en Ronda, en Málaga, hacía un calor de mil demonios, tanto que incluso dos chicos se desmayaron justo detrás de Augusto, pero él no, él entonces ya era todo un hombre y aguantó sin pestañear todo el rato a pleno sol. Luego cuando terminó y dejaron de ser reclutas, me dijo con los ojos abiertos como platos, “Mamá ya no soy un recluta”. Estaba tan orgulloso, y yo era tan feliz de que él lo estuviera, tan orgullosa de él… </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Esta vez los golpes sí parecían que fueran a arrancar la puerta de sus goznes. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¡Dios mío!— Exclamó respingando en el sillón orejero. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Aquello no era la araña, aquello debía de ser algo mucho más fuerte. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Qué ha sido eso querida? </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— No lo sé, pero calla, no hagas ruido, si no lo hacemos quizás eso que ha golpeado la puerta se vaya. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Con mucho cuidado buscó la perilla del interruptor de la lamparita y apagó la luz. Mejor permanecer a oscuras, sí porque había bichos que podían detectarla, Augusto se lo había dicho, que solo usara bombillas de poca potencia, la menor luz posible, era lo más seguro. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Esta maldita guerra ya duraba demasiado tiempo. “Mamá el deber me llama. Tengo que marchar, pero volveré pronto. Te quiero” Eso le había dicho su hijo cuando se marchó. Hace, hace… </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Hace mucho querida. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Calla, nos van a descubrir, y no hace tanto. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Un mes o dos, tres a lo sumo. El tiempo ahí encerrada se deformaba con facilidad. No había televisión o radio, aquellos aparatos eran inútiles, las emisoras fueron intervenidas por el enemigo, estaba aislada dentro de su casa, su pequeño bunker. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— No va a volver. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Que te calles— Dijo entre dientes. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Otro estruendo hizo retumbar toda la casa. Algo romo y duro había vuelto a golpear la puerta. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— No, no va a volver. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Claro que va a volver, maldita bruja. Está en el frente, no habrá permisos ¿Qué insinúas? </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Es mentira y lo sabes. ¿Dónde está el padre? </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">― ¿El padre?… ¿a qué viene eso ahora? Ya sabes dónde está su padre. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— No, no lo sé y tú tampoco, porque te abandonó después de dejarte preñada querida. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Mi marido murió en un accidente, durante unas maniobras, en África. Por eso Augusto quiso ser militar, aunque por ser huérfano de padre e hijo único, no tenía por qué hacer la mili, pero se presentó voluntario, quería seguir los pasos de su padre. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Cómo se llamaba tu marido? Querida, ¿Cómo te llamas tú? ¿Cómo nos llamamos? </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¿Qué cómo se llamaba mi marido? ¿Qué cómo me llamo? Yo me llamo… mi marido se llamaba… Aug… Augusto como mi hijo… yo me llamo… </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">El tercer golpe hizo que el marco de la puerta reventara y esta se abriera como si fuera una boca a la que le hubiesen dado con un bate de béisbol. Un chorro de luz penetró en el salón de la casa. Dos hombres uniformados entraron dentro. El hedor que les recibió fue tan penetrante que dieron un paso atrás. Desde su retaguardia dos figuras envueltas en monos blancos y mascarillas les rebasaron, llevaban unas potentes linternas, con la que escudriñaron el interior de la vivienda, hasta que el haz de luz descubrió una forma humana. Ahí estaba la anciana, cubierta de harapos y rodeada de basura. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— ¡Nos han descubierto, nos han descubierto! Es el enemigo, estamos perdidas. Tenemos que luchar, no podemos rendirnos. No me atraparan sin lucha. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">— Sí querida, no nos rendiremos. Augusto vendrá a rescatarnos, ya no debe tardar. </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe width="320" height="266" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/iQ5iuREPokw/0.jpg" src="https://www.youtube.com/embed/iQ5iuREPokw?feature=player_embedded" frameborder="0" allowfullscreen></iframe></div>
<span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">FIN. </span></span><br />
<br />Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-22592340147519523582020-01-29T14:53:00.001+01:002020-01-31T01:30:26.962+01:00El Globo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-rQDe0Qieteo/XjGMelo_K9I/AAAAAAAATQc/chNLnsoluZMj31UaTmaOXRTbnfs7OR0XwCLcBGAsYHQ/s1600/globo-azul-espacio-copia_23-2148294781.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="626" data-original-width="626" height="320" src="https://1.bp.blogspot.com/-rQDe0Qieteo/XjGMelo_K9I/AAAAAAAATQc/chNLnsoluZMj31UaTmaOXRTbnfs7OR0XwCLcBGAsYHQ/s320/globo-azul-espacio-copia_23-2148294781.jpg" width="320" /></a></div>
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<![endif]--><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"><br /></span></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">El globo salió por la ventanilla del coche. El cristal primero se combó cuarteándose en un millón de pedazos; el segundo golpe de la maza abrió un agujero por el que el globo azul salió como si hubieran golpeado una piñata. El llanto desesperado del niño también salió ahora con más claridad, una claridad que taladraba tímpanos y encogía corazones. Estaba atrapado en su silla, en esa misma silla que le había salvado la vida. Los bomberos luchaban desesperadamente por rescatarlo del amasijo de hierros y plástico en que se había convertido el automóvil; antes de que fuera demasiado tarde. No sabían si estaba herido y trabajaban a contrarreloj. Un bombero intentaba introducirse por la ventanilla rota para asirlo, mientras le hablaba para intentar tranquilizarlo, pero no podía alcanzarlo, eran solo unos pocos centímetros, pero hubiera dado igual que hubieran sido kilómetros, era físicamente imposible. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">La criatura gritaba y gritaba, mientras seguía en su prisión, contemplando la sangre, el pelo y los pedazos de carne sin sentido en que se habían convertido los cuerpos de sus padres; que parecían muñecos rotos, pero como si esos muñecos rotos también hubieran explotado, igual que cuando él alguna vez había pisoteado las bolsitas de ketchup del burguer, hasta hacerlas reventar. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">La chapa escupió una salva de chispas cuando sintió la dentellada del disco de la amoladora. Había que acceder al habitáculo de cualquier forma, tenían que sacar al niño de allí. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Era una dotación de bomberos experimentada, buenos hombres, buenos profesionales pero aquel día la fortuna, el destino o quizás algún dios decidió que ese niño nunca saldría de ese automóvil. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Siempre existen riesgos, pero antes de decidir utilizar la radial, se comprobó que no hubiera ninguna fuga de combustible. Sin embargo, en algún momento, en el conducto que comunicaba el depósito de gasolina con el motor se produjo una fisura. Una minúsculo pelo por donde comenzó a manar el hidrocarburo. No fue necesario que el líquido fuera alcanzado por una chispa. El vapor que desprendía la gasolina se inflamó con pasto seco, pero como un pasto seco explosivo. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">El coche estalló en un hongo de fuego viscoso. La onda expansiva mató al bombero que manejaba la radial e hirió gravemente a dos más; del niño y sus padres apenas si quedaron algunos pedacitos chamuscados que harían trabajar muy duro a los forenses. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">La perturbación de la explosión viajó en todas direcciones como las ondas provocadas por una piedra que se arroja a un estanque. El globo que había salido del coche y flotaba a merced de las corrientes de aire también la sintió; de repente se vio empujado con violencia, alejado del lugar del accidente, hasta que por efecto del rozamiento, fue perdiendo velocidad y quedó atrapado en otra corriente de aire que lo transportó fuera de la carretera, hacía unos bloques de apartamentos. Una nueva racha le hizo virar hacia la terraza de un piso donde un abuelo tomaba el sol sentado en una hamaca plegable de playa. La mano del anciano agarró el globo por el cordel que pedía de él.</span></span><br />
<br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">-Mira Teo, mira lo que he pescado, Dijo triunfante el anciano entrando en el apartamento, mientras le ofrecía el globo a su nieto. Un globo, un globo azul. Llegó volando hasta aquí ¡Qué suerte! </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">El niño estaba arrellanado en el suelo del salón, jugaba con unos coches en miniatura, haciendo carreras. En ese momento el coche rojo, el que dirigía con su mano derecha, comenzó a dar vueltas de campana, porque el coche azul, el que controlaba con su manita izquierda lo había echado de una carretera imaginaria. Cuando vio a su abuelo soltó los cochecitos.</span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">-¡Dámelo!¡dámelo abuelo! Reclamó el niño.</span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Miraba el globo embelesado. Aquel globo azul que había llegado como por arte de magia se le antojó la cosa más maravillosa del mundo, mucho más interesante que sus coches de juguete. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">El látex turgente del globo reflejaba los rayos del sol haciendo que su azul brillara de forma hipnótica. Teo estaba encantado con él, ya era un niño de casi diez años, mayor para que un globo le pareciera algo tan interesante y atrayente, pero el caso es que ese globo no era un globo normal, de esos que se puede comprar en una feria, ese globo había llegado a él de una forma mágica y eso lo hacía especial. Lo guardó en su habitación cuidándose de que las ventanas estuvieran bien cerradas, no fuera a escaparse. El globo se quedó allí suspendido en el aire, pero sin llegar a pegarse al techo, porque debía de haber perdido algo de gas y su flotabilidad ya no era la misma que cuando recién lo inflaron. Eso preocupaba al niño, tenía la suficiente experiencia, para saber que tarde o temprano todos los globos de deshinchaban y quedaban reducidos a unas especies de vejigas arrugadas. No obstante algo le decía que a su globo no le iba a pasar eso, tenía la certeza de que su globo era especial. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Pasó el tiempo y Teo se olvidó el globo, sí seguía flotando a media altura en su cuarto pero ya no le prestaba atención, al fin y al cabo solo era eso, un globo. Un día, al volver del colegio el globo estaba en medio de la habitación, estaba enfadado, mamá le había regañado y entró en la habitación y de un manotazo lo apartó mandándolo a un rincón entre la cama y el armario. Allí se quedó el globo, suspendido en el aire, como esperando. Esa noche fue la primera que se atrevió a hablar. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Teo, se metió en la cama como cualquier otro día, estaba cansado pero aún disponía de 20 minutos antes de que el programa de control parental le apagase la tablet. Odiaba profundamente aquel dichoso programa, pero sobretodo odiaba la expresión de satisfacción con que su madre le miraba cuando le chantajeaba con bloquearle alguna aplicación, o con reducirle el tiempo asignado si no hacía lo que le mandaba, sabedora de que tenía la carta ganadora. La pantalla de la tablet iluminaba con su luz la cara del niño, era la única luz de la habitación, pues tanto la de la mesilla, como la del techo permanecían apagadas. Los veinte minutos volaron y la tablet se apagó ante el desespero de Teo. Por qué siempre tenía que apagarse en el mejor momento, estaba viendo el video de un streaming de Fortnite donde Ninja había killeado a Marshmellow y estaba looteándolo. La habitación quedó completamente a oscuras. Teo se resignó y se arrebujó en el edredón aunque sin sueño, el efecto de la luz del dispositivo aún tenía confundido a su cerebro, que no entendía que era de noche y que debía dormir. Cerró los ojos, sus retinas sobreimpresionadas le hicieron ver garabatos lumínicos, como si dentro de los globos oculares tuviera una luciérnaga y esta estuviera realizando algún baile de cortejo. Los abrió pestañeando para intentar deshacerse de esa incómoda sensación, pero casi fue peor porque ahora, aún con los ojos abiertos veía una luz azul. Volvió a pestañear, se refregó los ojos con los puños, pero la luz no desaparecía. Se incorporó hasta quedar sentado en la cama, giró la cabeza y la luz salió de su campo visual pero al volver a mirar al frente la luz azul seguía allí. Tenía una forma abombada, y no era brillante, estaba tamizada como la luz lamparita de la mesita de noche, cuando la bombilla de bajo consumo estaba a punto de agotarse, solo que aquella luz era de color azul. Y entonces cayó en la cuenta, de que era el globo lo que lucía.</span></span><br />
<br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">-Hola Teo, no te asustes. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">La voz sonó dentro de la cabeza del niño. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">-Sí, soy yo, tu amigo, el globo. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Era una voz calma, agradable, ni de hombre ni de mujer. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">El crío huyó a refugiarse debajo del edredón y apunto estaba de ponerse a gritar, cuando el globo volvió a hablar. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">No temas Teo, no te voy a hacer daño, sólo soy un globo. Quiero pedirte un favor. Por favor no grites. Si despiertas a papá o a mamá, me harán explotar y moriré. Me dolerá mucho Teo. Por favor no lo hagas. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">En la voz del globo había una súplica un ruego. El niño permaneció en silencio pero no se atrevió a mover un músculo, la voz volvió a sonar dentro de su cabeza. </span></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">-Teo ya eres un chico mayor, ya no juegas con globos. Llevo encerrado en este cuarto muchos días, solo quería pedirte que si no te importa, me dejes salir. Abre la ventana del cuarto y me marcharé en busca de otro niño, uno más pequeño que quiera jugar conmigo, al que pueda hacer feliz. </span></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Teo escuchó con atención la sugerencia. No le pareció una mala idea, él abría la ventana y el globo parlanchín desaparecía, todos contentos. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Armándose de valor se asomó la cabeza fuera del edredón y contempló que el globo seguía allí, a los pies de su cama, flotando en el aire. con su luz pálida y azul. El pie desnudo del niño sintió la frialdad del suelo, no obstante la ignoró, luego sacó el otro y se puso de pie. Sin volver la mirada al globo se dirigió a la ventana de la habitación, giró la manilla y la abrió. La persiana estaba a medio echar, había sitio de sobra para el globo pudiera salir. El aire fresco de la noche penetró en el dormitorio, el escalofrío le recorrió todo el cuerpo al chiquillo que retembló. “Gracias Teo, has sido muy amable”. La voz resonó en su cabeza mientras, por el rabillo del ojo observaba como el globo se dirigía hacia él flotando. Cuando llegó a su altura se detuvo justo a su lado y la luz que brillaba en su interior se desvaneció, volviendo a dejar la habitación a oscuras. Sintió el roce del cordel del globo en la mano, y acto seguido como se le enrollaba en la muñeca con rapidez y fuerza. El globo empezó a tirar de él en dirección a la ventana. El cordel le apretaba y se le hincaba en su delicada piel; dolía, era muy fuerte, y lo estaba arrastrando a la ventana. El niño comenzó a gritar e intentó aferrarse a la cama, aunque fue inútil, no podía competir con la fuerza de tracción de aquel balón de látex flotante. El padre entró en la habitación justo en el mismo instante que en que Teo desaparecía por el marco de la ventana. Por unos instantes quedó suspendido a la altura de un sexto piso en la negrura noche. Pataleaba, lloraba, gritaba de pánico y dolor, entonces el cordel que le rodeaba la muñeca, que se había clavado en la carne, se aflojó dejándolo caer desde unos 20 metros de altura. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">El globo azul se alejó mecido por una corriente de aire ascendente, subió, subió hasta que la diferencia de presión lo hizo explotar. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">No demasiado lejos de allí, concretamente a unos 35 kilómetros de la casa de Teo, Oana una joven rumana soplaba el brasero de picón para prenderlo. La casa era vieja y fría y no se podían permitir el gasto de luz que suponía una estufa eléctrica, apenas si podían hacer frente al alquiler social. Su marido Doru, ya estaba en la cama pero no dormía, hacía más de 15 días que ellos no podían dormir. No, no desde que faltaban sus pequeños Ioan y Crina, no desde que aquel fatídico día en que los niños murieron, desde que aquellos malditos bastardos les mataron a sus niños. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Los chiquillos jugaban en la calle, cuando el coche en el que iban les arrolló. Esos perros huían de uno de los clanes de la droga locales Eran conocidos en el barrio, policías corruptos, que hacían la vista gorda a cambio de ya fuera drogas o de dinero, pero aquel día cabrearon a alguien al que no debieron cabrear. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Solo tenía que cerrar los ojos para volver a ver, igual que en una película macabra, como los cuerpecitos de sus hijos eran pisoteados por las ruedas del coche. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Ella estaba en la puerta, despidiendo a su esposo que se iba a trabajar, en un puesto ambulante, vendiendo globos en las fiestas de un barrio cercano. Entonces el coche apareció rugiendo, los neumáticos chirriaron al doblar la esquina. Ella lo supo, lo presintió de alguna forma y llamó a los niños, intentó salvarlos, les gritó para que salieran de la calzada, pero los niños se quedaron paralizados como conejos y de la misma forma fueron atropellados, como animales. Ni siquiera frenaron, ni siquiera miraron atrás cuando pasaron por encima de sus cuerpecitos. En ese momento juró maldecirlos, pagarían ojo por ojo y diente por diente. Los dos, el que conducía y el que lo acompañaba. Aquellos perros pagarían por la muerte de sus hijos. Ella se encargaría de ello. Podrían huir, esconderse del clan de los Chachos, pero no de ella, de ella, no podrían hacerlo. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Se sentó en el borde de la desvencijada cama con los ojos rebosantes de lágrimas otra vez. En ese justo instante un escalofrío le recorrió la espina dorsal desde el coxis hasta la nuca. Fue un escalofrío, uno placentero, parecido al placer sexual. Los supo, el círculo se había cerrado, ahora sus pequeños Ioan y Crina podrían descansar en paz. Aquellos malditos asesinos habían pagado, su venganza se había cumplido. </span></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">Fin. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe allowfullscreen="" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/kUd6vw3n9Zg/0.jpg" frameborder="0" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/kUd6vw3n9Zg?feature=player_embedded" width="320"></iframe></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
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<br /></div>
Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-21111830980534205132019-11-02T19:18:00.000+01:002019-11-02T19:40:08.827+01:00Tac, tac, tac...<span style="font-size: large;"><br /></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "trebuchet ms" , sans-serif;"><br /><span style="font-size: large;">Sí, todos muy maduros, todos muy seguros de que hemos dejado atrás esos miedos infantiles, al monstruo de debajo de la cama, o al que se esconde dentro del armario. Ya no tenemos miedo a ir a oscuras por nuestra casa, ya no encendemos las luces para llegar a la cocina para asaltarla furtivamente de madrugada. Nos hemos hecho mayores, los niños lloran, gritan, temen a la oscuridad, porque los niños pueden ver. Los adultos no, ya no tienen miedo, pierden esa capacidad para percibir el otro lado. Pero el miedo nunca nos abandona solo cambia, muta, porque no hay nada más libre que el miedo. </span><br /><br /><br /><span style="font-size: large;">Tac, tac, tac... Tac, tac, tac…</span><br /><br /><span style="font-size: large;">El patrón se repetía, tres golpecitos sobre el suelo, rápidos, como si unas uñas estuvieran tamborileando, como si tuvieran prisa, como si estuvieran esperando junto a un teléfono a que sonase; luego de los golpecitos un roce, el roce de algo que se arrastra, que se arrastra y que se acerca. </span><br /><br /><span style="font-size: large;">Es un bicho, un ratón. ¡Oh dios santo! Un ratón se ha colado en casa y está correteando por ahí al amparo de la oscuridad. Ese solo pensamiento le puso el vello de punta. ¡Un ratón! una criatura sucia e infecta de hocico bigotudo, con una cola de lombriz, husmeando y royendo sus muebles, su comida. ¡Qué asco!</span><br /><br /><span style="font-size: large;">Tac, tac, tac… Tac, tac, tac…</span><br /><br /><br /><span style="font-size: large;">En un acto reflejo e infantil se tapó la cabeza con el edredón, como si fuera una capa mágica que le fuera a proteger de la malvada alimaña. Se estaba agobiando, debajo del nórdico la temperatura era varios grados más alta y su respiración contra él, la elevaba aún más la sensación de asfixia, aquello era ridículo.De un tirón emergio de entre las ropas de cama.</span><br /><br /><span style="font-size: large;">Tac, tac, tac… Tac, tac, tac... </span><br /><br /><br /><span style="font-size: large;">Aquello continuaba acercándose, y no, no era un ratón, era algo más grande, más pesado, más lento, más contundente. Un ratón es una criatura nerviosa, se movería más rápido. Haría ruido, eso le daría mas informacion de eso que se aproximaba al dormitorio y con un poco de suerte lo espantaría. Se giró con mucho cuidado sobre sí mismo sin dejar de mirar hacia la puerta, que apenas se intuía en la penumbra. Alargó un brazo hasta que sus dedos tentaron el suelo de frío mármol. Ahora fueron sus dedos los que corretearon en busca de una de sus zapatillas. La agarró y golpeó el suelo, una, dos veces. El chasquido de la goma contra el mármol sonó estruendoso. Luego se detuvo a oír conteniendo la respiración.</span><br /><br /><span style="font-size: large;">Tac, tac, tac… Tac, tac, tac... </span><br /><br /><br /><span style="font-size: large;">Aquella cosa debía haberlo oído. ¡Por dios! Medio edificio debía haber oído el zapatillazo en la quietud de la noche, pero no se había inmutado. La cadencia, la intensidad de los golpecitos seguían siendo los mismos, igual que si fuera una máquina, como los engranajes de un reloj. Por un instante imaginó un juguete avanzando por el pasillo, uno de esos juguetes del siglo pasado que funcionaban a cuerda y que estaban hechos de latón, un tanque de guerra, pintado de verde y que le estaba apuntando con su cañón. Apartó el pensamiento como se aparta a una mosca de un plato de comida.</span><br /><br /><br /><span style="font-size: large;">La cosa ya pasaba de castaño a oscuro, era un hombre hecho y derecho y no podía estar acobardado como un colegial, escondido en la cama. Aquellos golpecitos tendrían alguna explicación tan trivial, que cuando lo descubriera no podría de dejar de reir durante una hora.</span><br /><br /><span style="font-size: large;">Tac, tac, tac… Tac, tac, tac... O no.</span><br /><br /><span style="font-size: large;">De un respingo se incorporó para quedar sentado en el borde de la cama y de un manotazo encendió la luz. La claridad le cegó hasta que sus pupilas se contrajeron para adaptarse. Los pies buscaron de forma mecánica las zapatillas y se metieron en ellas huyendo del frío suelo.</span><br /><br /><span style="font-size: large;">Tac, tac, tac… Tac, tac, tac... </span><br /><br /><br /><span style="font-size: large;">Entonces lo vio, su mente no encontraba un nombre con el cual definir a aquello que acababa de cruzar el marco de la puerta del dormitorio. La única que halló fue “cangrejo”. Sí aquello que estaba acercándosele era una suerte de cangrejo parduzco de enormes, de patas y pinzas amenazantes y poderosas, un crustáceo que parecía salido de otro tiempo pretérito, de cuando la Tierra estaba gobernada por criaturas de proporciones monstruosas, como recién salido de una pesadilla lovecraftiana. En ese preciso momento todo cobró sentido y despertó. </span><br /><br /><br /><span style="font-size: large;">Mil veces hubiera preferido que aquella alimaña hubiera sido real, y que le hubiese atacado con sus pinzas negras. Estaba llorando. Sobre la mesilla de noche estaba el informe del patólogo con el diagnóstico: Hepatocarcinoma en estadio 4. </span><br /><br /><br /><span style="font-size: large;">FIN</span></span></div>
Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-16896143992762948612019-10-19T11:38:00.000+02:002019-10-19T11:38:40.308+02:00Tras la zanahoria <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
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<iframe width="320" height="266" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/4_frA15MFGQ/0.jpg" src="https://www.youtube.com/embed/4_frA15MFGQ?feature=player_embedded" frameborder="0" allowfullscreen></iframe></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="font-size: large;"><br />Sientes como se te descarna el cuerpo, como la carne deja atrás los huesos, porque los huesos, igual que si fuéramos árboles, son las raíces y las raíces no se pueden arrancar, si quieres seguir vivo. Me voy, una vez más marcho, este es mi castigo, este fue mi premio, la distancia. Soy el burro que persigue eternamente la zanahoria, a sabiendas que la zanahoria no se puede alcanzar. Ya es tarde para fingir otra cosa, es más fácil seguir, seguir tirando del carro tras la zanahoria. Aprendes a mentirte, aprendes a sonreír a conformarte. Eres un magnífico actor porque no puedes vender fracaso, vendes triunfo. Marchaste, nadie marcha a la derrota y nadie quiere volver con ella. Se inventan palabras, expresiones vacías que ocultan las que duelen. Les ocultas del dolor a los demás, porque sientes las vergüenzas propias y ajenas, porque sientes el dolor propio y el ajeno, el que causaste, el que causas, y el que causarás, porque fuiste víctima, juez y verdugo. Tres en uno, trino y unidad, como un dios inmisericorde capaz de causar dolor en los tres tiempos, pasado, presente y futuro, tan grande es mi poder, tan poderoso soy.<br /><br />Las calles cambian, los edificios se echaron abajo y se levantaron otros que te resultan ajenos, como piezas de un puzzle que no se corresponde con la imagen de la caja. El asfalto no te conoce, las aceras son de otro color, los árboles engordaron y crecieron. Aún recuerdas cuando solo eran varas con unas pocas hojas. Eres un forastero en un propia casa que cada vez le es más extraña. Te cruzas con rostros que se parecen a personas que conociste, pero que son más viejas, caras que en tu cabeza no habían envejecido, rostros que has protegido como fotografías antiguas que no han amarilleado, pero que ahora empujan carritos de bebé o necesitan bastón. Te sientes igual que un astronauta que despierta después de una hibernación, un privilegiado por el que el tiempo no ha pasado de la misma forma que para el resto, o al menos eso piensas hasta que te miras al espejo. Entonces el peso de los años se derrumba sobre ti, te despiertas de un sueño zarandeado, y caes en la cuenta, descubres la absurda mentira que te has estado contando, el tiempo pasa, pasó para ellos igual que pasó para ti, eres tú el que no encaja en este juego, eres tú la ficha pérdida, que ahora no encuentra su sitio. No eres ni de aquí, ni de allí. Eres el marido infiel que pierde amante y esposa. Te fuiste, quisiste soledad, el "no os necesito", el "yo solo me basto"; enhorabuena lo has conseguido, aquí está, aquí la tienes y lo mejor es que no va parar de crecer.</span></span></div>
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<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span></div>
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<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span></div>
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<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span></div>
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<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="font-size: large;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="300" src="https://1.bp.blogspot.com/-dbkA-lFEJqI/XarY4xn4jMI/AAAAAAAAQ0Y/GkTMoHKs9RsAqfNgevHFgnnTlzsudPJWACKgBGAsYHg/s400/IMG_20190812_211721_477.jpg" width="400" /></div>
</span></span></div>
Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-17711313348250652252019-08-23T23:14:00.002+02:002019-08-23T23:14:39.867+02:00Metro<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-oC6lxf-fEYw/XWBWh6tWjBI/AAAAAAAAP0I/OG3gdQjOvCskwPYVv_ib3PF_kukzpUkTgCLcBGAs/s1600/anden-linea-4-metro-bilbao-1080x810.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="810" data-original-width="1080" height="300" src="https://1.bp.blogspot.com/-oC6lxf-fEYw/XWBWh6tWjBI/AAAAAAAAP0I/OG3gdQjOvCskwPYVv_ib3PF_kukzpUkTgCLcBGAs/s400/anden-linea-4-metro-bilbao-1080x810.jpg" width="400" /></a></div>
<br /><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="font-size: large;"><br />"No lo veo. No habrá podido venir, estará de vacaciones, enfermo, o simplemente llega tarde".<br /><br /><br />En el andén de la estación de metro, no importaba qué época del año era, ni siquiera si era de día o de noche. Solo se podía saber, por las ropas, o el trasiego de los viajeros, pero por nada más. Siempre hacía el mismo calor pegajoso, el aire siempre viciado, cargado de olor a cable quemado y a humanidad. En esta estación no había rótulos publicitarios, así que tampoco se podían usar de guía. Los grandes almacenes no amenazaban a los niños, ni las carteras de los padres con la vuelta al cole, aunque fuera todavía junio, ni te hacían sentir ardores con la próxima navidad, cuando aún no hiciera nada que se había acabado el verano. La estación, estaba limpia de todo lo que no fuera estrictamente propio de una estación del suburbano. Sus planos y sus señales indicando las salidas o la dirección que había que tomar para conectar con otra línea, estaban ubicadas en lugares convenientemente visibles, había papeleras, intercomunicadores para hablar en caso necesario con el vestíbulo e incluso bancos. No en vano había sido una de las estaciones que había entrado en el último programa de reforma y modernización del ayuntamiento y todo estaba como nuevo, y razonablemente limpio para ser un lugar por donde todos los días pasaban miles de personas. Lo que ninguna reforma podía conseguir era acabar con ese aire viciado. Era una estación antigua, los túneles que se construían en aquella época no eran tan amplios con en la actualidad, y a pesar de los sistemas de ventilación modernos la sensación de bochorno no se podía eliminar del todo. <br /><br /><br />La conocía bien, pasaba por ella todos los días dos veces, menos los domingos y llevaba haciéndolo algunos años. La había visto cambiar, esta no era la primera reforma que le conocía, aunque sí la más profunda. Por eso le había llamado la atención que él no estuviera. porque para él, aquel hombre se había convertido en parte de la estación, como lo eran la catenaria o las vías por donde corrían los vagones En realidad no se conocían personalmente, nunca habían cruzado una palabra, ni siquiera un saludo con la cabeza o un ademán con la mano, nunca le había pedido paso, nunca. Fue la primera persona que vio cuando empezó a usar el metro y por alguna casualidad su rostro se quedó fijado en su mente. Entonces y desde aquel día se había estado cruzando con él a diario. Tampoco era nada extraño que alguien tuviera tu misma ruta y tus mismos horarios en una ciudad. El caso es que se había convertido en una especie de baliza en su camino, una referencia de que iba en hora o de que no se había confundido de línea, esa sensación fue evolucionando con el paso del tiempo y pasó de ser una referencia espaciotemporal a ser algo familiar, algo amable y reconfortante, ver una cara conocida en aquella locura de viajeros, de gente que subía y bajaba de trenes como si fuera ganado a veces se agradecía. Todo el mundo iba con la cabeza gacha, mirando hacia abajo. ensimismado en sus propios problemas, entretenidos mientras miraban instagram u otra red social, leyendo o hablando por teléfono. Era curioso, trenes llenos de gente que ni se mira, interactuando con gente que está a kilómetros de ella. Solo los turistas, solo ellos levantaban la cabeza, como niños que montan en una atraccion de feria, motivados por la novedad e intentando orientándose entre en la maraña de líneas de colores de los planos del suburbano. Él nunca iba con la cabeza gacha, nunca miraba un libro un periódico o un móvil, quizás por eso sus miradas se cruzaron aquella primera vez, de alguna forma destacaba, no era otro autómata más, era una persona como él. Y hoy no estaba. <br /><br /><br />Y eso sí que era extraño. Puede que alguna vez antes, muy al principio, no hubieran coincidido, no podía saberlo pero desde que empezó a observarlo adrede nunca, nunca había faltado y de eso ya había pasado mucho tiempo. Él sí había faltado, muchas veces, cuando se había tomado vacaciones o había tomado otro camino para llegar a trabajar, pero el caso es que siempre que volvía a su rutina él estaba allí. Ese hombre no descansaba nunca o descansaba las mismas veces que e. Siempre con su cabeza levantada, mirando al frente y siempre esperando al tren a la misma altura del andén, junto a un tablón de anuncios dónde se podía consultar el plano de la ciudad en el que se hallaban resaltadas a color las líneas del metro y sus distintas estaciones. El también solía montar por el mismo lugar, manías suponía, aunque las suyas tenían una razón de ser y es que no le gusta sentarse pero tampoco le gusta ir en medio del vagón dejando expuesta la mochila a los amantes de lo ajeno tan abundantes en la urbe, por eso siempre elegía la cola de un vagón para poder apoyarse en la pared y poder dejar la mochila en el suelo, entre las piernas, bien salvo de cualquier carterista. Seguro que él también tendría sus razones por la que siempre montaba por ese lugar. Evidentemente era una persona de costumbres.<br /><br /><br />Muchas veces había jugado a intentar adivinar en qué trabajaba o cómo era su vida, no solo lo hacía con él pero sí era verdad que con él lo había intentado cientos de veces. Tenía unos 60 años, de talla media, y complexión también normal, ni gordo, ni delgado. La coronilla lampiña pero aún conservaba bastante pelo negro y sin canas en el resto de la cabeza. Su cara era corriente, nada en ella que destacara especialmente. Vestía también de forma muy normal para un hombre de su edad, y siempre llevaba pantalones de pinzas y camisa de manga larga bien planchados, los zapatos, castellanos negros y brillantes. No llevaba anillos ni ningún otro adorno, ni siquiera reloj, solo una sempiterna bolsa de deportes pequeña y de color negro, donde suponía llevaría el almuerzo. Había barajado muchas posibilidades pero la que con más frecuencia se imponía a las demás hipótesis es que trabajara en algún tipo de comercio. Otra hipótesis, está fundamentada más que en nada en un pálpito, era que no tenía pareja, o soltero o viudo, no sabía porqué pero le encajaba en el personaje que se había montado en la cabeza. Había interiorizado tanto esa teoría que con el tiempo le resultaba cierta y si hubiera podido comprobarla le hubiera chocado mucho que no se cumplieran sus deducciones. <br /><br /><br />De cualquier forma hoy no estaba en el andén a la hora de costumbre y los pocos minutos en que coincidían se estaban agotando. Era una sensación rara, como si algo no cuadrase, como si faltara algo fundamental en aquella estación, ese tipo de sensaciones que te hacen no elegir un determinado asiento en un bus vacío, que no es buena idea, que mejor otro día.<br /><br /><br />El tren irrumpió en la estación mordiendo los raíles con sus frenos, en la catenaria un chispazo hizo la función de jefe de estación y el tren se detuvo con precisión milimétrica ocupando todo lo largo de la plataforma. Inmediatamente las puertas se abrieron y bajaron en tropel decenas de personas que pugnaban por ser las primeras en llegar a cualesquiera que fueran sus destinos. Otras decenas esperaban para entrar y él seguía ahí, plantado en el anden buscando con la mirada a ese hombre, como si fuera un novio que comprueba con desesperación que no es que su cita vaya a retrasarse, si no que no va a llegar. Tenía que subir al vagón o llegaría tarde al trabajo. Sonó un silbato y las puertas comenzaron a cerrarse. Aquello era una tontería, no podía dedicarle ni un segundo más. En ese mismo instante sintió como alguien le tocaba en el hombro. Se giró instintivamente. Allí estaba el hombre del andén. Le miraba con una media sonrisa colgada de la cara. Las puertas se cerraron y el tren comenzó a moverse. Entonces le tendió un periódico amarilleado por el tiempo. Sin salir de su asombro lo miró. En la portada una fecha de hacía veinte años sobre un titular que informaba de un accidente en el suburbano. En la foto de portada se podía ver un tren que había descarrilado arrollando a los usuarios que lo esperaban. Había sanitarios y bomberos atendiendo a las víctimas. En segundo plano había un cuerpo arrellanado en el suelo cubierto con una sábana, junto a él una bolsa de portes negra.. <br /><br />En ese mismo instante el mundo pareció venirse a bajo, un enorme estruendo acompañado por un temblor sacudió la estación. Algo había pasado en la siguiente estación. Se arrimó al borde del andén para mirar por el túnel, imitando al resto de usuarios del andén contrario. Una humareda espesa y negra apenas si dejaba vislumbrar las luces de la siguiente parada que no debía distar más que unos pocos kilómetros, aunque en la oscuridad no habría podido calibrar con mayor exactitud. Los gritos de los pasajeros llegaron unos segundos después. Un accidente, el tren que acababa de dejar pasar había sufrido un accidente. Se giró buscando al hombre de la bolsa de deportes negra, pero ya no estaba, había desaparecido. </span></span></div>
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<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="font-size: large;">FIN </span></span></div>
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Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-66229156457738506332019-08-19T12:38:00.006+02:002019-08-19T12:38:56.710+02:00Recordarte en la sonrisa. <br />
<br />
La belleza es poder y la sonrisa, su espada.<br />
<br />
<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<br />
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Suena esta preciosidad en mi viejo equipo cuadrafónico Pioneer y como en un amanecer donde los primeros rayos de sol van llegando pausadamente, casi sin querer, así van llegando a mi memoria en forma de relámpagos efímeros imágenes en tono sepia que en su día eran a color, pero el paso del tiempo las ha ido gastando...<br />
<br />
Como ese ratoncillo inerte que alguna mañana llevaba hasta los pies de mi cama mi gata, tras una noche de travesuras. Era un trofeo que ella me regalaba como muestra de amor, pero yo no lo sabía.<br />
<br />
O aquél viejo muro en medio de las dos últimas calles del pueblo del que nadie sabía nada, o no querían saber, pero para un grupo de niños que salían del colegio por la tarde con más energía acumulada que sensatez, era el mejor patio de recreo imaginable. El muro tendría una altura media de un metro y una longitud de al menos diez metros, había sitio de sobra para sentarse, saltarlo, jugar a las guerras, hacer de portaaviones y cuando no quedaban fuerzas, era el mejor banco donde descansar y merendar.<br />
Era uno de los lugares donde pasaba la mayor parte de mis mejores momentos de la infancia, pero yo no lo sabía.<br />
<br />
Con diez años una noche de Reyes me regalaron mi primera guitarra española. Sonaba horrible, me fuí en busca de unos chavales más mayores que yo sabía que tocaban y les enseñé la guitarra. Me enseñaron tres acordes y el resto de cosas dejaron de existir o simplemente apenas tenían importancia para mí. La guitarra era lo más.<br />
<br />
Unos años después, alguien me explicó que mi madre le pidió dinero prestado a una vecina para poder comprarme la guitarra. El sueldo de mi padre llegaba para comer, tener algo de ropa y poco más, pero yo no lo sabía.<br />
<br />
A mi amigo Andresito le dió por crecer a lo ancho y sus padres le regalaron una bicicleta grande. De esas de hierro con el cuadro desde el sillín al manillar. Pesaba más que él y apenas llegaba con los pies a los pedales, pero entre los dos nos apañábamos bien para pasearnos. Cesarín era el menor de la corrala, pero cuando sus padres no estaban, se venía a casa o a la de Andresito. Hablaba poco y era un niño dócil y sonriente.<br />
<br />
Andresito era un adoquín, un burto, más fuerte que un caballo y siempre se estaba riendo y eso era lo que más me gustaba de él, pero nunca le hice notar su torpeza, al contrario, nos reíamos mucho de sus cosas. Cesarín se atascaba mucho, quizá por eso hablaba poco, aunque con nosotros se soltaba más. Cuando jugábamos a las guerras le decíamos que hiciera la ametralladora y nos mataba a todos en un santiamén.<br />
<br />
Y yo... yo no veía un pimiento, andaba siempre dándome ostias porque tropezaba en todos lados, andando, corriendo o en bici. Hasta que me pusieron gafas, más de una vez aproveché la cegatera para restregarme con alguna niña que yo pensaba que me sonreía.<br />
<br />
Éramos los tres mosqueteros, pero ninguno lo sabía.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<br />
Sonreir hace que te sientas mejor contigo mismo, incluso si no tienes ganas.<br />
<br />
Hace casi 50 años de esta foto y nada ha cambiado, porque entre nosotros no importa el estatus social, los conocimientos profesionales, los colores del equipo de fútbol, ni siquiera la ideología política.<br />
<br />
A las personas aprendes a valorarlas por lo que te dan gratis y en exclusiva cada vez que te ven: su sonrisa. Su sonrisa y su forma de ser, sus actos, esos detalles que tienen contigo y que sólo lo sabeis tú y él.<br />
<br />
Nadie tiene un amigo mala persona, a no ser que él también lo sea, pero entonces no es amistad, es interés, porque la mala gente no hace el bien excepto si le va a proporcionar algún beneficio. Y yo eso no lo quiero para mí.<br />
<br />
<br />
Si no has puesto la canción al principio, igual ahora es un buen momento para hacerlo. Déjate llevar por ella, puedes confiar totalmente, incluso cantarla. Es una melodía sencilla y preciosista que invita a ello.<br />
<br />
<br />
<br />
Mantengo humildes mis orejas.salvahttp://www.blogger.com/profile/05839903855474373925noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-38555794831079750352019-07-26T19:21:00.000+02:002019-07-26T19:29:54.586+02:00Azul 2ª Parte<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-8nR4PTIFXk8/XTs2eWqhTfI/AAAAAAAAPTI/wgw4xBezPeUGBowy8KNWkXekPqA0q3sEACLcBGAs/s1600/Sin%2Bt%25C3%25ADtulo.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="677" data-original-width="857" height="315" src="https://1.bp.blogspot.com/-8nR4PTIFXk8/XTs2eWqhTfI/AAAAAAAAPTI/wgw4xBezPeUGBowy8KNWkXekPqA0q3sEACLcBGAs/s400/Sin%2Bt%25C3%25ADtulo.png" width="400" /></a></div>
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<br /></div>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;"> 2ª PARTE </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">“La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”. Jorge Luis Borges </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">“Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes”. Confucio </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">“Y conoció Adán otra vez a su mujer; y ella dio a luz un hijo y le puso por nombre Set, porque, dijo ella: Dios me ha dado otro hijo en lugar de Abel, pues Caín lo mató”. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Génesis 4:26 </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Sintió el calor del licor descendiendo por su garganta hasta que se difundió en sus tripas. Era el cuarto whisky solo, que tomaba en los casi 45 minutos que llevaba en aquel tugurio de mala muerte. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">AZUL, AZUL </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"><< - ¡Qué le han hecho a la niña! ¿Por qué?...Dios mío... ¿Por qué? ...Tú tienes la culpa... Tú y tu ambición... Tú maldito seas... Tuuuú. ¡MALDITO </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">SEAAAAS!>>. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> <<Buenos días D. Luis me alegro de poder conocerle personalmente >> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"><< - Ah su hija, un ser encantador >><< Lo voy a coger y me da igual lo que pienses. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Creo que das demasiadas cosas por sentadas... >> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> <<Eso; vete. Eso es lo único que sabes hacer, huir >> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">AZUL, AZUL </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> << ¡MALDITO SEAAAAS!>> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">¡¿Qué iba a hacer?!¡Dios! Era su hija. Su hija; su hija....Dios ¿Qué podía hacer? Se iba a volver loco. Prácticamente no había tenido ocasión de hablar con Laura. Sólo le gritó acusándolo; él era el responsable de lo que le estaban haciendo a la niña. Le había dicho, que la había vendido y cosas aún peores que no quería o no se atrevía a recordar. Sólo supo huir. Alejarse de su mujer, alejarse de su familia. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> Se autoengañaba; pensaba que así pondría distancia y que más tarde, cuando los ánimos se serenaran, podrían buscar una explicación a toda esta pesadilla, pero era mentira. Tenía miedo. Y un cobarde como él, hizo lo que sabía hacer mejor; huir. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Hola guapo, ¿me invitas a una copa? </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La mujer se acercaba como una gata hambrienta al acecho de un ratón obeso. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Luis apartó los ojos del vaso y la miró. El tinte rubio platino dejaba ver unas raíces como el carbón. No debía pasar de los 30, los avatares de la vida lo ocultaban junto con un maquillaje algo exagerado. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Tómate algo, si es lo que quieres, pero no creo que sea una buena compañía. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> El alcohol le sujetó la lengua que comenzaba a pesar más de lo habitual. La chica tomó asiento en un taburete junto a él con un movimiento sensual que hizo imposible no fijarse en su cuerpo voluptuoso y escaso de ropa. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- A mí no me lo parece. Contestó alzando una mano para llamar la atención del barman. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Un hombretón de cabeza rapada y camisa blanca con pajarita negra, que a duras penas conseguía abarcarle el cuello. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Luis ignoró el comentario y volvió a mirar a su vaso de whisky para ver como los hielos agonizantes se derretían. Le dolía la cabeza y el cuello. Sentía el bombeo de la sangre en sus sienes; cada latido era como si le golpearan con un martillo pilón en el cráneo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Apuró los dos dedos de bebida que quedaban . Sacó dos billetes de la cartera de </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">50,00€ y los dejó sobre la barra diciendo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Quédese con el cambio. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- ¿Te vas tan pronto guapo?. Comentó la chica girando distraídamente el contenido de la copa que acababan de servir con el índice, luego se lo llevó a los labios, chupándose el dedo mientras le seguía con la mirada. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- ¿No te da pena, dejarme aquí tan solita? Continúo de forma sugerente. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">No le faltaba razón, aquel antro estaba desierto. Aún era demasiado pronto para que ese tipo de negocios tuviera ambiente. Sólo había un par de chicas más, sentadas en el otro extremo del salón, que cuchicheaban entre sí, pero que no habían dado ninguna muestra de querer comenzar la jornada laboral. Muy al contrario que su interlocutora, que lo hizo nada más entrar en escena. Bajó desde el piso superior, por una escalera situada al fondo del local, clavando las agujas de acero de sus tacones sobre el suelo de gres imitación a mármol. Contoneándose como una pantera que sale de caza. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">No contestó, los músculos del cuello quemaban. Quería ponerse el abrigo, el dolor le paralizaba. Intentó meter el brazo por la manga pero fue igual que si le hubieran clavado un puñal al rojo. Contra su voluntad dejó caer la prenda sobre el taburete. Las propiedades anestésicas del alcohol no estaban causando el efecto esperado en sus dolores, especialmente en los del alma. La chica abandonó su asiento. Recogió el abrigo y le ayudó a ponérselo. Con un movimiento ágil y estudiado, hizo que sus cuerpos entrechocaran. Luis sintió la presión cálida de sus pechos en el brazo y como los labios se quedaban a unos milímetros de su oído; entonces le susurró unas palabras con voz aterciopelada. Acto seguido, se apartó de él. Recogió la copa y sin mirar atrás, se dirigió hacia las escaleras que conducían a la planta superior, con su bamboleo de caderas y la copa balanceándose entre sus dedos. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">______________________________________________________________________ </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">El bizcocho dulce y untuoso se deshacía en la boca. Paula se había servido una pequeña porción, no tenía hambre, más una vez probó su maravilloso sabor a mantequilla, el apetito se le despertó y comenzó a comer con deleite. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Todo tenía un aspecto delicioso. Sobre la gran mesa, había toda clase de dulces. Había tartas de chocolate de varios pisos, pasteles de fresas con nata, torres profiteroles rellenos de crema y luego regados con caramelo, natillas, flanes, helados de todos los colores y sabores y galletas de canela y magdalenas y... la variedad parecía interminable. Por un instante olvido donde estaba y fue feliz. Sin embargo, el bordado verde de la servilleta con la que se limpiaba los restos de merengue de la boca, se lo recordó. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Miró el plato con trozos de dulces a medio comer y lo apartó con sentimiento de culpa. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Una doncella apareció por un lateral del salón y se acercó a ella. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Mi señora ¿ha terminado?. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La niña asió a la sirvienta por el brazo. Era la primera persona que le dirigía una palabra desde que llegó, aparte del espantapájaros, claro estaba. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Por favor, quiero ir a casa. Por favor, por favor </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">.La sirvienta agachando la cabeza se retiró dando pequeños pasos hacia atrás, temerosos y suplicantes. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Por favor señora, por favor.... Cuando se alejó un par de metros giró y desapareció por donde había venido asustada como un conejo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Justo en ese instante aparecieron varias más, que diligentes comenzaron a retirar todas las viandas. En silencio esta vez y de la misma forma que si estuvieran ejecutando alguna coreografía, terminaron en pocos minutos, recogiendo fuentes, bandejas y manteles dejando así al descubierto la madera noble reluciente. Para rematar su trabajo, colocaron un tapete verde esmeralda remallado en oro y unos candelabros también dorados, de tres brazos cada uno pero sin ninguna vela. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">El salón volvió a quedar desierto y en silencio. Las sirvientas habían desaparecido tan repentinamente como aparecieron. Paula se sintió pequeña e insignificante allí en aquel norme sillón dorado. No sabía qué debía hacer, así que decidió permanecer sentada esperando, contemplando el amplio salón donde se encontraba. Era una gran nave de planta rectangular, de unos 50 metros de largo por ,30 de ancho, hecha de sillares de piedra blanca revestida de mármol hasta media altura, también blanco. El techo, a no menos de 5mts, estaba acabado en un artesonado de madera labrada, decorada con pan de oro e incrustaciones de esmeraldas, que repetía un patrón de formas geométricas. Las piedras refulgían como si tuvieran fuego en su interior iluminando todo el recinto. En el centro, el patrón se interrumpía, con un rosetón ovalado donde se podía ver el emblema de los trazos curvos en relieve. Sobre los muros, lucían colgados tapices a juego del tapete de la mesa, que junto con la alfombra intentaban hacer lo más confortable. No había ningún mobiliario más a parte del mesón de madera pulida y el sillón donde estaba. En cualquier otra situación se habría quedado maravillada encontrándose en un lugar como ése, donde los protagonistas de sus cuentos favoritos darían fiestas suntuosas. Pero preferiría estar en su sitio, dentro de ella misma, en casa; no en aquella especie de sueño que parecía no tener fin. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">De frente, al fondo del salón, se abría un arco que hacía de entrada principal, había una más pequeña, en un lateral, por la que había entrado el servicio, que carecía de hojas pero que a cambio tenía unas pesadas cortinas que hacían sus veces. Paula oía como si barrieran el suelo con una escoba de retama detrás de los cortinajes. Poco a poco, el ruido se fue acercando. Una mano de palo con falanges largas y nudosas aparto la tela y el espantapájaros apareció, le seguía el león. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">-¡Buenos días, mi querida niña! Espero que hayas descansado. Empezó dicharachero y sin esperar respuesta, prosiguió. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- La jornada será apoteósica. Hoy vas a ser presentada al reino. Han venido de todos los rincones a rendirte pleitesía. Ya veras, todos están encantados de que estés aquí. Una brizna de paja amarilla salió volando de su boca y se balanceo hasta caer mansamente sobre el suelo. Paula se disponía una vez más a suplicar pero el monigote no la dejó empezar si quiera, su verborrea era incontenible, se notaba que disfrutaba escuchándose. El león aburrido, bostezó abriendo las fauces y mostrando sus poderosos colmillos, luego agitó la melena como intentado despabilarse y volvió a hacer como que escuchaba atentamente. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Bien; ahora te prepararás. Tienes que estar radiante; aún más, jeje. ¿Alguna pregunta? </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La niña negó con la cabeza. Había aprendido la lección. No la escucharía; era inútil. Sin previo aviso el león volvió a abrir las fauces; el rugido reverberó por toda la sala, poniéndole la carne de gallina. No pasó un segundo, cuando un par de doncellas de hábito verde, salieron por la puerta lateral, que la instaron a acompañarlas. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">______________________________________________________________________ </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">En la habitación había el sitio justo para una cama revuelta, una mesilla de noche desvencijada y un pequeño bidet de porcelana descascarillado. Una triste bombilla colgaba del casquillo, sus 40 vatios alumbraban algo más que nada, el tajo de aquella mujer. En la pared, un ventanuco al que habían cegado poniendo un adhesivo de flores rosadas, con la doble intención de dar intimidad e intentar integrarla en la pared del mismo color. Aunque lo primero lo conseguía, lo segundo necesitaba un gran esfuerzo de imaginación. Toda esta información entró por los ojos de Luis yendo directamente al vertedero del subconsciente </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">. Las palabras de la chica seguían resonando en un eco infinito. “Solo quiero cumplir tus deseos". </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Quizás a estas alturas ya hubiera perdido la razón, y solo fuera una insinuación típica de una prostituta. Pero tenía que lo, no podía marcharse sin más. Así que la siguió, como un perro en celo, escaleras arriba. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- ¿Quién eres, qué quieres de mí? Increpó a la chica que yacía sobre la cama. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Tranquilo guapo, si sigues gritándome así, mi amigo de la barra se podrá nervioso, y no creo que te guste </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Está bien, dijo Luis; bajó el tono y se sentó en el borde del camastro junto a la mujer. Te lo preguntare de otro modo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- ¿Qué, querías decir con lo de cumplir mis deseos? </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Es mi trabajo guapo, doy placer, cumplo deseos. La mujer jugueteaba con una cadenita plateada que le rodeaba el cuello, ¿no tienes....ninguno? Hábilmente se desabrocho un botón de la camisa dejando aún más expuesto su generoso busto. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Luis se levantó de la cama con dificultad, la cabeza le iba a estallar y el cuello volvía a quemar. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Ya te dije abajo, que no era una buena compañía. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Creo que los dos estamos perdiendo el tiempo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Comentó dando un paso en dirección a la puerta a modo de despedida. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La chica se removió para seguirlo con la mirada. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">-Lamento el malentendido…Pero pensé... Bueno. Adiós </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">-No hay ningún malentendido </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">-¿Cómo? ¿ Qué has dicho?. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Que no ha habido ningún malentendido, que sé por lo que estás pasando. No eres el único. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Luis se quedó de una pieza. ¿Sería una nueva alucinación? La mujer se había levantado, algo en ella había cambiado, su actitud, su mirada. La picardía y el deseo se habían esfumado y ahora sólo había paz y comprensión. Le tocó el brazo con la mano y sintió como el contacto le reconfortaba el espíritu, como un oasis de luz en su oscuridad particular. El labio inferior comenzó a temblar ligeramente, noto el calor de las lágrimas a punto de ser derramadas; si nada lo impedía se iba a derrumbar como un niño perdido. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">-Ssssh. No digas nada. Sólo quiero que sepas que no estáis solos. Ahora no es momento de hablar. Puede estar vigilando. Vete a casa y dile a Laura que use el espejo. Vete, no hables, no pienses; solo vete. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Pero...pero. No lograba articular las palabras. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Sssssh tranquilo, recuerda; dile que use "El espejo", ahora vete y con delicadeza abrió la puerta empujándole suavemente igual que si fuera un polluelo que no quiere dejar el nido. La puerta se cerró con un leve crujido. Dentro del cuarto la mujer se sentó de nuevo, primero en la cama, suspiro y luego se dejó caer de espaldas. El colchón la recibió con una protesta en forma de rechinar de muelles. En su gremio la actividad comenzaba con la puesta de sol, pero los parpados le pesaban como si no hubiera dormido nada durante el día. Se acurrucó de lado buscando una posición cómoda y antes de que fuera consiente se quedó dormida plácidamente como un bebé. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">El golpeó de un puño sobre la puerta la despertó súbitamente. Era el barman. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">-Luzil, Luzil ¿Estás bien?... El salón está lleno de clientes. ¿No piensas trabajar hoy? </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Si.... si ya voy... me he quedado...dormida... </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La chica se incorporó. Estaba desnuda. Su ropa yacía hecha girones por todo el cuarto. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Sintió en su vagina el escozor propio de una jornada intensa de trabajo. Una arcada la sobrevino y tuvo que inclinarse sobre el bidet para vomitar. La cabeza le daba vueltas, mientras una oleada de bilis amarillenta le abrasaba el esófago. Abrió el grifo y se enjuago la boca escupiendo varias veces. En la porcelana rosada unos hilillos de sangre bailotearon antes de perderse por el desagüe junto con los demás jugos. Entonces es cuando sintió el calor palpitante en la cara. Dio un tirón del cajón de la mesilla sacándolo de sus guías. Cayó al suelo deshaciéndose en tres trozos, desparramando su contenido por el suelo. Había un tubo de lubricante espachurrado, ya en las últimas, varias ristras de preservativos y un juguete sexual con la forma de un miembro viril de gigante. Rebuscó nerviosa hasta que encontró lo que buscaba; una pequeña polvera plateada. La abrió y contempló su rostro. Se le cayó de las manos temblorosas. Alguien, algún cliente se había ensañado con ella. La hinchazón del lado derecho de la cara había comenzado a cambiar el rojo por el morado y el pómulo izquierdo también inflamado mostraba un corte que parecía una boca desdentada. El labio superior estaba reventado y lucía un coagulo de sangre seca El resto del cuerpo no estaba mejor. En ambos pechos tenía marcas de mordeduras que le habían desgarrado el pezón izquierdo que pendía de un colgajo de piel escarlata. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Se habían levantado ampollas sanguinolentas en los muslos como si la hubieran azotado y la espalda estaba cubierta de arañazos profundos a medio cicatrizar. Las terminaciones nerviosas, empezaban a desperezarse del efecto sedante del sueño, se vieron sobrecargadas de trabajo; había un mensaje urgente que transmitir. Dolor, mucho dolor. ¿Quién la había torturado así ?. Era...era como si la hubiese poseído un demonio llegado de lo más profundo del averno. ¡Dios mío! ¿Quién le había hecho esto? Intentó recordar entre la paleta de dolores que la asediaban. Pero en su cabeza no había nada. Las últimas doce horas de su vida estaban en blanco, como si las hubieran borrado. Una y otra vez intentó traer algún recuerdo a su mente, pero lo único que conseguía ver era un color. Azul...azul. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">_________________________________________________________________________ </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Las tres doncellas se afanaban en acomodarle el traje. Las mujeres trabajaban en silencio. Una le anudaba un cíngulo dorado con una moña a la espalda. Otra se aseguraba de que el cuello de puntilla quedara en su sitio y la tercera ,que parecía la jefa, revisaba el trabajo de las demás. Laura simplemente se dejaba hacer. Ora levantaba la cabeza, ora un brazo ; así durante un buen rato siguiendo las indicaciones, que le hacían llegar mediantes ademanes o moviéndola con sumyuuyuuuuyuuyuuuuuu7uuu7uuuuuu7uyuyyuyuuuuuuuuyuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuyuuuuuuuyuuyyuuuuuuuuuuuuuuuyuyyuuyuyuuyuuyuyuyuuuuyuuuuuuuyuuuyuyuuyuyuyuuyyuuuyuyyuyuyyyyyyyyya delicadeza igual que fuera una muñeca muy cara . </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Por fin habían acabado. Entre dos de las asistentas colocaron un espejo de pie, del tamaño de una persona, delante de ella y pudo contemplarse. Era una princesa, una reina . En su vocabulario infantil no había suficientes adjetivos para describirlo . Era como si llevara puesto un vestido hecho de esmeraldas, pero no uno que tuviera piedras preciosas cosidas o pegadas a una tela; sino que el mismo tejido era una lámina fina y flexible que hubieran confeccionado con finísimos hilos de esmeraldas. Se giró un poco, para verse desde otro ángulo y la tenue luz que entraba por las ventanas se reflejó en ella, llenando la habitación de miles de pequeños destellos verdes . </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">En cualquier otra situación hubiera gritado, saltado de alegría, pero allí nada podía confortarla. Se quedó muy quieta, mirándose, observándose y una pequeña lágrima cayó de su ojo derecho, mojando su carita blanca hasta llegar a sus sonrosados labios, donde probó el sabor salado de su tristeza. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Está espléndida señora. Comentó la doncella jefe . Una mujer alta de ojos azules , con el consabido hábito verde, de cofia blanca, que apenas si dejaba ver el pelirrojo de su cabello. Paula secó la lágrima con disimulo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Gracias. Contestó intentando ser educada. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Señora ahora , la peinaremos, por favor. Dijo mientras que señalaba ,un taburete dorado de patas torneadas , y asiento de terciopelo color esmeralda, que las doncellas habían colocado junto a ella. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La niña tomó asiento obediente, disponiéndose a una larga sesión de peinado, con tirones de pelo incluidos. Las sirvientas también habían traído una pequeña mesita, que sin miedo a equivocarse, haría las veces de tocador. La doncella pelirroja, se colocó tras de ella y comenzó a cepillarle el largo cabello rubio, con la mayor delicadeza. La otras dos desaparecieron sin hacer el menor ruido, dejándolas a solas en el vestidor. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Paula miró como la mujer hacía su trabajo con los ojos fijos en su cabeza . </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Querida, no tengas miedo. Le dijo sin levantar los ojos de su trabajo. Es solo un sueño, un sueño del que no puedes despertar pero sólo un sueño. </span><br />
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<span style="font-size: large;">.Paula alzó los ojos y cruzó su mirada con la mujer en el espejo. Su expresión era serena , tranquila, los labios se curvaban en una leve sonrisa amable y comprensiva. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Señora, por favor, yo quiero ir a casa, por favor... </span><br />
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<span style="font-size: large;">La niña comenzó a suplicar, iba a girarse para hacerlo directamente y no a través del reflejo del espejo; cuando la doncella la sujetó por los hombros, obligándola a estar en su sitio mientras le decía. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Sssh. No te muevas. Escúchame. Si él se enterase de que estamos hablando, lo lamentaremos las dos, te lo aseguro. Así que por favor estate quieta y escucha. No llores cariño, tienes que ser una niña muy fuerte y valiente. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La doncella seguía cepillándole el pelo como si nada, a la vez que le hablaba. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La única forma que tienes para salir de aquí es usando el espejo de tu alcoba. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Si, si allí vi mama. Comentó sorbiendo por la nariz. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Bueno, pues cuando estés a solas, mira dentro de él y piensa en mamá. Entonces, de alguna forma, ella te podrá oír en sus sueños y podrá venir a buscarte. Pero recuerda, que no te vea nadie o jamás tendrás otra oportunidad. Tienes que hacerlo, hasta que mamá entienda lo que debe hacer, por eso tienes que ser paciente. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Señora, ¿quién es usted?. ¿Por qué me ayuda? .Por un momento la niña desconfío, en los cuentos, no siempre las personas amables lo eran de verdad. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¡Qué inteligente eres cariño!. No me extraña que se fijara en ti. Yo, sólo soy una amiga. Piensa que no eres la única, que está aquí, contra su voluntad. Pero ahora calla o nos descubrirán tengo que acabar tu peinado o será lo último que no acabe. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Una pequeña llama de esperanza, se prendió en las brasas del corazón de la niña. No todo estaba perdido, miró a su doncella y vio su rostro amable y tranquilo; un mechón rojo se le había escapado de la cofia y se balanceaba sobre su frente de tez lechosa. La mujer se lo volvió a remeter bajo la tela blanca tímida, casi con vergüenza. </span><br />
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<span style="font-size: large;">¡Qué guapa es! Pensó, más reconfortada. En todas los cuentos, también había hadas buenas que ayudaban a los niños perdidos. A lo mejor ella, era su hada buena. Su hada pelirroja de ojos azules, azules, como el cielo despejado que renace cuando amaina la tormenta. </span><br />
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<span style="font-size: large;">¿Dónde estaba? Debía de ser un sueño. Eso era, debía de estar soñando. Era extraño porque se suponía, que cuando se soñaba, no se podía saber, que en realidad lo estabas haciendo. Pero debía ser un sueño. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Todo estaba desproporcionado en tamaño. Había unas sillas y una mesa, de talla gigante comparada con ella. Además miles de sonidos llegaban a sus oídos. Oía como el agua corría por las tuberías, como la electricidad viajaba por el cobre, tras las paredes, como se quejaba la madera que se contaría con el frío nocturno. Lo oía todo. También lo olía. A su pituitaria llegaban olores conocidos como el del barniz, pero con una riqueza en matices, que jamás podría haber imaginado. Luego estaban otros nuevos, que aunque percibía era incapaz de describir o saber a qué pertenecían </span><br />
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<span style="font-size: large;">Sí, efectivamente era de noche, pero la luz de una luna llena, tenía que estar entrando por alguna ventana, que no alcanzaba a ver, ya que la estancia no estaba sumida en la oscuridad sino ,más bien en una penumbra, que daba a todo una tonalidad gris plateada, resplandeciente. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Avanzó explorando aquel mundo de dimensiones colosales. A medida que lo hacía, comprendió que sin duda se hallaba en el cuarto de juegos, de algún niño-gigante. Primero, atravesó lo que no podían ser otra cosa, que las vías por las que correría una locomotora de juguete. También pasó por delante de un monstruo peludo que la miró con ojos vidriosos, y que resultó ser un oso de peluche y fue encañonada por un batallón de soldados con la fría quietud del plomo. Un poco más adelante, el paso se vio obstaculizado por las enormes piezas de un juego construcción, que descansaban esparcidas por el suelo. Era como la cantera del gigante niño. De donde podría extraer los materiales, para construir un universo a su escala diminuta. Desde luego era algo así, una vez consiguió subir a lo alto de una pila de bloques lo pudo corroborar. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Más allá había un castillo hecho de esos mismos bloques por los que acababa de subir. La construcción era imponente, con sus torreones y almenas. Divisó que el portón estaba bajado, así que concluyó ir hacia él. La entrada se abría en un gran patio de armas, donde confluye todo el edificio. Presidiendo la plaza, una gran torre rectangular se alzaba por encima del resto de estructuras. Debía ser la torre del homenaje. El corazón del castillo; donde sin duda se encontraban las dependencias más importantes. </span><br />
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<span style="font-size: large;">A su finísimo oído llegó un sonido inesperado. Era el sonido de unos pies livianos correteando, salía del interior de aquella atalaya, luego una risa alegre e infantil. ¡Un momento! Conocía esa forma de reír; era la de su hija. Era la risa de Paula. Intentó llamarla, ¡Paulaaaa!, pero no logró articular palabra alguna. Lo más que consiguió que saliera de su garganta fue un chillido agudo. La frustración no la detuvo un momento. Simplemente corrió en su busca. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La recibió un gran salón, con una mesa enorme de madera en el centro y su sillón en uno de sus extremos. El mundo había recobrado sus proporciones normales, al menos para ella, el castillo de juguete, había cambiado los bloques de plástico por solida piedra. El suelo estaba vestido con una alfombra mullida y en las paredes colgaban tapices. No podía distinguir los colores, que seguían siendo un abanico de infinitos tonos grises. Pero lo más importante, ni rastro de Paula. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Las risas se volvieron a escuchar y después el ruido de los pies menudos que subían apresuradamente unos escalones de piedra. Intentó nuevamente llamar a su hija y otra vez lo único que pudo emitir fue ese chillido agudo, chirriante. Salió del salón, por un arco cubierto por una pesada cortina que encontraba un distribuidor con varios corredores que conducirían a otras habitaciones, desestimó esas rutas ya que en el centro se descubría una escalera de piedra que subía. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La escalera subía y subía, sin niveles intermedios sólo arriba y arriba. Notaba su corazón palpitándole en el fondo de la boca, por el esfuerzo, igual que una miga de pan que no puedes tragar. ¿Cómo podía ser una niña tan veloz? ¿Se habría confundido de camino?. La duda quedó despejada cuando la risa se volvió a oír. Alzo la mirada, para comprobar con alivio, que las escaleras terminaban unos pocos tramos más arriba. Estaba llegando. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Los peldaños morían en un amplio rellano. Solo había una puerta de madera. Con cuidado la empujo. Cedió retirándose, abriéndole paso a la habitación que guardaba. Era un dormitorio, precioso, digno de una reina, una cama con dosel, una descalzadora junto a un biombo y un tocador con un maravilloso espejo con marco tallado, también encontró un baúl pero Paula tampoco parecía estar allí. La oyó reír. ¿Dónde estaba? La risa se escuchaba cerca. Buscó detrás del biombo, debajo de la cama incluso dentro del baúl, pero nada. Iba a darse por vencida cuando la vio. Estaba en el espejo o mejor dicho dentro del espejo, que más parecía una ventana o ella qué sabía. El caso es que, su hija estaba al otro lado. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La niña reía, estaba allí con un vestido azul con manguitas de farol y cuerpo en nido de abeja. Con el pelo recogido con una moña también azul. Chilló al intentar llamarla. Pero Paula no parecía ni verla ni oírla, solo reía quieta, estática. Acercó la mano para tocar la superficie. Los dedos atravesaron el espejo como si fuera una película líquida, haciéndola vibrar. Sintió un frío helador que le llegó hasta el tuétano de los huesos. La imagen de su hija tembló desfigurándose, comenzando a girar sobre sí misma. Primero poco a poco, para tomar más y más velocidad. Laura se asustó e intentó retirar la mano, pero no podía parecía que se hubiese quedado atorada. Paula se deshacía en un remolino </span><br />
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<span style="font-size: large;">.De imprevisto todo dentro de la habitación empezó a girar también, incluido ella que seguía con la mano dentro de aquel espejo . Era como si se hubiese desencadenado un tronado dentro de la alcoba. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Terminó tan repentinamente como comenzó. Pudo retirar la mano. Su hija ya no estaba, el espejo, ahora estaba negro y vidrioso como hecho de obsidiana. Algo en el fondo de él, brillaba tenue. El brillo se fue ampliando, floreciendo como un capullo que se abre. El espejo volvía a ser un espejo. En su reflejo se podía ver la habitación con su cama con dosel, su biombo y sus paredes de piedra. Pero había algo nuevo y sorprendente. Su imagen no se reflejaba, en su lugar había una rata. Bigotuda y de ojos rojos, que movía el hocico olisqueando. ¿Qué quería decir aquello? Volvió la cabeza para mirar detrás de ella lentamente y descubrió con horror que el roedor la imitaba. ¡No podía ser! ella era la rata del reflejo. En ese justo instante el marco del espejo se desprendió súbitamente de la pared, cayendo sobre ella con violencia. Sintió como su espalda se quebraba bajo su peso, como sus huesos se descomponían en esquirlas que se clavaban en la carne y como su médula espinal se derramaba salseando sus entrañas aplastadas. Comenzó a gritar, pero en realidad solo se podían oír los chillidos de una rata atrapada en un cepo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El doctor giró la cabeza del perro 180° . Se escuchó un clic, que liberó el mecanismo oculto en la figura de bronce sobre el escritorio. Un segmento de librería se hundió un 40 cmts en la pared. Orgaz la empujó haciéndola rodar sobre unos carriles, para remeterla tras el cuerpo del anaquel contiguo, dejando al descubierto la caja fuerte. Introdujo la combinación en el teclado numérico y la abrió. En su interior había varios estantes llenos de documentos. Sacó una carpeta. En su tapa tenía rotulada la leyenda "Proyecto Set". Al sacarla accidentalmente, arrastró otra que cayó al suelo desparramando su contenido. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¡Maldición! Masculló. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La incipiente barriga le hacía dificultoso agacharse, así que terminó por ponerse a gatas para recoger los papeles. </span><br />
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<span style="font-size: large;">En su mayoría eran historias clínicas y documentos de carácter contable. Todos ellos lo suficientemente comprometedores para que justificaran su lugar en la caja. A medida que los recogía los colocaba en montones clasificándolos según su naturaleza. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Vaya, vaya ¿qué tenemos aquí? Se dijo en voz alta. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La carpeta nunca había sido blanca pero el tiempo la había vuelto más amarillenta y quebradiza. La recogió con sumo cuidado como si fuera un objeto digno de veneración, pues de algún modo lo era. Parecía que hubiera sido ayer cuando lo vio por primera vez. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Quince años antes </span><br />
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<span style="font-size: large;">El timbrazo del teléfono lo despertó. Se había quedado dormido sobre la mesa . </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿Si, quién es? contesto aún medio dormido. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Buenas noches Doctor Orgaz. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿Quién es? Dijo mientras se recolocaba las gafas y consultaba su reloj de pulsera 01:12 am. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Un amigo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Perdone pero... </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Escuche; tengo algo que ofrecerle que le será de gran interés. Si, ya se, que es tarde, sólo le robaré un minuto más. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Era una voz de anciano, áspera y dura como la lija. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-¿Quién es? Si es una broma, no tiene gracia, voy a colgar. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Bien, cuelgue entonces, y cuando declare ante el tribunal también colgará sus estudios, todos sus esfuerzos habrán sido en vano. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El comentario lo cogió desprevenido. La citación judicial descansaba sobre la mesa, junto a un plato con restos de sopa fría. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¡Oiga ¿cómo sabe eso? ¿Quién es? </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Ya le he dicho, que solo soy un amigo, interesado en su trabajo. Venga mañana a la </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Residencia Los Álamos y pregunte por el señor Ulf Hrubesch. Le estaré esperando. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Oiga... ¿Oiga? </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Había, colgado. Quien quiera, que fuese ese tal Ulf, había colgado.. El futuro se le antojaba ruinoso. El Buen Pastor clausurado cautelarmente y él, principal imputado en un delito por mala praxis. Pero lo realmente mortificante era, que sus investigaciones sirvieran de burla para mentecatos y cretinos que no alcanzaban a ver su grandeza, con sus absurdas estrecheces de miras. Al conocimiento no se le podían poner trabas. Y ahora esta llamada misteriosa. ¿Quién sería ese viejo?¿Un chiflado? No lo parecía. Quizás fuera el golpe de suerte que estaba esperando, que su genialidad merecía. A la mañana siguiente, a primera hora, tomaba un taxi con dirección a su extraña cita. Los Álamos, resultó ser una residencia para la tercera edad de lujo a las afueras de la ciudad. Ubicada en lo fue un palacete donde la alta burguesía del siglo pasado se retiraba durante los periodos estivales. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Buenos días. Por favor, preguntaba por el señor Ulf Hrubesch. Comentó Orgaz a la recepcionista. Una joven guapa, de uniforme blanco inmaculado. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Un momento por favor. Dijo la chica descolgando un teléfono y pulsando la extensión que se correspondía con la suite del huésped. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Señor Hrubesch Buenos días, hay una persona que..... Sí señor, en seguida señor. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La mujer colgó el interfono con delicadeza. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Apartamento 56, el señor Hrubesch le aguarda. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Desde luego aquel sitio tenía la pinta de ser un buen lugar a donde ir a dejar caer los huesos. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Nada tenía que ver con las residencias geriátricas que él conocía, más bien parecía un hotel de alto standing. Las alfombras, las paredes enteladas y las arañas de cristal decoraban tanto el amplio hall como los pasillos. Todas las puertas que veía, tenían hojas dobles, por las que una cama de hospital podría pasar fácilmente, pero nada de pomos baratos y madera contrachapada; donde los había ,los pomos eran de bronce y las puertas de madera noble, que ocultaban cerraduras, blindando la intimidad de los ocupantes. El doctor rio para sí. ¡Qué vanidad ¡ Seguro que en algún sitio, había una llave maestra que las abriría, por mucha cerradura y madera que tuvieran. Pero los ricos eran así, la vejez los volvía aún más desconfiados y celosos, como gatas recién paridas. Se detuvo, en dos pasos llegaría al apartamento 56. No podía ni imaginarse cómo le iba a cambiar la vida, cuando cruzara esa puerta. Golpeó con los nudillos sintiendo como la madera absorbía el impacto, haciéndolo prácticamente inaudible. De todas formas no tuvo que insistir, desde dentro del apartamento llegó la voz rasposa y cansada del teléfono. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Pase, pase. Doctor, está abierto. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Empujó con suavidad. La puerta giró sobre sus bisagras bien lubricadas con facilidad y sin el menor ruido. La suite estaba prácticamente a oscuras. Las persianas estaban echadas, evitando que cualquier rayo de luz de la despejada mañana las atravesara. Sólo una pequeña lámpara de pie le permitía ver por donde pisaba. El anciano anfitrión se disculpó - Perdone la oscuridad pero mis ojos no toleran bien la claridad, venga se, tome asiento aquí junto a mí. Dijo señalando un chéster de piel oscura, situado a la diestra del sillón orejero donde estaba sentado. Orgaz tomó asiento observándolo ¿cómo podía ver con esas gafas oscuras? Antes, le tendió la mano. El viejo se la estrechó alzándola igual que si le pesara una tonelada. Notó el frío fofo de su piel marchita y colgona. Sin embargo debajo de ella, los carpíos y metacarpos resaltaban fuertes como si en vez de una mano, hubiera estrechado una garra metálica envuelta en pellejo. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Bueno, pues usted dirá, señor Hrubesch. Comenzó </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Ah! Es usted un hombre directo, eso me gusta, sobretodo en un hombre de ciencia como usted; bien pues vayamos al grano. Lo primero que tengo que decir, es que conozco sus trabajos sobre la psique humana. Ya sé que, sus métodos no son... Digamos... muy ortodoxos y que eso le está causando problemas con las autoridades. Pero comparto con usted la idea, de que el conocimiento científico requiere de unas miras amplias y libres de prejuicios, y que muchas veces la sociedad no está preparada aún para asumir. Es por este motivo que he contactado con usted. El viejo se detuvo para toser, por su garganta salieron unos silbidos como si su pecho fuera una gaita desafinada. Cuando se recuperó continuó. Yo le ofrezco la posibilidad de continuar con ellos. Las gafas de Orgaz resbalaron por el tabique de la nariz. A pesar de que la temperatura en el apartamento era fría, había comenzado a sudar. ¡Había soñado un millón de veces con oír esas palabras!. Uso el dedo índice derecho para volver a ponerlas en su sitio, pero la transpiración no se lo facilitaba. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Tome. Use esto. Dijo el viejo sacando un pañuelo blanco impoluto de dentro del batín. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Me explicaré. Me refiero no solo a apoyarle económicamente y a subsanar sus "problemillas legales", sino a aportar unos conocimientos en la materia que seguro que le harán avanzar en las investigaciones. Al doctor se le cayó al suelo el pañuelo con que se secaba el sudor. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- No sé... No sé qué decir. Me siento abrumado. </span><br />
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<span style="font-size: large;">¿A qué clase de conocimientos se refiere?, ¿Qué clase de información posee? </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Doctor, comprendo que todo esto le sorprenda y que tenga muchas preguntas que hacer. No se preocupe todas sus inquietudes serán satisfechas ampliamente. Pero de momento lo más importante es restablecer el orden. Todos estos contratiempos están afectando a su trabajo y por ende a usted. Por ello quiero que tome esta tarjeta, y se ponga en contacto con mis abogados. Ellos le ayudaran a deshacer el entuerto lo más rápida y satisfactoriamente posible. Pero antes; quiero que también tome esta llave, que corresponde con una caja de seguridad del Banco Internacional de Depósitos. Vaya allí y compruebe de primera mano todo el apoyo que puedo darle. Si después de la visita sigue interesado, vuelva y hablaremos más detenidamente. Si declina la oferta sólo tendrá que llamar a mis abogados y ellos recuperaran la llave, aunque dudo que se dé el caso. Tomó la tarjeta y la pequeña llave de níquel que le ofrecía el viejo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Gracias... Señor Hrubesch. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- No, no diga nada, sólo haga lo que le he dicho, ya habrá tiempo para hablar, se lo aseguro. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Salió de la residencia y tomó otro taxi con dirección al banco. No podía creer lo que le estaba ocurriendo. Era....era más de lo jamás había podido imaginar. Un mecenas, que le ofrecía en primer lugar ayuda legal y fondos, pero lo que más le intrigaba e ilusionaba; que le iba a proporcionar información que le haría avanzar en sus investigaciones. Las palabras era música en sus oídos, música celestial. El taxista le miró atreves del retrovisor en varias ocasiones. ¿Qué miraría?, ¿Tendría algo raro en la cara? Ah, claro, ahora caía. Lo que el chofer miraba era la sonrisa boba que se le había quedado en la cara y que era incapaz de borrar. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">El coche paró justo en la entrada. El BID estaba alojado en un edificio de principios del XX. Su fachada principal estaba sustentadas por al menos dos grupos de cuatros columnas de orden corintio que soportaban un frontispicio a la manera clásica, en la que estaba claramente inspirado. En él, se representaba en piedra, una alegoría, donde el dios supremo Zeus concedía a Hermes las alas de sus pies con las que cumpliría su misión de ser el mensajero de los dioses. Todo ello hacía al edificio una mole imponente, que pareciera publicitar los tesoros que albergaba en su interior. Orgaz bajó del taxi esperando hallar en él, uno de esos tesoros. Un arco de seguridad y dos vigilantes del tamaño de armarios le recibieron. Una vez pasó el filtro, se encaminó a una de las mesas donde los empleados aguardaban a los clientes con sonrisas artificiales y falsas igual que hienas ante un animal moribundo. El interior del edificio no defraudaba, la inspiración clásica se mantenía. En los suelos el mármol de diferentes colores, hacían figuras geométricas. Sobre él, más columnas de capiteles corintios en mármol blanco y fustes de pórfido rojo sustentaban el conjunto de escala ciclópea, digno de una catedral. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Buenos días. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Buenos días dijo el empleado, un hombre de cuarenta años más o menos, calvo y perfectamente trajeado. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿En qué podemos ayudarle? Comentó ofreciéndole, con un gesto, asiento en uno de los dos sillones de caoba barnizada, juego de la mesa a la que se sentaba. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Me envía el señor Ulf Hrubesch. Quiere que tenga acceso a una caja de seguridad a su nombre, aquí tengo la llave. Dijo mostrándosela al empleado. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Si, ya veo. Permítanme hacer unas comprobaciones rutinarias de seguridad. Si es tan amable de disculparme unos minutos… </span><br />
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<span style="font-size: large;">Antes de que pudiera levantarse de la silla, otro empleado se le acercó por la espalda, poniéndole una mano en el hombro, haciendo que permaneciera sentado de forma sutil. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Buenos, días. Soy Ernesto Mür, director de la entidad. El señor Hrubesch me ha informado de su llegada Sr. Orgaz. Si tiene usted la bondad, yo mismo le acompañaré a la cámara. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Desde luego, aquel viejo debía de estar bien relacionado. Pensó, bastaba con ver el brillo en los ojos del director. El brillo del dinero. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Bajaron por las entrañas del edificio, en un ascensor, lo que le pareció una eternidad, en medio de uno de esos silencios incómodos. Se les unió otro guardia de talla XXL con chaleco antibalas y automática en la cartuchera del muslo. Cuando salieron del ascensor, el guardia se adelantó y abrió una reja que les impedía el paso. Detrás de ella, otro arco de seguridad y tras él, una pequeña sala de color blanco, iluminada con potentes halógenos empotrados en el techo y en la pared, la puerta de una cámara acorazada, por la que podría pasar cuatro jugadores de baloncesto cogidos del brazo. La puerta en sí, era una sólida pieza de metal pulido con un volante en el centro a Orgaz le recordó a la escotilla de un submarino gigante. Ahora el que se adelantó, fue el director, que hundió una llave plástica en una ranura. El vigilante le imitó e introdujo otra en otra contigua. Se pudo oír un crujido metálico. Luego, asió el volante y lo giró 360°. Otro sonido llego desde la cámara, esta vez, un siseo neumático. La gran pieza de metal se movió y muy lentamente comenzó a abrirse. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El proceso tardo unos 7' que también transcurrieron con el incómodo silencio de banda sonora. Una vez abierta, el guardia entró dentro de ella y tecleo algo en un panel adosado una de sus paredes. Era el único espacio libre, todo el resto estaba tapizado con cajones y puertas. Todos con un número de orden blanco grabado sobre sus frentes de metal negro, donde también se podía ver una cerradura. En efecto el interior, con un poco de imaginación, podía pasar por una consigna de algún aeropuerto, eso sí, de viajeros con maletas muy pequeñitas. En el centro una mesa de metal y nada más, aparte del halógeno en el techo que procuraba la iluminación. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Señor Orgaz puede pasar y consultar la caja. Nosotros nos retiraremos para preservar su </span><br />
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<span style="font-size: large;">Intimidad. Cuando haya acabado, sólo tendrá que utilizar el interfono y bajaremos a buscarle. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Dijo señalando el panel donde había estado tecleando el vigilante. Dicho esto los hombres desaparecieron y le dejaron a solas. Miró la pequeña llave plateada y por un instante, la sintió pesada como si fuera de plomo. 275 era el número que tenía grabado. Sus ojos buscaron ansiosos 150...235....278. Allí estaba. El cajón de metal negro con la cifra en blanco; a la altura de sus rodillas. Probó a meter la llave .Resbaló de entre sus dedos sudorosos, cayendo con un tintineo metálico. Se pasó las manos por los pantalones, para secar la transpiración. Estaba nervioso, igual que una feligresa que intenta sisar en el cepillo. Al segundo intento embocó la cerradura y la llave entró suavemente, notando como los dientes encajaban perfectamente dentro del bombín. Le dio un par de vueltas a la izquierda y el cajón quedó liberado. Un mecanismo hizo que el frente sobresaliera de la pared unos centímetros, lo justo para meter los dedos y poder tirar de él. La caja de 50 ancho por 40 de alto, ocultaba un fondo de más de metro y medio, que se desplegó al mínimo impulso, sobre unas poderosas guías. Más parecía un archivador o mejor una cámara refrigeradora de morgue donde se guardan los féretros a la espera de ser reconocidos. El contenido lo dejo boquiabierto. Los lingotes de oro se apilaban, llenando casi todo el interior, no supo calcular cuántos habría, pero parecían muchos. Desde luego la promesa de fondos era más que una realidad. Hay había para mucho, mucho tiempo de investigación. Pero aunque lo impresionó, no era realmente lo que deseaba ver. Lo que él realmente quería ver, debía de estar al fondo detrás de los ladrillos dorados . Efectivamente no todo el espacio estaba ocupado por los lingotes, atrás había un espacio libre, en la zona del cajón que quedaba remetida en la pared. Orgaz agudizó la vista, escudriñando esa parte en penumbra. Sí, allí había algo más, se agachó y metió la mano tanteando. Las yemas sintieron el roce del cartón de una carpeta, tantearon hasta que por fin se hicieron con ella. La sacó con extremo cuidado intentando no doblarla. No supo explicar la sensación que le embargó cuando la pudo observar. ¿Sorpresa? ¿Confusión? o simplemente decepción. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Orgaz se incorporó dejando el resto de los documentos a medio recoger, aún por el suelo. Avanzó hasta el sillón de polipiel negra y se dejó caer, todavía con la carpeta en la mano. ¡Cómo pasaba el tiempo! Aún se sorprendía de su ingenuidad, tenía delante una fuente de conocimiento empírico, con la que jamás hubo soñado y pensó que no valía nada, que sólo eran paranoias fanáticas y que no le ayudarían en su trabajo. Afortunadamente estaba el señor Ulf; él conocía muy bien el potencial de lo que había en esa carpeta. Volvió a releer su encabezamiento y recordando la primera vez que lo hizo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">" Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte‚ Deutsches Ahnenerbe". </span><br />
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<span style="font-size: large;">Podría haber estado en chino; para él hubiera sido lo mismo, pues no sabía alemán. Lo único que si identifico, fue el emblema que lucía en la portada. En muchas culturas había sido conocido como señal de buena suerte, pero la acepción más reciente y extendida de la esvástica, era la que la relacionaba con el nazismo. Sin darse cuenta volvió a retrotraerse en el tiempo y se vio otra vez en la residencia de lujo, en el apartamento de su mentor, del señor Ulf Hrubesch o como comenzó a llamarle desde ese día Set. - Buenos días de nuevo Doctor, espero que haya encontrado estimulante su visita al banco. Saludó con una sonrisa en la cara de cuero blanquecino y arrugado. El viejo seguía sentado en el sillón rodeado de penumbras exactamente igual que cuando lo dejó un par de horas atrás. Creyó ver unos pequeños destellos azules, en los cristales oscuros de sus gafas, posiblemente el reflejo de la luz, que entró desde afuera, al penetrar en aquel ambiente lúgubre. Si había visto un montón de oro y unos documentos nazis, de hacía más de cincuenta años. ¿Pero clase de conocimiento podían aportarle?; ¿cuál era ese saber, que le había prometido? Las preguntas le bullían en la cabeza, la incertidumbre le torturaba. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- La verdad, no sé qué decir, estoy un poco desconcertado, señor Hrubesch. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Naturalmente, naturalmente mi querido doctor. Si me permite, déjeme que le cuente algo, que le ayudara a ponerse en situación y a comprender mejor la magnífica oportunidad que le estoy brindando. Pero por favor, tome asiento. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El doctor lo hizo nuevamente, en el sofá junto al sillón orejero dispuesto a escuchar. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Bueno, bueno, pues empecemos: </span><br />
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<span style="font-size: large;">Como sabe, en la década de los treinta del siglo pasado, mi país natal, se vio envuelto en una serie de cambios políticos y sociales que terminarían llevando a la nación alemana a embarcarse en una nueva y cruenta guerra, como jamás se había visto en el mundo. Una de sus justificaciones, entre otras muchas, fue la reivindicación sobre unos territorios, que la gran Alemania, caudilla de la raza aria reclamaba de su natural propiedad. Yo por aquel entonces era un muchacho ,que como muchos jóvenes, primero milité en las juventudes del partido nazi y luego pasé al ejército regular de la Wermacht con la llamada filas, más concretamente al Heer o ejército de tierra . Hasta aquí mi vida no se diferenciaría mucho de las de miles de jóvenes de la Alemania nazi. Pero yo siempre había sido digamos...especial. Desde muy pequeño había tenido una mente muy despierta, privilegiada, casi clarividente. Con la pubertad esas cualidades aumentaron cualitativa y cuantitativamente. Mis características no pasaron inadvertidas a mis superiores que lo hicieron constar en sus informes. Hasta que un día recibí un mensaje de la SS, más concretamente de su sección de " Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte‚ Deutsches Ahnenerbe". O para que usted lo entienda "Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana”. Era una orden directa, relevándome inmediatamente de mi destino en Polonia y emplazándome en uno nuevo en un lugar secreto, en los Alpes austriacos, en el corazón del III Reich. Resulté ser lo que estaban buscando un Übermensch o superhombre. Yo era el ejemplar ario perfecto. Yo representaba la mente superior, de una raza superior y por lo tanto debía ser alejada de cualquier peligro. Tenía que ser preservada, estudiada. Así, junto con otros elegidos, fui inscrito en un programa científico ultrasecreto llamado SET. El viejo detuvo de súbito su relato. Un ataque de tos le sobrevino. Su pecho ladraba como si tuviera dentro una jauría de perros rabiosos. Orgaz se levantó, aun asimilando la historia, con el fin de asistir al hombre, que se debatía piafando como una bestia que se asfixia. El médico observó, que tras el sillón había una pequeña bombona de oxígeno medicinal. La tez del viejo tornó del blanco mortecino al violáceo cianótico. Tomó la mascarilla y se la aplicó sobre la Cara, girando con la otra mano, la llave que liberaba el gas. El oxígeno comenzó a entrar en sus pulmones difundiéndose por su sangre, haciendo que su ritmo cardiaco bajara poco a poco. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Gracias... doctor, dijo el hombre cuando consiguió respirar con normalidad, apartando la </span><br />
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<span style="font-size: large;">Mascarilla. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- No tiene por qué darlas. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Orgaz volvió a ver el destello azul. Intentó disimular su sorpresa. Pero estaba seguro, el brillo azul, no era ningún reflejo. El brillo, provenía de detrás de las gafas, de los ojos del señor Hrubesch. Por primera vez en su vida entendió el concepto de la palabra Frío. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Bien por dónde iba. ¡Ah! sí .Volvió a retomar el relato después de limpiarse un esputo amarillo- sanguinolento que le quedó colgando de la comisura del labio inferior, en otro pañuelo que sacó del batín de terciopelo azul marino. </span><br />
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<span style="font-size: large;">En mi nuevo destino, en las instalaciones secretas ubicadas en lo más profundo del valle alpino, oculto a los ojos de resto del mundo, con un presupuesto ilimitado y lo que es más importante con la libertad absoluta para la experimentación, los cerebros más brillantes del III Reich hicieron unos descubrimientos que podrían haber cambiado el signo de la guerra y con el ello el del mundo. Pero lamentablemente, tanto usted como yo, sabemos que la ciencia necesita de otros ingredientes a parte de los recursos y el genio. Ese recurso al que refiero es el tiempo del que no pudieron disponer. La tan anunciada victoria final, no recaía como más tarde se supo, en la posible obtención de una bomba de hidrogeno o en la fabricación de aviones a reacción, ya que también se estaban investigando en esos campos, si no en un poder mucho mayor. El poder de la mente. En las instalaciones austriacas, se pretendía formar una elite aria de soldados, capaces de manipular síquicamente al enemigo. No me refiero solamente, desde el punto de vista del espionaje y así poder conocer sus planes, sino también a que se trabajaba en la transmutación mental. Si, ya sé que suena como si fueran los delirios de un viejo loco. Pero le aseguro que el proyecto estaba en su fase final, cuando a principios de 1945 tuvo que ser suspendido y las instalaciones desmanteladas. El III Reich se desmoronaba y el avance aliado era ya incontestable. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El doctor no pudo seguir en silencio e interrumpió, aquello que acababa de oír era una...solemne tontería. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Perdone, señor Hrubesch pero permítame que sea cuanto menos, escéptico con su relato. ¿Quiere decir que los nazis consiguieron intercambiar mentes de un sujeto a otro? No creo que eso sea posible, en mi experiencia la mente es completamente inherente a cada individuo y por lo tanto, no tiene sentido que pueda albergarse en otro distinto. Lo que está usted sugiriendo está en contra de cualquier ley natural. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El viejo le miró directamente cambiando el rictus pasando de una sonrisa amable a una mueca lobuna que transmitía asco. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Mire doctor, déjeme que aclare un punto. Toda nuestra sociedad hasta hace pocos años, ha y de algún modo sigue estando cimentada sobre creencias sobrenaturales, que llamamos religión. Es cierto que la ciencia va poco quitando capas a nuestra realidad, transformando en ciencia lo que antes era un misterio inexplicable. Por eso le digo que los límites del conocimiento, precisan de hombres con los arrestos suficientes para enfrentarse a estos, sin prejuicios. Esa misma característica es la que creí ver en usted. Aunque quizás no esté en lo cierto. Orgaz sintió que pisaba sobre un terreno cenagoso, que podía dar al traste con todo. Así que intentó contenerse y dejar terminar al anciano. De cualquier forma, pensó, lo que proponía, seguía pareciéndole una locura. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- No me malinterprete señor Hrubesch, lo he pretendido decir, que no dudo que los científicos nazis consiguieran llegar a doblegar, incluso controlar la mente de sujetos. Lo que me parece sorprendente es que pudieran, como usted ha dicho, transmutar la mente de una persona a otra distinta. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- No se moleste señor Orgaz, sé exactamente lo que ha querido decir. Pero no se preocupe, es un hombre de ciencia, que solo cree en lo que puede comprobar, no en la palabrería de un viejo moribundo. Y eso, habla bien de usted. Por eso le voy a dejar, una copia traducida del documento que ha visto en el banco. En él están descritos todos los experimentos y pruebas que necesitará para poder juzgar, si es posible o no, lo que le he contado. Continuó el hombre; había bajado el tono y la expresión de su rostro también se había suavizado. Pero antes quiero que tenga un pequeño anticipo tangible que le...digamos le predisponga. El viejo se llevó ambas manos a las gafas y se las quitó lentamente dejando al descubierto sus ojos. El fuego azul que desprendían, le atravesaron las retinas al doctor. No podía apartar su mirada de ellos, era como intentar detener una ola con los brazos, era... Imposible. La luz azul cabalgó sobre sus nervios ópticos hasta llegar al cerebro. Entonces el azul lo llenó todo. Sintió la quemazón del alcohol en una herida y por un momento el dolor fue insoportable, luego se fue diluyendo hasta ser sólo un pequeño latido en la base del cráneo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Ta-ta-ta-ta La ametralladora tableteaba escupiendo su munición mortal. El olor a sangre y a barro lo impregnaba todo. En el horizonte se alzaban columnas de humo negro y más arriba en el cielo, los alaridos de los Stuka prometían su vomito de acero y fuego. Estaba paralizado por el miedo. Las balas silbaban sobre su cabeza. ¡Dios mío! ¿Qué era todo esto? Se levantó del agujero en la tierra, donde estaba arrellanado, mirándose. Llevaba puesto una guerrera gris manchada de barro, era un uniforme de infantería alemán. Tirado junto a él, el cuerpo de un chico, de no más de veinte años con la cabeza abierta como una sandía ,dejando desparramar los sesos aun humeantes, sobre un charco de sangre . ¡Dios mío qué era esta locura! </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¡Erdung körper!, ¡Erdung körper dummkopf! </span><br />
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<span style="font-size: large;">-¡Cuerpo a tierra! , ¡Cuerpo a tierra idiota! </span><br />
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<span style="font-size: large;">Sintió un golpe en el pecho y después calor. Luego llegó el dolor, que le subía desde dentro, hasta la garganta con cada latido. El borbotón carmesí, manó de su boca en una arcada explosiva. Sintió como el mundo se desdibujaba, desenfocándose. Las piernas ya no le podían soportar. Lo siguiente que sintió, fue el calor de su sangre y el frio del suelo helado. No podía estar muerto, o sí. ¿Dónde estaba su cuerpo? </span><br />
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<span style="font-size: large;">... Estaba sustentado en un nada negra e infinita, como flotando. Simplemente era un ser etéreo, sin materia; sólo pensamiento puro. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Jojo, jojo . ¿Cómo está mi querido doctor? ¿Asustado? Jojo jojo No tema, sólo es un juego...de momento. Desde ese nuevo punto de vista, seguro que tendrá en mejor estima, el regalo que le estoy ofreciendo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-¿Que me está haciendo? , ¿Qué quiere de mí? </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Bien, bien esa actitud me gusta más. Le seré franco. Sólo le pido una cosa, a cambio de ofrecerle todos los conocimientos de los que le he hablado, de solucionar sus problemas, de devolverle...su vida: </span><br />
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<span style="font-size: large;">Que termine el trabajo que quedo incompleto, que culmine el proyecto SET. Me hago viejo y pronto mi cuerpo morirá. El proyecto debe culminarse; la orden debe de ser cumplida. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿Pero, por qué yo? , ¿Por qué ahora? </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Doctor, igual que una bacteria, adopta la condición de espora, cuando las condiciones no son favorables, los Übermensch hemos sabido esperar .El mundo gira cada vez más rápido. Las potencias nacen y mueren. Primero la URRS, pronto los EEUU. Primero el comunismo y su Perestroika. Pronto el capitalismo se autofagocitará en una crisis mundial semejante a la de 1929. Otras las sustituirán, China, India... Pero que todavía están en pañales. El vacío de poder, el desorden, que llegara a la vieja Europa; es nuestro caldo de cultivo ideal. El momento está llegando, pero el tiempo biológico se agota, por eso nuestras mentes deben perdurar. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-¿Quiere decir, que hay más como usted...? </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Sí, querido doctor, distribuidos estratégicamente alrededor del mundo, esperando. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Pero, no sé si seré capaz de conseguir lo que usted desea. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Jojo ,jojo. Lo conseguirá. Sé de su capacidad, de su genio no reconocido, además le tengo reservado un estimulante incentivo, que le hará esforzarse al máximo. Jojojo, si no lo consigue o su esfuerzo no es el esperado ,sus días acabaran en una institución mental.... </span><br />
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<span style="font-size: large;">La luz penetró en oscuridad vacua igual que un rayo en medio una noche huérfana de estrellas y de luna .Orgaz volvió a tener su forma corpórea. Estaba tumbado de lado, con las rodillas a la altura del pecho. Descansaba sobre una superficie mullida. Intentó ponerse de pie, pero apenas si consiguió moverse . Notó como no podía retener su propia saliva, que le caía de los labios, manchándolo a él y al suelo acolchado. Entonces lo comprendió. Una voz femenina, llego desde algún punto detrás </span><br />
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<span style="font-size: large;">Diagnóstico: Esquizofrenia Paranoide, Calificación: Muy Peligroso, </span><br />
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<span style="font-size: large;">Tratamiento: Sedación Paliativa. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Pronóstico: Incurable, </span><br />
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<span style="font-size: large;">Confinamiento: indefinido. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La voz se alejaba pero con un eco que le repetía una y otra vez "confinamiento indefinido.”. </span><br />
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<span style="font-size: large;">“confinamiento indefinido". </span><br />
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<span style="font-size: large;">Todo se volvió azul, profundamente azul con la risa del viejo de fondo burlándose de él...Jojojo....jojo.....jojojo. El escalofrió le recorrió la espalda con su dedo helado. Habían pasado quince años, pero aún lo recordaba perfectamente. Recordaba el miedo, la angustia, la impotencia. Recordaba su risa húmeda y malvada. Si hubiera podido, muchas veces, le habría gustado viajar en el tiempo, para sentarse a observar, como el viejo se ahogaba en sus propias flemas. Otras en las que hubiera gustado arrancar el cable del teléfono, aquella noche, para que no hubiera soñado. Pero la mayoría del tiempo, se sentía muy afortunado y de alguna forma agradecido. Si, trabajar a su sombra, era tan peligroso como nadar entre tiburones, pero gracias a él, había podido conocer y tener acceso a los misterios de la mente humana. Algo con lo que el resto mundo, aún soñaba. Faltaba poco, el proyecto estaba casi terminado. El huésped intermedio "aguantaba" satisfactoriamente, no cabía duda de que el viejo había elegido bien. Sólo quedaba dar el salto final, Set estaba listo. Entonces encontraría el reconocimiento que tan injustamente, le había sido negado. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Bueno hay que ponerse a trabajar, dijo al despacho vacío. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Dejó la carpeta ajada sobre el escritorio y retomó el archivador rotulado SET. Antes de ir a dormir quería dar un último vistazo, repasar los cálculos una vez más. Nada debía descuidarse </span><br />
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<span style="font-size: large;">El A6 avanzó sobre el camino de graba crujiendo bajo los neumáticos, hasta detenerse frente a la verja oxidada. Los barrotes le cerraron el paso igual que una falange macedonia, alzándose ante él con sus puntas de hierro amenazantes. Detrás de ellas el edificio se resguardaba en el negro de la noche. No se veía ninguna luz encendida, ni si quiera un farol exterior; nada, sólo los faros del coche permitían intuir que el Buen Pastor estaba más allá de la verja. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Algo no cuadraba, ¿qué clínica, permanece en ese estado por la noche? Cada vez era más evidente que ni era una clínica, ni residencia, ni nada que se le pareciera ¡Mierda! Se dijo Luis a la vez que se masajeaba el cuello dolorido, que le volvía a morder. Bajó del coche arrebujado en el abrigo y llamó al portero automático. Nada... Insistió un par de veces más, pero nadie atendió su llamada. O no había nadie, lo que parecía, o simplemente no querían abrirle. Pensó, y el suelo de chinos por pura frustración, haciendo que saltaran, algunos golpearon los barrotes arrancándoles notas metálicas. ¿Qué iba a hacer, darse la vuelta, esperar y volver cuando se hiciera de día? ¡Un momento!, pensó. Quizás estaba ante una oportunidad, una oportunidad de averiguar la verdad. La verdad de lo que les estaban haciendo, la verdad de lo que le estaba pasando a Paula. Volvió al coche, deshizo el camino por la pista adentrándose de nuevo en el bosquecillo. Lo ocultaría y buscaría la forma de entrar. A medida que lo pensaba, le parecía increíble solo el hecho de estar planeando una incursión furtiva, por eso dejó de hacerlo. Se lo debía a su familia, a su hija, no podía fallarles. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Después de varios cientos de metros, se echó a un lado, internándose entre los cedros, con cuidado de no meter las ruedas en un socavón o rozar los bajos con alguna piedra. Sacó del maletero el gato y una linterna, dirigiéndose de nuevo al Buen Pastor. No usó la pista, así que dio un rodeo por entre los árboles. La verja era demasiado alta para intentar saltarla, además sinceramente no se creía capaz de conseguirlo. Su plan era utilizar el gato para separar lo suficiente los barrotes y colarse entre ellos. El plan terminaba allí, una vez dentro, si lograba pasar claro....ya se vería. No se dio la opción de pensar a más allá, o terminaría dándose la vuelta. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- El pasado no se podía cambiar y el futuro sólo es una hipótesis. Lo único que cuenta es el presente. ¡Tú puedes hacerlo! O algo así. Se repetía para sí. Era una cita de motivación, que aprendió en un curso de ventas. Cualquier cosa serviría, para infundirse el valor del que escaseaba. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El ulular del viento entre las copas de los arboles era lo único que interrumpía el silencio sepulcral, eso y el crujir del suelo del bosque bajo sus mocasines italianos. Luis apenas veía por donde pisaba, así, sus pasos eran prudentes y cortos, por lo que cubrir el escaso kilómetro que lo separaba del enrejado se le estaba antojando mucho más distante. Desestimó encender la linterna, no sabía en qué estado se encontrarían las baterías y concluyó que economizarlas sería lo mejor. </span><br />
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<span style="font-size: large;">De súbito una criatura del bosque correteó por entre la hojarasca muerta, unos metros más adelante del hombre. Luis respingó asustado y tropezó con una raíz, que lo hizo caer de bruces contra el suelo helado. No tuvo tiempo de poner adecuadamente las manos, para amortiguar la caída, ya que las tenía ocupadas. Ahora los reflejos felinos de los que había hecho gala en la carretera, le habían abandonado. Instintivamente al alargar los brazos, el gato se le escapó de los dedos, quedando entre su cuerpo y el suelo. Uno de sus bordes le golpeo en el mentón igual que si fuera un directo a la mandíbula. Entonces la fría noche de luna nueva penetró en su interior y todo se fue a negro. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Caminaba por un pasillo estrecho. Unas paredes blancas le flanqueaban, alzándose infinitamente a una altura tal que Luis no alcanzaba a ver el techo, si lo había. Tampoco se adivinaba el final a dónde conducía y ni el comienzo que debía estar el algún punto distante a su espalda, o a lo mejor no, a lo mejor no había comienzo o no había fin, o a lo mejor no existían ninguno de los dos. Él era lo único cierto, él y su caminar. Caminaba por un suelo blanco que parecía del mismo material de las paredes, algo parecido al PVC. El pasillo era ortogonalmente una línea recta, ni una sola curva o giro, ni subía, ni descendía. Ni una junta, ni un empalme, todo liso y continuo; eterno. No sabía cuánto tiempo llevaba caminado o si en ese espacio el tiempo tenía sentido. ¿Por qué caminaba, si no conocía el destino? ¿Por qué no detenerse o invertir el sentido? Pero ¿qué motivos tendría para no seguir caminando? ¿Por qué no seguir? , ¿Qué sentido tenía hacerse esas preguntas? ¿Quién era el para alterar el orden? ...... ¿Quién era...él? ¿Quién...era...él? </span><br />
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<span style="font-size: large;">El sonido penetró en los oídos agudo. Las paredes se agrietaron como si fueran los muros de una Jericó. Y grandes trozos comenzaron a desprenderse cayendo con estrepito al suelo. Uno impacto junto a Luis haciendo un gran roto en suelo blanco perfecto. El cascote lo travesó y siguió su camino descendente, pudo ver como bajo el piso no había ningún cimiento que lo sustentara, sólo una nada vacía y vacua. Más trozos cayeron haciendo cráteres cada vez más grandes, Luis intentaba esquivarlos con cuidado de no ser aplastado por uno de ellos y de no acompañarlos por los agujeros que dejaban. La estructura seguía desmoronándose con el pitido como fondo. Otro pedazo golpeó el suelo, combándolo, convirtiendo su huella, en la guarida de una hormiga león gigantesca, por la que el indefenso hombre no pudo hacer otra cosa que rodar hasta caer por el al vacío infinito. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Sintió frío y el olor a la humedad pútrida del humus. ¿Dónde estaba? En la boca notó un regusto a monedas y el rechinar de los dientes al masticar tierra. Y ¿qué era ese pitido? Mientras se incorporaba lo recordó. Estaba en el bosque caminando hacia el Buen Pastor, para intentar colarse y el pitido era su móvil que sonaba insistentemente. Lo buscó y miró la pantalla. En ella, el dibujo de un teléfono verde temblaba, debajo, en grandes letras brillantes se podía leer LAURA. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Sólo necesitó escuchar los sollozos para saber que algo malo le pasaba a Paula, algo muy malo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Prácticamente se tiró del coche cuando llegó al hospital por la entrada de urgencias, reservadas a las ambulancias. Dejó las llaves puestas, el motor encendido y corrió. Entró en la recepción como un brazo de mar. De hecho el vigilante de seguridad, instintivamente llevó la mano a la porra que le colgaba del lado izquierdo de la cintura. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿Dónde está Paula, qué le pasa? Gritó, abalanzándose sobre el mostrador de admisión. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Las dos enfermeras que estaban absortas en un monitor, no lo vieron venir y se sobresaltaron. La mayor, de no más de 45 años, primero le miró por encima de la montura de unas gafas de pasta rosa chicle, mientras con el rabillo del ojo localizaba al guardia, luego habló. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Señor, por favor tranquilícese, no le hemos entendido y si no lo hacemos, no podremos ayudarle. Además le recuerdo que está usted en un centro sanitario, así que por favor, le pido que baje el tono. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Luis escuchó a la mujer con claridad pero el concepto Paula, con todo su significado, como si fueran granos de arena, se le había introducido en los engranajes de su motor metal, lo volvió a repetir. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿Dónde está Paula, qué le pasa? </span><br />
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<span style="font-size: large;">El ojo clínico de la enfermera detectó que el hombre estaba en un estado de shock. Con naturalidad pulsó un botón bajo la mesa y en un instante un enfermero y un celador irrumpieron en la recepción, Luis volvió gritar otra vez la misma pregunta, ajeno a todo lo que le rodeaba. Los dos sanitarios se acercaron con precaución. Desde el otro lado el vigilante también comenzó a acercarse. La enfermera de monturas rosas le hizo un gesto para que no interviniera, de momento. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Señor, ¿se encuentra bien? , preguntó el enfermero. Luis le miró como si fueran un espectro del más. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- allá. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-¡No me toquéis! , ¡¿Dónde está Paula?! ¡¿Qué le habéis hecho?! </span><br />
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<span style="font-size: large;">El alboroto hizo que algunas personas que se hallaban en la sala de espera contigua se asomaran a curiosear. El enfermero retrocedió alzando las manos. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Señor, no le vamos a tocar, tranquilícese. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">El vigilante resolvió que al final iba a tener que intervenir. </span><br />
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<span style="font-size: large;">En el otro extremo de la sala, las puertas que comunicaban con los box de observación se abrieron, por ellas, salió una mujer aún joven y guapa, aunque la preocupación y el miedo la habían hecho envejecer 15 años de golpe. Traía una bolsa con las ropas de su hija enferma, con un pañuelo de papel enjugaba las lágrimas de su rostro. Cuando Luis la vio corrió hacia ella, zafándose del guardia que intentaba sujetarle. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Ambos se fundieron en un abrazo desesperado. Laura lloraba balbuceando palabras incompresibles entre hipidos y lloros. Luis no tardó en acompañarla. Así unidos por la amalgama del dolor, permanecieron, buscando el mínimo consuelo del contacto físico, antes de que sus almas derrumbadas se fueran por el sumidero de la locura. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Los siguientes días fueron un borrón en las vidas de Luis y Laura, su mundo se redujo a los escasos metros de la habitación del hospital. Mientras Paula seguía en un estado comatoso. Los médicos intentaban explicarlo dando rodeos y retorciendo conceptos técnicos, que ocultaban que en realidad no tenían la más remota idea de lo que le pasaba a la niña. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Resolvieron denominarlo, reacción autoinmune atópica. En otras palabras, el organismo de Paula se autodestruía. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Cuando ingresó, pensaron que había llegado el final. Paula se debatía entre terribles dolores de cabeza que los calmantes apenas conseguían apaciguar. El cuadro de cefaleas aumentó exponencialmente, producido por una inflamación de las meninges que presionaron el encéfalo, como si fuera una esponja rezumante de sangre que manaba por los oídos y la nariz. El equipo médico estaba dispuesto a una intervención desesperada de urgencia. Cuando afortunadamente la meningitis remitió tan repentinamente como apareció, siendo reemplazada por el estado vegetativo en el que la niña había comenzado el nuevo año. Según los escáneres, milagrosamente no se apreciaban lesiones, aunque los facultativos no descartaban la posibilidad de daño, pero no podrían ser valorados hasta que la niña saliera del coma...Si salía. De esa posibilidad no se hablaba abiertamente; los galenos evitaban hacer pronósticos o simplemente recurrían a la muletilla "aún es pronto" o a las de “necesitamos más datos”, cuando en realidad pensaban; en que el cerebro de la niña era muy improbable que remontara la situación. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El coma es un estado en el que la actividad cerebral queda reducida a mínimos, pero no quiere decir, que el cuerpo esté muerto. Desafortunadamente para Paula su cuerpo no lo estaba, si no que seguía luchando, aparentemente contra él mismo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Poco a poco el cuerpo se llenó de pústulas negruzcas que se expresaban con mayor virulencia alrededor de los ganglios linfáticos, como en las ingles o las axilas. Con las bubas también apareció la fiebre que llegó a picos de 42° y casi nunca bajaba de los 38° a pesar de la medicación. El cuerpecito de la niña luchaba con todas sus energías, pero los efectos comenzaron a darle más el aspecto de un cadáver, no ya tanto por las pústulas, sino por la pérdida de peso que le provocaba una delgadez extrema, que encogía el corazón sólo con mirarla. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Durante uno de esos pequeños lapsos de tiempo donde el dolor, la preocupación y el miedo dejaban a Luis un resquicio, para simplemente no perder el sentido de la realidad, sujetó a Laura por un brazo y la miró a los ojos, donde el color azul claro se había diluido hasta el celeste de tanto llorar. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Laura, no sé cómo hemos podido llegar a esto. Jamás imaginé que podría afectar a Paula. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Las lágrimas se asomaron a la mirada del hombre, que intentó esconderlas en el pecho de su esposa. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Lo siento, mi amor, lo siento tanto que no sé qué hacer, sólo tengo ganas de morir. ¡Ojalá pudiera cambiarme por Paula! </span><br />
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<span style="font-size: large;">Su mujer lo rechazó con fría indiferencia. Sí, comprendía a Luis y realmente le creía, pero la que yacía en la cama luchando a vida o muerte era su hija y ante eso su corazón era un bunker nuclear. Habían llorado juntos y seguirán luchando juntos como padres, pero sólo eso, nada más, fuera cual fuera el resultado final. Luis no era nada. Ahora mismo sólo era una alianza de conveniencia por el bien de la niña. De hecho, si pudiera devolverle la salud estrangulándolo no dudaría un segundo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Hay algo que tengo que decirte, ya sé que pensaras que es una locura. Pero si puede ayudar a la niña...dijo gimoteando mientras se restregaba el reverso de las manos temblorosas, enjugándose las lágrimas que no podía contener. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Comenzó el relato, ahora que había logrado la atención de su mujer. Primero narró el viaje para realizar su "encargo”, con todas sus incidencias. Luego le habló de su encuentro con la prostituta en aquel burdel, pero sobretodo hizo hincapié en lo referente a que en sus sueños debía usar el espejo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Laura, Laura mi amor, no sé qué está pasando, ni en dónde os he metido. Lo único de que sé, es que tengo miedo, mucho miedo. Pero sobretodo tengo miedo por lo que le pueda pasar a Paula. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La tez de Laura pasó del blanco lechoso al gris mortecino según el relato avanzaba. Cuando acabó se quedó callada, mirando a un punto en el infinito, más allá de la pared. Luis esperó su reacción, pero, ésta no llegaba. Laura permanecía en la inopia. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Laura, cariño. ¿Estás bien?, ¿Laura?..¿Laura? Por favor di algo... Luis le tomó una mano y el zarandeo mientras la seguía llamando ¿¡Laura, Laura!? Responde, me estás asustando. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La mujer volvió en si </span><br />
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<span style="font-size: large;">- No puede ser... No puede ser. Yo he visto ese espejo, yo he visto el Espejo... </span><br />
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<span style="font-size: large;">La mujer se acercó a la mampara que la separaba de la cama de su hija y se quedó mirándola mientras repetía; “el espejo...el espejo”. Unos de los aparatos que monitorizaban las constantes vitales de Paula comenzaron a emitir una señal de alerta. El sonido apenas audible a través del cristal, lo acompañó una luz roja que brillaba en el panel de control. Al instante otro aparato también comenzó a emitir señales y así todas las máquinas que se conectaban con la niña, siguieron sumándose con sus luces parpadeantes y pitidos. Algo no iba bien. Luis corrió al pasillo buscando a algún médico. Cuando se asomó vio aliviado que el doctor de guardia seguido de una enfermera se aproximaba a toda prisa. Volvió a entrar en la habitación, Laura seguía mirando por la mampara con una expresión que jamás le había visto. Tenía el terror dibujado en la cara. No pasó un segundo cuando comprendió el porqué del terror de su mujer. Los pitidos de las maquinas se habían solapado unos a otros, combinándose hasta formar una melodía y él había oído esa melodía antes. Era parte de la banda sonora de una película antigua. Una película donde una niña era transportada a algún lugar, más allá del arco iris. Justo cuando el personal médico accedió a la zona de aislamiento, los pitidos se descompasaron, perdiendo la estructura de melodía, pasando a ser, un caos sónico de pitidos de monitores médicos. Algunos fueron desapareciendo hasta extinguiese junto con sus luces, otros bajaron de intensidad. Fuera lo que fuera la crisis había pasado, la niña volvía a estar estable. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Luis y Laura se miraron y cada uno pudo ver el horror propio reflejado en la cara del otro. Ellos lo habían oído, ellos habían oído cómo las máquinas se habían asociado para ofrecerles el "SomewhereOverTheRainbow" </span><br />
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<span style="font-size: large;">Laura se negó rotundamente a establecer cualquier tipo de turnos para velar a Paula. Ella no se movería de su lado y punto, no había nada más que hablar. Luis haría de enlace con el exterior. Él le traería lo que necesitara. El aseo personal, que durante la primera semana había descuidado, no sería un problema, seguiría usando el baño de la habitación. Sí, no tenía ducha, pero se las apañaba, y si fuese necesario se raparía la cabeza, pero no se iba a apartar del lado de su hija, nada de este mundo o de otro, la haría apartarse de allí. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Ésos eran problemas menores. Ahora, tenía la certeza absoluta, de que el mal que aquejaba a su hija, no tenía ningún origen natural, como había sospechado. Después estaba la historia de Luis y lo del espejo. ¿Qué debía hacer? Habían pasado dos noches desde el episodio de los pitidos, prácticamente no había dormido, y así desde que la niña ingresó, pequeñas cabezadas de las que despertaba sobresaltada y con el corazón a punto de salírsele por la boca. Tenía miedo a dormir, a cerrar los ojos, miedo de apartarlos de Paula, miedo a que durante ese tiempo le pasara algo y ella estuviera dormida. Pero por otro lado, estaba la posibilidad de ayudarla, usando el espejo, como había dicho la fulana. ¿Y qué quiso decir con “no estábamos solos”? Iba a terminar perdiendo el juicio si no lo había hecho ya. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Se levantó del sillón de polipiel azul y se arrimó para mirar otra vez a Paula, al parecer ella era la única que podía ayudarla. Debía tomar una determinación, soñar o seguir confiando en la medicina. En su mente no habrían cabido esas tonterías de control mental, apariciones y demás patrañas para frikys… pero eso había sido antes, ahora era.....distinto. Si tenía que usar un espejo en un sueño, para salvar a su hija lo usaría con fe ciega. Lo que la perturbaba era que en el sueño dónde vio el espejo, en el que estaba Paula, no fue agradable, más bien todo lo contrario. El espejo era un cepo, que terminó cazando a la rata en la que ella se había convertido y eso la tenía preocupada, aún más preocupada, si eso era posible. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Volvió al sillón y se dejó caer el suspirando. Quisiera o no, el sueño terminaría venciéndola, pero preferiría dormir cuando Luis volviera; o ése era el plan. Plan que no coincidía con el de Morfeo, que la acogió en sus brazos antes de que pudiera darse cuenta. En ese mismo momento a media ciudad de distancia el teléfono de su marido sonaba. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Allí estaba su reflejo, mostrándole su belleza infantil. Su piel de fina porcelana, sus labios rosados y sus ojos inocentes, que sólo sabían decir la verdad. Los cabellos le enmarcaban el rostro con una cascada de oro ensortijado. Parecía una princesa; era una princesa. Contempló su tiara, como para confirmarlo. Las esmeraldas engarzadas en la fantasía de hilos de oro blanco, brillaron asegurándoselo. Ella, la princesa Paula, o como se llamaría desde hoy, Dorothy. Habían sido unos días agotadores, no podría decir cuántos habían pasado. En Oz la sensación del paso del tiempo era distinta. Desde que llegó no había visto ningún reloj o nada que se le pareciese. Algunas jornadas eran breves y duraban lo que un amanecer seguido de un atardece, mientras que otras se alargaban, como si en vez de ser un día, fueran dos o tres seguidos, sobre todo cuando estaba él. En los días que el espantapájaros aparecía, la bola brillante del sol se paseaba por el cielo, pavoneándose, sin prisas por irse a descansar. Por el contrario, cuando estaba a solas, el astro amarillo corría a ocultarse, apresurado como una cenicienta que llega tarde. Las noches en cambio siempre aparentaban ser de la misma duración, antojándosele muy cortas. Pero lo más sorprendente era que no tenía necesidad de dormir, hasta que el sol se ponía. Daba igual que fuera un "día corto" o uno "largo", se adaptaba a las horas de luz, como una flor, desplegándose con la mañana y recogiéndose con la oscuridad, descansando lo suficiente, en función del siguiente día, en el que no volvería a tener sueño, hasta el ocaso. ¿Quizás, el espantapájaros controlaba el tiempo, o a los habitantes de ese mundo o a ambos? ¡Todo era tan raro! Fuera como fuese, estaba agotada. No sabía cuántos seres le habían besado la mano, ni cuantas veces había dicho "encantada" haciendo que sonreía. Fue como ir a la estación a recibir a mil "titas recién llegadas del pueblo". Vio, toda clase de seres, y todos parecían haber salido de cuentos, pero de cuentos que no se habían contado o escrito aún. Desde pequeños hombrecillos, que lucían largas cabelleras de hierba verde a poderosos centauros. Tuvo miedo, sobre todo al principio, pero según fueron pasando las comitivas, comprendió que no tenía por qué tenerlo, ya que, esas gentes sólo venían a presentar pleitesía a su nueva princesa, a ella. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Durante las largas recepciones, la doncella que la había peinado, la acompañó sentada justo detrás de ella, susurrándole consejos y recomendaciones, que le permitieron actuar correctamente en todo momento. El espantapájaros también permaneció sentado a su lado izquierdo, pero en un trono que hacia pequeño y pobre al suyo. Tallado en solo bloque de mármol blanco, de vetas verdes e incrustaciones de esmeraldas del tamaño de puños parecía el asiento de alguien mucho más grande que él. Permanecía allí, a casi un metro por encima de ella y a más de dos del resto, solo, en silencio; a lo mejor estaba dormido. ¿Pero dormían los espantapájaros? Creía que no, aunque se suponía, que tampoco podían hablar o caminar o mejor aún, ser reyes. De todas formas por muy rey que fuese, desde el suelo debía tener el aspecto de un puñado de palos envueltos en un manto verde. Paula pensó que podría pasar por un nido de pájaro. Uno de esos pájaros a los que les gusta las cosas brillantes. ¡Qué gracia! Sobre el respaldo del trono, que se alzaría otros dos o tres metros más, estaba posado el mono alado. Aquella desagradable criatura que no dejaba de husmear y mironear. Paula detestaba que le mirara; era volver a recordar cuando la atrapó entre sus garras. El bichejo debía intuirlo y disfrutaba posando sus grandes ojos amarillos sobre ella y aullando, mostrándole sus afilados colmillos. Lo único que podía agradecer al espantapájaros, es que lo mantuviera alejado de ella. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Ahora, sentada en el tocador de su cámara, intentaba apartar todo eso. Estaba sola y tenía que aprovechar la ocasión. No sabía cuándo volvería a tener una como ésta. No sabía si el próximo día iba a durar mucho o poco, o si no iba a tener que dormir nunca más. Pero sobretodo, tenía una duda que no se atrevió a consultar. Una curiosidad que le daba miedo satisfacer. ¿Por qué la habían nombrado Dorothy XXIII? ¿Dónde estaban las veintidós anteriores? Había cosas que era mejor no saber. Los parpados comenzaron a pesar y la necesidad de bostezar, le hizo abrir la boca hasta que sus ojos lagrimearon. El sueño se acercaba, y pronto no podría resistirlo .Había que usar el espejo como le dijo la doncella, tenía que salir de allí, tenía que llamar a mamá. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Buenos días, Don Luis. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El auricular vomito las palabras, que fueron recibidas como un cubo de ácido volcado en el oído. Primero notó el frio de la sorpresa, luego el fuego de su corrosión. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¡MALDITO HIJO DE PUTA! ¡¿QUE LE ESTA HACIENDO A MI HIJA?! </span><br />
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<span style="font-size: large;">La respuesta nació en la parte más primitiva del cerebro, aquella que sigue siendo igual que cuando en el mundo dominaban los reptiles. Luis estaba en casa, había ido a buscar algo de ropa para Laura y de camino asearse e intentar descansar algo, si era capaz. Intentó contactar con ellos varias veces; la última, después de oír la canción en los monitores de Paula. Pero nadie respondió a sus llamadas. Era como si se los hubiese tragado la tierra. También pensó en volver al Buen Pastor, pero el miedo a que cuando volviera su hija “no estuviera”, se lo impidió y ahora esta llamada. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Ah su hija, de ella precisamente quería hablarle. Venga a mi casa, en el campo. Ya sabe dónde está.... ¿No? Mire el navegador de su teléfono...como la primera vez jajaja. Le estaré esperando. No tarde. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Habían levantado una cerca metálica alrededor de la casa y plantado arizónicas, que con un poco de tiempo la ocultarían. Un heraldo en forma de columna de polvo, anunció que Luis se acercaba por el camino sin asfaltar a toda velocidad. El coche apareció por entre los arboles como un fiera desbocada. Teniendo que clavar sus garras neumáticas en la tierra, para no arrollar la verja que le cerraba el paso a la propiedad. Cara de perro le aguardaba en la puerta de la casa de aspecto de búnker enladrillado en rojo. Luis recodó la primera vez que la vio y como le llamo la atención las ventanas escasas, no sólo en cantidad sino también en dimensiones, por eso la comparación con un búnker le pareció una buena forma de describirla. Su techo, a cuatro aguas parecía indicar la existencia de un patio central que suministraría la luz natural. No sabía exactamente por qué su atención se entretenía con aquellos detalles, pero lo hacía. Quizás observaba al enemigo como el púgil que lanza golpes de tanteo. O quizás su mente tenía que buscar alguna evasión por el bien de su propia integridad. El hombre acaparado, de torso robusto inclino la cabeza a modo de saludo y le instó a seguirle. Luis avanzaba por los por los pasillos en penumbra con el latido de su corazón zumbándole en las sienes. En breves instantes iba a echarse a la cara a aquel maldito viejo. Esa maldita piltrafa humana que estaba destrozando su mundo. Un hombre al que destruiría sólo con un puñetazo. Sin ni si quiera darse cuenta, en su cabeza se coló una imagen; la de un viejo paseando a un Doverman. Él era ese perro, podría devorar a su amo, pero era el viejo era el que llevaba la cadena que estrangulaba su cuello. El anciano era el amo y le obligaría a obedecer. Sintió como el fracaso y la impotencia apagaba su furia con un balde de agua fría de realidad. Seguía siendo el mismo hombrecillo cobarde de siempre. Casi chocó con el matón que se detuvo junto a una puerta de doble hoja, golpeó la madera y la puerta se abrió. Apareció el otro matón, que se retiró dejando el paso libre a Luis. Si en la casa reinaba la penumbra en esa habitación lo hacían las tinieblas. Dio un par de pasos hacia el interior de la sala, hasta el límite donde el gris se convertía en negro. Cara de pájaro salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí. Entonces la oscuridad fue total. Una oscuridad que casi se podía mascar, una oscuridad espesa. Esa puerta era el brocal de un pozo y él se había sumergido en sus aguas negras. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Buenos días, Don Luis, me alegro de volver a verle. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Escuchó la voz del viejo, rasposa y gutural. Al final de cada palabra se percibía el silbido agudo de un muñeco hinchable que perdiera aire cada vez que abría la boca. Aquella voz le ponía los pelos de punta. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿Qué tiene que decir sobre mi hija? El poco valor que le quedaba en el cuerpo le calentaba la sangre. ¡Qué le está haciendo! Los dedos se curvaron transformando sus manos en unas garras y dio un paso más en la negrura insondable. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Me está asustando... jo jo jo. Es un payaso muy divertido. Mire, sólo se lo voy a decir una vez, estúpida e insignificante criatura. Si me vuelve a levantar la voz o a insultar hare que sus sesos se le cuezan dentro de la cabeza y luego me los serviré de cena. ¿Me ha comprendido? </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Las centellas azules relampaguearon en la oscuridad. La reacción del viejo, lo paralizó, las luces azules penetraron por las pupilas dilatadas ansiosas de luz. Sintió su frio helador y ardiente al tiempo, como un colirio de nitrógeno líquido que lo cegaba y lo colmaba de azul. Por un momento pensó que había muerto. En su cabeza veía su vida pasar, rodando sobre los cabezales de una moviola infernal. Vio o recordó la primera vez que vio la luz, cuando abrió los ojos, segundos antes de su alumbramiento, aún en el canal uterino. Sus primeros recuerdos, su madre, sus ojos, el roce de sus labios sobre sus pechos y la tibieza de su leche. Luego se vio gateando sobre un suelo de linóleo marrón, avanzando por un pasillo. Debía ser su casa, pero no estaba seguro, todo era tan grande. Avanzó hasta entrar en el baño. Entonces oyó la música. Su madre estaba metida en la bañera. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Hola mi Bebé, ¿dónde vas mi amor? Anda, ve con papá. ¡Marcos! , ¡Marcos ven a por el niño! </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Ahora voy cariño, ahora voy. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">La música era, era preciosa era… pero no podía ser, era la canción de la película y le atraía como una bombilla a un insecto. Él era un bebe y quería coger aquella música tan bonita que salía de aquella cosa de plástico rojo. El aparato de radio, estaba apoyado sobre el borde de la bañera a los pies de su madre conectado a una toma de corriente cerca del lavabo... Alzó sus manitas regordetas, que se enredaron con el cable. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">¡Noooooooo!. No, él no lo hizo. Su padre le contó que fue un infarto cerebral. No, aquello era otro truco, esos recuerdos eran falsos. Pero ese grito era tan... y el olor a carne quemada era tan real. El azul desapareció y el negro volvió ser el dueño de todo. Se había derrumbado y yacía sobre el suelo hecho un ovillo llorando como un bebé, un bebé que ha asesinado a su mamá y sobre él, la risa negra y húmeda del viejo. Jo jo jo. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Por favor...Por favor qué quiere de nosotros. ¿Por qué nos hace esto? ¿Por...qué? Suplicaba desde el suelo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Jo jo, jo jo. Mi pequeño gusano, por eso le he hecho venir, para darte la explicación que tanto busca. Será mi regalo de despedida, por sus servicios y el de su familia...jo, jo jo. Ahora levántate del suelo. Un metro a su derecha hay una silla, siéntase. Luis estiró la mano buscando. Sus dedos rozaron las patas talladas y se aferraron a ella. </span><br />
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<span style="font-size: large;">No podía ser verdad, todo lo que aquel....aquel monstruo le había contado, no podía ser que fuera cierto. No podía ser cierto, que estuviera a punto de perder todo. Pero un todo literal, absoluto que incluía desde su hija a su propia vida y terminando por la de Laura. Corría compitiendo contra un destino funesto. Conducía como si ya estuviera muerto. Pues en cierta forma lo estaba. Pero tenía que intentarlo no podía quedarse mirando impasible mientras su mundo se desmoronaba como un castillo de arena arrasado primero por una ola de maldad de Set y luego ver como sus trozos eran engullidos por la resaca de su cobardía. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Aquel viejo en realidad sólo era el envoltorio de algo realmente maligno. De una maldad que la propia humanidad apenas si había comenzado a olvidar pero que seguía viva, como un virus acantonado, esperando a un descuido para volver a expresarse con más virulencia. Y ellos iban a ser sus primeras víctimas. Ellos eran la primera ficha de un dominó que caería en una sucesión que amenazaba con arrastrar muchas, muchas más vidas. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Mi querido y estúpido Luis, ¿aún cree en los cuentos de hadas con final feliz? </span><br />
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<span style="font-size: large;">Usted sólo has sido la llave que me ha llevado a ella. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Por favor, es sólo una niña, déjela, por favor. Su alma se desbordó licuándose por sus ojos que manaron lágrimas amargas de dolor absoluto. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Jo Jo. Estúpida criatura, no ha comprendido nada, su linda hija sólo es "algo necesario", ya ha visto que puedo tener todos los niños que deseo, no , no es a su lida hija a la que me ha conducido. Es a su mujer, ella es lo que realmente importa, no su mocosa. Jojojo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">-¿Cómo?...pero...Paula... </span><br />
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<span style="font-size: large;">La revelación fue como si le derramaran una sartén de aceite hirviendo sobre la cabeza. ¿Qué decía aquel demonio?.. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- Su hija es, digamos una plataforma para acceder a su mujer. Una mujer muy especial que tuvo la desdicha de conocerle. Jojojo. Aunque sin proponérselo su destino le va a hacer formar parte de algo mucho más grande e importante que languidecer a su lado. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Entonces el viejo empezó a hablar de nazis y control mental y de transmutaciones mentales y de que se hacía viejo…pero Luis ya no estaba allí él sabía que él y únicamente él era el origen y la ruina de todo, como lo fue ya desde el principio de su vida. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El rojo pasó al blanco doloroso. La cabeza le dolía y la lengua parecía de dos tallas más grandes que su boca. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Tragó saliva, una masa espesa y abrasiva le recorrió la garganta arañándole igual que una bola de alambre de espino. </span><br />
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<span style="font-size: large;">¿Dónde estaba?. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Tardó unos segundos en que sus pupilas consiguieran acostumbrarse a la luz, brillante y amarilla. El rocío lo había calado y la escarcha había sustituido el tuétano de sus huesos. Olor a hierba y dolor, poco más. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">El sol todavía estaba alto y las copas de las coníferas no conseguían ocultarlo. Se pasó las manos por la cabeza como buscando una herida que explicara qué había tirado en medio de un bosque pero no la halló, sólo agujas secas de abeto. La noción de la realidad se presentó ante él y le pateó en la cara. Laura. Fue la primera palabra que pudo articular. Se levantó y probó a dar un paso y luego otro, inseguro como un bebé. El cuerpo parecía que se recuperaba de una sedación, sin embargo su cerebro funcionaba, si eso era posible al doble de su velocidad normal. Laura, Laura se decía mientras componía el puzle de recuerdos, ideas y sensaciones. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Un cuervo graznó. El graznido dejó una pregunta en el aire: “¿Qué haces aquí?”. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Luis grito - ¡Laura! por pura frustración y el pájaro le contestó con otro graznido, que esta vez sonó a : “¡Fuera!”. La voz de pájaro fría y áspera le empujó, tenía que salir de allí. Caminó en busca de un rastro , de cualquier cosa familiar que le proporcionará el dónde o el porqué. No tuvo que andar mucho para encontrarla. La casa de ladrillo rojo estaba allí. La visión le golpeó, fue un mazo en la cara, romo y contundente, no podía ser. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La cerca metálica estaba herrumbrosa y había sido derribada en algunos tramos, en otros presentaba grandes agujeros, el seto arrancado por algún jardinero sádico y sustituido por pasto y matorrales y en medio de aquella debacle la casa de ladrillo rojo. Manchas negras de hollín asomaban por lo que fueron sus escasas ventanas, ahora convertidas en cuencas vacías. El portón de madera había desaparecido y mostraba una boca desdentada como el cadáver de un viejo torturado que exhala su último suspiro. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Era imposible, ¿qué nuevo truco era ése? Se refregó los ojos intentando aclarar la vista, negándose a aceptar aquella visión. Se acercó y golpeó con todas sus fuerzas la cerca, el metal oxidado se hundió absorbiendo el impacto. Los puños se tiznaron de herrumbre, la valla moribunda se quejó con un rechinar de somier desfondado. El coche, ¿dónde estaba el coche? Eso era, él había venido en el coche, tenía que encontrarlo, tenía que encontrar un resquicio de realidad a donde aferrarse, comenzó a trotar. Rodeo la finca devastada por el vandalismo. No sólo había ardido, si no que mostraba restos de actividad humana como si hubiera sido la guarida de una horda salvaje. En la parte posterior se podían ver los restos colchones que habían sido quemados hasta dejar expuestos sus esqueletos de muelles y túmulos de basura y escombros. Pero ni rastro del coche, nada, ni unas rodadas. Se detuvo para recobrar el aliento. Apoyó las manos en las rodillas y miró su sombra en el suelo. El grito nació de las entrañas, una onda sísmica que amenazara con partirlo en dos. Aún con el grito zumbando en los oídos otro sonido le llegó. Se irguió como un conejo asustado, husmeando, oteando el horizonte cerrado por la muralla de cedros y abetos. Salió disparado hacia el foco del ruido que se le antojó la más bella melodía que había escuchado en su vida. Corrió hacia ella. No podía dejarla escapar. El camión o lo que fuera no debía de andar lejos. Enfiló el camino del que había desaparecido la grava, igual que un ciclón, corriendo, azuzado por la necesidad de no saberse loco. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El camión marchaba por la pista forestal, con el traqueteo del que lo hace por el camino resabido de la monotonía diaria. Luis se plantó en medio del camino haciendo aspavientos para llamar la atención del conductor. El chófer tardó en reaccionar. Esperaba ver cualquier animal, un cervatillo incluso un jabalí, pero la imagen de un hombre accionando como un poseso no estaba dentro de lo posible. Hundió el pedal del freno y el vehículo se detuvo. Luis corrió hacia la cabina. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Por favor, ¿me puede acercar a la carretera? Suplicó a bocajarro </span><br />
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<span style="font-size: large;">El chofer y el copiloto se miraron. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿Qué le ocurre amigo? Preguntó el copiloto, un hombre calvo de 50 años y con la piel curtida por el trabajo a la intemperie, que podría haber pasado por gemelo del chofer, si no fuera por la diferencia de edad. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Perdón, he tenido …un accidente. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Los dos hombres se volvieron a mirar. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Suba, nos dirigimos al pueblo, sí quiere le podemos dejar allí ¿Se encuentra bien? </span><br />
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<span style="font-size: large;">- De acuerdo, dijo y se encaramó a la cabina. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">En medio de un silencio incómodo los tres hombres reanudaron la marcha. No pudo retener la pregunta que le bullía en la cabeza y la lanzó al aire. ¿Qué día es? Era más una pregunta retórica, un pensamiento. El conductor apartó un instante la mirada de la pista de arena para volver a mirar al polizón como valorando lo acertado de su decisión de haberlo recogido. Hoy es martes. </span><br />
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<span style="font-size: large;">¿Martes? Repitió Luis ¿qué martes? </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Se encuentra bien, ¿de verdad?... amigo </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Sí, pero por favor ¿qué día es? </span><br />
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<span style="font-size: large;">- 10 de Febrero. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La tez de Luis se oscureció .Habían pasado cinco días, cinco malditos días. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El camión entró en la pequeña población después de atravesar huertos y alguna granja que les saludó con su fétido aroma a estiércol de gallina. Luis permaneció en silencio el resto del viaje sumido en sus preguntas para que las que la única respuesta que encontraba era el miedo, un miedo atroz e impotente que invitaba a esperar un golpe de hacha sobre el tajo de la realidad. Realidad, ¿qué era lo real?, de eso también dudaba. Entre todas sus dudas, una se columpiaba con más fuerza que las demás en la punta de su lengua y terminó saltando de sus labios. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">- En el bosque había una casa abandonada. ¿Saben sí hace mucho que lo está? </span><br />
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<span style="font-size: large;">Esta vez el que contestó fue el operario de mayor edad con el que casi rozaba el hombro izquierdo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Amigo, en el bosque no hay ninguna casa, de hecho está prohibido construir. ¿De verdad que se encuentra bien? En la base tenemos un enfermero, sí quiere... </span><br />
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<span style="font-size: large;">- No muchas gracias, tengo mucha prisa. Y sin pensarlo tiró de la manila que abría la puerta del camión y saltó. </span><br />
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<span style="font-size: large;">A pesar de la reducida velocidad Luis rodó por el suelo polvoriento hecho un ovillo y sintió un pinchazo en el tobillo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El camión frenó en seco y los dos hombres bajaron. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¡Está usted loco , ¿se ha hecho daño?. Le gritaron. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Unas decenas de metros más atrás. Luis se incorporó haciendo oídos sordos y sin ni si quiera volver la cabeza echó a correr. Sí, estaba loco y corrió como uno, que el tobillo le palpitara de dolor no era importante, tenía que volver a la ciudad y tenía que volver ya. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Se adentró en la población de casitas de muros y tejados de pizarra, que aún se desperezaba. El piso de arena fue sustituido paulatinamente por un suelo asfaltado que dejaba ver en algunos tramos tachones del empedrado original. No sabía realmente que iba hacer, quizás lo mejor sería encontrar la salida hacia la carretera principal y allí, allí, ya se vería. Notó como algunos ojos se posaban en él, desde detrás de persianas a medio alzar que desaparecían temerosos tras visillos tímidos como niños pillados mirando algo que no debieran. Las calles retorcidas y estrechas daban todavía, sí eso era posible un toque más angustioso e irreal a su carrera. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La calleja por la que corría fue a desembocar en una más ancha, flanqueada por arbolitos desnudos. Un hombre se disponía a montar en un todoterreno. Seguramente sería algún agricultor que se preparaba para ir a su lugar de trabajo en alguna finca cercana. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Luis lo abordó por la espalda. </span><br />
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<span style="font-size: large;">-Señor, buenos días, necesito que me acerque a la ciudad. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Literalmente, el hombre de ropas de cazador y gorrilla de pana caqui saltó sobre el sitio sorprendido. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Siento haberlo asustado, pero necesito imperiosamente que me lleve a la ciudad, le pagaré, dijo Luis buscando en el bolsillo trasero de su pantalón la billetera. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">El hombre aún sin recuperarse del susto, se giró con la mano al pecho y jadeado. Debía de pasar los 65 años, aún en pleno invierno lucía un tono bronceado, no de ese tipo de tono que se consigue en un solárium, si no de ese tono rojizo quemado, que se logra con una vida entre los surcos de tierra labrada . </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Mire, contestó el hombre con un pequeño temblor en su voz, lo siento amigo pero no puedo acercarle, tengo trabajo y llegó tarde. Lo siento. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Luis esgrimía su cartera en la mano sin prestar atención a la negativa del hombre. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Le daré lo que me pida. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El labriego abrió la puerta del coche del coche y montó. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El portazo hizo que Luis comprendiera la realidad y golpeó el cristal con el puño. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Oiga, tiene que llevarme, no me puede dejar aquí. Entonces la furia hizo presa en él y antes que pudiera cerrar, asió la manila de la cerradura y abrió. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- ¿Está usted loco?, gritó. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Lo siento, pero no me deja otra opción y le lanzó un puñetazo que impactó en el mentón. Al golpe le siguieron dos más, innecesarios pues al recibir el primero el labriego cayó como un saco. Un hilillo de sangre brotó de la comisura de los labios. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Lo siento volvió a murmurar Luis a modo de disculpa. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Sacó al hombre del coche trabajosamente, no debería de pesar más de 70 kilos, pero le parecieron 200. No tenía tiempo, lo depositó en amplia zona de carga. No sabía si alguien lo había visto u oído el forcejeo. Apartó sus dudas e intentó pensar con frialdad por un momento. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">En el maletero encontró un rollo de cuerdas y una de lona, además de herramientas. Más adelante podrían servirle, ahora tenía que salir zumbando de allí. Maniató al labriego y usó un trapo manchado de grasa para amordazarlo, luego lo cubrió con la lona. Arrancó y condujo buscando la salida del pueblo que se le apareció al torcer la calle. Luis sudaba curiosamente a pesar del frío y su pies repiqueteaban sobre los pedales como si fuera un novato en su examen de conducción. Su vida era una pesadilla que lejos de amainar aumentaba de intensidad llevándolo a al borde de la paranoia, acaba de asaltar, golpear y secuestrar a un pobre hombre. Asió el volante con fuerza, sus nudillos protestaron de dolor, inflamados después de los puñetazos propinados que descansaba detrás. Debía buscar algún lugar un poco apartado donde dejarlo, pensó. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Condujo por una comarcal que desembocaba en un cruce que le incorporaría a la nacional, cuando vio un camino de tierra que debía ser el acceso a alguna finca y sin pensarlo demasiado lo tomó. Atrás el labriego se quejó, volvía en sí. </span><br />
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<span style="font-size: large;">No había tiempo que perder. Tiró del freno de mano y el todoterreno se detuvo en medio de una polvareda. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">- Amigo, perdóneme pero así será mejor para los dos. Comentó al hombre que recobraba la conciencia con el miedo pintado en la cara y el sabor de su propia sangre en la boca. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">.El hombre se resistió levemente ante la superioridad física de su captor, pero lo que realmente le hizo desistir fue la mirada de Luis. Una mirada fría y ausente, la mirada de un loco. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Algo llamó su atención, algo que había pasado invertido detrás de la lona. Al fondo de la zona de carga había una funda alargada de color caqui. Luis se quedó mirándola un instante. Una idea funesta se paseó por su mente. Una idea que le hizo sentirse feliz por un instante. Fue como encontrar una llave que andaba pérdida, como una pieza extraviada del puzle. Se estiro todo lo que pudo para comprobar que la funda contenía lo que él esperaba. Sus dedos sintieron la dureza del acero debajo de la tela, su frío, le confortó. Apartó la mano y la fugaz sonrisa de su cara desapareció sustituida por una mueca cruel que reflejó su pensamiento. Por un momento su suerte parecía cambiar, esa escopeta parecía decirlo. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Volvió a mirar a su rehén y posando su mano en él, le habló en voz baja y calma. </span><br />
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<span style="font-size: large;">- No tenga miedo, no voy hacerle daño, le devolveré el coche. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Y diciendo esto, lo cargo, lo sacó del coche y lo dejó tumbado junto a la cuneta, en la linde del camino. Luego cerró el portón y volvió al volante. El automóvil hundió sus garras en la tierra, aulló y salió como alma que lleva el diablo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Cinco días antes </span><br />
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<span style="font-size: large;">Sabía que se había quedado dormida, que su cuerpo estaba recostado en el sillón de polipiel azul, justo enfrente de la mampara que la separaba de su hija enferma. También sabía que al igual que ella, Paula no estaba en esa cama de hospital. Sobre esa cama sólo estaba la carne de su hija, era la cáscara; su niña, su hija en realidad andaba perdida en algún lugar de detrás de otro cristal. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">El espejo estaba allí, sobre el tocador, majestuoso, rodeado por su marco labrado en madera recubierta de pan de oro, en medio de esa habitación de piedra. Esa era la puerta, detrás de él, en algún lugar estaba Paula y ella la iba a traer de vuelta. Tomó asiento frente al espejo, se miró en él. Vio sus ojos hinchados y sus ojeras, era el rostro de una mujer abatida, pero también vio la determinación. Sus iris eran rocas talladas y sus pupilas las bocas de dos cañones, nada de lo que viese allí, nada, absolutamente nada la haría cejar. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">Paula, cariño ¿estás ahí? </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">La llamada le resultó absurda, le estaba hablando a su propio reflejo. Esperó unos instantes, no sabía que debía hacer. La superficie del espejo vibró formando ondas concéntricas, como si le hubiese hablado a la superficie de un charco de cromo líquido. Volvió a llamar </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">Paula, soy mamá ¿estás ahí? </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Justo al otro lado del espejo, sólo que en otra dimensión, la niña estaba sentada en frente de ese mismo espejo y también vio su superficie reverberar. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">¡Mamá, mamá!. llamó </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Set estaba tumbado, semidesnudo, con el pecho lleno de parches cableados, uniéndose íntimamente al cerebro informático, de la misma forma que un cordón umbilical une a un feto a su madre y con ese dispositivo sobre la cara, que recordaba al visor usado en los sistemas de realidad virtual. Estaba tenso, tieso, como si en vez de estar en el sillón del laboratorio, en los sótanos del Buen Pastor, estuviera sobre un potro de tortura en las mazmorras de la inquisición, sólo que su rigidez no era provocada por el dolor, si no por el placer, uno infinito, el que da la victoria. La luz roja lo bañaba, proporcionándole un extraño brillo a la piel blanquecina y flácida, de hecho parecía que la piel del viejo hubiese sido arrancada, dejando a la vista los músculos alongados, dando un aspecto aún más grotesco a la escena, si eso pudiera ser posible. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Todo estaba saliendo como había previsto. Podía ver a ambos lados del espejo como en una clase magistral de cirugía, tenía una visión cenital de la escena. Aquel era su mundo, él era Dios y sus criaturas sólo podían cumplir el destino que él había diseñado para ellas. Él era Set, el tercero, el tercer hijo de Adán y Eva, el superhombre, pronto abandonaría su decrépita forma de anciano y alcanzaría su plenitud. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">En la superficie del espejo volvieron a aparecer las ondas, pero esta vez ella no había dicho nada, ella no las había provocado. </span><br />
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<span style="font-size: large;">¡Paula! </span><br />
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<span style="font-size: large;">El golpe de voz produjo otra ondulación concéntrica que chocó con la anterior. Su hija debía de estar al otro lado, era como en su sueño. No lo pensó, introdujo las manos, primero hasta las muñecas. La película cedió sin oponer resistencia a la presión de sus dedos. Sintió como aquella sustancia parecida a un magma cristalino se adhería y como su frialdad viscosa la impregnaba, luego hasta los codos, hasta que casi tocar con la punta de la nariz. Removió buscando donde asirse, buscando la calidez de las manitas de Paula dentro de aquel barro de vidrio gélido. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">¡Paula, Paula! soy mamá. Cariño, si me ves, toma mis manos. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">Claro, que no las ve…. pero yo sí ….que las veo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Las palabras salieron de la boca del viejo entre jadeos y resoplidos espasmódicos. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Paula veía las ondulaciones en el espejo y llamó a su madre una y otra vez, incluso intentó “tocarlas” pero las yemas de sus dedos tan sólo chocaban con la superficie fría y dura de un espejo. Era como si ese espejo tuviera otro un cristal por delante, como si estuviera mirando una pecera. La desesperación hizo presa de ella y empezó a gritar y a golpear con los puños aquella, aquella ventana, aquel cruel ojo de pez que sólo le permitía intuir que su madre debía estar llamándola desde el otro lado y que por alguna razón no podían reunirse. La doncella le dijo que usará el espejo para llamar a mamá y ella lo había hecho, pero no daba resultado. Pronto sus bracitos empezaron a pesar, la cadencia de sus golpes decreció a la misma vez que la angustia invadía su corazón infantil. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">Paula, mi vida, soy mamá. ¿Dónde estás? </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">No, así no la iba a encontrar, pero tampoco se iba a rendir. Hundió el rostro. No sabía si allí dentro podía respirar, pero aquello no era real, sólo era una especie de sueño, muy vívido pero un sueño al fin y al cabo y en los sueños se podía hacer cualquier cosa, así que lo hundió con decisión, la decisión que da la certeza de que nada más tenía que perder. Su hija era lo único a lo que no estaba dispuesta a renunciar, aunque fuera a cambio de su vida. Contuvo la respiración y cerró los ojos. El magma se le introdujo por todos los orificios, entró en sus fosas nasales y penetró en sus oídos, sintió su viscosidad helada y un silencio romo golpeando en los tímpanos. Detrás de sus párpados los ojos percibieron luz, allí dentro no había oscuridad. Tendría que abrirlos, abrir los ojos y después respirar. Elegir entre que aquella masa le cuajara los globos oculares o que le crionizara los pulmones. Despegó los párpados y contempló el Azul. La boca se le abrió de forma refleja. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Azul, azul… </span><br />
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<span style="font-size: large;">¡Señor, estamos al máximo, no podremos aguantar mucho más tiempo, la niña no lo podrá soportar!. Gritó el doctor </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Orgaz, parecía que se fuera a fundir. Estaba sentado frente a la consola, nervioso, sudando a mares, bajo aquella luz roja su cara redonda y fofa se asemejaba a la de un cerdo dentro de un asador; un cerdo con gafas de pasta y bata. el doctor vigilaba los testigos, que controlaban las constantes vitales de las “baterías”, como llamaba a los niños de las cápsulas del pabellón contiguo. También controlaba el funcionamiento de todo el sistema, además del sillón donde se hallaba el viejo, que a su vez lo hacía con la mente de Paula. Paula había sido una antena, un reclamo, una baliza para que su madre picara el anzuelo y eso acaba de pasar. La transmutación al fin se iba a poder realizar. Todos estos años de trabajo bajo la garra de aquel monstruo iban a dar fruto. La mente de Laura había conectado, había bajado el portalón de su fortaleza, había entrado en el Azul. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Azul infinito, un azul luminoso de un solo tono. El azul de un mar inmóvil y denso, un mar de aceite azul semi-helado. El frío le atravesó las pupilas y sintió cómo se expandía por los nervios ópticos hasta anegarle el cerebro, fue una inyección de nitrógeno líquido, pero no hubo dolor, sólo frío, aunque aquel simple adjetivo no podía abarcar su sensación. Era llegar al cero absoluto, ese instante donde cada partícula subatómica de su ser hubiera dejado de oscilar. El óleo azul también le entró por la boca, llenándole todas las cavidades, desde los pulmones hasta los intestinos, difundiéndose a su sangre, igual que un líquido de embalsamar. No podía pensar. Después del tsunami azul, iba a llegar la resaca. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">No fue vomitar, no, el azul a la destripó, una violación brutal e inversa. Fue salir de su cuerpo, la habían empujado afuera con una tracción desgarradora. Ella era un calamar, al que un pescadero sádico y cruel le acababa de sacar las entrañas de un solo y despiadado tirón. Intentó aferrarse a sí misma, pero era imposible, aquello la engulló con la rotundidad incontestable de un agujero negro. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Afuera sólo Azul, ingravidez azul. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Empezó a caer, o al menos esa era la sensación. El Azul se oscurecía a medida que caía en dentro de aquel éter. Más rápido, más rápido. Negro, oscuridad, dolor. Primero un pulso, luego un pinchazo, luego dolor, más dolor, más. Quema, abrasa, duele, duele más de lo que puede soportar, intenta gritar, no sabe gritar. Luz, menos dolor… más luz, es roja, brillante. Ruido, voz, algo incomprensible. Está cansada muy cansada, no quiere pero se deja ir, no sabe si está muerta, no lo sabe, sólo se deja ir no puede hacer otra cosa, es incapaz un último pensamiento, Paula. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">El todoterreno devoraba los kilómetros a una velocidad suicida, aún era temprano y la carretera estaba prácticamente vacía, no había tiempo que perder, debía poner fin a toda aquella locura, él la comenzó y él la acabaría. Detrás, en la zona de carga, en una funda de color caqui, descansaba una nueva amiga con dos preciosos ojos negros, que estaban deseando mirar a los de aquel demonio decrépito. Mirar a esos ojos azules, fríos y azules, maléficamente azules. El recuerdo era angustioso, él los había visto, conocía bien su poder y su maldad, tenía que encontrar el suficiente valor para cerrarlos para siempre, lo debía hacer, se lo debía a su familia, se lo debía a su hija. La pierna derecha tembló, ¿tendría el suficiente valor para apretar el gatillo? </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">El temblor se repetía, no era sólo su pierna la que temblaba, que también, era el teléfono móvil que estaba haciéndolo en su bolsillo. Se había olvidado por completo de él, además y lo más sorprendente es que aún tuviera batería. Redujo un ápice la velocidad mientras se removió en el asiento para poder sacarlo. Era una llamada de Laura. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">¡Luis!, ¿dónde te has metido? Estoy cansada de llamarte. Ven a cas..</span><br />
<span style="font-size: large;">¡Laura, Laura..!. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">La pantalla se volvió negra, la poca batería que debía quedar se acababa de agotar, el Smartphone se había apagado. Arrojó con furia el aparato al sillón del copiloto y pisó a fondo el freno. El cinturón de seguridad se le hincó en las costillas, cortándole por un instante la respiración. El todoterreno culeó, dejando las improntas de los neumáticos en el asfalto, una nube blanca y olor a goma quemada ¿Qué hacía su mujer en casa? .La última vez que la vio, no había forma humana de separarla de Paula, ¿querría decir eso, que la niña había mejorado? Una llama de esperanza prendió en la desolación abisal de su alma. Pero no hay luz sin sombra, y ésta proyectaba una sombra fría y azulada - forma humana - . Retorció el volante con violencia e hizo un cambio de sentido mientras aceleraba al máximo, el motor rugió como una bestia a la que le clavan unas espuelas con saña. Los dos cañones de la escopeta tendrían que esperar, para mirar a los ojos de Set, primero había que ir a casa. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Tenía que respirar, no podía, algo pesado y húmedo le llenaban el pecho. Se estaba asfixiando. Intentó tomar aire pero no servía de nada, aquel peso aceitoso y gélido le inutiliza la tráquea atorándola. La necesidad de vivir, ansias de tomar aire, y su coraje se unieron en un espasmo, que amenazó con deshacerla en dos, mitad arcada, mitad acceso de tos, su cuerpo se agitó en un acto reflejo de rebeldía final. De su estómago, de sus fosas nasales y de sus pulmones manaron a la vez, caños de un fluido viscoso, glacial, como si ella fuera el surtidor bizarro de una fuente del averno, del que nacieran chorros de metal líquido, líquido y frío, mortalmente frío. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Exhausta, tiritando por el esfuerzo se volvió a derrumbar, en medio de sus propias regurgitaciones y de una oscuridad absoluta. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El rostro del anciano estaba relajado, calmo, con los ojos cerrados . Sus facciones afiladas y enjutas parecían haberse suavizado y casi parecía que estuviera sonriendo. Se hallaba tumbado boca arriba, cubierto hasta el cuello con una fina sábana de color blanco. El cuerpo del anciano apenas si tenía carne, la sábana formaba pequeños abultamientos allí donde lo tocaba, que podrían haber pasado por arrugas de una cama hecha con descuido; lo único que indicaba claramente que la cama estaba ocupada por aquel anciano, era la cabeza que le sobresalía de entre la ropa de cama. Una cabeza a la que habían colocado una especie de gorro de baño del que salían decenas de cables, que recordaban a los cabellos bífidos de una medusa geriátrica. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Aquel era el cuerpo de Set, su soporte vital, su chasis. Set, lo que hacía a ese conjunto de órganos ser un ser con conciencia propia, su alma, no estaba. Set había abandonado su alojamiento físico, para encontrar otro donde pudiera alojarse porque éste, su hasta ahora casa se estaba muriendo, pero no sólo ése era el motivo; por esta simple característica cualquier cuerpo joven hubiera servido, y no cualquier cuerpo le servía. Había estado buscando un cuerpo, un alojamiento con ciertas capacidades. Rastreó como un aparato de radio esa señal, esa frecuencia que él necesitaba, para poder seguir desarrollando sus capacidades, y la encontró en aquella mujer, Laura, una mente especial, pero que lamentablemente, no había sido educada como la suya lo fue. Set la necesitaba, por eso tuvo que expulsarla. Pero una mente así no se asalta sin encontrar resistencia. Por muy poco cultivaba que estuviera, era fuerte y opondría resistencia, una resistencia que produciría daños, tanto en ella como en él. No, esa mente había que tomarla con estrategia, usando un ardid, no la fuerza bruta, la quería intacta, para ello se sirvió primero de esa estúpida criatura que tenía como marido (extraña asociación, otra anomalía, esa del amor ) y más tarde de su pequeña hija. Sí, la niña también hubiera sido una buena elección, compartía muchas características con su madre, pero demasiado joven y a él se le agotaba el tiempo, no podía permitirse esperar a que se desarrollara. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La transmutación se había realizado con éxito. Había tomado la mente de Laura, la había expulsado de su soporte físico, pero aún no podía desligarse completamente de su decrépito cuerpo de anciano, necesitaba un tiempo de adaptación, tener una base segura donde volver cuando fuera necesario, aquella invasión debía de ser consolidada completamente antes de abandonar por completo la antigua. Había un pequeño escollo que sortear para realizar finalizar el proceso, Luis, su marido, aquel pusilánime debía de ser eliminado, era un peón que había dejado de ser útil y sólo podía convertirse un estorbo si seguía en el tablero de juego. La siguiente fase sería eliminarlo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Más tarde vendría la eliminación de Laura. Cuando la transmutación fuera completa saldría del limbo intermedio, ese mundo que él había creado para albergar la mente de su hija, un decorado donde la mente de Paula había sido colocada estratégicamente, una versión modificada a su antojo de un cuento que le marcó en su infancia “El maravilloso mago de Oz”, un cebo para atraer a la madre, y donde como no podía haber sido de otra manera, su plan había funcionado con la precisión de un reloj suizo. Sí, era paradójicamente divertido que ambas estuvieran tan cerca la una de la otra y sin saberlo. Cuando pudiera desligarse completamente de su anterior cuerpo, Laura sería alojada en él, allí, simplemente moriría junto con el cuerpo del anciano, Orgaz tenía instrucciones para que ello ocurriera. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Para la niña, no había ningún plan, específico. El limbo, “Oz”, simplemente dejaría de existir cuando todo acabara, la chiquilla se derrumbaría con él, no lo soportaría, su mente ya había sufrido demasiado, estaba agotada, afectada irreversiblemente, si su cuerpo no se autodestruye, lo más probable, será carne de institución mental, el tiempo que sobreviva, que no debería ser mucho. Una pena, tener que desperdiciar una mente con tanto potencial, al menos podría haber sido una magnífica batería, una lástima, una verdadera lástima. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Y la niña, ¿cómo está?, fue lo primero y único que acertó a decir cuando entró en la casa en tromba </span><br />
<span style="font-size: large;">¡Ay Luis! ¡Qué susto me has dado!, contestó Laura desde la cocina </span><br />
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<span style="font-size: large;">De dos zancadas el hombre se plantó junto a la mujer. </span><br />
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<span style="font-size: large;">No esperaba que llegaras tan pronto, ¡por el amor de Dios!, ¿dónde te has metido?, ¿has visto la pinta que traes?, me tenías muy preocupada. ¿Por qué no cogías el teléfono?, te he llamado cientos de veces. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Su mujer le lanzaba preguntas estúpidas, preguntas que cualquier otra mujer podría hacerle a un marido, porque fue al súper y olvidó algún encargo, porque se enredó con unos amigos tomando unas cervezas y llega tarde. Pero no, su mujer no podía hacerle esas preguntas no tenía ningún sentido, su hija se les moría en la cama de una UCI, ella debía estar a su lado, destrozada y no en casa, con ese aspecto radiante, con esa pinta de mujer perfecta de serie americana , de perfecta ama de casa, guapa, servicial, que regaña a su marido despistado. Imaginó unas risas en off </span><br />
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<span style="font-size: large;">La tomó de los brazos y la zarandeó con fuerza </span><br />
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<span style="font-size: large;">¿Qué estás diciendo?, ¿qué te pasa? ¿y Paula?, ¿Cómo está?, ¿Dónde está?</span><br />
<span style="font-size: large;">Luis me haces daño. ¿Por qué me haces esas preguntas?, ¿qué te pasa?. Dónde quieres que esté la niña, acabo de venir de dejarla en el colegio... </span><br />
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<span style="font-size: large;">No, aquello no podía ser, era otro truco de Set, otra alucinación inducida por aquel malvado hijo de puta, quizás aún estuviera tirado en el bosque, y todo esto sólo sería, otro sueño, un sueño tan bonito, y que le apetecía tanto soñar, pero no podía hacerlo, no, aquello no podía ser real, él sabía distinguir lo real de lo que no era. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El dolor, el miedo eran reales, su hija agonizante era real. Aquello no podía serlo, simplemente era imposible, Laura, su Laura no era así, si efectivamente no hubiera respondido a sus llamadas, si se hubiera ausentado sin justificación no le recibiría de esa forma, ni siquiera le dirigiría la palabra, no, su mujer era muy orgullosa, estaría enfadada y no se parecería a una Barbie. Tenía que estar en guardia, algo malo pasaba allí, algo ..Aquel viejo le había tendido otra trampa , pero esta vez no caería </span><br />
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<span style="font-size: large;">¡Montas un numerito en urgencias, desapareces, estaba a punto de llamar a la policía y ahora cuando vuelves, llegas haciendo un montón de preguntas extrañas sobre la niña!. Me estás asustando, ya no sé qué pensar de ti, si nos quieres abandonar, hazlo de una maldita vez, pero no nos hagas esto más, no juegues más con nosotras, no puedes irte cuando a ti te dé la gana, no es bueno, pero sobretodo no es bueno para la niña, que no ha dejado de preguntar por ti, por su papá. Seguro que habrás estado por ahí, bebiendo y haciendo Dios sabrá qué más cosas </span><br />
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<span style="font-size: large;">La mujer hundió el rostro en el pecho del hombre que notó la humedad de sus lágrimas, no la abrazó pero tampoco retiró los brazos. ¿Urgencias? </span><br />
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<span style="font-size: large;">¿Urgencias?, ¿qué pasó en urgencias?, estoy confuso, sí he estado bebiendo, mintió </span><br />
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<span style="font-size: large;">La mujer empezó a hablar mientras sorbía y se enjugaba las lágrimas </span><br />
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<span style="font-size: large;">Paula se golpeó la cabeza, se cayó jugando y perdió la conciencia, la llevamos a urgencias, la examinaron, tú te empeñaste en que le hicieran un escáner, que los médicos de la Seguridad Social no consideraron necesario. Cuando perdiste el trabajo, nos retiraron el seguro médico privado, creo que es lo que más te lo molestó de todo y eso de que no le fueran a hacer un escáner a Paula te sacó de tus cabales. Llamaron a seguridad, fue como si te hubieras vuelto loco, desapareciste dejándonos allí, solas, a las dos y ahora vuelves. Estás bien, estaba muy preocupada. ¿Cuándo ha sido la última vez que has dormido? </span><br />
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<span style="font-size: large;">La pregunta se quedó flotando en el aire, como una pluma que se burlaba de él, recreándose en su caída, tomándose todo el tiempo del mundo para que Luis atara cabos, para que recordara “¿cuándo había sido la última vez que había dormido? </span><br />
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<span style="font-size: large;">“- Amigo, en el bosque no hay ninguna casa, de hecho está prohibido construir. ¿De verdad que se encuentra bien?. En la base tenemos un enfermero, si quiere..” </span><br />
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<span style="font-size: large;">La voz del camionero se volvió a oír en su cabeza, alta y clara “- Amigo, en el bosque no hay ninguna casa...” </span><br />
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<span style="font-size: large;">Sintió flaquear sus piernas, por encima del hombro de su mujer algo llamó su atención, era la taza de desayuno de su hija, esa que siempre usaba y que estaba decorada con un personaje de dibujos animados, estaba en la pila, junto con otras piezas de loza sucias, tenía manchas de cacao con galletas, tenía una marca, la de unos labios, unos labios, tiernos y rosados, los de su hija. Paula había tomado su desayuno, no haría más de 40 minutos y ahora estaría en el colegio y él sólo había tenido una crisis nerviosa y El Buen Pastor no existía y ni aquel doctor, ni aquellos niños, ni Set, todo había sido un mal sueño. Instintivamente, apretó a su mujer entre sus brazos, ahora sí la abrazó. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Date un baño, te vendrá bien. Luego seguiremos hablando. Estás cansado, a lo mejor deberíamos de ir a ver un médico. Lo de tu trabajo nos está afectando más de lo que queremos reconocer. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Un baño, sí un baño no le podría hacer mal, un baño, imaginó el agua caliente golpeándole sobre la piel. Era una buena idea. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El concepto va más allá de la materia. Energía pura a la que necesitamos dar un nombre, una palabra, un grupo de sonidos de los que nos valemos para cuantificarlos y así poder intentar manipularla, Amor, Odio, Bien o Mal son sólo el nombre que le damos a alguna de esas energías, conceptos. Luego las ideas, el pensamiento formulan de alguna forma las ecuaciones que los relacionan, los combinan, los transforman, produciendo otros conceptos nuevos, más complejos o simplemente liberando su energía. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Laura era ahora eso, poco más que un grupo de ideas, un conjunto de pensamientos que la hacían diferente de cualquier otro ser del universo. Pensamiento puro apartado de su cuerpo, una especie de fantasma, en una cárcel para fantasmas. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Paula, toda su existencia se sustentaba en un solo concepto, de él provenía toda la energía que necesitaba. Su niña. Ese concepto la hizo ser de nuevo consciente. Tenía frío y estaba sobre algo duro y húmedo, un suelo de adoquines tal vez, pero no podía ver nada, todo estaba oscuro ¿Dónde estaba?. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Los recuerdos llegaron como fogonazos dolorosos; EL ESPEJO, EL FRÍO, EL AZUL , DOLOR, MIEDO, OSCURIDAD, EL AZUL...EL AZUL. Cerró los ojos que en realidad ya no tenía. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La doncella le había mentido, le había engañado. Sí, había visto a mamá, pero mamá no pudo venir a rescatarla, nadie lo haría, nadie. Se quedaría allí atrapa en esa especie de cuento, con ese espantapájaros loco para siempre. Lloraría más, pero ya se había cansado de llorar. Llorar no solucionaría nada, mamá se lo dijo muchas veces, ella no la creyó, ahora sí lo hacía, comprendía lo que su madre le quiso decir. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Era una niña muy fuerte, y muy inteligente, hasta la doncella se lo dijo, intentaría escapar, en realidad nunca lo había intentado de veras. Además qué más le podía pasar, nada peor que no poder volver a casa. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Se acercó a la puerta y con el mayor de los cuidados probó a abrir. Estaba cerrada como suponía. Ahí terminaba su plan de escape, de súbito recordó un detalle que había pasado por alto, el león. Se había olvidado por completo de él, había un león echado en su puerta, casi mejor que estuviera cerrada. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Giró en redondo observando su habitación, no había escapatoria posible, estaba en una torre y cualquier niña sabía que de una torre no se podía escapar, a menos que algún caballero viniera a rescatarla o usando algún tipo de magia, magia que ella no tenía, solo había un espejo, un espejo mágico. “La única forma que tienes para salir de aquí es usando el espejo de tu alcoba” le dijo la doncella, pero le había mentido “Tienes que hacerlo, hasta que mamá entienda lo que debe hacer, por eso tienes que ser paciente” le dijo también, a lo mejor ella no había sabido hacerlo, a lo mejor ella no había sabido llamar a mamá, o a lo mejor mamá no había comprendido bien lo que debía hacer. Lo intentaría de nuevo, volvería a llamar a mamá, esta vez lo conseguirían, quizás no era verdad que la doncella le hubiera mentido, corrió hasta el tocador. </span><br />
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<span style="font-size: large;">¡Mamá!, ¡mamá! ¿dónde estás mamá? soy yo Paula, mamá ayúdame.</span><br />
<span style="font-size: large;">¿Mamá?....¿Paula?...-pensó- ¿Mamá?, ella era mamá y Paula era su hija </span><br />
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<span style="font-size: large;">¡Maldita sea!, ¡¡¡ELLA ERA MAMÁ, PAULA ERA SU NIÑA!!! No podía rendirse, no podía olvidar por qué estaba allí, dónde demonios quisiera que fuese allí. Su hija la estaba llamando, esa era toda la energía que necesitaba, ese era el concepto más poderoso, esa chispa que lo hacía funcionar todo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">No tengas miedo cariño, mamá está aquí. Murmuró </span><br />
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<span style="font-size: large;">(El alma no tiene una forma concreta, puede ser cualquier cosa o ninguna pero el reconocimiento, de que has dejado de ser carne es un paso traumático y los fantasmas o como queramos llamarlos, toman normalmente el aspecto que habían tenido durante su vida corpórea. Así que Laura seguía viéndose como Laura) </span><br />
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<span style="font-size: large;">Apretó las palmas de las manos contra el suelo duro y encharcado de ese fluido cristalino y helado que ella misma había regurgitado, luego hincó una rodilla, después la otra, el esfuerzo era titánico, era como si tuviera sobre la espalda el peso de toda aquella oscuridad, esa misma oscuridad que la rodeaba y que pareciera que se le había subido a horcajadas sobre la espalda y no quisiera que se levantase, que se rindiese, pero no, ella no se iba a rendir, no señor. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El chorro de agua le golpeaba en la nuca. El agua estaba muy caliente, lo más que podía soportar. Había abierto el caudal del grifo al máximo, y regulado la salida del agua, seleccionando la posición en la que todos los chorros se unían en un solo haz, grueso y burbujeante. Luego la había colocado en el soporte de la pared, dejando que el grueso chorro le golpeara directamente, masajeándole las cervicales. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Todo era tan confuso. </span><br />
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<span style="font-size: large;">“No amigo, en el bosque no hay ninguna casa, de hecho está prohibido construir.”, “¿Cuándo ha sido la última vez que has dormido?”, “Mi querido y estúpido Luis, ¿aún cree en los cuentos de hadas con final feliz?”,“ Se encuentra bien, ¿de verdad?... amigo” </span><br />
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<span style="font-size: large;">Oía aquellas palabras en su cabeza, una y otra vez en un bucle insano. ¿Qué era lo real?, la taza en la fregadera, con la marca de los labios de su hija. Su niña, sana y jovial que ahora mismo estaría en aula del colegio, con sus compañeras, haciendo monigotes de plastilina o pintando con pintura de dedos, casas con dos ventanas y una puerta, con el tejado rojo y chimenea con volutas de humo negro saliendo por ella, o la niña agonizante, que se debate entre la vida y la muerte porque un malvado hijo de puta demente, un monstruo de otro tiempo, se le ha metido en la cabeza, en la UCI del Claudio Galeno ¿Cuál era verdad? la que él quería creer, o la que temía tanto, tanto, que le hacía dar por buena aquella nueva ilusión . Era como estar soñando dentro de otro sueño. Y claro que no, no creía en los finales felices, ésos sólo eran válidos para las películas, en el que el bueno siempre terminaba venciendo al malo. En su “¿sueño?”, se suponía que él era el bueno, un bueno demasiado malo, para un malo demasiado bueno. Estaba hecho un lío y tenía miedo, miedo a estar volviéndose loco. Ojalá sólo fuera eso, ojalá sólo se estuviera volviendo loco, ojalá. Todo se aclararía cuando viera a Paula; eso era, ver a su niña volver del colegio, sería como salir de la madriguera, tomar conciencia de que era verdad que había despertado, que todo había sido eso, un mal un sueño, y para eso sólo quedaban unas pocas horas. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La puerta del baño se abrió con suavidad, la cortina del baño le pegó a la piel mojada, sacándolo de sus reflexiones, con su tacto baboso y frío . Laura había entrado. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El vapor llenaba el cuarto de baño, y apenas si podía intuir la silueta de su mujer, a través de las flores de la cortina de plástico translúcido. </span><br />
<span style="font-size: large;">¿Laura? </span><br />
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<span style="font-size: large;">No hubo respuesta. La cortina de baño se corrió hacia un lado. </span><br />
<span style="font-size: large;">¿Me dejas pasar? </span><br />
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<span style="font-size: large;">Laura estaba desnuda, con el pelo recogido en un moño, mirándole con sus ojos azules, sugerente. No espero al permiso </span><br />
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<span style="font-size: large;">Paula. Laura, toda ella se centró en ese solo concepto, Paula, su hija, para crear uno nuevo que se retroalimentaba, crecía, haciéndose más y más denso, más poderoso, atrayendo toda la energía de su alma, todo su amor, todo su odio, todos sus miedos, todas sus esperanzas, concentrándose en un solo punto del universo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Y en la oscuridad, en el mismo corazón de las tinieblas más absolutas, prendió la chispa, y fue como en un Big-Bang. Una explosión, que irradiaba energía, luz blanca y pura. </span><br />
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<span style="font-size: large;">¡Mamá, mamá! </span><br />
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<span style="font-size: large;">Primero fue como una súplica, luego poco a poco empezó a subir el tono, hasta que se levantó del sillón dorado de un salto y comenzó a gritarle, exigiendo a aquel estúpido cristal, que le dejara ver a su madre, como si fuera un aparato que no funcionase bien, como si porque le gritara lo fuera hacer, sentía rabia. Las palabras rebotaban en él y solo le devolvía su imagen, la imagen de una princesa de cuento llamando a su mamá. Impotente lo golpeó con el puño cerrado. Medio castillo debía haberla oído gritar, pero qué más daba. Debía haberlo aporreado con mucha fuerza, porque el espejo vibró, pero no su superficie, sino todo él. Aun con la mano dolorida volvió a aporrearlo. Esta vez vibró también, pero no sólo era el espejo lo que vibraba, era todo el tocador, no, toda la habitación lo hacía. Sentía el temblor subiendo desde el suelo, un hormigueo que subía desde la planta de los pies e iba aumentando, como un temblor de tierra, un terremoto. Los frascos perfumes y ungüentos comenzaron a bailotear y a chocar entre ellos, el cepillo empezó a dar saltitos como si le hubieran dado cuerda, hasta que cayó por el borde. La niña se agarró al tocador. Todo se tambaleaba como si en vez de en la ciudad esmeralda, estuviera un barco en medio de una tormenta. Intentó sentarse pero el sillón también se había caído y estaba patas arriba, luego oyó un crujido de piedra y algo se desprendió del techo. Oz se estaba desmoronando, se deshacía. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Había imaginado diferentes finales para Luis, sí podía haberlo obligado a estrellarse con el coche, podía haberse metido en su cabeza, simplemente haberlo destruido. Pero aquel final era más divertido, un último giro, una última vuelta de tuerca en su plan perfecto. La expectativa era tan estimulante, que no podía resistirse, al fin y al cabo él era un ser humano y también tenía sus debilidades jojojo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Lo mejor sería ver sus ojos a través de los de él creía los de su mujer. Morir sabiéndose engañado una vez más. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Él era mucho más fuerte físicamente, que su mujer pero eso tampoco sería ningún problema. Un golpe certero en la nuca era cuestión de técnica, no de fuerza y aquella triste e insignificante marioneta quedaría definitivamente fuera de juego. Y tan fácil de confundir con un mal paso en el baño, con una desgraciada caída.. Ni siquiera tendría que influir en la policía, cuando tuviera que llamarla, en medio de un mar de lágrimas, no podía resistirse a la tentación y no lo iba a hacer jojojojojo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">A pesar de que el agua caliente seguía cayendo, Luis sintió como un escalofrío lo recorría de arriba a abajo, al notar cercanía del cuerpo desnudo de su mujer. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Era preciosa, siempre lo había sido. No pudo evitar la erección, su cuerpo la deseaba y él aún más. Por un instante el tiempo se detuvo. Un instante perfecto de nada, de la nada más vacua y absoluta; nada a excepción de ellos dos, nada más había en el universo que él y la mujer a la que amaba. Se fundieron en un abrazo y la besó. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Un beso donde puso todo su amor, todo su miedo y toda su esperanza en que aquello fuera verdad, que aquella mujer a la que besaba siguiera siendo Laura, su amor, su único y verdadero amor, la mujer junto a la que había crecido y formado una familia. Aquella misma familia que se estaba desmoronando entre sus dedos, y rezó para que no fuera un truco; por favor, que no lo fuera, que aquellos ojos azules solo fueran los recuerdos de un mal sueño, lloró. El salado de sus lágrimas se mezcló con el agua cálida que caía sobre ellos y por un momento fue feliz. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Laura también lo besaba, apretándose contra su cuerpo, solícita y apasionada. Notó como sus uñas se le hincaban en la espalda y como poco a poco iban ascendiendo hasta el cuello. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La respiración tranquila del viejo se hizo un estertor continuo y cavernoso . Algo no iba bien. </span><br />
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<span style="font-size: large;">En la consola decenas de luces cambiaron el verde por el rojo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Orgaz tecleó con manos sudorosas. ¿Qué diablos estaba pasando?. La sala se llenó de pitidos, los sensores avisaban de que los registros no eran normales. Había problemas, había que aumentar la potencia de emisión. Era preocupante, aquella mujer, esa mente se estaba resistiendo más de lo previsto. No sabía cuánto tiempo podría aguantar ese ritmo, ya se habían fundido tres baterías/niños, ahora aumentando el consumo de forma exponencial, durarán mucho menos. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Si no podía mantener el flujo de energía Set tendría que volver a su cuerpo o su mente quedaría aislada, sin soporte vital y moriría. No podía permitirlo, aquella era su obra, más incluso que la de aquel maldito viejo, él, su mente lo había articulado. Sí era verdad que sin los conocimientos de la mente le había proporcionado no hubiera llegado tan lejos, pero sin sus años de trabajo, aquello tampoco podría estar sucediendo, sin su genio. El proyecto SET, era el triunfo de la Ciencia, estaba por encima de todo, incluso de Set mismo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Aquel carcamal estúpido había subestimado el potencial de la mujer, y luego estaba aquella última ocurrencia, completamente fuera de lugar, sólo movido por su sadismo. La Ciencia carece de sentimientos, sólo la Razón debe de guiarla, tenía que haber acabado con el marido, debía haberlo hecho. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Y en las mismas entrañas del Azul infinito y gélido, la luz blanca surgió como un nuevo sol en un universo de desolación. Un cáncer de luz que lo había empezado a devorar, lo absorbía. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">¿Cómo? Set se sintió empujado con la fuerza de un tsunami. Era un líquido dentro de un vaso, y un torrente, un chorro con la presión de una manga de bomberos le apuntaba directamente. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">No dejaba de ser divertido, era ella, volvía a luchar, volvía para intentar echarlo. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Maldito ser insignificante, nadie podía enfrentarse a él ¡Nadie!. Él era un übermensch, la perfección aria, la raza superior. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">De algún modo desde el principio sintió admiración por ella, era una especie de respeto entre cazador y presa, nada personal, sólo era algo que deseaba, sin embargo ahora eso había cambiado. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Era fuerte, muy fuerte, aún más de lo que había imaginado. Se volvió hacia ella, con toda su energía, con todo su azul. Debería haberse resignado al destino que había decidido para ella, porque de cualquier forma se iba a cumplir. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Seguían abrazados, él le besaba el cuello El cuerpo de Laura tembló entre sus brazos, por un momento lo sintió frío. Intentó separarse de ella, ¿qué pasaba?. Estaba rígida, agarrotada, sus uñas se clavaron en el cuello cuando intentó alejarse. Notó el dolor de las diez hincándose en la carne. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Por un momento todo volvió a tener sentido, desgraciadamente lo hizo, ahora el que temblaba era él. Empujó al cuerpo de su mujer, tenía que separarse de ella, sintió asco y terror al tiempo. ¡Dios mío, no podía ser, no podía ser!. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Lo consiguió a duras penas, la cara de Laura quedó frente a la suya, a poco más de un palmo. Los ojos le brillaban en azul, como si en vez de ojos tuviera dos zafiros incandescentes que le apuntaran, azules, profundamente e insanamente azules. No podía seguir mirándolos, era mirar a la mismísima Locura. No, esos ojos no eran los de su mujer, él lo sabía bien; él los había visto antes, en otro lugar, en otro rostro. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Todo era verdad, lo que aquel demonio le había contado era verdad, lo que él había vivido era verdad, no lo había soñado y ahora también estaba dentro de su mujer. Le habían vuelto a engañar. El pánico hizo presa él. La empujó en un acto más reflejo que voluntario, producto del terror. El cuerpo de Laura no se resistió, estaba vacío, igual que una cáscara, ausente, como si fuera un autómata que se hubiera quedado sin baterías. No intentó defenderse, no usó los brazos para protegerse en la caída, simplemente cayó como un árbol que recibe un último hachazo, como un peso muerto. Una de las argollas de la cortina de baño saltó por los aires, no pudo sujetar el peso de la mujer al caer, como tampoco las cervicales pudieron resistir el impacto contra el bidet. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">¡Paula, soy mamá! </span><br />
<span style="font-size: large;">¡Paula!, soy mamá, tienes que atravesar el espejo. Cariño, entra en el espejo, debes hacerlo. Deprisa, ya viene.</span><br />
<span style="font-size: large;">¡Mamá, mamá, estoy aquí mamá, ayúdame! </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La voz de su madre se dejó oír por encima del crujir de la piedra. La niña se había acurrucado en una esquina de la habitación, junto a la cama con dosel, intentando protegerse de los pedazos que seguían cayendo del techo. Primero pensó que era su imaginación, que oía solo lo que deseaba oír, la segunda vez estuvo segura, era la voz de mamá, la había encontrado venía a rescatarla, por fin lo había entendido, por fin había encontrado la manera de venir a buscarla, estaba salvada. Lloraba y reía a la vez. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Tenía que entrar en el espejo, mamá se lo había dicho, pero cómo. Se levantó tambaleándose como si estuviera en la cubierta de un barco en medio de una marejada, todo se movía, sería fácil caer. Se agarró con fuerza a uno de los varales del dosel. Ya lo tenía, probó a soltarse, con cuidado se puso a gatas y avanzó esperando tener suerte de que ningún cascote le cayera encima. Le dolían las rodillas y las palmas de las manos, se le hincaban trozos de escombro </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">. </span><br />
<span style="font-size: large;">Paula, mi vida, corre, date prisa, no hay tiempo. ¡Corre! </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Estaba a un par de metros de la peinadora. Apoyándose en el sillón que había volcado con el tambaleo, se alzó, tomó una piedra del suelo. Reunió todas las fuerzas que pudo y la lanzó con rabia contra el espejo. Fue como lanzarla dentro de un pozo lleno de barro, no se rompió, no saltaron pedazos. El espejo se lo tragó, se oyó un chapoteo grave y viscoso, no pasó nada más. La superficie seguía siendo la de un espejo como cualquier otro. </span><br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Los dedos del doctor volaban, tecleaba como un poseso. Aquello, era un desastre, un verdadero desastre, no salía de su asombro, lo comprobaría una vez más . La pantalla volvió a devolver los temidos resultados, no cabía duda, el anfitrión había muerto. Golpeo con el puño lleno de rabia. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Todo su trabajo, todos los ensayos, todas las comprobaciones, se habían ido al traste, tendrían que empezar desde el principio, volver a buscar un anfitrión compatible, y eso era más fácil de decir que de hacer, además cuánto tiempo le quedaba de vida a ese maldito saco de pellejos, que seguía respirando entre ronquidos y gorjeos, como un desagüe que no tragara bien. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Volvió la mirada hacia la camilla. Allí estaba el cuerpo de aquel monstruo, sintió un deseo irrefrenable de tirar de los cables, de acabar con él de una vez por todas, sería sencillo. Tecleó el comando, que empezó a parpadear en la pantalla, esperando confirmación. “Are you sure?” </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Pulsó la tecla Esc en el teclado. No podía hacerlo, no podía renunciar a sus sueños, no mientras quedase una oportunidad, por pequeña que fuera. Era un yonki, la ciencia era su droga y Set su único camello, no podía destruirlo. Empujó la montura de las gafas recolocándoselas sobre su nariz chata y sudada con el dedo corazón, comenzó a teclear de nuevo en la consola, tenía que preparar la reentrada, Set debía volver de nuevo a su cuerpo. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Laura, no sabía que su corazón había dejado de latir. Sólo era pensamiento puro y si seguía existiendo era porque estaba en ese limbo intermedio que Set había construido para albergarla tanto a ella como a la de Paula. La única diferencia es que ahora ya no tendría donde volver, su cuerpo ya no la podría sustentar. Pero consciente o no de aquello, ella estaba luchando por su hija, ella era lo que la había hecho posible. Había cruzado ese espejo para venir a buscarla y no se rendiría, bajo ninguna forma de existencia. Paula tenía que salir de allí, tendría que volver a cruzar. Era la única forma de salvarla, de que paula volviera a su cuerpo, de que Paula fuera otra vez Paula. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">No quedaba tiempo, su energía se agotaba. Aquel peso, aquella masa azul se había rearmado, no podría contenerla mucho más. Había ascendido, luchado contra el azul como una centella blanca, había llegado de nuevo hasta aquel portal, hasta aquel espejo y ahora iba a sacar a su hija de allí. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">El Azul se condensaba se hacía más y más pesado más y más frío. Se condensaba en una especie de lava gélida que las atraparía para siempre como insectos en resina . Paula tenía que atravesarlo tenía que hacer el camino inverso y lo tenía que hacer ya, antes de que el azul se cuajara o lo haría nunca. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">Cruza, cariño, cruza. Corre, date prisa. Ven con mamá, no tengas miedo. Estoy justo aquí. </span><br />
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<span style="font-size: large;">. </span><br />
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<span style="font-size: large;">El cuerpo del viejo tembló sobre la camilla, su respiración se hizo más rápida y más débil al tiempo. Sus pulsaciones se había disparado por encima de las 120, la actividad cerebral había aumentado un 80%, los indicadores estaban en valores peligrosos, el consumo de energía era bestial; más de la mitad de las baterías habían muerto. Era una lucha titánica. Set, mejor dicho el cuerpo de Set no resistiría mucho ese nivel de exigencia, podría sufrir un paro cardíaco en cualquier momento. Estaba poniendo el peligro todo el proyecto, se había convertido en una lucha personal, que ya no tenía ningún sentido, no había anfitrión, no había cuerpo, debía de abandonar. Aquello sólo era un gasto del todo innecesario y un riesgo demasiado alto. De alguna manera cuanta más energía demandaba Set, más energía recibía también la mujer, sólo que ella usaba algún tipo de catalizador que la hacía más eficiente, más potente. Aquella escalada sólo les llevaría a la autodestrucción. Había que dejar de emitir </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La mujer estaba luchado por su hija, ese era el catalizador, ese era el ingrediente que la hacía tan poderosa. El proyecto Set se basaba en el terror, en el uso de los miedos de la mente humana para poder anularla y poder manipularla. Set era un maestro en ello. Pero había otros conceptos tan poderosos como el miedo en la psique. Laura, aquella mujer poseía unas cualidades innatas similares a las del viejo, por eso había sido buscada y encontrada, no entraba en los cálculos que de forma espontánea hubiera descubierto cómo manipularlos. Laura había aprendido a usar un concepto poderoso, muy poderoso, el amor de una madre. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Estaba empapado en sudor, Orgaz temblaba, tendría que asumir la responsabilidad de traelo de vuelta, era su deber como hombre de ciencia, estaba atrapado entre dos fuegos. Arriesgar todo el trabajo de su vida o arriesgarse a la ira de Set. Aquellos minutos de duda podrían ser vitales. Cerró los ojos y apretó con toda la fuerza que fue capaz los dientes, notó como se deshacía un trozo de una muela cariada, la boca se le llenó de una especie de tierra con sabor a sangre podrida. Pulsó la tecla intro, El ordenador central había recibido la orden, la reentrada había comenzado. En ese mismo instante, la musculatura lisa de su vejiga decidió dilatarse y la orina manó libre. El doctor sintió la humedad cálida derramándose por sus piernas, un segundo después esa humedad se enfrió, haciéndolo tiritar. Gimoteaba, era el perro maltratado que olía la llegada del amo, lo sentía, el amo estaba de vuelta. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Ese espejo daba miedo, no es que el espejo lo diera propiamente, sino la idea de que tenía que meterse en él. Mamá se lo había vuelto a pedir, tenía que ser valiente. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Acercó el dedo con cuidado como si temiera quemarse. Era difícil hacerlo, el suelo seguía temblando y guardaba el equilibrio a duras penas. Sólo quería posar la yema, pero se tambaleó por una de las sacudidas, no pudo controlar bien las distancias y terminó metiendo la mano entera, que atravesó el espejo sin dificultad. Efectivamente fue como meterla en un charco de lodo, pero muy al contrario de lo que pensó no estaba caliente, sino helado, tan frío que dejó de sentirla. La sacó inmediatamente, no estaba mojada, sin embargo la sentía húmeda y fría </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Un nuevo crujido, que no era de piedra la sacó de sus pensamientos. Alguien estaba intentando entrar en la alcoba. El cerrojo se descorrió. Fue el impulso que necesitaba, seguro que el espantapájaros había mandado alguien a buscarla, la llevarían a otro lugar y ya no podría escapar de allí jamás. No lo pensó más se aupó a la peinadora de un brinco y se zambulló en el espejo. </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
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<span style="font-size: large;">Azul, frío, azul…. azul, mucho frío. Miedo </span><br />
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<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">Paula, Paula. Mi niña, mi niña, soy mamá </span><br />
<span style="font-size: large;">¿Mamá?, ¿dónde estás?, no puedo verte </span><br />
<span style="font-size: large;">Cariño estoy aquí, despierta, despierta. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">En el azul infinito un punto de luz blanca brillaba, como un sol distante. Esa luz era agradable, mandaba sus rayos blancos de luz y calor que atravesaban el azul gélido y cada vez más denso. Aquella luz era mamá. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">¿Mamá, eres tú?</span><br />
<span style="font-size: large;">Sí cariño, soy yo. Ahora mi niña tienes que despertar, no queda tiempo</span><br />
<span style="font-size: large;">Mamá yo quiero ir contigo, tengo miedo y mucho frío . </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">La intensidad de la luz menguaba, el sol blanco llegaba a su ocaso, su energía se estaba agotando como una vela que se ha quedado sin cera. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">Paula, te quiero más que a nada en el mundo, siempre te querré, recuérdalo siempre. ¡DESPIERTA! </span><br />
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<span style="font-size: large;">Salió de la bañera y recogió el cuerpo de Laura, parecía una muñeca a escala de su mujer, sus ojos estaban vidriosos, sin vida. Empezó a acariciarle el pelo rubio y mojado que se le había pegado al cráneo. La metió en la bañera con toda la delicadeza que fue capaz, como si por alguna extraña asociación de ideas, pensara que allí estaría mejor, que le iba a devolver una dignidad que no tenía allí, tirada y desnuda, como un juguete roto en medio del baño. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">¡Dios mío qué había hecho!, ¡qué había hecho!. Había matado a su mujer, pero no, aquella cosa no era su mujer, solo era su cuerpo, no pudo evitarlo, había sido un accidente, qué iba hacer y su hija, dónde estaba su hija. Era una trampa y había vuelto a caer, todo por su culpa ,todo había pasado por su culpa, había matado a su mujer y ¿su niña, dónde estaba su niña?. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">El baño empezó a dar vueltas, el arriba y el abajo se confundían, qué era lo real, estaba despierto o solo era otro sueño. Vueltas y más vueltas. Su mente no pudo soportarlo más. Todo se desenfocó, una velo negro muerte le envolvió. Cayó al suelo como un fardo. </span><br />
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<span style="font-size: large;">La luz roja parpadea en el tablero. Era un testigo que registraba cualquier cambio en el encefalograma del paciente de la habitación 325. La enfermera de guardia, llamó al doctor, la actividad cerebral de la niña había recuperado valores de conciencia, Paula había salido del coma. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">En medio de un bosquecillo de abetos y cedros, en los sótanos de una residencia llamada El Buen Pastor el cuerpo de un viejo decrépito y cruel también abría los ojos, unos ojos azules, profundamente azules.. </span><br />
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<span style="font-size: large;">3ª PARTE </span><br />
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<span style="font-size: large;">Los ojos volvieron a enfocar su imagen reflejada en el espejo empotrado en la pared del baño, los recuerdos se le hincaban como escirlas de sal sobre heridas recientes. No podía hacer otra cosa que permanecer quieto, viéndose, mirándose, preguntándose si en realidad aquella imagen era de verdad su reflejo. Una nueva regurgitación de ácido le ascendió desde el estómago. Se dobló y volvió a escupir al lavabo. Habían pasado tantas cosas desde que entró en aquella maldita gasolinera. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Era un cobarde, lo mejor sería pegarse un tiro con la escopeta, que esperaba en la parte trasera del todoterreno, aparcado a pocos metros del portal de su casa. Bajaría, se sentaría en el coche, podría música y se fumaría un cigarrillo y luego apoyaría los dos cañones debajo de la barbilla y pun!, todo acabaría; rápido e indoloro. La idea le pareció razonable, muy razonable, la mejor idea del mundo, como si en vez de haber decidido quitarse la vida, hubiera resuelto tomar otro café. ¿Café?, la imagen de la taza de loza blanca con aquel personaje de dibujos animados estampada, se volvió a colar en su mente. Esa era la taza de Paula. Paula, Paula, le susurró varias veces a su imagen reflejada en el espejo.. No, no podía hacerlo, no debía, aún no. </span><br />
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<span style="font-size: large;">Epílogo </span><br />
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<br />
<span style="font-size: large;">La enfermera entró en la habitación. La niña hacía poco que había despertado del coma, estaba muy cansada, confusa, su cerebro aún no estaba muy seguro de que lo hubiera hecho, ni siquiera de donde estaba. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<span style="font-size: large;">Hola Paula, nos alegramos mucho de que estés mejor. Tranquila, ahora tienes que descansar. ssssh. duerme, no hay prisa. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">Paula volvió a cerrar los ojos, estaba agotada, sólo abrirlos le había parecido casi imposible, como si sus párpados pesaran igual que montañas. Pensó en mamá. </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;">En algún lugar de su cerebro, la imagen de la enfermera se procesó. Ella había visto a aquella mujer antes, esos ojos oscuros cargados de máscara negra, esa melena cana, casi plateada. Sí la había visto antes, no recordaba bien donde, pero sí su nombre, era raro, no lo había oído nunca antes, por eso se le quedó grabado, estaba segura, aquella mujer se llamaba Livia. </span><br />
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<br />
<span style="font-size: large;">FIN </span><br />
<b><span style="font-size: large;"><a href="https://lastrescalaveras72.blogspot.com/2019/06/azul-1-parte.html" target="_blank">Ir a la 1ª Parte </a></span></b><br />
<br />
<span style="font-size: large;"> </span><span style="font-family: "times new roman" , "serif"; font-size: 12.0pt;"></span>
Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-43297335460820361072019-07-26T18:58:00.000+02:002019-07-26T18:58:57.113+02:00AZUL 1ª Parte<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-W3Lfyr6qfOM/XQe-WgpjvRI/AAAAAAAAOn4/_RdZ7zquREQE5kdDtXGkqqZq2_L-Vq1CQCLcBGAs/s1600/f4sQT1PiFMHyQKppojmbxmI91xtYYT_VnWMU-iMq-8NRYEd98COTHigkA0XIRHpBrwfSxaFz8yZgjZfcFGVScJMY1cNR716fa1HVbu5S1AUT86XhGkSHYYyiAvCGPSNDmnm5I7ScrbBxPX-Kzwc_xkAFDcHlqlw4JjGtFkLOmpNVnemB0t5S60nHH1xDnyYM1Y3ml6797e9YeZU6Cd.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="833" data-original-width="719" height="320" src="https://1.bp.blogspot.com/-W3Lfyr6qfOM/XQe-WgpjvRI/AAAAAAAAOn4/_RdZ7zquREQE5kdDtXGkqqZq2_L-Vq1CQCLcBGAs/s320/f4sQT1PiFMHyQKppojmbxmI91xtYYT_VnWMU-iMq-8NRYEd98COTHigkA0XIRHpBrwfSxaFz8yZgjZfcFGVScJMY1cNR716fa1HVbu5S1AUT86XhGkSHYYyiAvCGPSNDmnm5I7ScrbBxPX-Kzwc_xkAFDcHlqlw4JjGtFkLOmpNVnemB0t5S60nHH1xDnyYM1Y3ml6797e9YeZU6Cd.jpg" width="276" /></a></div>
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<br />
<span style="font-size: large;">AZUL <br /><br /> <br /><br />“La locura es relativa. Depende de quién encierre a quién en la jaula.” Ray Bradbury <br /><br /><br /> <br /> <br /> <br /><br />.6:00. a.m. Los pitidos le taladraban los tímpanos con cada pulso, como si le clavaran en ellos agujas heladas y penetraran en su mente aguijoneándole el cerebro. Amanecía, estaba tirado en el suelo del baño, desnudo, pegado al gres como un reptil. <br /><br />Tras unos pasos sin sentido aparente, la cocina apareció. El olor a café era un lastre que le bajaba una y otra vez al mundo, la promesa de cafeína hacía latir el corazón con más fuerza y la realidad era ya inevitable. Se había despertado otra vez más, lamentablemente no era un sueño, lamentablemente estaba vivo. <br /><br /> <br /><br />Cuando la conciencia de la propia existencia se derramó por su ser, sólo sintió dolor, un dolor que lo llenó todo. Sus ojos buscaron el cuchillo de cocina, que descansaba sobre el granito de la encimera. Era la llave que abriría su cuerpo y dejaría salir su alma. Los dedos corretearon hasta asir el mango negro con remaches dorados. Levantaron los 20 cms de acero y con un leve temblor lo colocaron en su soporte magnético de la pared. A quién quería engañar, era un cobarde y aunque deseara acabar de una vez por todas con su vida no podía hacerlo, no debía, aún no. <br /><br /> <br /><br />La negra infusión penetró en su boca dejando un regusto amargo. Dejó la taza de la pila y se quedó mirándola, como si fuera la primera vez que la veía, pero no, no era la primera vez. La taza era de loza blanca, decorada con la imagen de un personaje de dibujos animados. Era la taza favorita de su hija, donde ahogaba las galletas con forma de animales. Por las mejillas le rodaron lágrimas. Odres de pena líquida que se desbordaron sus ojos cayendo y arrancando de la pila metálica notas de duelo. El llanto contenido le abombó el pecho y le hizo inspirar moco y un quejido, como el de una ballena agonizante, salió de sus entrañas grave y largo. Consiguió separarse de la fregadera y se derrumbó de la misma forma que un muñeco al que le sacan el relleno. <br /><br />Se incorporó, avanzó hacia el cuarto de baño como lo haría un no-muerto. Los azulejos verdosos le devolvieron la luz fría y parpadeante del fluorescente del techo. En el piso de damero blanco y negro, un insecto huyó a su refugio de humedad en alguna grieta. Apoyando las manos en el lavabo, observó la corona de óxido que rodeaba el desagüe, que le sostenía la mirada con su ojo tuerto de pelo podrido, grasa y jabón seco. Levantó la cara y se encontró con un espejo empotrado en la pared. El rostro que se reflejaba era el de un hombre o al menos de sus restos. Casi no tenía fuerzas para sostenerle la mirada. Unos 50 aun, cuando sólo hacía menos de un año que había pasado de los 40. Los ojos, mojados de lágrimas, de un marrón con reflejos ambarinos, estaban inyectados en sangre y los globos oculares tenían el color de la cera. Los pómulos prominentes por la delgadez. La barba negra y rala, con bastantes canas que no se afeitaba desde no menos de cinco días. En la cabeza el pelo, al igual que en la cara no abundaba, dejando ver el cuero cabelludo blanquecino. La nariz sobresalía algo torcida y afilada como un escollo sobre unos labios finos y planos del color del hígado. <br /><br /> <br /><br />La respiración aumentó su ritmo sin previo aviso. Las pupilas se dilataron haciendo caso omiso del dolor que recibían por el aumento de luz que penetraba en ellas. La imagen reflejada se distorsionó desenfocándose y en la mente se empezaron a encadenar imágenes, de la misma manera que si fueran vagonetas de una montaña rusa, pero que viajaran al revés, tomando cada vez más y más velocidad llegando al límite del descarrilamiento. <br /><br />Carentes de sentido temporal, los recuerdos alternaban con fogonazos de luz blanca, como cuando la película se desenhebra en un proyector de superocho. <br /><br /> <br /><br />La habitación era amplia y blanca, en el aire había un resto de olor a desinfectante. La ventana era doble, siendo el cristal exterior ligeramente ahumado, con lo que tamizaba la luz solar que todavía entraba a esa hora de la tarde. Todo el mobiliario lo formaban tres piezas, un sillón reclinable de símil-piel azul cían, que recordaba a algún prototipo fallido de silla eléctrica, una mesita de metal blanco y madera contrachapada en el mismo color, con un cajón y un estante.; ambas separadas de la tercera pieza, una cama, por una mampara de cristal. Una cama articulada, hecha de tubo metálico lacado, con embellecedores de resina gris que sostenían el cuerpo enfermo de una niña, Paula. <br /><br /> <br /><br />El doctor entró, tras golpear con los nudillos a la puerta suavemente. <br /><br /> <br /><br />-Buenas tardes. ¿Cómo están?, dijo dirigiéndose a los padres de Paula que encontraban frente a la mampara. La niña dormía. Prosiguió. <br /><br /> <br /><br />-Veo que sigue descansando, los sedantes la mantendrán así durante un buen rato. <br /><br /> <br /><br />Laura le abordó con la súplica en el rostro <br /><br /> <br /><br />- Doctor, por favor díganos ¿Qué le pasa? <br /><br /> <br /><br />El médico habló en un tono bajo, casi en un susurro, que pretendía ser tranquilizador, mientras con la mano invitaba a que le acompañarán fuera de la estancia. Una vez en el pasillo se dirigió a ellos mirándolos alternativamente a la vez que les daba las tan ansiadas explicaciones: <br /><br />-Bueno, aún es pronto para saberlo, estamos esperando el resultado de varias pruebas y analíticas, lo único que puedo decirles es que Paula está desarrollando una reacción auto-inmune muy agresiva. Comprendo su preocupación y sólo les pido que tengan paciencia. Su hija está en las mejores manos. <br /><br /> <br /><br />Tras despedirse se marchó con paso decidido, mientras la bata blanca se le levantaba como la capa de un superhéroe de cómic, dejando una estela de inquietud. <br /><br /> <br /><br />Los ojos volvieron a enfocar su cara, los recuerdos dejaron a su cerebro en punto muerto. No podía hacer otra cosa que permanecer quieto, viéndose en el espejo, al mismo tiempo una regurgitación de ácido le ascendió por el esófago quemando todo a su paso. Era la culpa, el remordimiento, que desgarraba su cuerpo desde dentro. Escupió en el lavabo una masa negruzca de saliva, sangre y jugos gástricos. No podía creer que él tuviera la responsabilidad de todo lo que había sucedido. <br /><br /> <br /><br />En el fondo del espejo, junto a su esquina superior izquierda algo llamó su atención. <br /><br />Una de las argollas de sujeción de la cortina de baño no estaba, en su lugar un desgarrón que había destrozado el ojal, donde debería estar. Se giró y observó. <br /><br />Allí estaba la bañera y la cortina de plástico translúcido con flores grandes de colores, que dejaba intuir el cuerpo desnudo de Laura, parecía una muñeca hecha de cera. Se agachó junto a ella y le acarició la mejilla con el dorso de la mano, estaba fría, murmuró: <br /><br /> <br /><br />- Lo siento cariño, ya sabes que no tuve elección. <br /><br /> <br /><br />Otra vez las lágrimas se asomaron a sus ojos. Se restregó el antebrazo por la nariz sorbiendo los mocos. <br /><br /> <br /><br />Era verdad que su relación se había ido apagando hasta el límite de la indiferencia e incluso habían estado barajando la idea del divorcio, pero al final siempre permanecían juntos. Un poco por pereza, un poco con la esperanza de recuperar la ilusión y un mucho por Paula. Nunca hubo ni la más mínima violencia en sus discusiones, nada más allá de algún insulto o algún portazo. Y pensar que todo comenzó con eso, con un portazo. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />1ª PARTE <br /><br /> <br /><br />En cualquier lugar del arco iris, los cielos son azules y los sueños que te atreves a soñar se vuelven realidad. (Lyman Frank Baum) <br /><br />La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre. (Friedrich Nietzsche) <br /><br /> <br /><br />Unos meses antes: <br /><br /> <br /><br />Ya estaba avanzado el mes de noviembre y el aire comenzaba a oler a Navidad. Los comerciantes lo sabían y no perdían la ocasión, adornando anticipadamente sus negocios (cada año antes). Campanas doradas con enormes lazos rojos, abetos de plástico verde y portales de belén llenaban los escaparates y fachadas. También en las calles más céntricas de la ciudad las autoridades comenzaban a colgar guirnaldas luminosas, deseando felices fiestas y un próspero año nuevo. <br /><br />La crisis económica que azotaba el país parecía menos importante es estas fechas y toda la sociedad parecía huir hacia delante. Envolviéndolo todo en papel de regalo y bombillas de colores, como si así fuera a desaparecer por sí misma, de cualquier forma la época de vacas flacas seguía su curso ralentizando el consumo engullendo empresas y aumentando el número de desempleados. <br /><br />A la familia de Luis también le alcanzó con unos de sus tentáculos en forma de regularización de empleo. Tras diez años en plantilla de Componentes y Materiales s.a. se veía en la calle con buenas palabras y una indemnización ridícula. <br /><br />Siempre es mala fecha para un despido, pero la cercanía de la Navidad lo hacía si cabe, un poco más cruel. Tenían algo ahorrado y con la prestación por desempleo el horizonte a corto plazo no parecía desesperado. <br /><br />Laura, primero se indignó e incluso culpó a su marido de que había bajado el rendimiento, dando a entender que casi se lo había buscado. Pero tras el acaloramiento entró en razón y lo apoyó. Comenzando a auto-inculparse de la situación familiar, ya que ella había dejado su puesto de secretaria de dirección cuando nació Paula. <br /> <br /><br />Pulsó el botón de arranque con el dedo índice y los 200 caballos del motor alemán resucitaron de su letargo con un suave ronroneo. El sedán salió del garaje como una flecha plateada que quisiera clavarse en el corazón de la noche. Los neumáticos dejaron un su impronta de goma quemada en el asfalto y una nube de humo azulado le despidió. Había vuelto a discutir con Laura, en la cabeza aún resonaban los gritos, los insultos... pero lo que más se oía era el llanto de Paula. No podía soportarlo, se le introducían como la sal en una herida. No recordaba cómo comenzó la discusión esta vez, pero daba igual, la situación se estaba haciendo insostenible. Desde que perdió el empleo, todo había ido de mal en peor. La convivencia con Laura se hacía difícil, en parte porque pasaban demasiado tiempo juntos, cosa que con anterior ritmo de vida se restringía a alguna hora por la noche y algún fin de semana y en parte por su mal carácter, que no era otra cosa que el producto del tedio y la pérdida de autoestima. Su mujer, también aportaba, con sus dosis de reproches y lamentos que poco a poco le iban desquiciados. <br /><br /> <br /><br />Las farolas con su luz de vapor de mercurio, daban a la ciudad los tonos sepia de las fotos antiguas. Las calles residenciales desiertas, dejaron paso a las grandes avenidas y estas a las autopistas de circunvalación. El Volkswagen se introducía más y más en la oscuridad a medida que se alejaba. Por sus diez altavoces salía el heavy metal, potente y afilado, que le animaba a apretar aún más el acelerador. En el velocímetro digital, los 120 km/h legales hacía treinta cifras que se habían rebasado .Los escasos automóviles que adelantaba eran como luciérnagas en sus retrovisores en pocos segundos. <br /><br />Esto le relajaba. Siempre le había gustado conducir, la velocidad le hacía que su mente tuviera que concentrarse sólo en la carretera, olvidado lo demás. <br /><br /> <br /><br />La señal azul reflectante informaba de que se encontraba a setenta kilómetros de su casa. En la luz rojiza del tablero de mandos, el testigo de combustible comenzó a parpadear combinado con un pitido. En el estéreo sonaba "Highway to Hell" de AC/DC. Tenía la gasolina justa para volver. ¿Volver? .La idea se empezaba a abrirse camino como un gusano, que va royendo la carne de una manzana, tras 45 minutos de vagar por la autopista. Al mismo tiempo, que sopesaba la idea de volver a casa, decidió que primero buscaría una estación de servicio para repostar y aclarar un poco la mente. <br /><br /> <br /><br />De imprevisto el reproductor de Cd saltó y se conectó la radio. Sólo se escuchaba el ruido de interferencia. Luis se sorprendió, con gesto de disgusto accionó los mandos del volante que harían que volviera a sonar la música. El rock volvió, pero tras unos segundos, la estática de nuevo fue la dueña del equipo de audio. Esta vez, el bajo la estática se escuchaba algo más, como una emisora que no tuviera la suficiente potencia de emisión. Accionó los mandos de nuevo para volver a reproducir el disco compacto, y comprobó que no podía. No había manera de pasar al modo CD. Finalmente pulsó la tecla power en la consola del salpicadero. Se hizo el silencio dentro del coche, lo único que se podía oír era el murmullo del viento y el trabajo del motor a 2500 revoluciones por minuto, bajo el aislamiento de una carrocería de más de 40.000 €. <br /><br /> <br /><br />La radio se puso en funcionamiento a máximo volumen. El sobresalto hizo dar a Luis un respingo en su asiento anatómico de piel negra y por un milisegundo perdió el control del coche. Asió el volante con firmeza recuperando la trayectoria y con el dedo corazón de la mano derecha empujo el mando bajando el volumen diez puntos. Ahora la estática había desaparecido y una voz de un locutor dicharachera dijo: <br /><br /> <br /><br />- Buenas noches y bienvenidos a todos los oyentes de nuestra frecuencia. Hoy dedicamos nuestra emisión especial todos los noctámbulos, a aquellos que en esta noche no tienen un rumbo fijo, aquellos que no tienen claro su destino y muy especialmente a Luis ese conductor del Volkswagen gris plata. <br /><br />No podía ser. Aquel locutor le dedicaba un programa de radio, que por cierto se había introducido en su radio de una forma completamente anómala. Debía de haber oído mal. Era tarde y estaba más cansado de lo quería reconocer. Tenía que descansar. El subconsciente le habría jugado una mala pasada. Por la radio ahora se oía la melodía de una canción que le resultaba familiar pero que no lograba identificar. En el selector estaba resaltado la opción radio. Lo pasó a CD y la voz de Bon Scott surgió de nuevo cantando; Autopista hacia el infierno. <br /><br /> <br /><br />En el margen derecho de la carretera se veía a lo lejos, las luces de una estación de servicio. Tomó el carril de salida y se dirigió hacia ella. <br /><br />Era una estación de servicio pequeña, con un logo que no pertenecía a ninguna petrolera, por lo menos que él conociera. El color corporativo era rojo y dos SS mayúsculas amarillas decoraban el display de precios y los demás elementos. Estaba vacía. Eligió de las dos líneas de surtidores la más a la izquierda, para que su depósito quedara justo enfrente del surtidor. Odiaba tener que rodear el coche con la manguera. A estas horas de la noche, lo lógico es que estuviera en prepago; así que apagó el motor y se bajó en dirección a la tienda. Sorprendente estaba abierta, no sería atendido a través de un cristal y un interfono, eso también lo odiaba. Se estaba haciendo mayor. <br /><br /> <br /><br />Las puertas se desplazaron lateralmente, abriéndole paso. Cuando entró, la melodía del hilo musical vino a lo, era la misma que ponían en la radio. Ya lo tenía, era, era la música de la película "El Mago de Oz","Somewhere Over The Rainbow”. <br /><br />También vinieron a recibirlo un par o tres grados de temperatura menos que el exterior, donde no estaban a más de 2°. Era extraño que hiciera más frío que en la calle, pero lo que más le extrañó era que el empleado, que estaba al fondo, sólo llevara una camisa roja. Una de esas camisas de uniforme, con el logo correspondiente bordado en el pecho y una chapita donde pone el nombre del dependiente con la coletilla " a su servicio". Había dos hileras de estanterías con los productos típicos, desde aceite de automoción a revistas y chicles. También había un refrigerador con bebidas y un horno de pan precocinado. Junto al mostrador, una máquina de café de monedas y una pequeña barra con un par de banquetas, hacían las veces de cafetería. Todo estaba ordenado y limpio. <br /><br />Avanzó unos pasos dentro del local y el empleado saludó haciéndole un gesto con la mano y sonriéndole. Luis se acercó a la caja llevándose la mano a la cartera, en el bolsillo trasero de sus Levi's 501 diciendo: <br /><br />-Buenas noches, por favor me pone 50 € de gas-oil. <br /><br />El empleado un hombre de unos 30 años, bien parecido, rubio, alto con ojos azules. Le contestó: <br /><br />-Buenas noches, por supuesto. Y continuó. - No desea nada más el señor. <br /><br />Luis poniendo los 50,00€ sobre el mostrador de vinilo rojo sentenció: <br /><br />- No, muchas gracias. <br /><br />Se dispuso a coger el ticket que le entregaba el empleado, cuando éste le volvió a preguntar en un tono sugerente, mientras le miraba directamente a los ojos con una mirada firme y penetrante. <br /><br />-¿De verdad que no desea Nada Más? Seguro que tendremos algo que le pueda interesar. <br /><br />Luis tiró del ticket contestando un no seco. No le gustó nada el tono de la segunda pregunta. Parecía como si le hubiera ofrecido todo, menos algo que se pudiera encontrar en una gasolinera. Claro que deseaba algo más. Todo el mundo deseaba cosas, por ejemplo no haber discutido con su mujer y no estar en el paro; ¡Qué tontería! <br /><br />Descolgó la manguera y la metió en el depósito. La voz impersonal de la máquina le informó de iba repostar gas-oil. La bomba comenzó a vomitar el combustible viscoso, mientras que descontaba el crédito. Cuando se detuvo la voz informatizada volvió a hablar. <br /><br />- Gracias y buen viaje D. Luis y recuerde si desea "algo; sólo tiene que decirlo". <br /><br />Ya se estaban pasando con lo del deseo. Colgó la manguera y montó en el coche. Era lo último, tomaban los datos de la tarjeta de pago para personalizar la despedida, dónde íbamos a llegar. <br /><br />Realizó un cambio de sentido para emprender la marcha a casa. Miró por el retrovisor viendo como la gasolinera se alejaba más y más. Se sonrió al recordar lo de "Don Luis". <br /><br />La frente se le perló de sudor frío. Había pagado en efectivo. ¿Cómo podían haber sabido su nombre?... <br /> <br /><br /> <br /><br /> La pantalla del ordenador portátil mostraba un tapiz de tono de azul salpicado de pequeños iconos, uno con apariencia reloj analógico, en la esquina superior derecha marcaba la 9:00 a.m. <br /><br />Luis estaba delante de él. Llevaba 20 minutos levantado. El tiempo justo de pasar por el baño y prepararse el café que humeaba en la mesa junto al ordenador. <br /><br />Cuando se levantó del sofá, en el que había dormido, comprobó que no había nadie en casa. Su mujer habría ido a llevar a Laura al colegio. Así que como todas las mañanas se dispuso a consultar su correo en busca de alguna respuesta a los mails había mandado solicitando trabajo. La bandeja de entrada estaba llena de basura y publicidad. <br /><br />Se desperezó estirando los brazos al mismo tiempo que bostezaba. Tenía todo el cuerpo dolorido. Miró a su alrededor y contempló la habitación, en el suelo descansaba, hecha un ovillo, una manta de cuadros rojos y negros, de ésas de viaje. Unas estanterías baratas de kit, sobrecargadas de libros y archivadores, además de la mesa y la silla con ruedas donde se sentaba. En la pared estaba su título de ingeniero técnico industrial y la orla de su promoción. <br /><br />Su improvisada cama, un sofá de dos plazas, tapizado en una tela también de cuadros pero verdes y amarillos, con los almohadones arrugados y hundidos; Junto al sofá, tirados de cualquier forma yacían sus vaqueros. De uno de los bolsillos sobresalía una tira de papel. Sin levantarse se estiró y haciendo equilibrios para no caerse, cogió el papel. Era el ticket de la gasolinera. Lo contempló recordando lo acontecido la pasada noche. Ahora, en la distancia todo le parecía irreal, pero ese ticket no dejaba dudas. Había ocurrido. <br /><br /> <br /><br />En el encabezamiento estaban las letras SS esta vez en negro y más abajo venían los detalles del cargo. Cerraba el "Muchas Gracias y Buen viaje" de otros tickets. Lo que lo hacía especial era el inquietante "D. Luis”. Descubrió que bajo el encabezamiento había una dirección web, [www.ss@group.com]. Sintió curiosidad y lo tecleó. <br /><br /> <br /><br />Apareció una página corporativa con el consabido logo, amenizada por el tema del hilo musical de la estación de servicio. En la página también se reproducía un vídeo a modo de introducción. Mostraba un páramo yermo bajo un cielo plomizo en el descargaba una lluvia torrencial. A medida que el vídeo avanzaba; el temporal amainaba, se despejaba el cielo, dejando ver el sol a la par que el páramo reverdecía. Al final, aparecía un arcoíris en un cielo azul sobre un campo florido y en el horizonte podían contemplarse dos grandes ss. Doradas. Un verdadero pastelito. <br /><br />Cuando la introducción término apareció un botón cuadrado rojo con la leyenda: SI TIENES UN DESEO, PULSA AQUÍ. Luis no lo pensó y colocando el puntero sobre él, clicó. <br /><br /> <br /><br />En la pantalla con el arcoíris de fondo, apareció un cuadro de texto: <br /><br />Bienvenido nuevamente Don Luis, es un placer para nosotros contar con su interés en nuestros servicios. Esperamos poder estar a la altura de sus expectativas. <br /><br />Ya sabemos que usted se estará haciendo muchas preguntas en estos mismos momentos. No se preocupe todas serán contestadas en breve. Pronto tendrá noticias nuestras y recuerde nuestro único fin es cumplir sus deseos. <br /><br /> <br /><br />Reciba un cordial saludo y hasta pronto. SS. <br /><br /> <br /><br />Releyó el texto. No salía de su asombro. Repentinamente todo se fundió en negro. El portátil se estaba reiniciando, a los pocos segundos en la pantalla volvió a parecer su escritorio azul con los iconos. Tecleó nuevamente la dirección de la página web y su navegador le devolvió " The page is not found or not exist". No era posible, insistió varias veces obteniendo el mismo resultado. Decidió mirar en el historial de exploración, pero este no registraba ninguna página visitada en el día de hoy. Se había borrado. <br /> <br /><br /> <br /><br />El tráfico era fluido. Los automóviles circulaban por las carreteras como si fueran las arterias y las venas de un órgano, llevando y trayendo nutrientes o productos de desecho. Vista desde el cielo, la ciudad parecía un ente con vida propia. <br /><br /> <br /><br />El Volkswagen gris era otra partícula más en ese torrente. <br /><br />Necesitaba una explicación. Así que se dirigió hacia la gasolinera. No sabía muy bien que haría cuando llegara. Entraría y le preguntaría: -Eh ¿Cómo sabéis mi nombre? Sólo con imaginarlo le sonaba estúpido. <br /><br />Pero era mejor que quedarse sin hacer nada, ¿no? La señal colgaba suspendida de su brazo metálico, informando de que estaba llegando al kilómetro setenta y que un poco más adelante estaba la salida que le llevaría a la vía de servicio y ésta a su destino. <br /><br />La gasolinera apareció en el horizonte. Allí estaba pequeña y roja. Creciendo paulatinamente a medida que él se acercaba. <br /><br />Accionó el intermitente derecho y redujo la velocidad progresivamente hasta dejar el coche al paso de una persona. Se encontraba al pie del panel de precios. Algo no cuadraba, era rojo y de plástico; correcto. Pero el logo era el de una petrolera nacional, uno blanco en forma de cruz. La doble S amarilla había desaparecido; de los surtidores, de los luminosos de...todos los sitios. Sin preocuparse de donde dejaba el coche, se bajó mirando como si fuera un viajero al que hubieran teletransportado del pasado. Corrió hacia la tienda haciendo caso omiso de las miradas de los clientes que reportaban mezcla de curiosidad y temor. Entró a grandes zancadas en la tienda, frenó en seco. Allí estaba el dependiente rubio y guapo. Se acercó a él, esquivando a varias personas, que hacían cola para pagar. Los clientes protestaron pero al ver la cara desencajada de Luis optaron por el silencio. <br /><br />- ¿Qué clase de juego es este? Le espetó. <br /><br />- No sé a qué se refiere señor, pero en cuanto termine de atender a estas personas estaré con usted. <br /><br />Contestó el cajero en un tono formal y carente de cualquier emoción. Tampoco daba ningún signo de haberlo reconocido. <br /><br />Se quedó en estupefacto. Y ahora, ¿qué? Comprendió que lo único que lograría era quedar en evidencia. En ese momento sonó su móvil y se apartó de la caja. Era Laura. Saliendo en dirección al coche y sin importarle las señales que prohibían usar el teléfono, descolgó. <br /><br />-Hola .Luis, no tenías por qué haber hecho esto, pero, gracias de todas formas por las rosas. <br /><br />Le dijo su mujer con un tono de reproche, pero dejando entrever que en realidad no lo era. <br /><br />¿Rosas?, ¿qué rosas? ¿Pensó Luis? Su mujer siguió hablando. <br /><br />- ¿Dónde estás? Bueno tú sabrás, llámame si vas venir a comer. <br /><br />Luis sin saber muy bien que decir contestó. <br /><br />-Cosas de trabajo, sí, iré a comer, de hecho ya voy para allá, hasta ahora. Y colgó justo cuando llegaba al coche aún más confundido que antes. <br /> <br /><br /> <br /><br />Cuando entró en su casa, el perfume de las rosas le saludó. Las flores estaban en un jarrón sobre la mesa del salón. Laura asomó la cabeza por la puerta de la cocina, para cerciorarse que era su marido el que entraba. El saludo que se cruzaron fue un hola neutro. Los efectos de la discusión aunque atenuados todavía se dejaban notar .La mujer volvió a desaparecer. Luis se acercó a la mesa donde estaba el jarrón con las rosas. Lo primero que llamó su atención fue precisamente, el jarrón, de cristal tallado, que no recordaba haber visto desde hacía mucho tiempo. De hecho creía que ya no existía, pues fue un regalo de bodas que nunca supo encontrar su sitio en su casa y esos regalos tienen un alto riesgo de incidencias. Después su atención se dirigió al ramo. Era espectacular, de eso no cabía duda, no menos de 24 rosas rojas de terciopelo de tallo largo y recto. Las flores tenían una cinta dorada que las rodeaban y de ella colgaba un sobrecito donde no podía ir otra cosa que una nota. La cogió entre sus dedos .Era blanco y de un papel grueso de calidad. Las SS estaban troqueladas en la superficie satinada, nada más. En su interior la tarjeta con unas escuetas palabras; "perdóname, te quiero" en letras de imprenta negras. De la cocina salió la voz de su esposa. <br /><br />-¿Qué estás haciendo? <br /><br />- Nada. Contestó dejando la nota otra vez en su sitio, sobresaltado como un niño al que descubren haciendo algo prohibido, soltó el sobre que se balanceó al final de la cinta, de la misma forma que lo haría el cuerpo de un ahorcado. <br /><br />Entró en la cocina y se acercó a Laura por la espalda, con la intención de besarla en la mejilla. Ella primero se encogió reacia pero al sentir las manos de su marido entorno a su cintura se relajó aceptando la caricia. Se giró y le devolvió el beso esta vez en los labios. <br /><br />- Yo también te pido perdón. A lo mejor me pase un poco. Y apostilló - Lo siento. <br /><br />. El beso le reconfortó. Pero a la vez le hizo sentirse mal consigo mismo. En ese beso no hubo amor. No fue sincero, sólo fue una reacción lógica. Era lo que se esperaba de un marido arrepentido que regala flores. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />Fue como una estampida. La cancela de color burdeos se abrió y una muchedumbre bajita salió gritando agitando entre sus manos estandartes pintados con ceras y pintura de dedos, arrastrado mochilas y bolsas que en muchos casos sobrepasaban en talla a sus portadores. Al otro lado los cuellos se estiraron, los ojos se abrieron y las madres, padres, abuelos y cuidadores comenzaron a gritar nombres y a hacer gestos, como en los documentales de vida salvaje cuando las bandadas de pájaros vuelven para alimentar a sus polluelos, solo que aquí los adultos eran los reclamaban la atención de las crías. <br /><br />Allí venía Paula corriendo con su mochilita rosa saltando sobre sus hombros. El plumas azul a medio abrochar, por el que sobresalían los faldones de la camisa blanca. La falda gris tableada un poco girada y los mocasines negros despuntados, que el betún ya no podía disimular. Un calcetín más alto que otro y la cola de caballo, que Laura le hacía todas las mañanas, había desaparecido junto el coletero en forma de moña. En una mano el jersey del uniforme con el emblema del colegio arrastraba ligeramente y en la otra traía una felicitación navideña que habían hecho en clase. Se fundió en un abrazo con su padre mientras lo cubría de besos. Hoy era un día especial. Luis nunca iba a buscar a su hija a la salida del colegio, su trabajo lo había impedido. Mientras guiaba a Paula hasta el coche, la niña lo bombardeó con anécdotas y explicaciones sobre su manualidad, al mismo tiempo en su cabeza, se forjaba la duda: podrían mantener el gasto que suponía este colegio. Desechó ese pensamiento y se dispuso a disfrutar de la compañía de su hija y de su alegre parloteo. Por el rabillo del ojo algo llamó su atención. Un hombre o dos, no estaba seguro, con pinta de matones, estaban junto a un coche negro de cristales tintados. Se volvió un poco, disimuladamente para poder observar mejor la escena. Era cierto que el colegio de Paula era privado y de cierto nivel, pero no como para que hubiera guardaespaldas a la salida de clase. Sí, eran dos hombres vestidos con traje oscuro, gafas de sol y pelo muy corto. <br /><br />Uno tenía aspecto de bulldog. Chato, ancho de torso y de extremidades cortas. El otro sin embargo recordaba a un rapaz, delgado con las facciones afiladas donde resaltaba una nariz prominente y algo ganchuda, asemejándose al pico de un ave carroñera. Los hombres estaban en la calzada junto a la puerta trasera del mercedes de alta gama, miraban como buscando algo o a alguien. Luis se sintió observado. Buscó a Paula. Ahora su hija saltaba los baldosines de la acera siguiendo un patrón de colores, igual que en una película de aventuras, cuando el protagonista sortea un río de lava brincando de roca en roca, a la par que cantaba algo que no llegaba a entender. Cara de perro golpeó la ventanilla con los nudillos. El cristal tintado bajo unos centímetros. El espacio justo para dejar salir un sobre blanco. Lo cogió y se lo tendió a nariz ganchuda que asintió y cruzó la carretera hacia ellos. Luis instintivamente agarró a su hija de la mano. El hombre del traje negro se plantó delante de ellos y le tendió el sobre diciendo. <br /><br />- Esto es para usted. <br /><br />Paula es escondió detrás de las piernas de su padre un poco asustada. Su padre, sin saber muy bien que decir lo tomó, rapaz se alejó y se montó en el coche en marcha, en que ya le esperaba bulldog. El Mercedes salió rodando calle arriba lento y majestuoso. <br /><br /> <br /><br />La niña preguntó; ¿Quién es, ese señor, tan raro papá? <br /><br />Luis la miró y contestó con sinceridad. <br /><br />- No lo sé, cariño. No lo sé... <br /><br /> <br /><br />La carta descansaba sobre la mesa del estudio. Era un sobre americano blanco, de estos que tienen una línea punteada de la que hay que tirar para abrir. Luis lo contemplaba desde su silla. Había intentado abrirlo en varias ocasiones pero no lo había hecho. Los últimos acontecimientos lo tenían desconcertado y por qué no decirlo, asustado. El sobre, parecía un nuevo billete para otro viaje a lo sin sentido, patrocinado por SS, fuera lo que fuera, porque ese era el remitente; sin dirección, sólo las dos consonantes grabadas, como dos serpientes que reptaran por el papel, bellas y letales. Inspiró y tiró de la pestaña. La solapa se abrió dejando una fila de dientes de papel que amenazaba con morder a quien quisiera fisgar en su interior. Dentro había un documento plegado y un talón bancario. El cheque era al portador. Estaba escrito en tinta azul, con una caligrafía exquisita, donde aparecía primero en letras y luego en números la cifra de 3.000,00€. Las manos le temblaron un poco. Dejándolo a un lado, tomo el escrito impreso en letras negras. Leyó: <br /><br /> <br /><br />Estimado Don Luis <br /><br />Nos alegramos de saludarle nuevamente. <br /><br />Como ha podido comprobar, no hemos faltado a nuestra palabra y hemos comenzado a cumplir sus deseos. Esperamos que le gustaran las rosas a su esposa. Pero esto sólo es una pequeña muestra de lo que podremos hacer por usted. De hecho el talón que acompaña a este comunicado no es más que otra manera de seguir haciéndolo. Tómelo, como un anticipo y como un a cuenta de nuestras próximas relaciones. Para que estas relaciones continúen prosperando sólo vamos a pedirle un pequeño favor. No se alarme no vamos a pedirle nada extraño o ilegal. Muy al contrario, creo que lo hará gustosamente usted y toda su familia. Nuestro pequeño favor es que visite a un niño. Set. Un niño que nació al mismo tiempo que su hija Paula con la diferencia que en vez de hacerlo en el seno de un hogar, lo hizo en un albergue para inmigrantes ilegales de la costa. Su madre llegó estando en avanzado estado de gestación en una patera. Por complicaciones en el parto, su progenitora falleció y ahora se encuentra aquí, en un centro de acogida. Por eso queremos que en estas fechas tan entrañables que se acercan vaya a visitarlo, así podrá recibir un poco de cariño, que tanto desea y que sabemos que podrán darle de sobras. Como ve, nuestro fin es cumplir Deseos. No se inquiete por los permisos y burocracia, ya está todo solucionado, sólo depende de usted. Si declina la oferta sólo tiene que romper el talón y desapareceremos de la misma forma que nos encontró. Pero si como esperamos acepta. Será el comienzo de algo que cambiará su vida... <br /><br /> <br /><br />Reciba un afectuoso saludo. SS <br /><br /> <br /><br />El resto del documento eran unos permisos y autorizaciones para poder realizar “el favor" que le habían propuesto. Se removió en su silla y soltó los papeles en el escritorio ocultando parcialmente el talón, pero dejando ver la cantidad que atraía su mirada de forma hipnótica. No se lo creía. ¡3000,00€ por visitar a un niño! Repasó mentalmente los acontecimientos recientes una y otra vez, buscando el truco. Tenía que haberlo. Por más vueltas que le daba al asunto siempre llegaba a la misma conclusión .Era cierto que todo esto era muy extraño, pero ¿qué de malo podría haber? No lo encontraba. Solucionó que tenía que contárselo a Laura, quizás ella lo viera de otra manera con su astucia femenina. Solo había un problema. ¿Por dónde empezaba? <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />El despertador digital de la mesilla de noche señalaba las once y media, cuando decidieron irse a dormir. Antes habían estado viendo un programa de viajes en la televisión, esos que tanto gustaban a Laura. Ella siempre fantaseaba, medio en serio medio en broma, con abandonarlo todo, incluido a él (de un día para otro) y marcharse con Paula a un país lejano. <br /><br /> <br /><br />Luis no encontraba el momento de abordar el tema. Pensó en sacarlo durante la cena pero prefirió que Paula no estuviera presente. Cuando la niña se fue a la cama, decidió que esperaría al momento en que se fueran a acostar. <br /><br />Laura con su pijama de dos piezas color vino tinto y botones blancos, estaba junto a la cama de matrimonio, colocando cuidadosamente los pendientes, que acababa de quitarse en un pequeño joyero de alpaca labrada, que había sobre la cómoda. Él, sólo llevaba puestos unos bóxer de cuadritos azules, cuando entró en la habitación desde el baño, se atusaba el pelo intentando reunir fuerzas para empezar a hablar. <br /><br /> <br /><br />- Laura, cariño tengo que contarte algo, comenzó. <br /><br /> <br /><br />Su mujer escuchó el relato completo, en el que sólo omitió el episodio de la radio y el de su segunda visita a la gasolinera. No tenía claro por qué lo hizo. Pero algo en su interior le empujó a guardarlos en secreto, como algo privado y vergonzoso, que no se puede confesar. Cuando terminó, Laura se le quedó mirando como si no creyera ni una sola palabra de lo que le había dicho. Luis para dar crédito a su historia sacó la carta y el talón que había guardado en su mesilla. Se lo dio a leer. Ella lo hizo un par de veces, con expresión seria. Cuando terminó, miró a Luis y dijo: <br /><br /> <br /><br />- La verdad, todo esto es tan raro, que yo tampoco sé qué pensar. Espero que no te hayas metido en ningún lío. Lo que más sorprende que te ofrezcan tanto dinero por tan poca cosa y sobre todo ¿por qué? ¿Por qué? Volvió a repetir hablando consigo misma y tras una pequeña pausa sentenció. Creo que deberíamos rechazarlo. <br /><br /> <br /><br />Su marido contestó alzando un tono la voz. <br /><br /> <br /><br />- Laura te juro que es tal y como te lo he contado. No sé, quizás sea una de esas cosas de favores en cadena... No lo sé. Lo único que sé es, que tenemos un cheque al portador de 3000,00€ sólo por ir a ver a un crío. Sería una tontería no cogerlo. ¿Qué puede pasar? Y continuó casi susurrando. <br /><br />- Piensa en nuestra situación. Al paso que vamos ¿cuánto nos durarán los ahorros, si no encuentro trabajo? Con la ayuda por desempleo no cubrimos ni siquiera los gastos. Piensa en el colegio de Paula. Sólo con ese dinero tendríamos pagados más de 4 meses. Y volvió apostillar tomando las manos de su mujer, acariciándolas entre las suyas. Piensa en eso... <br /><br />Laura se zafó de Luis y se paseó por la habitación dando vueltas, cabizbaja. Cuando completó el tercer giro a su circuito imaginario levantó la cabeza diciendo. <br /><br /> <br /><br />- Vale. Será como tú quieras, iremos a ver al chico. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />Los abetos y cedros de troncos negros y copas verdes apuntalaban un cielo de borra sucia y gris que amenazaba con derrumbarse. La lluvia caía inmisericorde, martilleando, con furia esa mañana de sábado. <br /><br />Al El Buen Pastor se llegaba por una pista de grava, que nacía de una carretera comarcal a 120 km de la ciudad, tras atravesar un bosquecillo que lo ocultaba del resto del mundo. Estaba rodeado por unas verjas de hierro, acabadas en puntas de lanza, donde el óxido medraba. Era un edificio con planta de cruz, compuesto por dos alas y una nave central de tres alturas, en medio de una pradera de césped, verde, cuando no había calvas de barro rojizo. Los muros eran de ladrillo enfoscado en blanco, con refuerzos de granito. Los tejados de pizarra a dos aguas. De ellos sobresalían varias chimeneas que expulsaban el humo blanquecino de la calefacción. En la nave principal, se adelantaba un porche, con columnas de piedra y un portón de madera de dos hojas con tachones de metal, que recordaba el de una fortaleza. Sobre él había un cartelón con el nombre de la institución. <br /><br />En la fachada se asomaban ventanas. Las del nivel inferior tenían rejas de hierro pintadas en blanco y las de demás estaban protegidas con un cerco exterior de tela metálica que recordaba a las de un gallinero. Parecían que su función era más impedir salir, que evitar entrar. <br /><br />.Luis salió el primero del coche. Abrió un paraguas azul con el logo de una cadena de hoteles. Fue a resguardar a Laura y a Paula que salieron a continuación. A Laura no le parecía buena idea que les acompañara su hija, pero no tenían con quien dejarla así que no hubo otra opción. Luis cogió a la niña de la mano y los tres arrebujados bajo el paraguas azul subieron los escalones que conducían hasta el porche. <br /><br /> <br /><br />Una vez delante del portón Luis pulsó un timbre, que estaba justo al lado, empotrado en el muro bajo una tapa para protegerlo de los elementos. Pasaron unos segundos. Una mirilla se abrió y el rostro de una mujer apareció tras una celosía. <br /><br /> <br /><br />- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles?, dijo con una voz fría y carente de interés. <br /><br />- Buenos días .Contestó Luis alzándose en portavoz familiar, <br /><br />- Venimos a visitar a un niño. <br /><br /> <br /><br />La mujer replicó sorprendida, casi molesta. <br /><br /> <br /><br />- Lo siento debe haber un error, en este centro no hay régimen de visitas. <br /><br />Laura y su marido se miraron. Luis volvió a tomar la palabra mientras sacaba del bolsillo interior del abrigo la documentación. <br /><br />- Perdone que insista; pero antes de marcharnos, nos gustaría que viera esto .Dijo acercando el documento a la mirilla, para que pudiera leerlo. <br /><br />Tras unos instantes la mirilla se cerró y se oyó el ruido de unas llaves. El portón se abrió con un lamento de bisagras. <br /><br /> <br /><br />La mujer que salió a recibirlos aparentaba unos 60. En la cara las líneas de expresión, hacía varios años que habían pasado a la categoría de arrugas. Los ojos grandes y perfilados de negro igual que sus pestañas, cargadas de máscara acentuaban aún más sus ojos oscuros. El pelo cano, sin teñir, caía sobre sus hombros como una cascada de plata sin bruñir. No era una belleza; pero tuvo que romper algún corazón en su juventud. Llevaba unos pantalones grises de pinzas y un jersey de lana negro, sobre el que sobresalían los cuellos de una camisa blanca. Los zapatos también negros, de dos dedos de tacón le daban una talla media, que no tenía. <br /><br /> <br /><br />Los invitó a entrar y se disculpó. <br /><br />- Perdónenme, pero tienen que comprender que esto es del todo excepcional. Por favor si tienen la bondad de esperar unos minutos, comentó señalando una habitación que se habría a la derecha del hall de entrada. Los tres entraron en la sala. <br /><br /> <br /><br />Era poco más que dos sofás de polipiel marrón algo ajados y una mesita de cristal, que ocupaba el vértice del ángulo formado por los dos divanes, no había ventanas. <br /><br />Se sentaron, Paula junto a Laura, en un sofá y Luis solo, en el otro .Cuando estuvo segura de que la mujer había desaparecido Laura miró a su marido y habló. <br /><br /> <br /><br />- A mí este sitio me pone los pelos de punta. Y ¿qué era eso?, de que esto es... ¿cómo dijo?; excepcional. Dios mío en qué lío nos estaremos metiendo. <br /><br />Pasaron unos diez minutos, cuando el ruido de los tacones, sobre el suelo de terrazo, anunció la vuelta de la mujer. No volvía sola. La acompañaba un hombre. Luis y Laura se levantaron al verlos entrar. <br /><br /> <br /><br />- Les presento al Doctor Orgaz. Comentó la mujer. El doctor era hombre bajo, de unos 50 años, completamente calvo, de cara rolliza y gafas de montura redonda, que le daba un aire bonachón .Llevaba una bata blanca desabrochada, que dejaba ver, una camisa a cuadros marrones y verdes, y unos pantalones de pana beige. Es el director de este centro. Informó. <br /><br />-Buenos días, dijo mientras le tendía la mano. Me ha comentado Livia que venían a ver a un niño y que traían un permiso "especial", ¿verdad? <br /><br />- Sí, creo que se llama Set. Dijo Luis, ofreciéndole la documentación, después de estrecharle la mano y presentarse él y al resto de su familia. <br /><br />-Ya veo. Contestó el doctor a la misma vez que examinaba los papeles. Bueno, pues vamos allá. Livia por favor lleve a Set a mi despacho. <br /><br />- Si tienen la amabilidad de acompañarme. Dijo a los visitantes instándolos a seguirlo. <br /><br /> <br /><br />Livia desapareció con el golpeteo de sus zapatos de tacón tras de sí. <br /><br /> <br /><br />Le siguieron por un laberinto de pasillos pintados de blanco con zócalos alicatados en el mismo color, que regularmente se veían flanqueados por puertas sin rótulos, que informaran de la utilidad de la habitación a la que se abrían. <br /><br />Laura caminaba, cogiendo de la mano a Paula, un paso por de detrás de su marido, que encabezaba la marcha junto al doctor. No dejaba de dar vueltas a la cabeza. ¿Un doctor, director de un orfanato? y este silencio, en un lugar que se supone que debe estar lleno de niños. No le quedaba ninguna duda. Este lugar, no era una casa de acogida; era algún tipo de hospital. Ese sólo pensamiento le hizo ponerse aún de peor humor, del que ya estaba. Venían a ver a un niño enfermo Dios sabe de qué y Paula se paseaba por un hospital. Cada paso que daba, se reafirmaba más en su opinión primera. No tenían que haber venido. <br /><br /> <br /><br />La poca luz que atravesaba la tormenta se colaba por entre las lamas de una veneciana metálica de color beige que cubría la ventana, ayudando a la de los fluorescentes a hacer un poco menos oscura la estancia. El doctor tomó asiento en su sillón giratorio de piel negra y se arrimó a su mesa. Una de esas mesas de melamina color nogal con cantos de pvc que fueron el mobiliario de oficina corriente en los 70. Sobre ella, varios montones de papeles y un monitor de ordenador que parecía venir de un saldo. El único toque personal, era un pisapapeles de bronce con la figura de un pastor alemán echado, pero con la cabeza alzada, como esperando una orden. <br /><br />Luis y Laura tomaron asiento en dos sillones confidentes a juego y Paula se sentó sobre las rodillas de su madre. <br /><br />- ¿Doctor, qué le pasa al niño? Soltó Laura de pronto. Las palabras salieron de su subconsciente, sin previo aviso, como si tuvieran voluntad propia. Luis la miró; preguntándole con la mirada. ¿Cómo? <br /><br />.El hombre esbozó una mueca que recordaba a una sonrisa, mientras empujaba la montura de sus gafas con el dedo índice derecho. <br /><br />- La respuesta es compleja. Set tiene un problema en las facultades cognitivas debido posiblemente a un sufrimiento fetal durante la gestación. <br /><br />-¿Quiere decir con eso que el niño, no es, “normal"? <br /><br />- Ciertamente, Set tiene dificultades que hacen que su desarrollo se ha más lento que el del resto de los niños. Pero hoy hay grandes avances para su estimulación y con el tiempo necesario podríamos decir que se podría alcanzar una "normalidad", siempre dentro de unos parámetros, claro está. <br /><br />De hecho, hemos comenzado una experiencia piloto, para que los niños de este centro con este tipo de dificultades interactúen, con otros sin estos problemas. Por eso nos ha sorprendido su visita, ya que aún no estaba abierto el programa, pero viendo sus credenciales. Laura iba a replicar pero en ese instante, llamaron a la puerta. Era Livia, traía a un niño con un pijama de hospital, azul y un poco grande, de la mano, Set. Un niño de más o menos la talla y la edad de Paula con los ojos oscuros y el pelo rizado como sólo lo tienen las personas de raza negra. Andaba con dificultad metiendo el pie derecho excesivamente hacia dentro. El brazo derecho también se giraba de forma acusada haciendo que la palma de la mano quedara en una posición extraña. <br /><br />- Hola Set ¿Cómo estás hoy? Le preguntó el doctor que se había levantado para ir a recibirlo. <br /><br />-Biieenn dotoo. Articuló el niño con dificultad, mientras sus ojos miraban al infinito. <br /><br />- Hoy es un día especial Set. Han venido a verte unos señores y también han traído a su hijita. Ves que bien. <br /><br />El niño afirmó con la cabeza. <br /><br />- Mira Set estos son los señores, dijo mientras se acercaba a ellos con el niño. Esta es Paula y estos son Luis y Laura, sus papás. <br /><br />Laura y Luis se juntaron dejando en medio a su hija como si quisieran protegerla. La mano de la mujer apretó fuertemente a la de su marido mientras lo buscó con los ojos, con un reproche en la mirada. <br /><br />El niño los miró sin decir nada. Laura se tornó en portavoz familiar, esta vez y se agacho para quedar a la altura de su hija. <br /><br />- Vamos Laura saluda a Set. <br /><br />La niña se arrebujó contra su madre un poco asustada, diciendo un tímido, “Hola”. <br /><br />- Hoolaa, y una sonrisa se dibujó en la cara del chico que dejaron ver sus dientes pequeños y blancos como perlas. <br /><br />Bien, ahora que hemos hecho las presentaciones, que les parece si dejamos, a los niños un poco a solas. Comentó el doctor. <br /><br />Esta vez, quien saltó como un resorte fue Luis, que todavía sentía la mirada de su mujer. <br /><br />-¿Solos? No creo... <br /><br />Pero antes de que pudiera terminar la frase Livia se adelantó aclarando la propuesta del doctor. <br /><br />- El doctor Orgaz se refiere a que los dejemos interactuar solos pero bajo observación; por supuesto, ¿no es así? <br /><br />- Claro, claro. En la sala contigua tenemos un “laboratorio”. Me explicaré: se trata de una habitación con juegos donde se estimulan las capacidades cognitivas. Los niños pueden actuar libremente pero bajo una supervisión de la que ellos no serán conscientes, por lo que las reacciones serán libres y espontáneas, pudiéndose estudiar mejor. No se preocupen por Paula. No la perderán de vista en ningún momento. <br /><br />El “No” estaba pintado en cara de Laura, sin embargo a Luis no le parecía tan grave, eran dos niños al fin y al cabo. Además qué iban a decir: " No, lo sentimos ya hemos visto al chaval y nos vamos". <br /><br />- Bien, pero primero se lo preguntaremos a Paula: <br /><br />A ver cariño, ¿quieres ir ahora a jugar con este niño? Papá y mamá estarán aquí al lado todo el tiempo. <br /><br />En la mente de Paula la pregunta de su padre fue tomando forma y su cerebro después de relacionar los términos comenzó a elaborar una respuesta negativa, su instinto infantil no le aconsejaba ir con un "niño raro" y sin sus padres. La respuesta estaba lista como si fuera una bala a punto de ser disparada, pero una voz dulce y de niño se abría paso desde lo más profundo de su pequeña mente de la misma forma que lo hace un cuchillo caliente en la mantequilla, diciéndole: ven, ven a jugar .Lo pasaremos genial .Ven, ven...Era un impulso que no podía resistirse, era como no tomar otro pedacito de pastel, era... <br /><br />- Sí papá, quiero ir a jugar. <br /> <br /><br /> <br /><br />Los niños entraron en el laboratorio. Se asemejaba a una habitación de juegos enorme. El suelo estaba alfombrado con una moqueta que representaba un camino zigzagueante amarillo, que recorría un prado verde y florido. A los lados del camino había mesas y sillas infantiles de bonitos colores. En las paredes había pintados árboles, en un fondo de cielo azul celeste con nubes blancas, pájaros y mariposas. En una de ellas, donde parecía acabar el camino, un arcoíris abarcaba todo el frontal. Sólo había una puerta y no había ventanas propiamente dichas, sólo un ojo de buey integrado en la decoración, como un sol, pero que en realidad era el punto de observación por donde los médicos estudiaban y vigilaban a los niños. También había unas estanterías de madera con juguetes en sus baldas. Incluso había un caballito con balancín y un triciclo. <br /><br />A Paula le parecía un lugar maravilloso, miraba todo con los ojos abiertos como platos sin embargo Set no prestó ninguna atención especial al entorno, pues le era de sobra conocido. Camino lentamente hasta una estantería, e intentó coger la caja de ceras, que terminaron por el suelo. Paula se sobresaltó con el alboroto y se acercó al niño. <br /><br />- ¿Quieres que pintemos? <br /><br />El niño la miró y asintió con la cabeza diciendo <br /><br />- Cii. <br /><br />La niña ayudó a Set a recoger las ceras y un bloc de hojas que había justo al lado de donde estaban los lápices. <br /><br />Paula comenzó dibujando dos figuras grandes, eran papá y mamá y luego pintó otra más pequeña al lado que sin duda era ella. Set miraba atento como iba rellenando las figuras. A mama le pintó el pelo amarillo y un vestido azul, mientras que a papá le pintaba con unos pantalones marrones y un jersey verde, también le pintó los pelos utilizando una cera negra. Para ella eligió un vestido rosa y una melena también amarilla. Los tres monigotes flotaban en la nada blanca cogidos de la mano. Ahora fue Set quien se animó a pintar. Con su mano izquierda, la menos torpe, tomó una cera marrón e intentó imitar a Paula pintando lo que parecía un círculo con tachones mientras decía: <br /><br />- Seett, aki stta Sset. <br /><br />Cuando terminó, tomó otra cera de color rojo y dibujó otro círculo dentro del círculo anterior. <br /><br />- Akii stta otroo. <br /><br />- ¿Qué es Set? Preguntó Paula <br /><br />- ¡¡ Ottrrooo!! <br /><br />- Ah, otro círculo. <br /><br />- Noo, ootrro. Hhaba. <br /><br />La cámara oculta en el techo seguía grabando la escena. En la sala de observación el doctor miraba junto con Luis y Laura los juegos de los niños. Laura estaba sorprendida con la reacción de su hija. No sólo había accedido a jugar con el niño, si no que parecía muy feliz y aparentemente estaba asumiendo un papel protector, casi como si fuera una hermana mayor. <br /><br />- Soy yo. Contestó la voz de niño clara y dulce en la cabeza de Paula. <br /><br />-Él de antes. Gracias por jugar con nosotros. <br /><br />Paula se quedó muy quieta como escuchando y contestó en voz alta. <br /><br />- ¿Dónde estás? <br /><br />- Aquí delante tuya con Set. El niño sonrió señalándose la boca con un dedo. <br /><br />-Akki sstaa. Set volvió a remarcar su círculo rojo. <br /><br />- Vamos a ser amigos <br /><br />¿Quieres Paula? <br /><br />Era una voz maravillosa que hacía que la niña se relajara y no pensara en nada. Sólo había paz, como cuando se dormía en brazos de mamá. Sólo paz y tranquilidad. <br /><br />- Vale. <br /><br />- Me dejas que vaya contigo un poco. Lo pasaremos genial. Sera fantástico, ya verás. <br /><br />La voz causaba la misma atracción que la luz de una farola a una polilla; irresistible .No podía decir que no. <br /><br />Set seguía mirándola con los ojos fijos e inexpresivos. <br /><br />- Bueno. <br /><br />Fue abrir una ventana en una mañana fresca y soleada. Sintió una bocanada de aire limpio y puro, penetrando dentro de su ser haciéndola temblar con un escalofrío. Paula no lo podía saberlo pero había tenido su primer orgasmo. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />El coche gris se alejaba por el camino de grava bajo la lluvia persistente. En una de las ventanas dos figuras observaban su marcha. <br /><br />- Parece que todo ha salido como se esperaba. Comento Livia. <br /><br />- Sí, aunque por un momento pensé que iban a salir corriendo. La mujer es peligrosa, no me extraña que se hayan tomado tantas precauciones. Dijo el doctor y se alejó de la ventana para acercarse a su mesa. <br /><br />-Ahora déjeme solo Livia. <br /><br />- Como desee. <br /><br />La mujer se disponía a abrir la puerta cuando el doctor volvió a llamarla <br /><br />- Ah, Livia por favor, traiga la grabación de la sesión y por favor no olvide preparar la eliminación del anfitrión; ya no será útil. <br /><br />- Por supuesto, como usted diga doctor. Dijo cerrando la puerta tras de sí. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />- Bueno, después de todo no ha sido para tanto. <br /><br />¿Verdad? Comentó Luis. <br /><br /> <br /><br />A Laura no le apetecía de hablar del tema, además Paula parecía contenta. Así que dejó sus objeciones a un lado y acordó con su marido que sí, que en realidad no había sido para tanto. Pero en su fuero interno no dejaba de darle vueltas a todo el asunto. Paula en efecto, era la que más entusiasta con la experiencia. Los cuarenta minutos con Set parecían haberla cambiado. No dejaba de decir que lo había pasado fenomenal y que el cuarto de juegos, como ella lo llamaba, era muy "chuly”, y que verías cuando lo contara a sus amigas del colegio. También preguntó qué cuando iban a volver. Su madre le contestó con evasivas. Volver no era parte del trato. Realmente lamentaba lo que ocurría a ese pobre niño, pero no, no volverían. <br /><br /> <br /><br />.Ahora sobre la carretera negra y húmeda, el coche parecía un insecto atrapado en la lengua de una bestia, que inevitablemente lo conduciría a sus fauces; la ciudad. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />La manzana tenía un color rojo brillante. Sobre su piel aún quedaban unas gotas de rocío. La agarró con la mano y con un pequeño tirón la separó de la rama de donde colgaba. Se la acercó a la cara y aspiró su aroma dulce y fresco al tiempo. <br /><br /> <br /><br />-Paula, cariño, ven. Toma. Llamó a su hija que correteaba por entre los manzanos. <br /><br />La niña se acercó trotando. <br /><br />-¿Qué mamá? <br /><br />- Toma mi amor, come. <br /><br />La niña tomó la manzana y la llevó a su boca. La pulpa blanca era dulce como el caramelo. <br /><br />-¿Está rica cariño? <br /><br />- Sí mamá, está riquísima. Dijo Paula a la vez que masticaba. <br /><br />El jugo de la fruta comenzó a resbalar por la comisura de los labios. Era rojo sangre y caía en gruesos goterones sobre la camisa blanca que llevaba puesta. <br /><br />Laura miró el resto de manzana que aún quedaba en la mano de la niña. Pero no era una manzana, era un corazón sanguinolento y palpitante al que le habían dado un mordisco. <br /><br />Paula se lo volvió a llevar a la boca diciendo. <br /><br />- Mamá está riquísimo, riquísimo... <br /><br /> <br /><br />Sus propios gritos la despertaron, a su lado Luis, al que también había despertado, le decía; tranquila, sólo es una pesadilla .Ya pasó, tranquila. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />Como cada día, Luis comprobó la bandeja de su correo electrónico en busca de alguna repuesta a sus demandas de empleo. Aunque no quería reconocerlo también esperaba alguna noticia de sus misteriosos padrinos. Hacía ya más de una semana de su visita a ese niño y no había habido ninguna comunicación. Quizás se hubieran esfumado de la misma forma que aparecieron. Releyó nuevamente la carta que vino con el talón, y lo ponía claro "próximas relaciones”. Entonces ¿por qué no se ponían en contacto con él? ¿Habría hecho algo mal? y los habría ahuyentado. No lo sabía y la incertidumbre lo tenía preocupado. Había intentado hablar con Laura de sus temores, pero ella lo evitaba. No quería hablar de nada que estuviera relacionado con eso. Desde que volvieron había estado distante y malhumorada. Luis sabía que había ido a desgana y sobretodo no quiso que Paula se hubiera visto implicada, además no dormía bien últimamente, por las noches sufría pesadillas constantes. En su opinión le daba demasiada importancia. De hecho, creía que se alegraba de la falta de noticias. Era como si quisiera olvidar todo lo ocurrido y esconderlo bajo un manto de silencio. Apagó el ordenador. No había ninguna oferta de empleo sólo alguna publicidad sobre másteres y títulos de postgrado. <br /><br /> <br /><br />Pensó en salir a correr un rato para despejar la mente. <br /><br />Los poros de la piel de Luis comenzaron a excretar la solución de agua y sales minerales comúnmente llamada sudor. Primero perló su frente, luego siguió hasta encharcar sus cejas, para más tarde desbordarlas y meterse en los ojos produciéndole un escozor que le obligó a detenerse. <br /><br />Llevaba recorrido unos siete kilómetros a buen ritmo. Corría por una avenida que desembocaba en un parque. A estas horas el barrio residencial estaba prácticamente desierto. Era lo normal un día de diario. Los niños estaban en clase y sus padres partían a sus ocupaciones. El barrio no retomaría su bullicio hasta el final de la jornada. <br /><br /> <br /><br />Se pasó el antebrazo por la cara, intentando usar la manga de su camiseta como una improvisada toalla. Esto le alivio algo. Luego se recolocó los auriculares del teléfono por los que salía la música del tema de Metallica "Master of Puppets" y decidió seguir andando hasta que dejara de sudar tan copiosamente. <br /><br /> <br /><br /> Un Mercedes negro, con los cristales tintados, se detuvo unos cincuenta metros junto a la acera delante de él. La puerta de copiloto se abrió y bajó un hombre alto y delgado con un traje negro y gafas de sol. Luis lo observó con una mezcla de sentimientos difícil de explicar, que iban de la alegría al temor. Era cara de pájaro, el mismo que le entregó la carta junto al colegio de Paula. Evidentemente el coche le estaba esperando. <br /><br /> <br /><br />-Buenos días D. Luis si tiene la amabilidad de acompañarnos. Dijo rapaz abriendo la puerta trasera. <br /><br />La entonación no dejaba lugar a dudas, no era una invitación que se pudiera rechazar. <br /><br /> <br /><br /> Así que entró en el coche. No había nadie en el habitáculo trasero. Sus piernas desnudas se pegaron al asiento de piel negra y flotó ligeramente sobre una película de sudor frío. Era más amplio de lo que parecía desde fuera. Las tres plazas traseras estaban aisladas de la parte delantera por una mampara que parecía de obsidiana y que hacía imposible ver lo que ocurría delante. Las ventanillas traseras a igual que la luneta también opaca. Tras unos minutos el coche aumentó de velocidad o al menos le dio esa sensación pues sólo la inercia le daba algún dato, el silencio era absoluto por lo que dedujo que habrían entrado en una autopista. En ese momento se percató de que aunque todavía llevaba los auriculares puestos, la música había dejado de sonar. Se los quitó y los dejó colgar de su cuello. Sacó el teléfono de la sujeción que llevaba en el brazo y activó el menú. Deslizó el dedo por su pantalla táctil buscando. Allí estaba el icono. Era el de un navegador guiado por GPS. Los cristales no le dejarían ver, pero no por eso iba a dejar de saber hacia dónde se dirigía. En el móvil se dibujó un plano y una señal en forma de triángulo parpadeante de color azul le informaba, que efectivamente se encontraba avanzando por la autopista y se dirigía al norte. Pero ¿a dónde? y ¿con qué propósito? El sudor que había cesado de manar, gracias a la climatización, volvió a aparecer. <br /><br /> <br /> <br /><br />-Hola Paula. <br /><br />- Hola. Contestó la niña al patio del colegio. <br /><br />La voz infantil era dulce y amable, sincera; falta de cualquier entonación. Ascendía por su mente como una burbuja de aire desde el fondo del mar. Recordó cuando la "oyó" por primera vez y sintió un escalofrío placentero. <br /><br />- Sé dónde están todos escondidos. ¿Quieres que te lo diga? <br /><br />Paula jugaba con sus amiguitos al escondite y en ese momento "la llevaba" ella. <br /><br />A la niña le pareció una gran idea. <br /><br />-Sí. <br /><br />Vale, pero no hace falta lo digas en voz alta, o descubrían nuestro truco. Para hablar conmigo basta con que pienses lo que quieres decir y lo sabré. Será nuestro secreto. Lo vamos a pasar en grande, ya verás. <br /><br />Laura llamó a sus compañeros de juegos por su nombre, uno a uno descubriendo sus ubicaciones. Los pequeños salían de sus escondrijos con cara de sorpresa. ¿Cómo los había descubierto a todos casi sin moverse y tan rápido? <br /><br />Jaime el más despabilado de la clase fue el primero en emitir su veredicto, que rápidamente cundió entre los demás. Había hecho trampas. <br /><br />Los niños comenzaron a abuchearla llamándola tramposa a coro. La niña se defendía como podía, negando las acusaciones. Pero la presión recibida era demasiada y rompió a llorar. <br /><br />- No te dejes amedrentar Paula. Yo te defenderé empuja a Jaime. Haz que se calle. Es un abusón que no permite que nadie nunca gane a ningún juego. <br /><br />. Eso era verdad. Jaime era más alto y más fuerte que ningún niño de clase y siempre imponía su voluntad, era el que mandaba. Pero, no, no se atrevía. <br /><br />- Hazlo Paula. No dejaré que te haga ningún daño. Confía en mí. <br /><br />La niña se armó de valor y apretando los dientes dio un empujón al niño. Jaime recibió un fuerte impacto en el pecho, con una fuerza que le sorprendió aún más que el propio ataque. Salió despedido un par de metros para caer boca arriba en el medio del patio, ante la mirada del resto de sus compañeros. <br /><br />Los niños se abrieron el círculo con el que habían rodeado a la agresora boquiabiertos y timoratos. Se iban a formar una buena. Nadie trataba así a Jaime. <br /><br />El niño se levantó del suelo sacudiéndose el polvo y atusándose el pecho dolorido. Las lágrimas le bailaban en las pestañas. Sentía más rabia que dolor. Pero en vez de volver a enfrentarse a su enemiga como todos esperaban, se dio media vuelta y salió corriendo. El corro se terminó deshaciendo. No iba a haber pelea después de todo. Un instante pasó y Paula volvió a estar sola. <br /><br />- Lo ves. Dijo la voz. No dejaré que nadie te haga daño. <br /><br />La sirena anunció el fin del recreo y todos los infantes corrieron hacia sus respectivas clases. Paula también corría. Se sentía fuerte y poderosa, respetada y temida. Era una sensación nueva y realmente agradable. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />El Mercedes negro devoraba los kilómetros a la velocidad máxima que permitía el código de la circulación. Luis en su interior observaba la ruta en su teléfono. Estaban a unos cincuenta kilómetros de donde lo habían recogido y acababan de abandonar la autopista para entrar en una carretera nacional que enlazaba varios pueblos, de esos que son satélites de la gran urbe. Pensó que en alguno de ellos estaría su destino. Unos minutos y el coche desaceleró y de nuevo abandonó la vía para tomar otra más pequeña. Esta vez una comarcal, que se adentraba, siempre según el GPS, en una masa forestal donde aparentemente no había nada. Los kilómetros se sucedían y el automóvil continuaba atravesando el bosque. De pronto el coche redujo tanto la velocidad que Luis no sabría decir si se había detenido completamente. Pero no, al parecer el vehículo había tomado un carril. Debía de ser poco más que un camino de cabras pues el coche a pesar de su suspensión inteligente, se bamboleaba como si fuera una tartana, además el navegador no marcaba ningún camino. Después de diez minutos de baches y resaltos se encontraron de nuevo sobre un piso firme. Entonces el coche se detuvo y las puertas, con un sonido neumático, como un siseo se desbloquearon. Estuviesen donde estuviesen, habían llegado. <br /><br />Allí estaba pájaro abriéndole la puerta e invitándole a salir, con su nariz ganchuda y sus gafas de sol negras y ese gesto pétreo, que hacía dudar entre si era realmente humano o un ciborg de los que salen en las películas de ciencia ficción. <br /><br />Luis salió del coche, sus pupilas se contrajeron al recibir la luz del exterior después de haber viajado en penumbra. <br /><br />Estaba delante de lo que parecía una casa de campo de nueva construcción. Pues todavía se podían ver algunas piezas de andamio apilado y materiales esperando a ser recogidos. En el suelo de tierra prensada, aún se adivinaban huellas de maquinaria y el inconfundible olor a humedad, del cemento y el yeso se podían percibir en al aire. Por eso no aparecería nada en el GPS. Cuando se tomaron las fotografías de aquel lugar, aquello simplemente no existía. <br /><br />La casa en cuestión era de planta cuadrada y de fábrica de ladrillo visto rojizo. El tejado era a cuatro aguas de teja roja. La construcción era vulgar, nada ostentosa pero si daba el aspecto de recia quizás porque tenía pocas ventanas y las que había estaban enrejadas y no eran muy grandes. <br /><br />Luis parecía un poco decepcionado. No sé, por qué se había imaginado que el cochazo que le había recogido le llevaría a un lugar más “exclusivo”. <br /><br />- Por favor acompáñenos. <br /><br />Allí estaba también cara de perro, que se había bajado por la puerta del conductor al trote para ponerse a su diestra. Así, escoltado por los dos hombres, se encaminó a la casa. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />La hoja de machete cayó; primero sobre la carne cortándola y luego partió en dos el hueso con facilidad. Laura tomó los dos trozos de pollo y los colocó junto con otros en un plato. Preparaba el almuerzo con la eficiencia mecánica de cualquier ama de casa. Miraba el ave descuartizada sin verla. Su cabeza estaba en otro sitio. Rodando de un sitio a otro, como una canica en cajón vacío. Últimamente no dormía bien, terribles pesadillas la atormentaban y ella sabía por qué. No dejaba de darle vueltas a los últimos acontecimientos. Había algo turbio; lo presentía. Lo único bueno de todo aquello es que parecían haber desaparecido. Y luego estaba Luis, como un novio al que le han dado plantón. Todo el día esperando, ¿cómo decía?.. ¡Ah sí!, alguna señal. Era desesperante. <br /><br />Se lavó las manos en el fregadero y luego usó un trozo de papel absorbente para secárselas. No podía quedarse quieta sin hacer nada como el convidado de piedra. Era su familia la que estaba involucrada después de todo. <br /><br />Luis había salido a correr y podría actuar con libertad. Así que fue hasta el despacho y rebuscó entre sus papeles, hasta que encontró la carta que le dieron. La releyó por enésima vez, buscando algo aunque, no sabía bien el qué. Sus ojos pasaban por encima de las letras negras a la manera de un escáner de supermercado. Inútilmente intentó encontrar el permiso de visita, se lo quedaron en el “hospital”, pero tenía la esperanza de que hubiera una copia o algún otro papel donde pudiera venir algo, aunque sólo fuera un número de teléfono. Pero nada, ninguna información sobre "SS". Tras unos minutos de infructuosa búsqueda Laura se daba por vencida, cuando la idea entró en su mente al asalto, como un soldado en una trinchera. Abrió el portátil de Luis y tecleó en el buscador: "El Buen Pastor". El buscador le devolvió una pantalla llena de referencias. Pero ninguna a un hospital mental, sólo eran partes de textos; sobre todo de carácter religioso. Así que volvió a teclear el nombre pero esta vez añadió la coletilla institución mental. <br /><br />Ahora sí parecía que había encontrado algo. Era una noticia de un periódico local. Pero lo que realmente llamó la atención, es que la noticia era antigua, de hacía unos quince años pero lo que llamó más su atención fue que la página donde se albergaba era una especializada en fenómenos paranormales: <br /><br />Se clausura hospital mental por denuncias de maltrato a los internos... Decía el titular. La mandíbula inferior de Laura bajó y las pupilas alcanzaron su grado máximo de dilatación cuando vio junto al titular una foto de un médico de cara rechoncha y gafas. Era el Doctor Orgaz quince años más joven. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________ <br /><br /><br /> <br /> <br /> <br /><br />-Buenos días D. Luis me alegro de poder conocerle personalmente. Dijo el anciano. <br /><br /> <br /><br />Cuando habían entrado en la casa no podía haber imaginado lo que guardaba entre sus paredes. Toda la casa parecía sacada de un museo. Los muebles de caoba descansaban sobre mullidas alfombras tejidas a mano y las arañas de cristal colgaban majestuosas en las habitaciones por donde pasaba. Todo tenía aspecto de antiguo y caro, muy caro. <br /><br />El anciano estaba en un despacho que parecía sacado de la época victoriana. La sala estaba sumida en la semioscuridad. La falta de luz solamente era aliviada, en parte, por una pequeña lámpara de pie. Si había ventanas, estaban ocultas bajo pesadas cortinas. Los dos matones se habían quedado fuera. Tras las puertas de madera maciza. <br /><br /> <br /><br />- Buenos días. Dijo Luis mientras pensaba en su aspecto y en lo fuera de lugar que se sentía. El anciano pareció leerle la mente <br /><br />- No se preocupe por su atuendo. Hemos sido nosotros los desconsiderados, por traerle de esta forma tan precipitada. También tenga la amabilidad de excusar las incomodidades del trayecto en mi automóvil. Como puede observar no tolero bien la luz .Por favor tome asiento. Me gustaría charlar con usted. La mano nudosa señaló un orejero junto al suyo. <br /><br />Luis tomó asiento con la misma sensación de hacerlo en un restaurante demasiado caro. <br /><br /> <br /><br />-Perdone que no me haya presentado a adecuadamente. Mi nombre es Set. <br /><br />.Luis estrechó la mano que parecía una garra metálica recubierta de piel mustia. <br /><br />- El motivo de esta reunión no es el otro que avanzar en nuestras relaciones y por su puesto en el cumplimento de sus deseos. <br /><br />- Sí, todo eso me parece muy bien. Pero ¿por qué nos mintió con lo del niño? Y la llegada de mi hija fue cuando menos oportuna, parecía que la estuvieran esperando. <br /><br />- Ah su hija, un ser encantador. Siento el malentendido. En ningún momento quisimos confundirles, pues como vieron el niño está realmente acogido, pero en un centro con los recursos que el necesita. Pero ya ve, la mente nos hace dar por sentado demasiadas cosas. <br /><br />Ahora Luis no supo replicar. El anciano le miró con sus ojos tallados en hielo azul, que afloraban sobre bolsas de piel flácida y blanquecina. Lo que parecía una sonrisa hizo que sus labios violáceos se separan y dejaran ver los escasos dientes, algunos despostillados y rotos que recordaban a estacas blanqueadas por un sol inmisericorde, hincadas en las encías púrpuras, al borde del sangrado. Luís apenas pudo sostenerle la mirada. A esos ojos, no se les podía ocultar nada. Se sintió desnudo y vulnerable. <br /><br />- Después a aclarada su duda. ¿Qué le parece que abordamos la propuesta que tengo para usted? <br /><br />-Bien, continuó después de que su interlocutor asintiera con un movimiento de cabeza. <br /><br />- El sentido de su visita a Set, que mejor nombre que el de su padrino; ¿no le parece? La pregunta no espero respuesta y continúo. <br /><br />-Sólo era para que pudieran comprobar nuestro trabajo con estos niños, de primera mano. Estos críos, son los desheredados de este mundo y no me refiero sólo a niños como Set con problemas evidentes, sino también a niños completamente normales, que son abandonados o llegan de forma ilegal e indocumentada a nuestras fronteras. Esto crea terribles problemas a los gobiernos; que no tienen ni los recursos, ni en muchos casos la intención de ocuparse adecuadamente de ellos. Nosotros somos su esperanza. Proporcionamos una solución al Estado y ayudamos a los infantes a tener un futuro. Y eso es precisamente lo que le proponemos; que sea usted; ese enlace necesario, que nos traiga a aquellos que más nos necesitan. Los niños. Como ve, así cumplimos su deseo de tener un empleo y usted junto con nosotros cumplirá los de otras muchas personas. <br /><br />- La verdad, no sé qué decir. Luis no podía creer que esto le estuviera pasando a él. Lo que parecía un viejo mecenas altruista, se fija en él y le ofrece ser parte de su empresa; así de buenas a primeras. Parecía un sueño. <br /><br />- Claro, claro, pero no tiene que decir nada todavía .Ahora le daré su contrato para que lo estudie y decida lo más conveniente, por supuesto. <br /><br />-Perdone pero antes, me gustaría hacerle otra pregunta. <br /><br />- Desde luego las que usted quiera. <br /><br />- ¿Por qué contactaron conmigo?, ¿qué pasó aquella noche con la gasolinera y con la radio? Y ¿Quién es usted? Si me permite el atrevimiento. <br /><br />- Jajá. La carcajada era húmeda y profunda casi como el sonido de las piedras al caer en un pozo. Son buenas preguntas pero las respuestas ya se las di antes; damos demasiadas cosas por sentadas; la mente es muy poderosa. Respecto a quién soy...Digamos que me gusta pensar que soy una especie de "Mago de Oz". <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />“. ....Tras la denuncia, de un empleado del hospital mental "Buen Pastor" las autoridades competentes iniciaron una investigación en el centro. El denunciante afirmaba que los enfermos eran sometidos a vejaciones y maltrato...” <br /><br /> <br /><br />El artículo no aclaraba mucho más, sólo que se determinó el cierre de la institución y la inhabilitación de su director el Doctor Carlos Orgaz. Pero para lo que incumbía a Laura era más que suficiente. <br /><br />El ruido de la puerta al sé, la sobresaltó; estaba absorta en la pantalla del portátil. Era Luís que volvía de correr. Miró el reloj de su muñeca. Había estado fuera algo más de dos horas pero parecieron diez minutos. <br /><br /> <br /><br />- ¿Hola? Ya he vuelto. <br /><br />Había un tono alegre en su voz. Su marido estaba contento. En otras circunstancias Laura lo recibiría con buen ánimo. Pero visto lo visto, Luís sólo vendría feliz por un motivo; habían vuelto a contactar con él y a ella, eso no le hacía ni pizca de gracia. Fuera lo que fuera tenía la negativa lista para ser lanzada como el dardo de una ballesta. <br /><br /> <br /><br />¿Cómo podía decir que no? ¿Con qué autoridad podía negar el futuro inmediato a su familia? El contrato que Luis traía era fantástico. 5000,00€ mensuales, dietas y coche de empresa. Jamás habían soñado con algo parecido. Había contado a su marido lo que había descubierto en internet. Pero Luís no le dio demasiada importancia, alegaba que era una página sensacionalista de ovnis y fantasmas. A saber si no habrían manipulado la noticia. Así y todo a él lo que le importaba de verdad eran los 5000,00€ al mes. Eso era lo que realmente contaba, no el pasado de un médico, la gente comete errores. Pero la ética de Laura no la dejaba transigir y una vez más le dijo a Luis: <br /><br />- A mí este asunto no me gusta desde el principio, deberías rechazarlo. Ya encontrarás otra cosa. <br /><br />- A mí no, a mí no. Sólo tú eres lo que importa y ¿lo qué no me gusta a mí? Pues a mí; no me gusta estar en el paro y lo que sí me gusta es tener un buen sueldo. Pero claro doña tuve que dejar mi trabajo, tiene envidia y lo que consigue su marido no le parece bien, cuando en realidad está fenomenal. <br /><br />- No sabes lo que dices. Yo dejé mi trabajo porque preferí atender a nuestra hija y ya puestos a ti. Pero no puedes comprender, que no me huela bien, que un desconocido te secuestre para ofrecerte un pastón y que busques niños para qué, por lo visto los trate un doctor al que retiraron la licencia por maltrato a pacientes. Y que sólo, porque me preocupo por ti, digo que no aceptes el trabajo, porque creo que quieren tapar mierda con oro, pero la mierda sigue ahí debajo; oliendo cada vez peor. Para mí sería más fácil cerrar los ojos y decir enhorabuena adelante. Pero no puedo, porque te quiero y tengo miedo. <br /><br />- No me vengas con ésas, de que me quieres. Siempre piensas mal, con esa mente desconfiada y retorcida que tienes. Lo que te pasa es que crees que todo el mundo es igual que tú. <br /><br />Lo voy a coger y me da igual lo que pienses. Creo que das demasiadas cosas por sentadas… <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />La oscuridad era absoluta y el silencio sólo era roto por el siseo de respiración aguda y silbante de algo roto. El viejo estaba sentado en un sillón en el centro de la nada. Sus ojos estaban abiertos aunque no los necesitaba para ver. Su cuerpo estaba allí de la misma forma que el exoesqueleto abandonado de una crisálida que avanza en su metamorfosis. Era una cáscara, un recipiente, pero él no estaba. <br /><br />Blanco... Azul... Blanco...Azul. <br /><br />La luz lo colmaba todo; era agradable flotar en ella. Retozar en su blandura. Todo estaba romo sin aristas, todo virgen, sin muros que impidieran el paso, sin foso, sin puertas que hicieran privado nada. La mente de Paula era como una nube de algodón y a él le encantaba alimentarse allí. Sin riesgo de arañase con alguna borde o alguna dureza. La dulce y blandamente de una niña es un manjar tierno e inocente. Llevaba tiempo buscando algo como ella. Estaba harto de mentes vulgares y enfermas. Sólo desperdicios con las que apenas podía subsistir, esta niña era una delicatesen en comparación. <br /><br /> <br /><br />Primero descubrió a su madre, su energía era un chorro que emitía de la misma forma que una hoguera en la noche fría promete luz y calor. Una mente apetecible pero fuerte, bien defendida, y en su estado no se sentía con ánimos, entonces percibió a Paula, fue igual que ver una florecilla entre las espinas. Sólo tenía que apartarlas y sería toda para él. Esa niña sería la primera pieza, la primera fase de algo mucho más grande. La llave era su padre, una mente sin valor y anodina, como la de casi todos los hombres, que no era más, que un trozo pan duro. Pero hasta el pan duro tenía utilidades, vaya si las tenía. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />Dos semanas más tarde <br /><br /> <br /><br />Las gotas de lluvia resbalaban por el cristal, formando pequeños torrentes verticales, que confluían con otros, para ir a morir en el alféizar de la ventana. El día de Navidad había llegado, regalando a la ciudad calles anegadas y garajes inundados con la promesa del barro. <br /><br />La niña hacía garabatos en la condensación, que su aliento dejaba en el cristal. Con su dedo, perfilaba figuras, que lloraban hasta deshacerse sobre el frío lienzo. <br /><br />Las luces parpadeantes del árbol se reflejaban dando un aspecto psicodélico al conjunto de figuras derretidas y brillos, ora rojos ora azules, ora verdes. Papá Noel pasó como todos los años, dejando un anticipo de caramelos y chocolates, que harían la espera de los Reyes Magos más dulce y corta. Justo ahora, paladeaba parte del botín, un caramelo, con sabor a menta, que hacía que el aire que inhalaba fuera tan frío que pareciera que estuviera en la calle bajo la lluvia y no en el caldeado salón de su casa. <br /><br />- ¡Jo!, no vale, siempre adivinas lo que voy a dibujar. Dijo la niña en voz alta. <br /><br />-¿Qué dices Paula? No te he oído bien. Preguntó Laura que venía de la cocina. <br /><br />- Nada mamá, es que siempre sabe lo que voy a dibujar. ¡Hace trampas! <br /><br />-Ya estás otra vez discutiendo con él. Para ser amigos os lleváis fatal. Siempre estáis regañando. <br /><br /> <br /><br />Paula había comenzado hacía poco a hablar con un amiguito imaginario, decía que vivía dentro de su cabeza y que le contaba secretos. Laura no le daba demasiada importancia, pues según leyó en un blog de psicología infantil, era bastante común, que los niños a esa edad e incluso antes desarrollaran este tipo de fantasías. Lo que no le gustaba nada, era que se suponía que los amigos imaginarios no se peleaban y mucho menos hacían llorar a sus pares reales. Otra cosa que la preocupaba es que no tenía nombre. Paula se refería a él, como "el otro". <br /><br />Por su puesto, sus miedos eran privados. Ni se le había ocurrido, decir nada a su marido. La verdad, es que de todas formas, tampoco es que hablaran mucho; desde que cogió el nuevo trabajo no paraba en casa. La relación estaba agonizando; la cena de Nochebuena y la comida de Navidad habían sido una mera formalidad pensando en la niña. <br /><br />- Paula, ven. Vamos a ver la tele, comentó la mujer a la vez que se acomodaba en el diván, que van a poner una peli de dibujos muy chula. Se llama "Cuento de Navidad". A mí me encanta, ven aquí conmigo... <br /><br />La niña se alejó de la ventana y dando dos zancadas salto sobre el sofá de piel crema, cayendo sobre su madre, que la recibió con un montón de dedos que le hacían cosquillas. Tras la pequeña escaramuza y después de recobrar el resuello. Paula se arrimó todo lo que pudo a su madre aspirando su aroma y sintiendo la caricia de su batín de fieltro rojo. Con el puño cerrado comenzó a restregarse el ojo derecho, que aún le lloraba de las risas. Luego utilizó el otro puño para restregarse el otro. <br /><br />Laura miró a su hija. <br /><br /> <br /><br />- Paula déjate los ojos, que te los vas a irritar. <br /><br />Los puños se restregaban por los ojos. Pararon unos segundos, para comenzar de nuevo a frotarlos con más fuerza e intensidad provocando que lagrimearan abundantemente. La voz de la niña fue subiendo tonos, pasando del susurro al grito. <br /><br />- Mamá, no veo. Mama no veo. Maamaá nooo veoo. ¡NOO PUEEEDOO VEER.! <br /><br /> <br /><br />Las puertas dobles de cristal se apartaron con un siseo de cobardía. Luis traía en brazos a su hija y Laura los escoltaba dando las zancadas más grandes que podía, para mantenerse a la par de su marido. <br /><br />Un celador les salió al paso con una silla de ruedas. <br /><br />Tras el registro. La niña desapareció por unas puertas batientes con ojos de buey. Laura iba con ella. Luis las miró y sintió como si algo se rompiera dentro de él. No podía hacer otra cosa que esperar. Tenía el aspecto de un perro apaleado, que buscara un lugar donde dejarse caer y lo encontró en una silla de plástico azul descolorido en la sala de espera. <br /><br /> <br /><br />Las agujas del reloj analógico de la pared se habían asociado con las del de su muñeca y se arrastraban con la lentitud del bisturí del sádico, que tortura a su víctima con infinita paciencia. En la sala había varias personas, que también aguardaban, intercambiando miradas, unas vacías y otras curiosas, intentando buscar el consuelo y solidaridad en las desgracias ajenas. Todos debían ser hijos o cónyuges, que aguardaban a padres o esposos ancianos, a los que Santa Klaus había sorprendido con caderas rotas, infartos o derrames cerebrales. El deseo de poder cambiarse por cualquiera de ellos, brotó de su yo más egoísta. <br /><br /> <br /><br />Las preguntas se retroalimentaban en un círculo eterno, persiguiendo a las respuestas. ¿Qué le pasaba a su hija? ¿Se pondría bien? ¿Por qué tardaban tanto? El catálogo era estúpido en la mayoría de los puntos. Pero era el catálogo, que siempre se usa, ante situaciones como esta. Preguntas que Luis guardaba en el subconsciente y que no tenían otra finalidad que la de hacer aún más daño; pues como sabía, cuando se las formulaba, no podría contestarlas. <br /><br /> <br /><br />A pocas decenas de metros de allí, en línea recta atravesando, las paredes de Pladur, de varias consultas estaba Paula. <br /><br />La niña estaba tumbada en una camilla quieta y en silencio, mientras ondas invisibles rebanaban su cráneo. Las exploraciones previas no habían reflejado ningún problema en los ojos, por lo que el equipo médico decidió buscar alguna lesión en las partes asociadas a la visión del cerebro. <br /><br /> <br /><br />-¡Mamá, mamá! <br /><br />La niña comenzó a vocear. Laura estaba en un cuartito contiguo. Cuando oyó la llamada de su hija irrumpió en la sala y se acercó a la niña que intentaba salir de la máquina de TAC. <br /><br />- Puedo ver, mamá puedo ver. Paula y Laura se abrazaron y una lágrima surcó la mejilla de la madre. <br /><br />-Mamá, ha sido el otro, pero me ha perdonado. Estaba enfadado mamá, pero me ha perdonado. <br /><br /> <br /><br />La voz de la niña temblaba de emoción. Las palabras entraron en los oídos de Laura como un hierro al rojo. El vello se le erizó. La náusea que le contrajo el estómago, haciendo que el alimento condimentado con los ácidos de la digestión se le subiera a la garganta. Lo volvió a tragar haciendo un gran esfuerzo para reprimir la arcada. <br /><br /> <br /><br />-Ssssh, ssssh. No digas nada. Calmaba a la niña, mientras la abrazaba y le mesaba el pelo. <br /><br />-Ya mi niña, ya se acabó. Le mintió. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />- Por favor, si pueden rellenar estos cuestionarios. <br /><br />La voz del psicólogo era amable y cordial pero firme, como una barra de acero envuelta en terciopelo. <br /><br />-¿Qué son? Preguntó Luis. <br /><br />- Es un protocolo que se sigue cuando un menor ingresa con un determinado cuadro. <br /><br />Si lo desean pueden negarse a rellenarlo. Pero quiero que sepan que podrá ser tenido en cuenta en una posible denuncia por malos tratos. <br /><br />- ¿Qué está usted insinuando? Dijo Luis, al que las mejillas se le tiñeron de rojo. <br /><br />- Perdónenme, pero yo sólo les informo de las posibles consecuencias que pueden tener sus actos. Su hija ha entrado con un cuadro de ceguera producida por algún tipo de shock. El hospital en este momento, lo único que hace es velar por los intereses de la menor y no se descarta ninguna posibilidad. <br /><br />Laura que estaba sentada al lado de su marido fue la que tomó la palabra. <br /><br />- Doctor, perdón no recuerdo su nombre. <br /><br />- Jovellanos. <br /><br />Laura volvió a comenzar. <br /><br />-Doctor Jovellanos perdónenos; pero en este momento, estamos un poco nerviosos y cansados. Por su puesto colaboraremos en todo lo que pueda ayudar a nuestra hija. Terminó la frase dejando en el aire la sensación de que no lo había hecho, como cuando hablas y olvidas eso que estás a punto de decir; lo que produjo un silencio incómodo y una mirada curiosa del doctor que le preguntaba ¿tiene algo más qué decir?. Claro que tenía algo más que decir. Que su hija acusaba a un amigo imaginario de haberla castigado a no ver. Pero sintió un miedo atroz. Y si era verdad, y si al decir al médico que su hija tenía un...algo en la cabeza que le hacía daño. Y si por decirlo lo enfadaba más y la "castigaba" otra vez. Decidió callar. Todo era tan extraño .Tenía que hacer algo, pero el miedo no la dejaba pensar con claridad. <br /><br /> <br /><br />Rellenaron los cuestionarios que fueron a engrosar el historial clínico de Paula que quedaría archivado junto con otros miles. El diagnóstico final: afectación aguda de la zona peristriatica del lóbulo occipital del encéfalo, de origen desconocido, con pérdida temporal de visión. Se valora posible causa psicosomática. Tratamiento reposo físico y emocional y seguimiento neuropsicológico. La niña fue dada de alta bien entrada la noche. <br /><br /> <br /><br />- Bueno, Paula menudo susto nos hemos llevado ¿Verdad? Adiós y que traigan muchas cosas los reyes. Se despedía el doctor Jovellanos. <br /><br />Paula iba de la mano de su madre, con cara de sueño y parecía haber olvidado el motivo de su visita al hospital. <br /><br />Este episodio no tiene por qué repetirse, pero no cabe duda que su hija esté o ha estado sometida a algún tipo de situación estresante que ha desencadenado esta sintomatología. Les aconsejo, que no bajen la guardia y que el caso de su hija sea estudiado por un especialista, como hemos aconsejado en el informe. Lamentamos no poder hacer nada más. Esto es un servicio de urgencias médicas. Nuestro servicio de psicología está orientado a paliar efectos traumáticos en caso, de por ejemplo accidentes y no puedo llegar más allá con Paula. <br /><br />El doctor continuó hablando, miraban a los padres indistintamente; sin embargo ahora se centró directamente en Laura. Un escalofrío le recorrió el espinazo.- (Sabe que oculto algo, lo sabe). <br /><br />Pero, y esto se lo digo desde mi más estricto punto de vista personal y profesional; no pierdan de vista este episodio, puede ser un mecanismo de alarma que esconda algo más. <br /><br />- Muchas gracias doctor. Le agradecemos mucho, todo lo que han hecho y seguiremos sus consejos y tenga feliz año. Concluyó Luis estrechado la mano del doctor. <br /><br />Su mujer también lo hizo. La mano del psicólogo envolvió la suya con fuerza y sus ojos se clavaron en ella con la misma firmeza de la despedida. <br /><br /> <br /><br />Los tres volvieron a atravesar las puertas de urgencias, pero esta vez en sentido contrario. Las hojas dobles de cristal se abrieron con un suspiro de alivio. Fuera el frío les golpeó en la cara y les despabiló. Sus alientos se enfriaron rápidamente, convirtiéndolos en bestias de hocicos humeantes. Aunque en realidad el único monstruo que allí había no respiraba, ni expulsaba fumarolas de vapor por las fosas nasales. El único monstruo que allí había estaba dentro de Paula, acomodado y aun degustando su banquete navideño, ella <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________________ <br /><br /><br /> <br /> <br /><br />Los huesos sintieron la humedad salada, que atravesó, el abrigo de lana azul y la camisa de popelín. Las mandíbulas del invierno le rodeaban, como el gato que juguetea con su presa antes de devorarla. Las suelas de cuero de sus zapatos rechinaron sobre el hormigón despostillado del suelo. Las piedrecitas sueltas se hincaban azuzando a sus durezas a morder cual perros rabiosos, haciendo de cada paso un calvario. <br /><br />Pasó el dedo por la pantalla de su teléfono que le mostró unos dígitos plateados 07:06 am /28-12-12 sobre un fondo negro. Desplegó el menú y accedió al correo electrónico para consultar la última entrada. <br /><br /> <br /><br />Tenía que presentarse a las 7:30 del día 28 en la aduana del puerto de Buélgar. Un barco había arribado llevando en sus bodegas inmigrantes ilegales subsaharianos, que rescataron a la deriva en alta mar; su barcaza había naufragado cuando se dirigían a la costa. Más de treinta, entre ellos dos niños. <br /><br />Alzó la mirada y allí estaban las rejas que cerraban el paso a la zona franca del puerto. Detrás de ellas, se veía el buque de casco negro y bandera de conveniencia amarrado. De sus tripas salían varias pasarelas como arpones que lo hubieran varado. Por una de ellas bajaban varias figuras arrebujadas en mantas, que en la distancia le recordaron a los Jawas de Stars Wars. En tierra les esperaban las autoridades portuarias acompañadas por la Guardia Civil y un hospital de campaña de la Cruz Roja. Lamentablemente no era una inocentada. <br /><br /> <br /><br />De nuevo una ráfaga de viento le arañó la cara con sus dedos helados. Volvió a sentir como el aire gélido atravesaba sus ropas. Sintió vergüenza de sí mismo. Hacía unos instantes se hubiera quejado, pero viendo como llegaban aquellos hombres mujeres y niños comprendió que él no podía saber lo que era el frío. <br /><br />Algunos, los más afortunados, lo hacían apoyados en los hombros del personal sanitario, los menos pesados, como los niños, en brazos, otros que ni siquiera podían mantenerse en pie, en camillas que subieron a buscarlos y después estaban los que nunca verían el final de su particular odisea, también en camillas pero bajo lo que parecía papel de aluminio. Como sobras de un menú. <br /><br /> <br /><br />Luis no llegaba a entender que locura les empujaba a meterse en el mar, en una cáscara de nuez, en pleno mes de diciembre. Sin duda tenían que estar desesperados. Pero por suerte él estaba allí y al menos alguno de ellos vería cumplidos sus deseos. <br /><br /> <br /><br />Se encaminó al puesto de control de aduanas. Allí había un funcionario del puerto y un guardia civil. El funcionario debía lindar la edad de jubilación, estaba sentado a una mesa consultando unos papeles y ni siquiera se percató de su llegada. En cambio en guardia era un chaval que debía haber salido de la academia ese mismo año. En su cara el acné todavía campaba a sus anchas. Cuando se acercó llevó su mano extendida a la sien y saludo de forma marcial. <br /><br />- Buenos días. <br /><br />- Buenos días agente. Saludó Luis. Por favor preguntaba por el teniente Alarcón. <br /><br />- Lo siento el teniente Alarcón está ocupado en estos momentos. Comentó haciendo un gesto con la cabeza indicando el desembarco. Si le quiere dejar nota o le puedo ayudar yo. <br /><br />-Sí, ya veo, pero creo que me está esperando. No podría comunicarse con él. Dígale que soy Luis y que vengo de parte de Set. <br /><br />Después de transmitir el mensaje y recibir instrucciones por el walkie el joven agente le guio a través del puesto aduanero. El funcionario seguía absorto en sus papeles ni levantó la cabeza. El puesto en sí, eran varias dependencias que confluían en un pasillo central. Todo tenía el aspecto frío e impersonal de las instalaciones estatales. Su destino fue una habitación que no tendría más de 10 metros cuadrados, completamente desnuda a no ser por una mesa cuadrada de tapa de formica marrón y cuatro patas de hierro, que pedían a gritos un poco de pintura, acompañadas de dos sillas en el mismo estado. Sólo había una rejilla, que era aparentemente el único sistema de ventilación a parte claro está; de la puerta. Luis nunca había estado en una sala de interrogatorios pero desde luego, eso era a lo que ésta se parecía. No sé por qué esperaba ver un flexo sobre la mesa, pero no había absolutamente nada. <br /><br />Se quedó allí, sentado en soledad, esperando una vez desaparecido el guardia civil novato. Sin nada más que hacer, su mente comenzó divagar, primero se acordó de Paula. Tendrían que llevar a la niña a algún especialista. Dejarían pasar las fiestas, en estos días todo era más complicado. Entre las vacaciones y los días festivos el país parecía quedar al ralentí. Ya lo había hablado con Laura y como no podía ser de otra forma estaba de acuerdo. No querían empezar un tratamiento o lo que fuera que hubiera que hacer y tener que estar suspendiéndolo cada dos por tres, además Paula necesitaba reposo y unos días estando en casa tranquila no le harían mal. Lo que todavía no entendía es que tipo de situación le habría estresado hasta ese límite. Desde luego los niños son muy sensibles. Quizás las últimas discusiones con Laura... <br /><br />La puerta se abrió bruscamente. Luis respingó en la silla. Entró otro guardia civil, algo mayor que él, alto, al que se le adivinaba la cabeza afeitada aunque llevara puesta la gorra reglamentaria. Tenía los ojos pequeños y claros, lo que unido a su nariz pequeña y afilada le daba un aspecto de roedor. Era curioso, pero había personas a las que nunca habías visto antes y con las que jamás has cruzado una sola palabra pero por alguna razón, no te caen bien. Ésa fue la sensación que tuvo Luis en cuanto vio al teniente Alarcón. <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________<br /> <br /> <br /> <br /> <br /><br />El camino amarillo serpenteaba sobre una colina de hierba verde salpicada de florecillas de colores. En el cielo azul, el sol radiaba luz y calor haciendo que las gotas de lluvia que aún quedaban sobre pétalos y hojas, brillaran como pequeñas joyas engarzadas. Ya no había nubes y junto al astro rey lucía un arcoíris que enmarcaba todo el horizonte. La senda gualda seguía haciendo curvas a la manera de los meandros de un río dorado para desembocar en la ciudad. <br /><br /> <br /><br />La ciudad se erguía majestuosa, con sus altas torres y campanarios cubiertos de mármol blanco, rematados con pendones y banderines verdes como el color de los tejados. Pero no era un verde normal, del que se puede conseguir con un barniz o pintura. No, era el verde de las esmeraldas, pues era de eso era de lo que estaban hechas todas las techumbres. No en vano ése era el nombre de la ciudad, Esmeralda. <br /><br /> <br /><br />Laura corría hacia ella, corría con toda su alma, corría y corría. Los mechones estúpidamente rubios que parecían de muñeca, se le pegaban a la cara por el sudor. Sus zapatos de color rojo rubí, parecían de juguete y golpeaban los baldosines con el chasquido metálico de los bailarines de claqué. Incluso su absurdamente cursi, vestido azul no era propio de ella. No sabía nada, ni cómo había llegado allí, ni por qué tenía ese aspecto de muñeca, lo único que sabía era que tenía que seguir corriendo, para llegar a la ciudad Esmeralda, porque allí estaba Paula. <br /><br /> <br /><br />Sus puños golpeaban repetidamente, con todas su fuerzas el portón de madera ennegrecida, que guardaba la ciudad. Mientras gritaba el nombre de su hija. La madera recibía los golpes, uno tras otro. Laura notó como poco a poco la madera parecía ceder, como si el portón fuera perdiendo consistencia y en vez de golpear roble macizo, golpeara primero, caucho y luego alguna goma menos consistente, cada vez más y más blanda. En uno de sus golpes, los puños se introdujeron hasta las muñecas en la masa gelatinosa y negra en que se había transformado la puerta. Con renovadas fuerzas siguió golpeando la sustancia, que seguía licuándose, con más furia ahora empleando los pies, pateando, incluso mordiendo la superficie negra y viscosa, que se introducía en su boca dejando el regusto a hierro de la sangre coagulada. Había comenzado a oír la voz de su hija, en la lejanía, detrás de aquello; la llamaba aterrorizada. No estaba sola, otras voces, algunas infantiles pero otras adultas también suplicaban ayuda. Sus dedos rebuscaban intentando asir algo. Repentinamente, unos dedos fríos y largos la agarraron con fuerza, por la muñeca y tiraron de ella violentamente hacia dentro. Entonces, notó como la masa negra la invadía, introduciéndose por todos los orificios de su cuerpo, sintiendo su frío muerto y la voces desgarradas pidiendo auxilio en la cabeza y sobre ellas la de Paula, llorar, gritando ¡Mamá¡ ¡Mamá! <br /><br /> <br /><br />Los gritos de su hija la sacaron de la pesadilla, de la misma forma que la mano del matarife agarra un pollo por el pescuezo, hubiera batido un récord olímpico si se hubiera cronometrado la velocidad a la que recorrió los escasos metros que la separaban la habitación de Paula. <br /><br /> <br /><br />La niña estaba sentada en la cama revuelta. Se había hecho pis encima y lloraba desconsoladamente mientras llamaba a su madre. <br /><br />- Ya estoy aquí cariño. Mamá ya está aquí contigo. No pasa nada cariño. <br /><br />- Mamá tengo miedo. Tengo miedo. Me hace daño, el otro me hace daño. <br /><br />- Es solo una pesadilla, mi amor ya, ya. Laura consolaba a su hija acunándola en sus brazos mientras le limpiaba las lágrimas de sus mejillas con la infinita ternura de una madre. <br /><br /> <br /><br />Laura también comenzó a llorar pero reprimió su impulso con todas sus fuerzas. No quería que la viera así. Paula jamás se había hecho pis desde que aprendió a controlarlo a los tres años más o menos. No podía seguir obviando la situación, Paula tenía algo en la cabeza que no la dejaba descansar. Tenía que enfrentar el problema de una vez por todas. <br /><br />Cambio a la niña el pijama y la llevó a su cama, cuando consiguió que se volviera a quedar dormida, regresó a su habitación y mudó las sábanas con lágrimas de desesperación, que ahora dejó fluir desahogándose. Las gotas manchaban el edredón rosa con princesas de cuento. Los círculos húmedos eran los pozos oscuros por donde brotaban sus preocupaciones y cada vez había más. Pero ¿a quién podría acudir? ¿A quién contarle que su hija tenía algo en la cabeza que le hacía cada vez la vida más imposible? Los médicos no habían visto nada raro en las pruebas. ¿Se estaría volviendo loca su hija? Miró al techo como si buscara la respuesta. Sus temores más secretos ascendían, abriéndose paso a cuchilladas desde las profundidades de su alma, desde el lugar donde se esconde aquello que tus mente no puede creer, donde cuando creces guardas a todos los monstruos, fantasmas y a todas las brujas, bajo el rótulo "no los temas porque no existen". Ahora esa puerta se había abierto, y todas las bestias campaban en libertad, como una horda devastadora que lo arrasaba todo. Su cerebro se había convertido en una esponja empapada de miedo que no podía razonar. Abatida se dejó caer sobre la cama y lloró aún más. <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />El teniente Alarcón cerró la puerta tras de sí y sin mediar palabra tomó asiento en la silla que quedaba en la habitación. Puso una carpeta negra de gomas elásticas sobre la mesa con un movimiento preciso y ceremonioso. <br /><br />- Así que tú eres el "nuevo conseguidor" del viejo. Bueno, veamos qué tenemos. <br /><br />.Luis permanecía en silencio sin saber muy bien qué decir o hacer, mientras en su cabeza aún resonaba lo que acababa de escuchar. “Nuevo conseguidor" La forma de arrastrar las palabras dejaba una entrever una ironía que no llegaba a entender. No le gustó. <br /><br />- A ver, a ver. Sí; aquí está; tenemos el primer candidato, tiene una edad estimada entre ocho y diez años, se llama Kamil y su padre al parecer se ahogó durante el naufragio. Mis contactos en África tienen que hacer grandes esfuerzos para conseguir, que niños tan pequeños intenten el viaje y puedan llegar hasta aquí, atravesando países en guerra, desiertos y el mar; claro, muchos mueren por el camino .Normalmente se "incentiva económicamente" a los familiares para que los manden solos, pero algunos se empeñan en venir con ellos, lo cual dificulta las cosas. Pero hemos tenido suerte, el mar nos ha echado una mano y nos ha ahorrado tiempo y dinero. El mar tiene eso, a veces te da y otras te quita. <br /><br />Luis estaba perplejo; qué estaba diciendo ese hombre, que los niños que iba a buscar habían sido previamente "comprados" a sus familias para que se embarcaran en un viaje suicida a través de las guerras, el desierto y luego el mar. En qué tipo de lío se estaba metiendo. El viejo, como lo llama el teniente, no le dijo nada de eso. Bueno en realidad no le comentó nada; solo que él "recogía " lo que el Estado no podía o no quería atender. Lo que no mencionó, fue que tuviera algo que ver en el por qué, de la venida de esos niños. Ahora le vinieron a la cabeza todas las dudas de Laura. Siempre le había dicho que había algo turbio y al final iba a tener razón. Pero ¿cómo actuar? .No debía precipitarse, tenía que ir con cautela. Si se escandalizaba y se negaba a hacer su encargo. ¿Quién le garantizaba que no correría peligro y que quizás fuera otro contratiempo como el padre de aquel niño? No creía que en este tipo de trabajos se pudiera decir: “No, muchas gracias pero no me interesa, lo dejo" y marcharse de rositas. Decidió, seguir el juego de momento y una vez cuando hubiera salido de allí ya pensaría en algo. Ahora solo cabía poner cara de póker y esperar que los acontecimientos siguieran su curso. <br /><br />El guardia civil seguía hablando explicando las características del resto de la "mercancía”. <br /><br />-El segundo niño se llama Kalule tiene doce años y procede de Mali, llegó a Marruecos en una partida de diez personas, solo él ha sobrevivido. Bueno es todo lo que tenemos. Los niños están listos y contra menos tiempo estén aquí mucho mejor para todos, acompáñeme le proporcionaré una orden para que se los pueda llevar. No queremos que en el viaje de vuelta tenga algún encuentro inesperado y tenga que dar explicaciones de por qué lleva dos menores indocumentados en su coche ¿verdad? <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />El mensaje automatizado de la compañía de teléfonos le informó que el terminal de su marido estaba fuera de cobertura o apagado. Laura sorbió por la nariz los mocos acuosos que las lágrimas le habían formado en la nariz. Miro el teléfono, ese pedazo de plástico rojo era como un salvavidas desinflado, lo volvió a colocar en su base y suspiró. <br /><br />Las terminaciones nerviosas de sus dedos informaron al cerebro que la presión sobre aquel objeto se había acabado, cuando recibieron otra vez la orden de agarrarlo. <br /><br />- Servicio de información municipal. Buenos días ¿en qué podemos ayudarle? <br /><br />- Buenos días, por favor necesitaría el teléfono del Hospital Claudio Galeno. <br /><br />Garabateo el número en un possit con un bolígrafo que encontró en un cubilete, de la mesa del despacho de Luis, afortunadamente funcionaba correctamente. <br /><br />Le costó varios minutos de esperas y desvíos de llamadas, pero al fin consiguió la información que deseaba. Solo tenía media hora para que el doctor Jovellanos comenzara su turno .Tenía que hablar con él. <br /><br /> <br /><br />Un misil plateado salió del garaje. Laura lo conducía, en el alzador del asiento trasero Paula con la cabeza ladeada y aún medio dormida no sabía muy bien donde estaba. El hospital no quedaba lejos pero las ocho de la mañana era hora complicada para tener prisas, la buena noticia; no había rutas escolares y eso era como una aspirina en las venas obstruidas de la ciudad. <br /><br /> <br /><br />Conduciendo lo más rápido que se atrevía, zigzagueo entre las filas de coches. Los semáforos rebasados casi siempre en ámbar y a veces en rojo provocaron a los demás vehículos que la amenazaron con los insultos sónicos de sus claxon, pero el pie de Laura no estaba dispuesto a relajar la presión sobre el pedal del acelerador ni un ápice. <br /><br /> <br /><br />Contempló el reloj digital del salpicadero, había tardado 17.50' en llegar al hospital. Con desesperación vio como una fila de coches esperaban para acceder al parking de visitas. No podía perder el tiempo, en una fila a que se quedara libre alguna plaza, en el ya saturado aparcamiento. Golpeó el volante con las palmas de las manos con la furia de la frustración y lo giró con brusquedad dirigiéndose hacia el de empleados. <br /><br />Evidentemente una barrera impedía el paso. El personal accedía mostrando una tarjeta a un escáner que la hacía elevarse, permitiendo el acceso. Podía intentar colarse detrás de alguno. Desechó la idea al mismo tiempo que la forjaba, también había una caseta con un vigilante. La realidad se imponía, el tiempo se le escapaba como un puñado de agua entre los dedos. <br /><br />Un bocinazo la sacó de sus elucubraciones. El Volkswagen gris bloqueaba el paso a un coche que pretendía entrar al estacionamiento. Sus ojos miraron por el retrovisor maldiciendo no poder volatilizarlo con un haz de rayos láser. Un instante después las pupilas se dilataron al máximo de su capacidad, absorbiendo toda la luz posible, para que su mente volviera a verificar la información que recibía. Esa cara le era familiar. No cabía duda, el conductor del coche de atrás era el doctor Jovellanos. <br /><br />No se lo pensó dos veces, tiró del freno de mano y se bajó del coche. <br /><br />- Por favor doctor tengo que hablar con usted. Dijo mientras golpeaba la ventanilla. Tras unos instantes donde se mezclaron miedo, sorpresa y precaución el doctor la reconoció y bajó la ventanilla a la mitad. <br /><br />- Doctor necesito hablar con usted, hay cosas que no le conté. Suplicó Laura. <br /><br />- Está bien, está bien. Pero primero tranquilícese, tengo que ir a trabajar. Buscó en el bolsillo interior de su chaqueta y le tendió una tarjeta de visita. <br /><br />-Ahí tiene mi número .Llámeme a partir de las tres y hablaremos. <br /><br />-¡Muchas gracias doctor Jovellanos!, ¡muchas gracias! <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />El humo negro salía por la chimenea tiznando el cielo de una de las últimas mañanas del año. El fuego que la alimentaba no se había prendido por casualidad, esa mañana era la propicia. Apenas si había una ligera brisa y su dirección haría que no se alejara demasiado. No pudiendo así ser olfateada por narices curiosas. También la humedad del aire haría su trabajo haciendo que las cenizas que transportaba no fueran más allá del bosque de coníferas que rodeaba y escondía a El Buen Pastor. El horno alcanzaba los 1500 grados centígrados y a esa temperatura todo, absolutamente todo lo humano se convertía en polvo. <br /><br />Los ojos de la mujer estaban fijos en el cristal por donde se podían observar como las llamas lamían el pequeño cuerpo. Un poco más allá, el doctor Orgaz observaba el termostato con desgana. Particularmente no disfrutaba de esta parte del trabajo, muy al contrario que Livia. Ella si encontraba placentero todo lo macabro; sin embargo a él sólo le movía la Ciencia y esta parte del trabajo no era más que una pequeña molestia. Una vez acabados los experimentos había deshacerse de los especímenes fallidos. <br /><br />Sí, la ciencia había sido su obsesión desde que podía recordar, pero el mundo siempre se las ingeniaba para interponerse entre él y el reconocimiento, poniéndole límites absurdos, propios de mentes supersticiosas y atrasadas del Medievo. El Hombre tenía que utilizar todos los medios para alcanzar el conocimiento .Estaban ahí para eso. Para él, no podía ser de otra forma, el fin justificaba los medios. Aunque los medios fueran vidas humanas. Que fueran niños o no; carecía de importancia. Fue entonces, cuando todo parecía estar perdido cuando apareció Set. Le devolvió su laboratorio y le dio la oportunidad que su genio merecía. <br /><br /> <br /><br />- Doctor, doctor. <br /><br />-Sí, sí. ¿Qué quiere Livia? <br /><br />La voz de la mujer lo sobresaltó, sacándolo de sus recuerdos. <br /><br />-La hora se acerca Él está a punto de llegar. <br /><br />- Sí, tiene razón Livia. Haremos una última comprobación. Adelántese, en unos minutos iré con usted. Gracias. <br /><br />La mujer miró hacia el suelo, agradeciendo el cumplido y se marchó y con de ella el ruido de los tacones al subir la escalera de hierro que la sacaban del cuarto de calderas. <br /><br />El doctor Orgaz se quedó solo, mirando el crepitar de las llamas del horno. Las partes carbonizadas del féretro, comenzaban a desmoronarse como si fueran de arena. Esta vez, casi lo había conseguido. Había estado tan cerca. Pero los nuevos especímenes estaban de camino y esta vez no fallaría. <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />Las ventanillas del automóvil mostraban la acuarela de trazos imprecisos en que se transformaba el paisaje distorsionado por la velocidad. Los dos niños dormían en el asiento trasero. Kamil, el más pequeño se apoyaba en el hombro de Kalule, que lo hacía sobre la manta hecha un ovillo que les habían proporcionado en el puerto. Las dos criaturas estaban exhaustas y el cansancio los había derrotado. Cuando los acompaño hasta el coche, aún temblaban de frío y/o de miedo. Luis no podría decir cuánto había de lo uno o de lo otro. Con sólo imaginar por lo que habían tenido que pasar para llegar hasta aquí, se le ponía la piel de gallina. Miraba por el retrovisor, observando como descansaban el uno sobre el otro. Igual que dos cachorros indefensos que esperan a su madre en el cubil. La diferencia estribaba en que ellos no tenían a nadie a quien esperar. Él era todo lo que tenían en el mundo .Por un momento pensó en su hija, rápidamente intentó desechar esa imagen de su mente pero no lo conseguía. ¿Qué estaba haciendo? ¿Dónde conducía a aquellos niños? El peso de la evidencia le aplastaba poco a poco el pecho y no le dejaba insuflar aire a los pulmones. Lo sabía, aunque llevara todo el trayecto buscado alguna otra explicación que le satisficiera más. No podía seguir auto convenciéndose, fuera cual fuera el destino de esos niños, no sería nada bueno. Ahora que lo veía desde esta perspectiva, todo encajaba mucho mejor. Todo lo que le había sucedido desde que entró en aquella maldita gasolinera comenzaba a cobrar sentido. El viejo tenía razón. Daba demasiadas cosas por sentadas. Se había comportado como un imbécil. "El destino te ha dado una nueva oportunidad" se había dicho a sí mismo, muchas veces, porque él era especial. Lo que él era; era un gilipollas, que se había dejado engatusar por cuatro trucos baratos, guiado por su ambición y su vanidad. Tenía que haber escuchado a Laura. Pero ya era tarde, se había convertido en cómplice de aquello. No podía cerrar los ojos ante esta barbarie. Debía enmendar su error. <br /><br /> <br /><br />.El temblor comenzó en la planta de los pies. Primero fue como un espasmo, como un calambre, que recorrió todo su cuerpo. Luego sus tripas se removieron provocando que el desayuno deshiciera su camino. La náusea era incontenible. Agarró con todas sus fuerzas el volante a la vez que frenaba desviando el coche hacia el arcén. El cambio automático y el control de tracción, hicieron el resto evitando el siniestro. Consiguió retener parte del vómito, pero unos chorros de café y tostadas a medio digerir salieron a reacción tanto por su boca, como por su nariz, impregnando todo con un lodo ácido y ocre que olía a limones podridos con toques de arábiga. <br /><br /> <br /><br />En las manchas de vómito sobre el volante y el cuadro de mandos, no sólo estaban los restos de su desayuno sino que también estaban la decepción, el fracaso y una gran dosis de miedo. Todos ingredientes habían se habían cocinado en su interior haciendo una mezcla explosiva. <br /><br />Sí; sentía miedo, miedo a oponerse a ese viejo de ojos de hielo azul, que era capaz de comprar niños, dios sabe con qué intenciones; como si fueran ganado. No mucho peor, porque el ganado hacía que su viaje al matadero fuera de primera clase, comparado con el que estos niños habían tenido que sufrir. <br /><br />Con la mano derecha aún temblando cogió un pañuelo de papel de la guantera y se limpió la boca y se sonó los mocos que aún le escocían en la nariz. Volvió a mirar a los niños, que seguían durmiendo como angelitos, a pesar del incidente, quizás les hubieran dado algún sedante. No tenía madera de héroe, muy al contrario se reconocía un poco cobarde y conservador. Todo aquello lo superaba, pero la imagen de aquellos niños en el retrovisor hacía que su conciencia le mordiera el corazón. <br /><br />Con otro pañuelo retiró un pegote de vómito de la pantalla del navegador. Todavía estaba a 300 km del Buen Pastor, su destino. Aún tenía alguna opción para parar esta locura. Tragó saliva sintiendo su sabor agrio y su quemazón en la garganta. Sabía que iba a hacer algo de lo que muy probablemente se arrepentiría, pero tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo porque aquellos niños, eran ahora su responsabilidad. <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />Se pasó las manos sudadas por la falda verde botella intentando disimular las arrugas. Era lo primero que había cogido del armario. Eso, una blusa blanca que amarilleaba y el abrigo de paño negro. A Paula le sacó unos vaqueros azules y jersey de ochos rojo y el anorak azul del colegio. Las dos llevaban recogido el pelo castaño claro en una cola de caballo, pareciendo de esta forma Paula una réplica junior de su madre. <br /><br />Cualquier otro día hubiera escogido su atuendo con más cuidado, pero hoy Laura sólo vio la ropa por su uso básico y primitivo, protegerse del frío y ocultar la desnudez. <br /><br />El dedo índice pulso el botón del portero automático, hundiéndolo y haciéndolo gritar… <br /><br /> <br /><br />- Lo primero que quiero era pedirle disculpas por mi comportamiento de esta mañana doctor. Pero estoy muy asustada. <br /><br />La voz quebrada de Laura daba aún más énfasis a su mensaje. Paula sentada a su lado lo miraba todo con los ojos curiosos de una niña. En especial la maqueta de un cerebro de esos que están hechos de piezas de plástico, con sus lóbulos y partes anatómicas en distintos colores y que usan los profesores. Estaba distante como en su mundo. Llevaba así todo el día para aumentar un poco más la preocupación de su madre. <br /><br />- Y también quiero darles las gracias por recibirnos en su consulta. <br /><br />El doctor se mesó su barba rojiza que enmarcaba su cara de tez lechosa, donde resaltaban los ojos de un azul cielo. Estaba acostumbrado a los halagos. Normalmente un médico recibía casi tantos como críticas, pero la temperatura de su cara comenzó a subir y por un momento temió ruborizarse. Había algo en aquella mujer que le resultaba sumamente atrayente. Si era honesto con el mismo, fue un punto a favor, a parte de su curiosidad profesional, lo que le hacía oír su demanda. <br /><br />- No tiene por qué dármelas. Pero cuénteme, ¿qué era eso que tenía que decirme? <br /><br />Laura observó el despacho blanco y ordenado. Con los títulos colgados en las paredes, las estanterías blancas, como la mesa, atestadas de libros. Se removió en la silla inquieta, no sabía muy bien cómo empezar. Parecía mentira, había recorrido media ciudad buscando a este doctor y cuando lo tenía delante su lengua se pegaba al paladar. <br /><br /> <br /><br />- Doctor no sé muy bien cómo empezar. Comentó Laura mientras ponía en orden sus pensamientos. <br /><br />- Hace un tiempo Paula comenzó a hablar con un amigo imaginario. Al principio no le dimos la más mínima importancia. Estaba contenta y feliz de tener un confidente secreto. Consulté el tema en internet y pude ver que este tipo de comportamiento era normal, pero con el paso de los días empecé a observar como Paula mantenía discusiones con "El Otro" como ella lo llamaba, hasta el punto de que a veces terminaba llorando. En el colegio también notaron como el carácter se iba endureciendo y pasó de ser una niña objeto de las burlas de los malotes de la clase a ser liderarlos por ella. También he de decir que al mismo tiempo que estos cambios se operaban en mi hija yo no he dejado de tener horribles pesadillas con ella. El pasado día de Navidad esto llegó a su punto más álgido. Paula acusaba al amigo imaginario de castigarla a no ver. El resto ya lo conoce. <br /><br />Yo no fui capaz de contarle aquello, pensé que serían cosas de niños o no sé... Pensé que se pasaría igual que empezó .La verdad estaba hecha un lio, todo era tan raro y por qué no, llegué a tener miedo. Pero la pasada noche volvió a ocurrir Paula se despertó llorando desesperadamente y hecha pis. Desde entonces parece ausente .Yo no sé qué hacer. Pensará que estoy loca o algo así pero estoy desesperada. Por favor ¡Ayúdenos! <br /><br /> <br /><br />El doctor Jovellanos permaneció en silencio durante todo el tiempo que duró el relato, tomaba notas en un pequeño block mientras la contaba su historia. <br /><br /> <br /><br />- Ciertamente es un caso extraño. Ahora permítame que le haga algunas preguntas a Paula. Voy a grabarlas si no le importa. <br /><br />- No, por supuesto que no Doctor. <br /><br />-Vamos a ver jovencita. <br /><br />La niña le miró con ojos inexpresivos. <br /><br />- Entonces es verdad que tienes un amiguito secreto, ¿no? <br /><br />Cssi. Dijo convirtiendo, la ese en una c, como si le pesara la lengua. <br /><br />Un puño de angustia apretó el corazón de la madre, haciendo que los latidos pararan por un segundo. El sonido de la afirmación se repetía en sus oídos con un eco amplificador del dolor, cortando, cercenando con su vibración envenenada. Ella había oído esa forma de hablar lenta y dificultosa. Fue una mañana de sábado cuando fueron a ver a aquel niño. <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________ <br /><br /><br /> <br /> <br /> <br /> <br /><br />Limpió como pudo todo aquel desastre, hasta que acabó con la caja de pañuelos de papel. El coche quedó razonablemente bien. Excepto por algunas zonas de las alfombrillas y de la tapicería donde el vómito se había introducido de forma irremediable. Lo que no consiguió adecentar fue su ropa. La camisa blanca estaba llena de lamparones, que hacían juego con los de su pantalón. A la corbata no le dio opción y se deshizo de ella directamente. La chaqueta, en el asiento del copiloto, era lo único que se había salvado. <br /><br /> <br /><br />Con el último pañuelo, impregnado en el líquido verde, del ambientador del coche, "Frescor a Pino" dio un repaso final a su obra de restauración. Pensó que el contenido alcohólico del perfume ayudaría a rematar la limpieza y de camino a ocultar el hedor. No fue buena idea. Los olores del ambientador y del vómito se mezclaron, creando una nueva fragancia que bautizó "Vomitona campestre”. Aunque el sistema de ventilación trabaja al máximo, bajo los cristales delanteros. Era preferible pasar un poco de frío que seguir oliendo eso. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />- Je suis pis. Monsieur. Era la voz de Kamil el niño de rasgos árabes. Que se había despertado y se frotaba los ojos. <br /><br />-¿Cómo? No te entiendo. ¿Qué quieres? Luis se descubrió alzando la voz, como si con eso, el niño fuera a entender el idioma. <br /><br />- J'ai beson d'aller aux toilletes. Monsieur. <br /><br />Sus conocimientos de francés se limitaban a una decena de palabras sueltas. <br /><br />-¡Je suis pis! ¡Je suis pis! Repetía el crío llevándose las dos manos a las ingles con expresión lastimosa. <br /><br />- Ah! Toilette. Esa palabra sí la conocía, el chaval quería ir al baño, se estaba haciendo pis. <br /><br /> <br /><br />Kamil saltó el guardarrail para aliviarse en unos pastos cercanos. El A6 negro seguía en el arcén, donde Luis había conseguido detenerlo tras el incidente. Si no lo movía pronto, terminaría llamando la atención y alguna patrulla policial podría acercarse. Aunque había decidido acudir a las autoridades, no creía que su situación actual, fuera la ideal. Prefería ir él, a que le encontraran ellos. Suponía que el acto de denunciar de forma activa, por así decirlo, le repondría algún beneficio. <br /><br /> <br /><br />Esperó a que el chaval terminara y volvió a salir a carretera. El otro niño también se había despertado con el ajetreo. Pero no dijo nada, tan solo abrió los ojos y se quedó muy quieto; observando todo. Con los ojos muy abiertos que resaltaban sobre su tez del color del chocolate, como si intentara comprobar que en realidad estaba despierto, y de veras que no seguía en una patera. <br /><br /> <br /><br />Los kilómetros se sucedían, los chicos se habían vuelto a dormir o al menos eso parecía. Luis, durmieran o no, lo agradeció. La barrera idiomática era un escollo con el que no había contado. Así era mejor para todos. Además, ¿qué les iba a decir? <br /><br />Abandonó sus pensamientos y volvió a concentrarse en la carretera. Una pompa de gas ascendió desde el estómago y le hizo eructar, recordándole su compromiso y haciendo que un escalofrío recorriera su espina dorsal desde la nuca hasta la rabadilla. Pararía en la próxima localidad por la que pasaran y denunciaría el caso ante la Guardia Civil. <br /><br /> <br /><br />Puebla de Montefrío. Las letras resaltaban sobre el azul reflectante. Era la próxima salida, apenas si restaban 10 kilómetros. Notó una pequeña corriente de aire, en el vello de la oreja derecha, como si alguien respirara a su lado. Asustado giró la cabeza con rapidez. Nada; solo los niños amodorrados en los asientos traseros. Volvió la mirada hacia la carretera. ¡Qué tontería! , ¿Qué esperaba encontrar? <br /><br /> <br /><br />Pasó la mano sobre el pabellón auditivo, calmando la sensación de cosquilleo. Estaba tenso como la cuerda de un violín. Cambió de postura en el asiento varias veces, pero no encontraba ninguna cómoda. Los nervios desviaron el hormigueo de las orejas, por todo el cuerpo, obligándole a rascarse igual que un mono con sarna. <br /><br />Luis accionó los intermitentes del lado derecho y desaceleró mientras intentaba relajarse y dominar los picores. El A6 iba a tomar el carril que lo sacaría de la autopista. A los pocos minutos, la voz femenina del navegador protestó. Se estaba apartando de la ruta prevista. <br /><br />La carretera serpenteaba sobre las colinas de la dehesa, preñada de encinas y alcornoques, con los troncos desnudos, del corcho arrancado. Los cerdos husmeando el suelo en busca de sus frutos o de cualquier otra cosa, que su apetito omnívoro considerara alimento. Unos cercados de alambre, cuando los había, los separaban de la carretera. <br /><br /> <br /><br />La carretera era apenas, dos carriles de asfalto parcheado, sin arcén. Al coche que conducía Luis le venía una talla pequeña. <br /><br />La salida de la autopista había ido degradando en calidad y cantidad, hasta que había quedado reducida a la comarcal por la que iban y que les conduciría a la Puebla de Montefrío. Habían recorrido unos diez kilómetros pero aún faltaban otros tantos, según la señal que acababan de rebasar. <br /><br />La aguja del velocímetro no sobrepasaba los 80. El estado del firme, además de lo revirado de la vía no lo aconsejaban. Pero Luis quería llegar cuanto antes. El trayecto se le antojaba interminable. De hecho en una ocasión había acelerado, topándose con un camión cargado de ganado, con el que casi choca al entrar en una curva. Tras el susto, se resignó, no asumiría más riesgos; pero los nervios se lo seguían comiendo… no terminaban de llegar al maldito pueblo. <br /><br /> <br /><br />La figura encorvada apareció de repente. El A6 salía de una curva cerrada para tomar la siguiente que torcía hacia el lado contrario. Cuando Luis lo vio por primera vez, aunque sólo por una fracción de segundo, la propia curvatura de la carretera le impidió hacerlo más tiempo. La escasa distancia que los separaba desaparecería inexorablemente en pocos segundos. El lento pedaleo del ciclista no era rival, para los cientos de caballos que llevaba bajo la carrocería. <br /><br /> <br /><br />El hombre sufría sobre la bici. Desde luego su aspecto físico, no era el de un deportista. En el maillot sudado resaltaba la espalda cargada de grasa, con unas lorzas sobresaliendo a la altura de los riñones. Luis redujo la velocidad a su paso, no se atrevía a adelantarlo. A las facilidades que daba la calzada, se sumaban las eses que describía el ciclista, fruto del agotamiento. <br /><br />- A ese hombre le va a dar algo. Pensó. <br /><br />Como si se tratara de una orden, el hombre se desplomó sobre el manillar, cayendo sobre el asfalto, en una avalancha de carne y aluminio. La reacción fue instantánea. Dio un pisotón al pedal del freno, deteniendo el coche justo antes de pasarle por encima. <br /><br /> <br /><br />El ciclista yacía boca abajo, inmóvil, con la cabeza ladeada. Luis se apeó del coche y corrió a su lado. <br /><br />- ¿Está usted, bien...? ¡Qué tontería de pregunta! Exclamó Luis agachándose. Probó a tomarle el pulso. Era débil, pero muy rápido, como el de un pajarillo. Tenía los ojos entreabiertos y respiraba con mucha dificultad. Luis pensó en un infarto y rápidamente le miró las manos. Efectivamente debajo de las uñas el color morado señalaba la falta de oxígeno. A ese hombre le estaba dado un ataque al corazón y si no hacía nada moriría. Tenía que darle la vuelta, para intentar reanimarlo. No pensó, ni que fuera tan difícil, ni que pesara tanto. Cuando lo consiguió, vio a un hombre de unos cincuenta años, de tez lívida como la cera, que se había destrozado el lado derecho la cara. El asfalto se la había rasgado, llegando hasta el hueso en algunas zonas. Reduciendo la piel y la carne a una pulpa rosada cubierta de suciedad, rezumante de sangre. <br /><br />Se disponía a insuflar aire al accidentado cuando sus ojos se abrieron de par en par. Clavándose en los suyos. El pecho se le abombo y comenzó a toser violentamente, esputando grumos de sangre que le recordaron a la gelatina de fresa que tanto le gustaba a Paula. <br /><br />- Mmalddito.... hijjoo d putaa... me has mmataadoo. <br /><br />Las palabras se colaban entre los esputos. Alzó las manos, e intentó asirle por la garganta con las escasas fuerzas que le daban los estertores de moribundo. <br /><br />Pero ¿qué decía ese hombre? , que él le había... En ese momento giró la cabeza y vio la bicicleta debajo de las ruedas del coche, completamente deformada. El morro del automóvil tenía una abolladura sobre la parrilla de ventilación del radiador y un faro estaba roto. Los cristales estaban desperdigados, unos por el asfalto negro y otros sobre el asfalto rojo de sangre. Ahora volvió a mirar al ciclista. Tenía el pecho hundido y en un costado había una especie de palo astillado clavado. Luis tragó saliva. No. ¡Dios mío! Eso no era ningún palo. Era una costilla que salía del pecho hendido. En la cabeza todavía llevaba el casco, pero por los respiraderos resbalaba una sustancia; como un yogurt con trozos de una fruta exótica y gris. Pero ¿cómo? él no había atropellado a ese hombre. Él no...O ¿sí? ¿Qué era esta locura? Los ojos de muerto volvieron a la vida pero había algo diferente en ellos. Su color, su color era distinto, ya no eran oscuros si no que eran azules; del azul frío del hielo; como si la misma muerte le estuviera mirando. Set le miraba. Era él, eran sus ojos... <br /><br /> <br /><br />El vacío estaba sólo a unos diez metros cuando consiguió detener el coche. ¿Habría dado una cabezada y el coche se había salido de la carretera? Luis bajó temblando, aún sentía el frío de esos ojos. ¿Cómo había podido quedarse dormido? <br /><br /> <br /><br />Atrás los niños asustados gimoteaban. Cerró la puerta y se acercó al barranco todavía desorientado. No supo calcular su profundidad, pero lo que sí sabía es que la caída hubiera sido mortal de necesidad. Se pasó la mano por el pelo y regresó al coche, que seguía entre los arbustos que acababa de embestir. Esperaba poder sacarlo, por sus propios medios. <br /><br /> <br /><br />Después de varias maniobras y acelerones consiguió llevar el coche de nuevo a la carretera. Los niños ya habían recobrado la calma e incluso parecían felices de volver a emprender camino. Sólo faltaban cinco kilómetros para llegar. Luis giró el volante suavemente para salir de una curva, cuando lo vio. Allí estaba. El ciclista obeso, esforzándose sobre la bicicleta, al borde del colapso. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />-Bien. Déjeme ver. A ver si lo he entendido correctamente. <br /><br />Usted asegura, que en la visita que efectuaron a una especie de residencia para niños acogidos y después de que Paula estuviera allí, participando con uno, en una especie de experimento, en su hija o mejor dicho en la mente de su hija comenzaron a operar los cambios que antes me ha relatado, y que la manera de hablar que ha empezado a mostrar, es la misma de la del aquel niño. <br /><br /> <br /><br />- Sí doctor, eso es. Fuimos hasta allí por una extraña oferta que le hicieron a mi marido. Después, miré en internet y descubrí que la clínica había sido clausurada por un tema de maltrato a los pacientes hacía tiempo y que el doctor que nos atendió estuvo involucrado. Nunca pensé que Paula estuviera en peligro; sólo estuvo dibujando con ese niño un rato y jamás la perdimos de vista .Esto parece sacado de una película, le juro que es la verdad. Toda la culpa es mía, no debimos ir. <br /><br /> <br /><br />- No cabe duda de que suena extraño y la coincidencia en el tiempo da que pensar. Pero no creo que estén relacionados directamente. Tranquilícese. Lo primero es Paula. Aseguró el doctor Jovellanos, a la par que le tendía una caja de pañuelos de papel, para que se secara las lágrimas. Ahora no sabía qué pensar de esa mujer. Primero vio a una madre desesperada y un caso estimulante. Pero ahora no sabía muy bien que veía. <br /><br /> <br /><br />Paula seguía absorta, en un vídeo que el doctor le había puesto, para distraerla mientras su madre se calmaba y él intentaba entender todo aquel embrollo. Los auriculares impedían que la niña oyera la conversación. Lo que el doctor no sabía es que Paula no necesitaba ningún sentido para conocer lo que le rodeaba e incluso cosas que no podía percibir directamente. Ella ahora tenía otro punto de vista completamente distinto. <br /><br /> <br /><br />Cuando comenzó fue divertido, como un juego en el siempre llevas ventaja. Luego pasó a doler pero no era un dolor, no como cuando te caes y te raspas las rodillas. No; era más el dolor de cuando mamá se enfadaba con ella o de cuando papá chillaba a mamá. Pero ese dolor se estaba pasando, comenzaba a acostumbrarse a él. Él le daba unas cosas a cambio de otras. Algunas cosas no las quería cambiar y por eso, el otro le hacía daño. De la misma forma que cuando en el colegio Jaime le quitaba algo. <br /><br />Otras veces, si quería lo que el otro le daba. Por ejemplo, cuando tenía más fuerza y ningún niño podía meterse con ella, sin recibir una buena zurra. Eso sí era divertido. <br /><br />Notaba como si su mente se abriera y comprendiera cosas que antes, no podía; por así decirlo, se hacía mayor por dentro a la vez que se quedaba pequeña por fuera, o algo así. Tenía la sensación de que el otro ordenaba su cabeza. Cambiando de lugar algunas cosas, poniendo algunas nuevas; o quitando otras viejas, de la misma manera que lo haría, si su mente fuera una estantería con juguetes. Era difícil de explicar. No sabría decir si eso le gusto, pero no pudo hacer nada por evitarlo. Mamá y ese médico no lo entendían. <br /><br />Ella tampoco, hasta la pasada madrugada, cuando lo entendió todo. <br /><br /> <br /><br />Era de noche y dormían, ella no. Permanecía en su cama revolviéndose en su edredón de princesas. No podía dormir, en su mente no había descanso. Los pensamientos, las ideas, todo, iba de acá para allá, dando tumbos. Recorrían su mente, intentaban reconstruir o recordar cómo estaba todo antes que el otro llegara y empezara a ponerlo a su gusto. Por así decirlo, era como cuando te despiertas en medio de la noche y vas al baño haciendo el camino de memoria, con la luz apagada. Pero no consigues encontrar el camino, te golpeas con los muebles y las paredes, porque ya no están en su sitio. Tanteado con cuidado. Avanzando pegada a las paredes como si lo hicieras por el borde de un acantilado, donde un mal paso la precipitaría al vacío negro e insondable. <br /><br /> <br /><br />La encontró por pura casualidad, era la puerta. <br /><br /> <br /><br />En realidad no sabía si puerta era un nombre correcto para eso, pero no encontró otro más apropiado, de hecho, no supo que lo que era hasta que se encontró al otro lado. <br /><br />.Fue lo mismo que sentiría un alfiler, si pudiera sentir, cuando un imán la atrae de forma irrevocable. Su ser interior, lo que la hacía una persona viva y racional se vio atrapada en un torbellino que la engullía como una colilla en el wc. <br /><br /> <br /><br />El frescor de la hierba mojada, ascendió desde la planta de sus pies, hasta llegarle a la nuca. <br /><br />El prado se extendía infinitamente. Florecillas de colores lo salpicaban aquí y allá rompiendo su monotonía verde. Aspiró y el aire tibio y fragante que le hizo recordar el aroma del cabello de su madre. ¿Dónde estaba? Giró sobre si misma intentando orientarse. <br /><br />Relucía. Allí en horizonte estaba plantada, como una lanza clavada en la panza del mundo, bajo el arcoíris. Con sus altas torres y sus capiteles esmeraldas. Contempló la ciudad con asombro, pues era como las de los cuentos. Donde vivían apuestos príncipes y bellas princesas como las que decoraban su cama. <br /><br />Una pequeña brisa le agitó suavemente el pelo; sintió frío. Volvió a girarse mientras se frotaba los brazos en busca de calor, viendo a lo lejos, en el cielo, como comenzaban a formarse nubarrones de color plomo. Parecía que se estaba acercando una tormenta. Debía buscar cobijo. <br /><br />Se miró cayendo en la cuenta de que aun llevaba puesto su pijama de felpa rosa con un conejo blanco en el pecho y que estaba descalza. Sopesó dirigirse a la ciudad, en realidad, no había ningún otro sitio a donde ir. <br /><br />El camino de baldosas amarillas parecía llevar hasta ella, solo tendría que descender por la ladera pequeña colina en la que estaba y tomarlo. <br /><br />El primer goterón la cogió desprevenida y la sobresaltó un poco, con su golpe húmedo. El trueno llegó después igual que un cuerno anunciando la batalla. Las nubes habían abierto sus bodegas y arrojaban sobre el mundo sus obuses líquidos. Sentía los impactos que le aplastaban el pelo, pegándoselo a la cabeza y como se empapaba el pijama haciendo que su carrera sobre la piedra amarilla se hiciera lenta y peligrosamente resbaladiza. <br /><br />La distancia a la ciudad era enorme para que ella pudiera cubrirla corriendo. Solo era una niña y su cuerpo no soportaría el esfuerzo. La fatiga comenzaba a aparecer. Tendría que seguir andando, después de todo ya no podía estar más mojada. Así, Paula se detuvo un momento para recobrar el aliento. Se apartó unos mechones de pelo pegados a la cara que le recordaron a las algas de la playa. En ese momento se imaginó allí, jugando en la orilla, con papá y mamá. El llanto llegó igual que una de las olas de su recuerdo, las piernas se le aflojaron y cayó de rodillas mientras sus lágrimas se mezclaban con la lluvia. <br /><br />Algo se acercaba por el camino a su espalda, con un estruendo que el martilleo de la lluvia, no podía ocultar. Paula se apartó haciéndose a un lado, fuera lo que fuera no podía verlo, aunque sus pies sí lo pudieran sentir. Precavida, se agachó en la cuneta intentando ocultarse. <br /><br />Dos percherones negros tiraban al trote del carro de madera que crujía amenazando con desguazarse en cualquier momento. A las riendas iba lo que parecía un hombre con una armadura de hierro oxidada y mohosa. El yelmo le cubría la cabeza por completo, dejando solo unas pequeñas rendijas por las que ver y respirar. Observaba desde su escondrijo, oculta por unas hierbas altas, temblando de frío y calada hasta los huesos. Pero lo que le hizo temblar de verdad fue ver la carga que transportaba el carro en su caja. Era una especie de jaula de hierro. Dentro había no menos de veinte niños y niñas, unos sentados o tumbados, de pie otros. Todos tenían la mirada perdida en algún punto del horizonte. Algunos sacaban sus manos intentando recoger unas gotas de lluvia para luego beberlas con avidez. Pero la mayoría, no hacían nada, simplemente aguardaban a su destino .Iban semidesnudos y mugrientos como si fueran las atracciones de un circo ruinoso y decadente. Sobre la jaula había otra figura que no podía ver bien desde su posición .El carruaje la rebasó y comenzó a alejarse siguiendo el camino hacia la ciudad. A medida que se alejaba el ángulo de visión le permitió observar mejor la figura sobre la jaula. Era una especie de mono pelirrojo que olisqueaba el aire y mironeaba a un lado y otro. Sus ojos eran grandes y parecían lucir con un brillo amarillo. Oteaban desde su posición, escaneando el terreno. El carro pisó un bache y resaltó con violencia. El mono abrió su boca y dejo ver unos colmillos blancos y puntiagudos como puñales, emitiendo un aullido aterrador a la vez que en su espalda se desplegaron unas alas cubiertas de plumas negras como las de un cuervo. Paula deseó con todas sus fuerzas ser invisible, pero no lo era. Los brillantes ojos del primate la habían localizado, el aullido no era más que el anuncio de que iba a cobrar otra pieza. Batió las alas ascendiendo en el aire para caer sobre su indefensa víctima. <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />A vista de pájaro, el coche detenido en medio de la carretera secundaria era como un enorme insecto acechando a su diminuta presa. Aunque en realidad la situación era justo la contraria. El ciclista paladeaba penosamente mientras Luis lo miraba paralizado. Otra vez la alimaña del miedo le subía por la espalda para introducirse por los oídos, dispuesta a morder su cerebro. Se sostuvo la mirada observando el castaño de sus iris. Interrogándose frente al retrovisor, en busca de una explicación, que calmaran a las infinitas preguntas, hostigadoras de su mente. <br /><br />-¿Te has perdido? <br /><br />-¡Cómo! ¿Quién ha dicho eso? Luis se giró en su asiento, preguntando a los niños. Debería parecer paranoico. Los chicos se hicieron al lado contrario a su asiento, en un movimiento defensivo. <br /><br />- ¿Quién ha hablado, quién sabe español? Gritaba. <br /><br />Permanecieron en silencio, timoratos, arrebujados el uno contra el otro. <br /><br />- Luis mírame, ¿tienes algún problema? <br /><br />¿Quién hablaba? Los niños desde luego no habían abierto la boca. Debía de estar volviéndose loco, no había nadie más en el coche. Su cabeza, algo no funcionaba bien dentro de ella. Levantó ambas manos, agarrándose del pelo en un acto de desesperación y angustia. <br /><br />- ¡Mírame! Ordenó la voz. <br /><br />Luis buscó. ¿A quién tenía que mirar? Sus labios temblaban ligeramente, dejando escapar un pequeño hilillo de saliva. No era consciente pero había empezado a gimotear como un bebé. <br /><br />El retrovisor volvió a entrar en su campo visual y sus ojos se volvieron a contemplarse. <br /><br />El frío azul le traspasó como un chuzo helado. <br /><br />¡Sus ojos! Sí era su cara, pero...pero esos; esos no eran sus ojos. Eran... No podía ser. <br /><br />-Luis, no tardes. Recuerda nuestro trato. <br /><br />El azul se disolvió con un destello esmeralda en el topacio de su mirada. Sus ojos volvían a ser los suyos otra vez. <br /><br />Las ruedas giraron, derrapando sobre el asfalto. Arrancando piedrecillas y levantando polvo. La fuerza centrífuga empujo los tres cuerpos amenazándolos con arrojarlos fuera del automóvil. Bajo el capó, el motor se desperezaba rugiendo como una bestia que recupera la libertad. Luis giraba 180° buscando de nuevo la autopista, dejando atrás al ciclista obeso, a la Puebla de Montefrío y un trozo de cordura. Toda su determinaciones morales y éticas habían quedado reducidas a cero. En estos momentos, lo único importante era su misión: llevar estos niños ante Él. <br /><br /> <br /><br />Temblaba y el sudor de sus manos hacía que el cuero del volante resbalara. El coche desandaba el camino a una velocidad suicida. Pulsó el botón que conectaba la radio del equipo de Hi-Fi del vehículo. Esperaba que la compañía de la radio le tranquilizara o terminarían despeñándose. Preferiría algo más fuerte, pero no había traído ningún disco, ni siquiera en su Smartphone. Sería mejor una radio-fórmula popera, que nada. El aparato comenzó a explorar el dial en busca de las emisoras disponibles. Aunque el terreno era accidentado, su tecnología RDS, no tendría demasiados problemas para sintonizar alguna. Los segundos pasaban y sorprendentemente no conseguía enlazar con ninguna frecuencia. Hastiado Luis estaba a punto de apagarla cuando la música empezó a oírse, lejana y amortiguada pero ganando poco a poco volumen y calidad de recepción. Sin quererlo, el recuerdo de la noche en que paro en aquella gasolinera, se abrió paso desde los registros de su memoria. Apretó el botón de power sin convicción y efectivamente no tuvo efecto. El aparato seguía funcionando .La estación de radio seleccionada parecía emitir un tema de rock duro. Sus notas afiladas y rápidas inundaron el habitáculo. El esfínter de su vejiga se relajó por un segundo y parte del orín que contenía se derramó mojándolo. En un primer momento, no había logrado reconocerla, pues hacía mucho que no la oía y porque, debía de ser alguna versión del clásico, que hacía aún más poderosa, la ya impresionante pieza de Al Di Meola; "Race with the Devil on a Spanish Highway". <br /><br /> <br /><br />__________________________________________________________________________________ <br /><br /> <br /><br />Dócil, el mono cogió la golosina que le ofrecía su amo, después le acarició la cabeza diciendo: <br /><br />- Buen chico, buen chico. <br /><br />El animal satisfecho, en señal de agradecimiento comenzó a saltar y revolotear haciendo piruetas y cabriolas, dando chillidos de alegría. <br /><br />- Bueno, bueno, ya está. Anda, ve a tu sitio y pórtate bien. Recuerda que tenemos invitados. <br /><br />El tono era amable pero con la firmeza del que está acostumbrado a que sus órdenes se acaten sin rechistar. Efectivamente la algarabía cesó .Y la criatura subió mansamente a una especie de percha junto al trono de su dueño. <br /><br />Paula contemplaba la escena sentada en un sillón dorado que tenía pinta de ser muy antiguo y valioso. <br /><br />Cuando el mono la cogió, pasó mucho miedo, lloró, gritó y pateó como no lo había hecho nunca; pero al final se dio por vencida. La trajo a la ciudad, a la que curiosamente quería llegar. Unas personas, que tenían la misma mirada que los niños del carro, la atendieron con amabilidad. Intentó hablar con ellas pero no mediaron palabra. Simplemente le quitaron el empapado pijama rosa y le pusieron un traje con el cuerpo en nido de abeja y falda por encima de las rodillas; todo de azul cielo. El pelo se lo habían secado también lo habían peinado haciéndole una cola que sujetaron con un gran lazo del mismo color .Se sentía como una muñeca sobre todo con las calcetas blancas y los zapatitos de charol negro. Desde el primer momento sintió que estaba en un cuento. Le recordó a una película de dibujos que había visto pero que en ese momento no recordaba cómo se titulaba. Cuando lo vio a Él, lo recordó. Aunque en el cuento que ella había visto el espantapájaros tenía un papel muy diferente. <br /><br /> <br /><br />El espantapájaros la miró con los botones que hacían las veces de ojos. Estaban cosidos a la cabeza que en realidad no era más que un saco sucio y ajado, relleno de paja amarilla. La boca era un remiendo roto, como una cicatriz abierta en la tela, por la que al hablar, se le escapaba parte del relleno. No había nariz y tampoco orejas o pelo. <br /><br /> <br /><br />- Vaya. Mirad a quién tenemos aquí. Las palabras crujían como la estopa seca al pisarse. Si es nuestra amiga Paula. Sabía que encontrarías el camino pero mentiría si te dijera que pensaba que lo ibas a hacer tan pronto. Eres una niñita muy especial. Pero eso ya lo sabes tú, ¿no? El monigote relleno de paja continuó hablando sin esperar respuesta. <br /><br />- No pongas esa cara de susto. No me digas que nunca has visto a un espantapájaros. ¡Ay!, estos niños de ciudad. Bueno, seguro que tienes preguntas ¿verdad?...Vamos pregunta. <br /><br />- Señor espantapájaros, yo sólo quiero ir a mi casa, con mi mamá, nada más. Por favor. <br /><br />Una lágrima se columpió en las pestañas de la niña. <br /><br />- No, no. Eso no es una pregunta. Eso es una súplica y no es el turno de las súplicas, así que no serán escuchadas. Dado que no preguntas hablaré yo. Sentenció y unas briznas de paja salieron disparadas de su boca. <br /><br />Como ya has deducido estás en el reino de Oz. Sí ya sé que pensabas que sólo era un cuento y sí en cierta manera lo es. Es un cuento en el que un impostor se alza como rey. Atribuyéndose poderes mágicos que no tiene y utiliza a una niñita perdida y a tres habitantes de su reino para sus propios fines con la promesa de darles algo a sabiendas de que no podrá. Pues bien yo soy ese espantapájaros en cuestión. Cuando el impostor fue descubierto nuestro mundo quedó sin gobierno y el caos se apoderó de él. Sufrimos mucho. Pero entonces yo con mi inteligencia conseguí encauzarlo y desde entonces lo gobierno. <br /><br /> <br /><br />Entonces se levantó de su suntuoso trono sobre sus piernas de madera y alzó sus brazos de palo en un éxtasis triunfal. El mono revoloteo sorprendido y el gran salón donde estaban se inundó de luz y sonaron trompetas y comenzó a caer confeti y serpentinas. Acto seguido se derrumbó sobre su asiento y todo volvió a quedar en penumbra. Las ramitas que eran sus dedos sujetaron el saco de su cabeza que ahora miraba al suelo. El relleno comenzó a salirle por la boca y tuvo que mirar hacia arriba para evitarlo entre gimoteos y suspiros. El espantapájaros estaba...parecía que llorara. Otra vez miró directamente a Paula y una sonrisa se dibujó en el remiendo del saco. <br /><br /> <br /><br />- Pero te he encontrado, mi pequeña. Pensé que no te volvería a ver nunca. A través de los dibujos animados te busque en tu mundo durante años, alguna vez creí verte; siempre me equivoqué pero, ahora no. Tú serás mi pequeña Dorothy. Por eso contacté con tu padre, por eso fuisteis a ver a aquel niño, por eso he estado entrando en ti durante este tiempo. Para prepararte para este día. Para que vinieras conmigo y juntos gobernemos Oz. Como debió ser desde el principio. <br /><br /> <br /><br />Paula protestó. <br /><br />- Pero señor espantapájaros yo no soy ninguna Dorothy. Tiene que haber alguna confusión. Yo no sé nada de gobernar y nada de Oz sólo la película que vi en la TV. Por favor déjeme marchar, por favor... <br /><br /> <br /><br />- No te preocupes ya lo entenderás. No hay ninguna equivocación. ¡Yo no me equivoco nunca! Ni si quieras lo insinúes, sólo por eso muchos han perdido la cabeza. Me refiero literalmente...claro. Jajá. Pero no temas, hoy estamos de enhorabuena, así que ve a tus aposentos y descansa. Has tenido un día muy ajetreado. Hoy comienza una nueva era en Oz. <br /><br /> <br /><br />Dio el equivalente a una palmada y aparecieron dos chicas de mirada perdida, llevaban puestas unas túnicas verdes con dos SS bordadas en el pecho. Tras ellas venía un león. La fiera caminaba con lentitud y majestuosidad, bamboleando su melena rubia que lo hacía aún más imponente. Laura recogió sus pies y se hizo un ovillo sobre el sillón, aterrorizada. <br /><br /> <br /><br />-No temas, dijo el espantapájaros. No te hará daño, sólo será vuestra escolta y vigilará que no te pase nada. Tienes que darte cuenta que ahora todo esto te pertenece. <br /><br /> <br /><br />Con resignación y miedo Paula fue acompañada a sus habitaciones, atravesaron salones y subieron escaleras de piedra y mármol. Todo era como siempre había imaginado que sería en un castillo de cuento, la diferencia estribaba en que era mucho más oscuro, más triste. <br /><br /> <br /><br />Los cerrojos del portón de su alcoba se cerraron convirtiéndola en una celda, recorrió la habitación de sólida piedra. Había un pequeño matacán, con unas ventanitas que más bien parecían aspilleras, cubiertas de vidrio verde, no había rejas, pero por la cantidad de escalones que habían subido no creía que fueran necesarias. Con un león apostado a fuera, en la puerta escapar era una quimera. <br /><br />Tenía ganas de llorar pero se las trago estaba cansada de llorar, pensaba en las doncellas que la habían atendido, empezó a entender el porqué de sus miradas vacías. <br /><br />Sin nada más que poder hacer se echó en la cama. Era una cama de princesas, tenía un colchón mullido y blando que debía de ser de plumas y un dosel de terciopelo verde esmeralda con dos grandes eses bordadas en oro, sería emblema del reino porque estaba sobre todo. Tendida sobre la cama bocarriba lo miraba preguntándose qué significaba, cuando cayó en la cuenta de que no eran dos eses. Ella había presupuesto que los trazos eran dos formas independientes, pero no; eran un todo. Las líneas onduladas simbolizaban un camino. Eran un símbolo, no dos iniciales. <br /><br />Ese pequeño descubrimiento la hizo evadirse por un instante y sonrió. <br /><br />Con renovadas fuerzas volvió a explorar sus aposentos. En primer lugar se dirigió a un tocador que había al lado izquierdo de la cama. Todo el mueble estaba decorado con pan de oro, tenía incrustaciones de perlas y esmeraldas. Sobre él, había varios frascos de cristal de roca tallado, que supuso contendrían perfumes y un cepillo para el pelo con el cuerpo de nácar. Se sentó en la silla dorada y con el asiento del consabido terciopelo verde y se miró al espejo. Allí estaba, viéndose reflejada, mirándose con los ojos azules cansados de llorar. En lo que dura un pestañeo creyó ver como la imagen reflejada temblaba, como si en vez de ser un espejo donde se estaba mirando fuera en la superficie de un río. En efecto, la superficie del espejo había vibrado porque volvió a hacerlo. <br /><br />La imagen de Paula se distorsionó y comenzó a girar desapareciendo en un remolino, como si hubieran quitado el tapón de una pila y su reflejo se fuera por un desagüe. A medida que su imagen desaparecía otra nueva surgía. La niña gritó. Era mamá, estaba dormida plácidamente en su habitación, en casa. <br /><br />- ¡Mamá, Mamá estoy aquí...mamá socorro! El llanto entorpecía la llamada de la niña que hipaba entre reclamo y reclamo. <br /><br /> <br /><br />Así es como Paula tomó consciencia de su nueva realidad; su mente estaba prisionera. Y la única comunicación posible con su mundo era ese espejo, en el tocador, en su alcoba, en un castillo, en Oz. <br /><br /> <br /><br />_________________________________________________________________________________________ <br /><br /><br /> <br /> <br /> <br /><br />Las dos horas siguientes estuvieron llenas de preguntas. Algunas se las hizo el doctor directamente a Paula, otras en cambio estaban en unas fichas, donde tuvo que contestar o bien rodeando con un círculo o dibujando algo. También le enseñaron algunas diapositivas y le pusieron fragmentos de música. Respondía o al menos la parte de ella que estaba allí. Su sensación era la de que su cuerpo y su mente ya no estaban en íntima conexión; sino que era como manejar un títere, que hace todo lo que le ordenas e incluso puede emocionar a un espectador con su actuación, aparentando que posee vida. Pero que en verdad no deja de ser un pedazo de madera, dirigido por la persona, que está oculta tras un decorado. Pues bien pensado, ésa era la situación de la niña. Paula era la marioneta de Paula. <br /><br /> <br /><br />Laura no estuvo presente todo el tiempo, según le dijo el doctor, su presencia directa podría condicionar las respuestas de su hija, y se retiró durante algunas fases del estudio a una pequeña sala de espera contigua a la consulta. <br /><br />En ese lapso de tiempo donde esperó a que terminaran las pruebas, Laura intentó contactar con su marido. Pero su teléfono seguía apagado o fuera de cobertura. No sabía cuándo iba a regresar; simplemente le dijo que se levantaría temprano porque tenía que salir y que posiblemente estaría fuera todo el día, poco más. <br /><br />Tenía una mezcla de sensaciones; no sabía si enfadarse con Luis o agradecerle que no estuviera disponible. El problema de Paula parecía que había actuado de aglutinante de su relación, pero... ¿Era eso lo que ella realmente quería? Realmente para qué le llamaba, para decirle que Paula había tenido otra crisis y que había decidido llevar a la niña al médico. ¿Era su bendición lo que buscaba? o sólo le llamaba para informarle del estado de su hija. La cual, por cierto, no debía preocuparle, lo más mínimo, cuando no había hecho ni una sola llamada en todo el día. O a lo mejor estaba siendo demasiado dura con él y no habría podido. Sus sentimientos hacia su marido eran un completo caos ¿Por qué era todo tan complicado? Afortunadamente la puerta se abrió. Era el doctor Jovellanos que ya había acabado el examen a Paula. De inmediato supo que algo no iba bien. <br /><br /> <br /><br />-No sé cómo ha ocurrido, pero su hija es otra niña completamente distinta a la que vi en el hospital. Se han operados cambios muy importantes en ella y creo que está somatizándolo de alguna forma. <br /><br /> <br /><br />Laura se mordió otra vez los labios y se esforzó por no volver a llorar, casi no lo consiguió pero al final sus lágrimas no volvieron a rodar por sus mejillas. <br /><br />-Doctor, ¿a qué tipo de cambios se refiere...? <br /><br />El hombre se demoró unos instantes, como si buscara las palabras más apropiadas o menos crueles para exponer el tema. <br /><br />- Podríamos decir que Laura parece estar en stand by, es como si su actividad cerebral se hubiera reducido a las funciones estrictamente necesarias para la vida, eliminando o reduciendo prácticamente a cero todos los procesos relacionados con el pensamiento abstracto y procesos cerebrales superiores. Por explicárselo con términos coloquiales; ahora mismo en la mente de su hija ha habido una involución, como cuando era poco más que un bebé. <br /><br /> <br /><br />-Pero doctor qué me quiere decir, que Paula ha sufrido un retraso mental repentino. <br /><br />- Algo así, parece ser que algo psíquico atenaza la mente de Paula; limitándola; de la misma manera que si le hubieran puesto una mordaza mental. La verdad todo esto es muy extraño y de momento son sólo conjeturas. Habría que hacer un estudio completo neurológico para poder hablar con más seguridad, pero eso lamentablemente excede de mis posibilidades. Lo siento, de verdad. El doctor estiró el brazo para que su mano cayera sobre las de la madre, que le miraba con la impotencia pintada en la cara. <br /><br />La mujer aguantó el tipo durante unos segundos tras los cuales acabó derrumbándose. Apartó las manos, usándolas para ocultarse el rostro y amortiguar el sonido de su llanto y de sus balbuceos que se retroalimentaban en su propio dolor. En una serie que parecía infinita tanto en su duración, como en su crueldad. <br /><br />- Han sido ellos...ellos le han...metido algo a mi...niñita...Ay...Mi...Ellos... <br /><br /> <br /><br />El doctor se levantó de su sillón consternado. Se acercó a Laura para ofrecerle el consuelo que da el contacto físico y una palabras bienintencionadas, realmente se compadecía de ellas. <br /><br />- Sea fuerte Laura. De momento son sólo conjeturas, hay que seguir explorando. No hay que decaer, si no buscar una solución. Precisamente yo tengo un amigo que nos podría ayudar. No desfallezca, ya verá como todo sale bien. <br /><br /> <br /><br />Al otro lado de la sala Paula seguía absorta, con su expresión bobalicona, en la pantalla en la que una película de animación desarrollaba su trama. La saliva se iba acumulando gota a gota en su cavidad bucal, hasta desbordarse por la comisura derecha, cayendo en un espagueti largo y viscoso. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />El sol herido de muerte comenzaba a hundirse por el horizonte, mientras la luna se preparaba para su asalto al mundo. <br /><br />El fornido brazo de cara de perro hacía las veces de bastón. Set andaba con dificultad arrastrando los pies, levantando nubecillas de polvo y dejando pequeños surcos en la grava del suelo. Recorrer los pocos metros que separaban su coche de la puerta se le antojaba una tarea hercúlea. Allí estaba nariz ganchuda, esperándolo junto al doctor y la mujer con una silla de ruedas. Ya era humillante para él, tener que usarla, pero al menos caminaría hasta ella. Él podía ver la sonrisa maliciosa escondida detrás de sus rostros, aunque fueran serviles y timoratos. Su mente estaba hambrienta y débil pero no lo suficiente para no poder percibirlo. Su cuerpo era como una armadura vieja y oxidada que le impedía moverse con libertad. <br /><br />La mujer se acercó para intentar ayudar. <br /><br />- Por favor señor, deje que le ayude. Dijo mientras intentaba cogerle por el brazo libre. <br /><br />Set alzó la cabeza. Los cristales de las gafas del viejo eran tan oscuros que se podrían usar para soldar, sin embargo el frío azul de sus ojos los atravesaron si el menor problema, clavándose en los de Livia. <br /><br />- Orgaz, dile a tu perra que se aparte. <br /><br />La mujer no necesito nada más, retrocedió como un animal apaleado, hundiendo la cabeza entre los hombros, mientras se excusaba. <br /><br />- Lo siento, señor. Lo siento. <br /><br /> <br /><br />Una vez sentado, lo condujeron por los pasillos laberínticos del Buen Pastor. El matón de aspecto perruno empujaba la silla, mientras que el otro le escoltaba al lado derecho. Adelantándose para abrir puertas o para eliminar cualquier otra dificultad en el trayecto de su protegido. El resto del cortejo le seguía a un paso. No necesitaban guía, el viejo les visitaba más o menos cada dos meses, aunque últimamente la frecuencia había aumentado ligeramente. Cada vez consumía más. En parte era una buena noticia, ya que eso quería decir que se hacía más fuerte y que los procesos eran más complejos y por lo tanto necesitaban más energía. Pero por otro...era preocupante pues el aumento de poder, daba miedo. Sí, miedo, pero lo que el doctor Orgaz sentía en privado, era un miedo excitante que le espoleaba a seguir, al más difícil todavía. Él era el único de ellos que podía ponderar los peligros que conllevaba manipular algunas energías sin el debido respeto. <br /><br />Las puertas de montacargas se cerraron y comenzó a descender. En él, solo entraron el doctor y Set con cara de perro. El otro matón se quedó arriba, custodiando el acceso. Livia había desaparecido discretamente para continuar con sus obligaciones. Descendieron dos plantas y se detuvieron bruscamente oyendo un quejido metálico y notando un leve rebote. Las hojas metálicas se desplazaron a derecha e izquierda respectivamente. <br /><br />Orgaz se adelantó y penetró unos pasos en la negrura que les recibía. Accionó unos interruptores y los fluorescentes del techo volvieron a la vida entre zumbidos y parpadeos. La luz verdosa que emitían, resultaba insuficiente para el tamaño de la sala, manteniéndola en penumbra. El lacayo de Set empujó la silla y ambos salieron del montacargas. La semioscuridad reveló un espacio de grandes dimensiones, de forma rectangular, donde el ascensor se ubicaba en uno de sus lados cortos. A ambos lados, a nivel de suelo, se disponían en hilera unos receptáculos alargados, de unos dos metros cada uno. A primera vista parecerían ataúdes futuristas redondeados, de tapas transparentes. En cierta manera podrían pasar por ellos, pues su contenido eran seres humanos. <br /><br />Los hombres atravesaban el pasillo que dejaban las dos hileras de cápsulas de sueño en dirección a una puerta que estaba en el lado opuesto. Su tránsito estaba acompañado por multitud de pequeños pitidos y destellos de los testigos de cada una de las cápsulas. Los niños que las ocupaban dormían de cubito supino, desnudos salvo por la ropa interior blanca que todos lucían. Estaban sondados y llevaban múltiples electrodos, además de una vía en el brazo. <br /><br /> <br /><br />Un led comenzó a parpadear en rojo, y a emitir una secuencia más rápida de pitidos. Inmediatamente un dispositivo en el cinturón del doctor se activó, como la alarma de un despertador. La urna que avisaba estaba unos metros más adelante. Se adelantó mientras apagaba el dispositivo de su cintura. Tecleó unos comandos en una pequeña consola en la cabecera de la cápsula y los pitidos desaparecieron. El doctor observó al niño que había dentro, como el pastor que examina su ganado. El crio pareció moverse. No, no era el crío, el ruido del compresor del dispositivo anti-escaras lo aclaró unos segundos después. Orgaz se llevó la mano a la frente .Volvió a teclear en la consola y el colchón donde descansaba el niño comenzó desinflarse con un siseo. Había olvidado desconectarlo. Era un derroche que siguiera funcionando, ahora que su ocupante había muerto. Pulsó otra tecla y la pequeña luz verdosa que iluminaba el interior de la capsula se extinguió. <br /><br /> <br /><br />La silla se detuvo justo delante del portón metálico. El doctor levantó una pequeña tapa plástica que ocultaba un escáner de reconocimiento dactilar. Posó la palma de su mano derecha sobre él y un haz de luz roja la recorrió. Al instante se pudo oír como los sistemas de seguridad de la puerta se desbloqueaban chasqueando. Ahora el doctor sólo tuvo que pulsar un botón, que pasó del rojo al verde desactivando las cerraduras y haciendo que el portón se deslizara lateralmente sobre unas guías, embutiéndose en el muro, desapareciendo. <br /><br />Un sillón presidia la nueva sala. Mucho más pequeña que la anterior, tenía apenas el tamaño de un despacho. El sillón en contraposición era enorme, no en sus dimensiones, sino en todo el aparataje que lo acompañaba y que le daba el extraño aspecto de ser el puesto de mando de alguna nave espacial. <br /><br />Una luz rojiza lo bañaba todo, haciendo que sólo se pudieran ver otro color aparte del de la luz; el negro. La habitación podía pasar por cuarto de revelado o el interior de un submarino durante un zafarrancho de combate. Orgaz tomó el mando de la silla y entró con Set. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />No hacía demasiado tiempo que los faros del coche decidieron encenderse. La poca luz que quedaba, se precipitaba por el borde del mundo como el líquido derramado, que fluye hasta el borde de una mesa. La oscuridad reivindicaba su puesto y la noche era ya algo inevitable. <br /><br /> <br /><br />El viaje de Luis tocaba a su fin. Los últimos 300 km habían sido los más largos de su vida. Todo lo que había pasado aún lo tenía aterrado. El solo gesto de mirar por el retrovisor, le hacía transpirar, temiendo volver a ver esos ojos azules... ¿Qué locura era esta? ¿A qué clase de influencia o de poder, o de lo que fuera se estaba enfrentando? No lo sabía; pero sí sabía lo que él había visto en ese retrovisor; lo que había visto en sus propios ojos. Había visto "El Azul" o mejor dicho; "El Azul” le había visto a él e intentar recordarlo, le hacía temer, perder la razón. <br /><br />De cualquier forma ya estaba a escasos minutos de su destino. Se acercaba sumiso y temeroso como el esclavo huido al que aguarda el látigo del amo. Deseaba llegar y entregar su "encargo" terminar su parte del trabajo, como le dijo el viejo. Era su única opción. Era la menos mala, porque por fuerte que hubieran sido sus razones para rebelarse, había una mucho más fuerte y que sometía a todas las demás, el Miedo. Así, se había abandonado a su suerte, como en un salto al vacío, El futuro se acababa en el suelo, de nada servía pensar más allá. <br /><br />El estómago se quejaba recordando que no había comido y que las huellas del desayuno seguían decorando tanto sus ropas como el habitáculo del coche. En efecto, el último tramo del viaje lo había hecho sin interrupción, salvo una pequeña parada, en un área de descanso, poco más que un recodo junto al arcén, con un par de mesas hechas de troncos y un bidón rebosante de basura. Fue el tiempo justo para orinar al pie de un arbusto. Por su puesto, el área estaba desierta. El plan no era llamar la atención. Ahora comprendía las instrucciones; llenar el depósito antes de hacer la recogida. <br /><br />También tomó del maletero, un paquete de lo que parecían chocolatinas que le proporcionaron en el puerto. Tuvo la tentación de comer una. Afortunadamente lo pensó mejor, sin la menor duda contenían alguna droga que volvió a dormir a los niños. <br /><br /> <br /><br />Cuando las tripas volvieron a sonar. Trago saliva como si con eso pudiera paliar el hambre. En ese momento sintió la necesidad de encender un cigarro. Añoró el olor del tabaco al prender y su caricia templada en la boca. Surgió de repente. Era algo que pensaba olvidado, superado, como la cicatriz, de una herida que no recuerdas haberte hecho; pero que un día, sangra de nuevo. No tenía ese deseo desde hacía una década. Más concretamente desde el 15 de Abril de 2002. Era una fecha que jamás olvidaría. Esa mañana aplastó sobre el suelo del cementerio, el que pensaba sería su último Lucky Strike. Unos pasos más allá, el enfisema pulmonar se marcaba un nuevo triunfo. El ataúd con el cuerpo de su padre recibía sepultura. Alejó ese pensamiento, como el que espanta una mosca funesta. Pero la imagen del féretro de su padre, volvía como el insecto, a torturarle una y otra vez. <br /><br /> <br /><br />- ¡Maldita sea! Exclamó al parabrisas, golpeando el salpicadero con rabia, volviendo a maldecir. Los ojos se le humedecieron. Se presionó los lagrimales con el pulgar y el índice, recobrando la compostura. Al menos el ansia de nicotina, había remitido junto con el hambre. Un nuevo estímulo requería su total atención. 500 mts. más adelante se encontraba el desvío que llevaba al Buen Pastor. Había llegado. <br /><br /> <br /><br />El acero era aún más brillante si cabía sobre el tono violáceo de la piel. Livia dio un tirón de la cadena, haciendo que las argollas del cilicio se hincaran un poco más en la carne de su muslo izquierdo. Una aguja de dolor le descompuso el rostro en una mueca. La lujuria agarró al grito que salía por su garganta, transformándolo en un suspiro hondo y profundo de placer; del que la que la humedad de su entrepierna era testigo y cómplice. <br /><br /> <br /><br />El aviso del interfono la interrumpió. Alguien llamaba desde la verja exterior, debía ser el nuevo envío. Chasqueó la lengua a modo de protesta levantándose del w.c. que usaba como improvisado potro de tortura. Se alzó unas medias negras y tupidas, caídas a la altura de los tobillos. Cuando las tuvo colocadas, hizo lo mismo con el pantalón de lana también oscuro. La compresión y la holgura suficiente de los perniles, ocultaban discretamente su juguete. Se miró en el espejo sobre el lavabo, acomodándose la melena cana y mirando al mismo tiempo, que todo en su aspecto estuviera en orden. Descargó la cisterna del w.c. aunque no lo había usado y salió del aseo. El interfono volvía a sonar con su pitido impertinente y chillón. <br /><br /> <br /><br />- ¿Sí? <br /><br />- Hola .Buenas noches, soy Luis, traigo... traigo a los niños. <br /><br />Como respuesta llegó el silencio y el lamento metálico de la verja comenzando a abrirse. Los barrotes de hierro se retiraban dejándole el camino libre. <br /><br /> <br /><br />Luis volvió a subir al coche y avanzó por el camino que llegaba hasta los pies del porche, donde no hacía tantas fechas había acudido con su familia. ¡Cómo había cambiado todo! <br /><br />Volvió a recordar a Laura y sus desconfianzas, pero sobre todo se acordó de Paula. ¿Cómo estaría? Tenía que volver a casa cuanto antes. Para eso el camino más rápido, era acabar de una maldita vez. <br /><br />Tiró del freno de mano. Recogió al chico negro del asiento trasero, cargándolo sobre su hombro derecho Debería pesar alrededor de 40 kilos y medir algo más de 1.50 mts además estando profundamente dormido no le fue sencillo hacerse con él. Pero una vez lo consiguió, se dirigió al portón de entrada. Allí ya estaba Livia esperándoles. <br /><br />- Por favor déjelos en la sala de espera, ya nos hacemos cargo nosotros. <br /><br />.La débil luz que iluminaba tanto el hall como el pasillo primero tembló como si fuera la llama de una vela agitada por el viento y luego desapareció por unos instantes ,haciendo que saltaran la de emergencia. Parecía como si hubiera habido una subida de tensión. De cualquier forma Luis conocía el camino y los llevó, dejándolos con la mayor delicadeza posible a cada uno sobre uno de los sofás de la habitación. Intentaba no pensar en lo que hacía, en cuál sería el futuro de esos niños, se sentía la peor persona del mundo. Por eso, los acomodaba incluso con cariño, casi igual que cuando acostaba a su hija. No pudo evitar dejar escapar una lágrima. Se comportaba igual que el asesino arrepentido que trata humanamente, con dignidad, a los cadáveres de sus víctimas, como si con eso pudiera expiar su culpa. <br /><br />Cuando dejó al segundo niño se quedó plantado, mirándolos sin saber qué hacer en la semioscuridad. Percibiendo como el temblor que precede al terror, comenzaba a ascender, desde el suelo, agarrándose primero a sus pies, para ir escalando su cuerpo, clavando sus piolets; como un montañero despiadado y cruel que quiere coronarlo con su divisa de locura azul. <br /><br /> <br /><br />La mujer se le acercó, con el golpeo de los tacones acompañándola. Livia lo miró de arriba abajo con descaro. Observó los lamparones de su camisa y su pantalón que el abrigo desabrochado y la poca luz no ocultaban. Pero no hizo ningún comentario. Solamente lo miraba. Luis se esforzaba por disimular el temblor de sus manos y las metió en los bolsillos, alejándolas de los dos pozos negros que lo examinaban. <br /><br />- Bien. Es todo por el momento, puede marcharse. Dijo. <br /><br />Luis no sabía si reír o llorar. ¿Ya está? “Puede marcharse”. ¿Qué quería decir? ¿Qué no pasaba nada? , ¿Qué su comportamiento no tendría consecuencias? o ¿qué no las iba a haber "por el momento"?. <br /><br />Le hubiera gustado poder haber visto su cara en ese instante. La misma Livia debió notar algo por que le pregunto: <br /><br />-¿Hay algo que quiera decir? <br /><br />-No, no nada. Eesstoy cansado, han sido muchos kilómetros... Bueno puesss nada, me marcho. Adioss. Contestó Luis intentando no tartamudear, a la vez que se disponía a salir de allí lo más rápido que pudiera sin parecer que huía como alma que lleva el diablo. <br /><br />Livia lo siguió con la mirada, desde el porche hasta que vio desaparecer los faros del coche en la espesura del bosque. Se mordió el labio inferior maquillado de carmín. En su mente una fantasía de cuero, látigos y sexo se proyectaba en HD. Eso no era ninguna novedad, pero en esta fantasía, si había un nuevo ingrediente, que la hacía lubricar excepcionalmente. Ese nuevo ingrediente, conducía alejándose, en la ya fría y oscura noche. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br />-¡Señor deberíamos parar! ¡Estamos al límite! <br /><br />Dijo el doctor que observaba un vúmetro digital en unos de los monitores junto a Set. <br /><br />El viejo estaba tumbado en el sillón, que se había reclinado hasta casi la horizontalidad. Llevaba puesto unas gafas que se asemejaban a una de ésas usadas en los sistemas de realidad virtual. También llevaba puestos, en el torso desnudo, unos electrodos. Tanto las "gafas" como los demás dispositivos estaban provistos de conexiones, que los unían al modo de cordones umbilicales a un computador de grandes dimensiones, donde se hallaban los monitores que consultaba Orgaz que tenía el rostro bañado en sudor. <br /><br />- Ya te diré yo cuándo basta, gordo estúpido. ¡Quiero más ¡ <br /><br />Los haces de fibras, que conformaban los músculos del viejo, se intuían bajo su piel flácida y blanquecina. Todo el cuerpo estaba arqueado. En algunos momentos, solo apoyaba la nuca y los talones flexionando su cuerpo como un arco. Sus manos en forma de garra, se asían a los brazos del sillón, clavando las uñas en la polipiel negra. Varios indicadores pasaron del naranja al rojo en la consola de control. En el cinturón del doctor, el avisador comenzó a pitar. <br /><br />¡Señor los está matando! ¡Hay que parar! ¡Hay que pa...! Todo se fue a negro por unos instantes. <br /><br />Orgaz se llevó la mano al cinturón y apagó el chivato que con su pitido era lo único que alteraba el silencio, que había producido el corte de energía. El silencio era casi absoluto igual que la oscuridad. Los segundos que tardaron en volver a arrancar los generadores le parecieron una eternidad. Estar allí, a solas con él ya ponía los pelos de punta, pero estar con él, en la oscuridad aterraba. <br /><br />Esa parte del centro, funcionaba ayudado con unos generadores de gasoil hábilmente modificados para que pasaran por calderas. Fue idea suya. No quería que nada pudiera llamar la atención y los picos de consumo eléctrico no iban a ser menos. El gasto combustible era algo más fácil de disimular. La parte mala era, que se sobrecargaban con facilidad y producían estos apagones. Los discos duros tenían baterías auxiliares y no sufrían los cortes. No podía ponerlos en peligro por las temeridades de ese... <br /><br />Miró hacia el sillón y observó a Set. Parecía extenuado, respiraba con dificultad y tenía toda la piel cubierta de sudor, lo que le daba un el aspecto baboso de la carne que ha empezado a pudrirse. Sintió asco. <br /><br />Jojo, jojo. El viejo se reía. Aunque el sonido era más propio del chapoteo de un pez agonizando en el barro, que de una carcajada. Pulsó un botón y el sillón comenzó poco a poco a recuperar la verticalidad mientras seguían sus gorjeos. Una vez alcanzada la posición inicial, el viejo se retiró el artilugio de la cara y miró al doctor. El Azul lo avasalló como un tsunami .Entró en su mente tirando puertas, derribando paredes, superando murallas. Los ojos azules rebosaban azul, como ahítos de especie de Dune. Esos ojos lo desnudaron, conociendo todo, hasta su último secreto. El doctor se tapó los ojos en un acto reflejo defensivo. La carcajada de Set subió un grado. <br /><br /> <br /><br />- Jajá, ¡Orgaz! Llamó. - Eres un gusano; inteligente. Pero gusano al fin y al cabo. No te preocupes tanto. Guarda tu basura para ti. Ya sabes, que no tienes nada en esa cabeza porcina que me interese lo más mínimo. Jajaja. Y diciendo esto recogió sus gafas oscuras. Estaban en un bolsillo que el sillón tenía cosido en un lateral. Se las colocó, ocultando el fuego azul que desprendían sus ojos <br /><br />El doctor apartó las manos intentando no perder la dignidad. Set una vez "desconectado " no era realmente peligroso, pero el hecho de que te mirara, era más que pasearte desnudo delante de él. Era como una especie de violación mental. Algo sumamente desagradable y a lo que uno, no conseguía acostumbrarse nunca. Otra cosa era, cuando estaba en el amplificador. Aún sin estar al 100% podría volver loco a cualquier persona sólo con pensar en ella y eso si daba miedo, mucho miedo. <br /><br /> <br /> <br /><br /> <br /><br /> El alambique había comenzado a destilar la mezcla de dolor y miedo. La esencia resultante no podía ser otra, que odio. Un odio profundo y visceral; primitivo. El odio que proyecta una madre hacia lo daña a su cría. <br /><br />Laura deambulaba por casa, ora en la cocina, ora en el baño, ora en el salón, Iba de un lado a otro intentando ocupar su tiempo con las tareas domésticas pendientes. En un esfuerzo inútil, quería olvidar por un instante todo, hacer como si no pasase nada, como si Paula, fuera la de siempre, pero no, eso era imposible. Cada vez que cruzaba de una habitación a otra, tenía que constatar que Paula seguía en el sofá, sentada mirando dibujos en el canal infantil. Aunque hubiese dado igual que la TV hubiera estado apagada. La niña seguía ausente, como una cáscara. Su Paula no estaba allí. <br /><br />La visita al doctor Jovellanos no había servido para gran cosa, si acaso para comprobar aún más; que estaba empeorando. Ahora, su única esperanza era acudir a un nuevo médico; un psiquiatra amigo suyo que trabajaba en una institución mental privada. La palabra manicomio asomó en su mente, la apartó como si quemara. Eso o empezar de cero, comenzando un peregrinaje por el sistema nacional de salud. <br /><br />El teléfono comenzó a sonar. Avanzó por el pasillo y entró en la cocina. La pantalla del aparato estaba iluminada en un tono anaranjado, donde resaltaba el número del llamante. Era su marido. Dudo si descolgar, al fin lo hizo. <br /><br />- Hola. Ya voy para casa. Dijo Luis y continúo. ¿Cómo ha ido el día? La pregunta era directa, sin embargo en el tono, se intuía precaución. La misma que se tiene al pisar sobre un suelo del que se duda su estabilidad. <br /><br />- Ya era hora que dieras señales de vida, te he llamado ¿No lo has visto? Tenía todo un arsenal, listo para lanzar contra su marido. Él, él con su ambición había sido el que... Pero no, no se lo iba a decir por teléfono. No prefería esperarlo, mirarlo de frente y espetárselo a la cara. Decirle lo que había conseguido. <br /><br />- Pues no cariño, no lo he visto. De todas formas hoy ha sido un día... Bueno ya te contaré. Efectivamente su mujer parecía muy enfadada. No le faltaban razones. Paula enferma y él ni una sola llamada. Dudó de que hubiera sido una buena idea llamar. Pero en realidad había deseado que Paula hubiera cogido el teléfono, como casi siempre que llamaba. ¡La niña habría corrido por la casa gritando: ¡Es para mí!, es para mí! ¡Seguro que es papi! ¿Pero dónde estaba Paula? ¿Estaría peor? Otra vez la bestia del miedo le husmeaba los pies lista para morder. Notó como le temblaba la voz ¿Y la niña? ¿Ha pasado buen día? <br /><br />Luis oyó cómo su mujer rompió a llorar mientras entre balbuceos le decía: Eso; mejor será que se lo preguntes a tus nuevos amigos... <br /><br />. Lo que siguió fueron los pulsos que le indicaba que la comunicación había sido interrumpida. ¿Qué pasaba con Paula? ¿Qué quería decir con que se lo preguntara a sus nuevos amigos? <br /><br />Volvió a marcar el número de casa varias veces pero sin obtener respuesta. Luis comenzó a sentir las dentelladas del miedo. Pero en esta ocasión, el miedo era más real, casi orgánico. Se pegaba a su piel penetrando en su yo más profundo. Ya no temía a una voz en su cabeza o a una visión. No, esta vez el miedo lo iba a volver loco de veras. ¿Serían estas las consecuencias? ¿Sería este el castigo? ¿Su niña? <br /><br /> <br /><br />De repente un objeto salió volando de la nada e impactó contra el parabrisas. Al mismo tiempo sintió el mundo parecía ralentizarse. El estruendo de aplastar mil de latas de refresco y el estallar mil botellas, llegaba a sus oídos, unas milésimas de segundos después. Todo comenzó a girar, mientras el cinturón se tensaba clavándosele en el pecho. Su cuello se agitó como un azote, haciendo que la cabeza primero rematara un gol imaginario y luego se golpeara contra el reposacabezas. <br /><br />El coche que conducía Luis, se había empotrado en el lado izquierdo de otro, estacionado en la vía por la que circulaba. Antes del choque, había arroyado los espejos retrovisores de otro par de vehículos. <br /><br />El A6 negro quedó cruzado ocupando dos carriles de la calzada. Un pequeño seto hizo que no invadiera el sentido contrario. El golpe había sido aparatoso; pero aparte carrocerías abolladas y cristales rotos no había ocurrido nada más. De hecho, los airbags no habían saltado. Sin embargo los oídos le zumbaban y sentía una gran presión en la zona del pecho, donde aún le sujetaba el cinturón de seguridad. Pero nada en comparación con la quemazón en la musculatura del cuello. Lo giró hacia un lado primero y luego hacia el otro, con mucho cuidado, verificando que no se había hecho nada, o al menos nada serio. Mientras movió la cabeza, tomó conciencia de lo ocurrido. En su discurrir sólo había una variable, Paula. <br /><br />No había tiempo para nada más. Miró al exterior y observó cómo afortunadamente ningún otro conductor se había visto implicado. Pisó el embrague y probó a arrancar. El motor calado recobró la vida con un rugido. Sin pensar en nada más, Luis pisó el acelerador a fondo y huyó. <br /><br />Al impacto en el cristal le habían salido unos pequeños tentáculos, pero no restaba mucha visibilidad, ya que estaba en la zona del copiloto. También debía llevar cascado un faro, aunque alumbraba correctamente, de momento. <br /><br /> <br /><br />Conducía rápido no llegando a la temeridad, pero casi. La quemazón del cuello latía hincándole en cada nuevo latido agujas incandescentes. La angustia le hacía querer meter más aire en sus pulmones por lo que boqueaba igual que un pez fuera del agua. Cada respiración dolía .Tenía las mejillas húmedas y temblaba como un novato en el examen de conducción. Mientras en su mente sólo cabía una palabra, un concepto, Paula. ¿Qué le habían hecho a Paula? </span><br />
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<span style="font-size: large;">Continuará... <b><span style="font-size: x-large;"><a href="https://lastrescalaveras72.blogspot.com/2019/07/azul-2-parte.html" target="_blank">2ª PARTE</a></span></b></span>Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-23622083528788789692019-06-02T14:44:00.001+02:002019-06-02T14:44:54.190+02:00La oscuridad <!--[if gte mso 9]><xml>
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<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"> </span><span style="font-size: large;"><br /><br />La Oscuridad<br /> <br /><br />No sé dónde estoy. No sé cómo he llegado hasta aquí. Está oscuro, parece algún sótano. Tengo frío. No sé qué hora es, no tengo reloj, ni teléfono móvil. En realidad no tengo nada porque estoy desnudo. No siento dolor, parece que no tengo ninguna herida. He intentado encontrar alguna pared pero este lugar debe ser muy grande, porque no he hallado ninguna, por alguna extraña razón me aterra alejarme demasiado de donde he despertado, así y todo he explorado mi entorno. Quizás solo haya estado andando en círculos, no lo sé, estoy muy asustado y desorientado. Tampoco he topado con columna alguna. He gritado esperando oír el eco de mi voz, pero este no se ha producido, tampoco nadie ha debido oírla, o tal vez, sí lo ha hecho. Esa posibilidad me tortura. He leído suficientes novelas para imaginar porqué estoy aquí. Esa idea me ha estado recomiendo desde que desperté. <br /><br />Tengo hambre y también tengo sed. He tanteado el suelo en busca de algún balde siguiendo mi teoría de que alguien me haya encerrado aquí pero nada. El suelo es frío, parece cemento pulido y está limpio. Mis sentidos se han agudizado como los de un ciego. El silencio es absoluto. No huelo nada salvo mi propia inmundicia, porque sigo siendo esclavo de mi fisiología. Me he alejado de ello, pero su hedor me persigue. <br /><br />No sé cuánto tiempo llevo aquí, cálculo que al menos un par de días. Porque me he quedado dormido una vez, después de caer rendido de gritar, de pedir, auxilio, de llorar. <br /><br />Ahora vuelvo a tener sueño. Estoy agotado, no quiero dormir. El miedo me tiene en tensión constantemente, es demoledor. Es como si mi cuerpo se rindiera a un pensamiento absurdo, has despertado aquí, duerme y saldrás, es una especie de pesadilla. Es la única explicación a la que le encuentro un mínimo de lógica. Por qué, qué hago aquí, por qué, quién me ha traído. No soy nadie, no he hecho nada a nadie. Entonces mi mente me responde, acaso se necesita un motivo, quizás ese sea el verdadero motivo, que no lo haya. Una víctima elegida al azar por una mente enferma, una víctima elegida sin ningún patrón, solo puro y duro azar. Estabas en el lugar equivocado en el momento más inoportuno. <br /><br />No puedo dormir, no sin saber porqué, no hasta escapar de aquí. Tengo armarme de valor. Aceptar esta situación e intentar salir de ella. ¿Intentar? No, no lo intentes, hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes. Todos tenemos un Pepito grillo, el mío resulta que es Yoda, espero que sirva de ayuda ahora que se ha despertado. <br /><br />Estoy sentado. He decido que la pared debe estar a mis espaldas. Es una dirección como otra cualquiera. Me giro sin levantarme, me siento más seguro cerca del suelo, la oscuridad me provoca especie de vértigo. Prefiero gatear, reptar, que avanzar andando. Cuento, es un ardid para calcular la distancia. Es otra estupidez, pero así sabré lo lejos que estoy de mi punto de partida por si tengo que volver. Pero volver ¿a dónde? Sonrío parece que nombrado cuartel general este espacio de nada dónde he estado. Llevo el equivalente a 100 “pasos” gateados. Me duelen las rodillas y aún no he chocado con nada. La pared podría estar a medio metro o a mil kilómetros. La pregunta es ¿seguir o volver? <br /><br />No tengo nada mejor que hacer. Así que sigo. 200, 201 el dolor de las rodillas no para de aumentar. Ahora repto apoyado en los codos y los laterales de las rodillas, dando un respiro a las rótulas. 220, 221 Por fin. Mi mano ha topado con algo. Ávido examinó como un ciego, intentando averiguar si se trata de una pared. Sí, debe ser eso. Mis brazos no encuentran bordes. Primero me pongo de rodillas obviando el dolor, luego espoleado por aquel descubrimiento me incorporo y pego mi cuerpo desnudo a la pared, intentando aferrarme a ella como si estuviera borracho. Sí, es una pared. Es del mismo material pulido y frío del suelo. Hay algo diferente en la pared no es plana. No parece curva, sí es ligeramente cóncava. Por lo tanto con mucha probabilidad debo de estar en algún lugar con forma cilíndrica. Un cilindro enorme. Sí he entrado (me han metido aquí) debe de existir alguna forma de salir, una puerta, una escalera. La euforia se evapora con la rapidez de una gota de sudor en el desierto. En mi mete se acaba de colar una imagen, en la que ha estado trabajando en segundo plano, desde que deduje que el lugar donde estaba debía de ser un cilindro. A lo mejor no había ninguna puerta, a lo mejor no había manera de escapar, porque a lo mejor aquel espacio cilíndrico, simplemente era un pozo. <br /> <br /><br />Pozo, la palabra es una patada a mí castillo de naipes mental. Me derrumbo con él. Estoy en un pozo. Estoy llorando, sentado, con la espalda apoyada en la pared en medio de la oscuridad absoluta, como un niño ciego perdido en un bosque. No sé cuánto tiempo pasa hasta que logro reponerme. Sí puede que sea un pozo, uno enorme y qué. Miro hacia arriba con la absurda intención de ver su brocal. Me riño a mí mismo con vergüenza. Si es un pozo desde luego no es uno de esos de cubo y cuerda, no sé qué esperaba ver. No existe otra opción, hay que reanudar la expedición topográfica. Continuar pegado a la pared para circuncidarlo. Hay un pequeño problema debía de hacer algún tipo de marca, un hito que me advirtiera que fue desde este punto desde el que comencé a seguir la pared, o si no podría estar dando vueltas infinitamente. El tema era con qué. Ni siquiera hay una piedra con la que intentar arañar el suelo para hacer una marca. Golpeo de furia el pavimento con el puño cerrado. El suelo se defiende y me devuelve el golpe a modo de calambre que me recorre el brazo, de forma refleja me lo llevo al vientre. El dolor comienza a difuminarse hasta desaparecer mientras maldigo una vez más mi suerte. Entonces siento como mis tripas rugen de hambre. La idea surge de súbito. No, es asquerosa, es propia de un demente… es la única solución que tienes. <br /><br /> <br />La duda aún no me ha abandonado y ya estoy gateando de vuelta, descontando los pasos con la extraña seguridad de que esta vez sí sabía el destino. Aún en la oscuridad absoluta y sin contar, hubiera podido encontrar mi objetivo. El hedor marcaba la posición de mis deposiciones mejor que una bengala. Con un asco supino tanteo el suelo hasta que topo con ellas y recojo un pedazo de la inmundicia con la mano derecha y me dispongo a emprender el camino de vuelta. Esta vez no me agacharía, si aquello era la base de un cilindro, igual daban unos grados más a la derecha que a la izquierda. Eso sí, los pasos eran cortos y prudentes. Esta situación es ridícula hasta la humillación, por primera vez me alegro de estar sumido en aquellas tinieblas. El brazo de la mano libre va adelantado como el bastón de un ciego, para evitar estamparme contra el muro. La correspondencia entre pasos gateados y reptados no debía de guardar una relación de uno a uno, así que posiblemente llegaré mucho antes de los 221. Aquí estoy, de nuevo frente a la pared. Me agacho y coloco mi baliza en el suelo, en el ángulo que forman suelo y pared. El plan es sencillo conocer el perímetro, investigar cualquier opción que hubiera para poder salir de allí, o simplemente (y más sincera) mantener la mente ocupada para no terminar desquiciado. <br /> <br /><br />Comienzo a desplazarme hacia la derecha gateando, con la mano izquierda pegada a la juntura entre el pavimento y la pared como si fuera un lector invidente que leyese un mensaje en braille. La otra mano la tengo sucia y también la arrastro por el suelo, pero de una forma más burda y descuidada, con el objeto de limpiármela, no sirve de mucho pero no puedo dejar de intentarlo. Sigo con mi método de medición aunque de sobras sé que van a ser muchos pasos pues la curva es sutil, además a pesar de que no soy muy bueno en matemáticas, sé que dos veces 2π por 221 pasos son muchos. Siempre suponiendo, que me encontrara en el centro de aquella circunferencia cuando comencé a avanzar hacia el borde. <br /><br />He contado 1000 y no he encontrado ninguna diferencia a lo largo de la frontera entre pared y suelo. Lo único que ha cambiado han sido mis rodillas que me están matando de dolor. Esto es absurdo, tengo ganas de llorar. Soy un ratón en un laberinto donde no hay queso. Me he tumbado a descansar, Tengo la piel que recubre ambas rótulas abrasada, me palpitan de dolor. Las palmas de las manos también están doloridas. En realidad me duele todo. Gatear es más duro de lo que parece. No sé si voy a ser capaz siquiera de completar el perímetro. Al menos la sensación de hambre ha desaparecido, la sed no. Podría abandonarme y dormir pero, no puedo permitírmelo, he de seguir. <br /><br /> <br />Por fin he completado la circunferencia. A partir del 1085 el dolor hizo que me incorporase, y continuara andando pegado a la pared. Los primeros pasos fueron casi como los de un alpinista que avanzara por una cornisa. Luego gané en seguridad, eso sí, sin separar el pie de la pared. Supongo que parecería alguna clase de tullido que arrastra la pierna izquierda. <br /><br />A pesar de todos mis esfuerzos, no tengo ni idea de dónde estoy. Ni siquiera de sus dimensiones aproximadas, ya que a pesar de seguir contando la escala se ha desvirtuado y los 1273 no sé qué, que he contado no son para nada fiables. Sigo igual que al principio, solo que ahora tengo un pie y una mano manchados de mierda, de mi propia mierda. La carcajada ha salido de mi garganta en un acto reflejo, ha sido tan inesperada que me he sobresaltado, como si no fuera mía, como si se hubiera reído otra persona; una que me estuviera siguiendo con unos anteojos de visión nocturna y que se estuviera divirtiéndose con todo esto. Un espectador privilegiado, que se deleita ante la puesta en escena de su gran obra. ¿Cuántos antes que yo habrán actuado para él? <br /><br />Alejo ese pensamiento como a una mosca que revolotea sobre un trozo de carne dejada al sol... <br /><br />No, es estúpido, si soy el juguetito de algún sádico, con seguridad me estará observando pero a través de cámaras ocultas en algún rincón, mientras está cómodamente sentado frente a unos monitores, comiéndose una pizza de pepperoni y extra de queso, y una cerveza helada. <br /><br />Tengo que pensar en algo más productivo. Bien ya he recorrido el perímetro. Quizás ahora debería probar a intentar trazar un diámetro. Siempre será mejor que estar aquí, sin hacer nada, esperando a que la sed me mate antes que el hambre. Pizza… Cerveza…Me trago la saliva que he comenzado a producir. <br /><br />Ahora que vuelvo a dejar la seguridad de la pared, vuelvo a sentir el vértigo, el miedo del funambulista sin red, del astronauta que se enfrenta a un paseo por el vacío y negro espacio. Me vuelvo a postrar como un animal y gateo sobre mis rodillas magulladas. Estar apoyando en las cuatro extremidades me hace sentirme más seguro, compensa el dolor. <br /><br /> <br /><br /> **************** <br /><br /> <br /><br />50 metros más hacia la izquierda la figura anaranjada del visor de infrarrojos comenzó a moverse lentamente. Y una sonrisa se dibujó en el rostro de su portador. Todo marchaba bien, como siempre, pero aquel juguete era más divertido, no dejaba de moverse, de intentar descifrar el enigma y eso era bueno para el juego, muy bueno. <br /><br /> <br /><br /> </span><br /><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"> **************** </span><br /> </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /><br />Avanzo hacia el otro lado del circulo tanteando el suelo e intento recabar toda la información posible de mi entorno, pero no encuentro nada a excepción del suelo duro y frío, exactamente el mismo tipo de suelo frio que he estado encontrándome todo el tiempo y que se parece como dos gotas de agua a la pared donde me dirijo. Me repito que no debo perder la calma, que debe haber alguna “puerta” por donde me hayan introducido aquí. La palabra techo vuelve a aparecer, como una mosca verde, puntual a su cita con la carroña. La posibilidad que me hayan descolgado desde el techo, cada vez me parece más verosímil, pues desde que inicié mi exploración no he hallado ningún indicio que pueda rebatir tal argumento. Y si es así, realmente estoy condenado, ya que escapar es simplemente imposible. Me detengo, es absurdo seguir arrastrándome. Estoy en un entorno controlado, todo lo que hago debe estar calculado. Quien me haya puesto aquí, ha estudiado la escena de este juego macabro, todas mis reacciones deben de haber sido previstas; solo soy una víctima, un desdichado gatito que ha caído en manos de un futuro sociópata, uno que se hizo adulto y que ya no se conforma con torturar animales, sino que prefiere personas. Bien, pues si es así, no le voy a proporcionar más placer. <br /><br /> <br /><br />No sé cuánto tiempo llevo sin beber, pero debe ser bastante, porque a parte de la atroz necesidad de beber que tengo, siento náuseas y no recuerdo la última vez que oriné. Debo de estar deshidratándome y si mi anfitrión no me proporciona agua, pronto se quedará sin su juguete nuevo. Me siento y me llevo la mano que no tengo sucia a la boca haciendo bocina. <br /><br /> <br /><br />¡EEEH TÚ! SÉ QUE PUEDES OIRME, SÉ QUE ESTÁS AHÍ. NO ME VOY A MOVER DE AQUÍ HASTA QUE NO ME DES UN POCO DE AGUA. SI VOY A MORIR, NO VOY A DARTE LA SATISFACCIÓN DE QUE DISFRUTES CON ELLO. ¿TE ENTERÁS? PORQUE, ¿SABES? ¡NO CREO QUE HAYAS MONTADO TODO ESTE CIRCO PARA VERME MORIR DE SED! <br /><br /> <br /><br />La oscuridad absorbe las palabras gritadas y me devuelve silencio, el mismo silencio y la misma negrura. ¡Dios! Esto es estúpido. Me encorvo, doy con la frente en el suelo y golpeo con los puños el suelo, igual que un niño malcriado con una rabieta. Lloro, mi llanto es seco, ya no me quedan líquidos que desperdiciar, el instinto es más inteligente que yo y no va a desperdiciar ni una gota de agua, en algo tan fútil como unas lágrimas. Debo ser honesto conmigo mismo. ¿Qué esperaba? que el sicópata que me tiene aquí encerrado me contestase y me dijera “¡Oh sí! Tienes razón. Disculpa. Toma, aquí tienes tu agua. ¡Ah! y perdona las molestias” ¿En serio? A lo mejor incluso este desafío le ha parecido aún más divertido, o puede que lo haya enfadado y ahora sí me deje morir de sed, o simplemente no me haya escuchado, porque esté trabajando, haciendo de convecino educado y encantador del que nadie sospecharía y me esté grabando para verme, después al final de su jornada de trabajo. Me voy a volver loco. <br /><br /> <br /><br />Entonces lo escucho, mi cuerpo reacciona y se tensa, es un ruido metálico, repetitivo, cíclico, como de algo metálico que rodase, que se estuviera aproximando. Lo noto, es frío y duro y acaba de toparme en el muslo izquierdo. Estoy a punto de saltar de terror. En la cabeza las ideas borbotean hasta derramarse, fluyen en una colada de lava de pánico, que me paraliza a medida que me recorre de arriba abajo. Está aquí, dentro, conmigo. <br /><br /> <br /><br />-¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me tienes aquí? ¿Qué te he hecho? <br /><br />Me he puesto a gritarle como un energúmeno, mientras gateaba unos pasos hacia la dirección que llegó aquello rodando. Nada. Luego me he venido abajo y he comenzado a suplicar. De eso hace un buen rato ahora estoy sentado en medio de la oscuridad con un termo metálico vacío. El agua estaba fresca. Ha sido lo mejor que he probado en mi vida. <br /><br /> <br /><br />Un pensamiento más oscuro que este pozo cruza mi pensamiento. Y si en el agua había algún tipo de de droga. Qué tontería y qué más da. Ha quedado claro que estoy a su merced, ha quedado claro que es él el que controla la partida. Sí, pero ¿no ha parecido demasiado fácil? Pido agua y me la da. Así de sencillo, como si estuviera esperando a que se la pidiera. Un nuevo pensamiento se introduce a empujones, sacándome de mis cavilaciones de forma rotunda, imperativa. ESTABA Aquí, déjate de monsergas y céntrate en lo importante. ¡ESTABA AQUÍ! Mi propia voz me grita haciendo que las palabras me retumben dentro de la cabeza. ¿No te das cuenta? ¿Y si está aquí todavía? Bueno, eso no cambiaría nada. ¿Cómo que no? si está aquí implica que se puede salir, que hay una forma de hacerlo y que él la conoce. Ya, ya pero a lo mejor se ha descolgado desde una trampilla, haciendo rapel y un socio le está esperando para izarlo. Sí, y a lo mejor tiene un rifle con mira infrarroja apuntándome a la cabeza y dentro de un segundo me deja el cráneo reducido a pulpa. Vamos hombre, piensa algo útil. <br /><br /> <br /><br />¡Cazarlo!, atraparlo él es la llave, la forma de poder salir de aquí, tengo que atraparlo. Pero ¿cómo? <br /><br /> <br /><br />Ha pasado otro buen rato de nada y sigo sentado pensando. No se me ocurre nada, es desesperante. La impotencia de verme observado como un conejillo de indias, atrapado en un laberinto de metacrilato, por una inteligencia superior, que se divierte con mis penurias es aplastante. Me siento pequeño e inútil. En un acceso de rabia pateo el suelo con un talón. El dolor me asciende por la pierna hasta las ingles, corre como la chispa por un cordón de pólvora. Entonces surge la idea, de la explosión de dolor. Dolor, el dolor mismo es la respuesta. Pero ¿tengo el valor? Si me paro a pensarlo un segundo más, no, desde luego que no. Me levanto de un salto. Siento nauseas y me tambaleo como un borrachín a la hora de volver a casa. Doy la primera zancada, después la segunda, para coger el máximo impulso. Los pies desnudos se agarran al suelo consiguiendo buena tracción. Agacho la cabeza y la acomodo entre los hombros. Soy un misil, una especie de cruce humano-rinoceronte que corre a embestir al muro. Es evidente que no me quiere muerto, no al menos aún, esta es la única forma que tengo de atraer su atención lo suficiente para que se acerque, para que tenga la opción de cazarlo. Soy lo único que tengo, soy el único cebo que le puedo lanzar. Si le hago creer que mi vida corre peligro vendrá hasta mí, o eso creo. <br /><br /> <br /><br />El impacto es rotundo e inesperado, sabía que iba a llegar pero no cuando. El mundo se ha vuelto más negro, de uno opaco y sólido, antes he visto luces blancas, como escrilas de dolor plateado que se me han hincado en las córneas. Mi cuerpo ha rebotado contra la pared y he caído al suelo. Me zumban los oídos y me moquea la nariz. Me duele la cabeza y el cuello como si hubiera llegado sobre ella un fardo muy pesado durante días. Después de un rato me vuelvo a incorporar y deshago el camino. Voy a volver a hacerlo hasta que me abra la cabeza o hasta que este psicópata lo impida. Es un plan sencillo, absurdamente sencillo, pero me va a suponer un verdadero quebradero de cabeza. No puedo de dejar de reírme de mi propio chiste. <br /><br /> </span><br /><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"> **************** </span></span></div>
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<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br />El juguete se está golpeando contra el muro, se va a romper. Un juguete roto no es divertido. ¿Por qué lo hace?, ¿por qué no sigue luchando? Aquel comportamiento no era aceptable. Lo del agua era previsible, tarde o temprano ocurriría, de una u otra forma. Es verdad que la manera que tuvo de hacerlo fue sorprendente, pero eso lo hizo incluso más divertido. La esperanza es como las pilas de los juguetes, pero aquel parecía haberla perdido. Ahora tendría que prescindir de él y eso era un fastidio. <br /><br /> <br /><br /> </span> <span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"> **************** </span><br /> <br /><br />Algo cálido y húmedo me chorrea desde la frente, espero que solo sea sangre. He sentido un crack como si se hubiera roto dentro algo, igual que cuando retuerces un palo de canela. Es la tercera vez que me empotro a toda velocidad contra el muro. Aunque no hay nada, todo me da vueltas, creo que voy a perder el conocimiento. Me dejo caer, tengo que mantenerme consciente, es mi única oportunidad, no puedo fallar, no puedo… <br /><br /> </span><br /><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"> **************** </span><br /> <br /><br />El juguete está tumbado en el suelo. Debía de estar malherido, conmocionado, ya han pasado dos horas desde que cayó. Habría que retirarlo. Pero primero hay que cerciorarse de ello, echar un vistazo desde más cerca. Vuelve a colarse delante de la trampilla y deja caer la escalera de cuerda. No lleva armas de fuego, ni siquiera un cuchillo, unas gafas de infrarrojos, un taser y la oscuridad y el sigilo eran suficientes aliados; además si no el juego no sería tan divertido. Le gusta observar desde cerca, desde peligrosamente cerca. Sí es voyeur, ver cómo los juguetes se enfrentan a sus desafíos, a sus juegos le excita sobremanera. Es una droga una muy poderosa, lo único por lo que merece la pena esta vida y aquel estúpido juguete le había estropeado la diversión demasiado pronto, con lo bien que había empezado. Se sumergió en la oscuridad del tanque. <br /><br /> <br /></span><br /><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"> **************** </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"> </span><br /> </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
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<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /><br />Es apenas imperceptible, tanto que los propios latidos de mi corazón retumbando en los tímpanos me entorpecen su escucha. Aquí está, ha venido, puedo oír su respiración, debe de estar a menos de un par de metros. El dolor sigue torturándome pero ha merecido la pena, ha picado el cebo, ahora solo tengo que cerrar la trampa. Sigo con los ojos cerrados, aunque parezca estúpido en aquella oscuridad tan rotunda, tenerlos así me ayuda a concentrarme. Es muy importante no fallar, no sé a qué clase de hombre me voy a enfrentar, no sé si estará armado. Lo único de lo que sí puedo estar seguro es que me puede ver y yo a él no. <br /> <br /><br />Es ahora o nunca. Vuelvo a la vida como un muñeco de resorte, con los brazos estirados y los dedos formando garras. Atraviesan la oscuridad buscando el cuerpo de mi captor. Chocan con él, las garras se cierran y escucho un gruñido de sorpresa. Con toda la fuerza de la que soy capaz lo arrastro para hacerlo caer al suelo. La sorpresa me favorece y le hago perder el equilibrio, lo siento caer sobre mí. Me revuelvo para quedar encima, no parece demasiado grande. Forcejeamos y recibo dos golpes en la cara que me hacen ver de nuevo las esquirlas plateadas. Lo golpeo con los puños, lo quiero matar, machacar. Un puñetazo da en el suelo y siento crujido en la mano, afortunadamente la adrenalina que me encharca hace que duela una fracción de lo que debería. Seguimos forcejeando. He encontrado su cuello, lo aprieto con todas mis fuerzas, entonces noto un pinchazo en el costado y luego 20.000 voltios recorriéndome el cuerpo. Las fuerzas me abandonan, he fracasado. Ese Pensamiento se queda en la bandeja de salida de mi cerebro hasta que la descarga termina. <br /> <br /><br />Mis manos siguen aferradas al cuello del psicópata. La corriente eléctrica también ha pasado al cuerpo de mi enemigo a través de mis manos. Usar el taser ha sido una medida desesperada. Gracias a mi mayor masa corporal me he recuperado antes de la descarga paralizante, porque mi contrario no forcejea. Quizás lo haya estrangulado de veras. Una arcada me sobreviene, puede que acabe de matar a una persona. Siento asco, la extrema necesidad de separarme de aquel cuerpo. Pero antes le palpo la cara. Efectivamente ahí está lo que busco, lleva un dispositivo de visión, se lo arranco. Esto me ayudará a salir de aquí. Me lo coloco sobre cara mientras me alejo. Vuelvo a sentir un pinchazo en el costado pero esta vez solo son los anzuelos del taser que me desgarran la piel. Miró su cuerpo arrellanado en el suelo, solo es una mancha una mancha anaranjada que debe de corresponderse con su cara, ahora que me fijo diría que parece una mujer, de cualquier modo no me voy a parar a comprobarlo. Busco en la oscuridad algún punto que me indique hacia dónde tengo que ir, hacia donde se encuentra la salida. Entonces lo veo. Es un punto anaranjado en medio de la oscuridad, una fuente de calor. Esa sería la señal que debía indicar la salida. Corro hacia ella. Es una especie de escala de cuerda, que debe de llevar adosado un filamento emisor de algún tipo de radiación calórica, para que las gafas lo puedan detectar. El caso es que esa escala es sin duda es el camino a la libertad. Asciendo hasta que topo con una trampilla. Está abierta y cede cuando la empujo con la mano. La trampilla da a una especie de habitación, que también está oscura pero la oscuridad aquí no es tan rotunda. Unos metros más allá una raya azulada en el suelo me indica una fuente de calor, posiblemente una puerta. Me acerco y me quito las gafas, con precaución tanteo hasta que encuentro un picaporte, efectivamente es una puerta. Lo giro a la vez que empujo con cuidado. Ante mí aparece una sala llena de monitores en blanco y negro, en uno de ellos se ve una mujer tirada en el suelo que se comienza a mover. Me vuelvo y me acerco a la trampilla. Recojo la escalera y cierro la trampilla de metal. Hay un cerrojo, lo echo con cuidado. <br /><br /><br /> <br /><br />FIN <br /><br /> </span></div>
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Horchatacalientehttp://www.blogger.com/profile/08139172241691472466noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5237066734343077522.post-59486270499984924262019-05-17T19:56:00.000+02:002019-05-19T18:57:37.058+02:00Euterpe llegó a Lidia.<br />
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.. como decíamos ayer...<br />
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ΕΙΚΩΝ Η ΛΙΘΟΣ ΕΙΜΙ.<br />
ΤΙΘΗΣΙ ΜΕ ΣΕΙΚΙΛΟΣ<br />
ΕΝΘΑ ΜΝΗΜΗΣ ΑΘΑΝΑΤΟΥ<br />
ΣΗΜΑ ΠΟΛΥΧΡΟΝΙΟΝ<br />
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Decían los antiguos que lo importante había que escribirlo en piedra y lo superfluo, en arena.<br />
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Y eso hizo Seikilos, tallar en piedra el mensaje de amor más antiguo que se conoce y se conserva completo. De ahí su trascendencia.<br />
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'' Soy una imagen de piedra.<br />
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Sícilo me pone aquí,<br />
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donde soy por siempre,<br />
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señal de eterno recuerdo ''<br />
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<a href="https://2.bp.blogspot.com/-XyvPAjbvp_g/XN7bNpnbx6I/AAAAAAAAEkA/MkTFhVf5ZYwlJOp_04KTv4NDHrqjwvALgCLcBGAs/s1600/ab1bb-seikilos.gif"><img border="0" src="https://2.bp.blogspot.com/-XyvPAjbvp_g/XN7bNpnbx6I/AAAAAAAAEkA/MkTFhVf5ZYwlJOp_04KTv4NDHrqjwvALgCLcBGAs/s400/ab1bb-seikilos.gif" /></a><br />
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El epitafio de Seikilos (siglo II a.C.) forma parte de la inscripción de una columna de piedra sobre la tumba que había hecho construir éste en Efeso (Turquía) para su difunta esposa Euterpe.<br />
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Fue descubierto en 1883 por Sir W. M. Ramsay y depositada en el museo de Esmirna, donde se perdió debido al holocausto de Asia en 1920 y reencontrada posteriormente en el patio de una casa donde lo usaban para poner macetas...<br />
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<a href="https://1.bp.blogspot.com/-BardOy5pyRg/XN7d1QxSW4I/AAAAAAAAEkM/wwOSPesON0UdMgIXc5kYQCtIPRRvx-fkwCLcBGAs/s1600/epitafio%2Bde%2BSeikilos.png"><img border="0" src="https://1.bp.blogspot.com/-BardOy5pyRg/XN7d1QxSW4I/AAAAAAAAEkM/wwOSPesON0UdMgIXc5kYQCtIPRRvx-fkwCLcBGAs/s400/epitafio%2Bde%2BSeikilos.png" /></a><br />
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Hay ''piezas'' musicales más antiguas y de incalculable valor histórico, pero de las que apenas se pueden sacar tres notas seguidas sin saber especificar altura o tempo y no hay suficiente información para poder interpretar una obra milenaria con un mínimo de rigurosidad.<br />
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La canción está inscrita siguiendo el sistema de notación musical de la Grecia antigua, que se usó desde el siglo VI a.C. hasta el siglo IV a.C. Consiste en símbolos colocados sobre las sílabas del texto y lo denominan ''sistema teleion''<br />
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Si se escucha con atención se pueden ''reconocer'' ciertos intervalos y progresiones. Y digo ''reconocer'' porque el ''modo'' de escribir la música y su posterior interpretación nos resultan muy familiares, ya que cualquier canción del estilo que sea lleva al menos un modo musical de una escala.<br />
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Cuando se dice que tal canción está en X tonalidad, está señalando el conjunto de notas que se usan, cada una con su altura, su nombre y su disposición interválica, generando otras notas que aliadas forman la familia de acordes y cada acorde tiene a la vez varias escalas o modos que pueden alterar, enriquecer esos mismos acordes.<br />
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Los ''modos griegos'' son una representación simbólica de las variantes de la escala mayor, con el ejemplo más claro en las teclas blancas de un piano. Sin sostenidos ni bemoles. Las siete notas naturales Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si<br />
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Los griegos usaban tres géneros: diatónico, cromático y enarmónico.<br />
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Los modos medievales provienen del modo diatónico porque fue el único género que lograron comprender en su época los integrantes de la Iglesia al inicio de la Edad Media y los otros dos sobrevivieron en la cultura bizantina, siendo considerados heréticos por parte de la cultura europea.<br />
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Al principio, había sólo cuatro notas básicas: Inicio, Octava, Cuarta y Quinta.<br />
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Recordemos que Pitágoras empezó a calcular las notas con una cuerda, haciendo subdivisiones sobre ésta.<br />
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Actualmente se asigna un ''modo'' a cada nota de la escala diatónica. Hay siete modos:<br />
Jónico, Dórico, Frigio, Lidio, Mixolidio, Eólico y Locrio.<br />
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Los modos Jónico Lidio y Mixolidio son ''mayores'' es decir, suenan alegres, pomposos, épicos y los modos Eólico, Dórico, Frigio y Locrio son ''menores'' y provocan sensaciones de nostalgia, tristeza o solemnidad.<br />
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Como no me quiero volver soporífero porque es un terreno farragoso para quien no esté familiarizado con el solfeo, voy a referirme al modo Lidio, el cuarto grado alterado que provoca un grato contraste entre acorde y melodía y la mejor forma es con un ejemplo:<br />
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<iframe width="320" height="266" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/qXeV3lPZe9M/0.jpg" src="https://www.youtube.com/embed/qXeV3lPZe9M?feature=player_embedded" frameborder="0" allowfullscreen></iframe></div>
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Si aplicamos el modo lidio a la escala mayor de Do, alteramos el 4º grado por lo que la nota Fa sería #F y ya no estaríamos en Do mayor, dando como resultado la creación de la escala de Sol.<br />
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Hay otro ejemplo viviente que me gusta mucho más y corre a cargo de un virtuoso de la guitarra que a sus 61 años sigue estando en plena forma:<br />
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Apabullante, magnánimo, exultante y cualquier adjetivo que se nos pueda ocurrir, el derroche de técnica y la creación de atmósferas que se pueden provocar con la famosa Lidia, uno de los modos griegos que más me gustan por todo lo que evoca y me hace sentir. Dos mundos en uno, un acorde elegante arpegiado y unas notas revoloteando alrededor como mariposas en primavera. Eso para mí es Lidia.<br />
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Y el último ejemplo y como buen Zeppeliano, ''días de baile'' como colofón:<br />
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<iframe width="320" height="266" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/qztKD75J2BM/0.jpg" src="https://www.youtube.com/embed/qztKD75J2BM?feature=player_embedded" frameborder="0" allowfullscreen></iframe></div>
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El modo Lidio va más allá de lo que nos transmite una escala mayor, tiene un aire especial, místico, diferente a todos los demás al sonar exótico, pero cercano al mismo tiempo.<br />
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Es el milagro de la música.<br />
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Mantengo humildes mis orejas.salvahttp://www.blogger.com/profile/05839903855474373925noreply@blogger.com0