sábado, 19 de octubre de 2019

Tras la zanahoria










Sientes como se te descarna el cuerpo, como la carne deja atrás los huesos, porque los huesos, igual que si fuéramos árboles, son las raíces y las raíces no se pueden arrancar, si quieres seguir vivo. Me voy, una vez más marcho, este es mi castigo, este fue mi premio, la distancia. Soy el burro que persigue eternamente la zanahoria, a sabiendas que la zanahoria no se puede alcanzar. Ya es tarde para fingir otra cosa, es más fácil seguir, seguir tirando del carro tras la zanahoria. Aprendes a mentirte, aprendes a sonreír a conformarte. Eres un magnífico actor porque no puedes vender fracaso, vendes triunfo. Marchaste, nadie marcha a la derrota y nadie quiere volver con ella. Se inventan palabras, expresiones vacías que ocultan las que duelen. Les ocultas del dolor a los demás, porque sientes las vergüenzas propias y ajenas, porque sientes el dolor propio y el ajeno, el que causaste, el que causas, y el que causarás, porque fuiste víctima, juez y verdugo. Tres en uno, trino y unidad, como un dios inmisericorde capaz de causar dolor en los tres tiempos, pasado, presente y futuro, tan grande es mi poder, tan poderoso soy.

Las calles cambian, los edificios se echaron abajo y se levantaron otros que te resultan ajenos, como piezas de un puzzle que no se corresponde con la imagen de la caja. El asfalto no te conoce, las aceras son de otro color, los árboles engordaron y crecieron. Aún recuerdas cuando solo eran varas con unas pocas hojas. Eres un forastero en un propia casa que cada vez le es más extraña. Te cruzas con rostros que se parecen a personas que conociste, pero que son más viejas, caras que en tu cabeza no habían envejecido, rostros que has protegido como fotografías antiguas que no han amarilleado, pero que ahora empujan carritos de bebé o necesitan bastón. Te sientes igual que un astronauta que despierta después de una hibernación, un privilegiado por el que el tiempo no ha pasado de la misma forma que para el resto, o al menos eso piensas hasta que te miras al espejo. Entonces el peso de los años se derrumba sobre ti, te despiertas de un sueño zarandeado, y caes en la cuenta, descubres la absurda mentira que te has estado contando, el tiempo pasa, pasó para ellos igual que pasó para ti, eres tú el que no encaja en este juego, eres tú la ficha pérdida, que ahora no encuentra su sitio. No eres ni de aquí, ni de allí. Eres el marido infiel que pierde amante y esposa. Te fuiste, quisiste soledad, el "no os necesito", el "yo solo me basto"; enhorabuena lo has conseguido, aquí está, aquí la tienes y lo mejor es que no va parar de crecer.