miércoles, 17 de junio de 2020

La Escalera




No sé cuánto tiempo llevo bajando esta escalera, solo sé que cada vez los peldaños son más estrechos, más ruinosos. La piedra blanca se ha ido tornando oscura según descendía y ahora es negra y frágil como el carbón. Los escalones casi se desmenuzan al pisarlos,

Tengo miedo de resbalar, de caer rodando. De caer y seguir cayendo, rodando infinitamente hasta que mi cuerpo quede como un saco de relleno de pulpa roja y huesos rotos.

No hay pasamanos, ya no, desapareció hace muchos escalones. También fue cambiando, deteriorándose. Primero había una barandilla de hierro y pasamanos de madera, luego poco a poco fue perdiendo lustre; la madera se desintegró por la carcoma y el hierro fue ennegreciéndose hasta que la herrumbre lo desmenuzó. La barandilla fue sustituida por otra de madera que también fue ajándose conforme seguía descendiendo, hasta quedarse endeble y mohosa, que fue desapareciendo, para que ahora ya no quede nada.

Me pego a la pared y sigo bajando, mientras la escalera sigue retorciéndose, girando, igual que si bajase por las escamas de una serpiente que se va enrollando sobre sí misma, atrayendo a su presa; siempre en el sentido de las agujas del reloj, siempre torciendo en lo que parece un tirabuzón de la Medusa.

Abajo está oscuro, casi no puedo de ver dos escalones más abajo y los comienzo a notar húmedos, como si el carbón del que parecen estar hechos se estuviera licuando en una brea pegajosa. La escalera parece sumergirse en una poza negra de alquitrán. Debería de no seguir bajando, pero no puedo evitar hacerlo. El lodo negro me cubre hasta los tobillos. Cada nuevo escalón es un acto de fe, tanteo con el pie esperando encontrarlo a la misma distancia a la que regularmente he hallado el resto. Tengo miedo, pero también tengo la certeza de que debo seguir bajando, hasta desaparecer en ese fango oscuro, hasta desaparecer.

El lodo está frío, helado, y es negro como una noche sin luna ni estrellas. Es espeso, viscoso, una papilla fétida hecha con innumerables cadáveres de cosas que bajaron hasta aquí antes que yo. Me llega hasta la cintura, comienzo a notar como su densidad me sustenta, invitandome a que me deje caer como si fuera un bañista que baja por la escalera del muelle al mar. Es una sugerencia tentadora, flotar, sentir la sensación ingravidez sumergido en aquella pintura negra, dejarse llevar, rendirse.

He perdido pie. El último escalón que pisé no pudo soportar mi peso, y el pie se hundió como si hubiera pisado una fruta podrida; entonces caí de bruces en el lodo, me sumergí en él y por un momento pensé que me quedaría atrapado, como una mosca en una gota de resina para siempre. Por fortuna, pude sacar la cabeza manoteando igual que una suerte de foca. Aquí sigo luchando por mantenerme a flote. No sé el tiempo que podré aguantar, siento la succión, siento como esta masa oscura quiere tragarme. Es una lucha inútil. He bajado hasta aquí, sabía que nada bueno podía haber aquí abajo, pero aún así he seguido bajando, sumiso como un cordero que va al matadero, solo que un cordero no sabe a dónde lo conducen y yo he venido aquí por mi propio pie. Tomo una última bocanada de aire y me rindo, dejo que me engulla.

Negro, frío, nada.

El corazón bombea más rápido en un vano intento de enviar a más oxígeno, oxígeno que no puede llegar de unos pulmones donde el último aire viciado quema. Abro los ojos y la boca en un acto reflejo e involuntario de supervivencia. La sustancia negra penetra dentro de mí, me ciega y me ahoga doblemente.

Blanco, calor, nada.

Estoy muerto, supongo. No sé si tengo los ojos abiertos o cerrados, porque no sé si siquiera si sigo teniendo ojos. Aun así los abro. La luz quema, necesito un tiempo para poder habituarme a ella. Estoy en el suelo. El suelo es blanco, de mármol blanco con aguas sutiles y grises. Unos metros más adelante hay una escalera hecha de la misma piedra blanca, tiene una barandilla con barrotes de hierro y pasamanos de madera barnizada. La escalera sube torciendo hacia la izquierda, sube y sube, más allá de donde me alcanza la vista. No sé el porqué pero sé que debo subirla.

Fin