
Unas semanas antes:
Ya estaba avanzado el
mes de noviembre y el aire comenzaba a oler a Navidad. Los comerciantes lo
sabían y no perdían la ocasión adornando anticipadamente sus negocios (cada año
antes). Campanas doradas con enormes lazos rojos, abetos de plástico verde y
portales de belén llenaban los escaparates y fachadas. También en las calles
más céntricas de la ciudad las autoridades comenzaban a colgar guirnaldas
luminosas deseando felices fiestas y un prospero año nuevo.
La crisis económica que
azotaba el país parecía menos importante es estas fechas y toda la sociedad
parecía huir hacia delante. Envolviéndolo todo en papel de regalo y bombillas
de colores como si así fuera a desaparecer por sí misma. Pero de cualquier
forma la época de vacas flacas seguía su curso ralentizando el consumo
engullendo empresas y aumentando el número de desempleados.
A la familia de Luis
también les alcanzó con unos de sus tentáculos en forma de regularización de
empleo. Tras diez años en plantilla de Componentes y Materiales s.a. se veía en
la calle con buenas palabras y una indemnización ridícula posibilitada por las últimas
reformas del gobierno.
Siempre
es mala fecha para un despido, pero la cercanía de la Navidad lo hacía si cabe,
un poco más cruel. Tenían algo ahorrado y con la prestación por desempleo el
horizonte a corto plazo no parecía desesperado. Eva, primero se indignó e
incluso culpó a su marido de que había bajado el rendimiento, dando a entender
que casi se lo había buscado. Pero tras el acaloramiento entró en razón y lo
apoyó. Comenzando a auto-inculparse de la situación familiar ya que ella había
dejado su puesto de secretaria de dirección cuando nació Paula.
Pulsó el botón de
arranque con el dedo índice y los 200 caballos del motor alemán resucitaron de
su letargo con un suave ronroneo.
El sedan salió del
garaje como una flecha plateada que quisiera clavarse en el corazón de la
noche. Los neumáticos dejaron un su impronta de goma quemada en el asfalto y
una nube de humo azulado le despidió. Había vuelto a discutir con Eva, en la
cabeza aun resonaban los gritos, los insultos... pero lo que más se oía era el
llanto de Paula. No podía soportarlo, se le introducían como la sal en una herida.
No recordaba cómo comenzó la discusión esta vez, pero daba igual, la situación
se estaba haciendo insostenible. Desde que perdió el empleo todo había ido de
mal en peor. La convivencia con Eva se hacía difícil, en parte porque pasaban demasiado
tiempo juntos, cosa que con anterior ritmo de vida se restringía a alguna hora
por la noche y algún fin de semana. Y en parte por su mal carácter que no era
otra cosa que el producto del tedio y la pérdida de autoestima. Su mujer,
también aportaba, con sus dosis de reproches y lamentos que poco a poco
le iban desquiciando.
Las farolas con su luz
de vapor de mercurio daban a la ciudad los tonos sepia de las fotos antiguas.
Las calles residenciales desiertas dejaron paso a las grandes avenidas y estas
a las autopistas de circunvalación. El Volkswagen se introducía más y más en la
oscuridad a medida que se alejaba. Por sus diez altavoces salía el heavy metal,
potente y afilado que le animaba a apretar aún más el acelerador. En el
velocímetro digital, los 120 km/h legales hacía treinta cifras que se habían
rebasado .Los escasos automóviles que adelantaba eran como luciérnagas en sus
retrovisores en pocos segundos.
Esto le relajaba. Siempre
le había gustado conducir y la velocidad le hacía que su mente tuviera que
concentrase sólo en la carretera olvidado lo demás.
La señal azul
reflectante informaba de que se encontraba a setenta kilómetros de su casa. En
la luz rojiza del tablero de mandos, el testigo de combustible comenzó a
parpadear combinado con un pitido. En el estéreo sonaba "Highway to
Hell"de AC/DC. Tenía la gasolina justa para volver. ¿Volver? .La idea se
empezaba a abrirse camino como un gusano, que va royendo la carne de una
manzana, tras 45 minutos de vagar por la autopista. Al mismo tiempo, que
sopesaba la idea de volver a casa, decidió que primero buscaría una estación de
servicio para repostar y aclarar un poco la mente.
De imprevisto el
reproductor de Cd saltó y se conectó la radio. Sólo se escuchaba el ruido de
interferencia. Luis se sorprendió, con gesto de disgusto accionó los mandos del
volante que harían que volviera a sonar la música. El rock volvió, pero tras
unos segundos la estática de nuevo fue la dueña del equipo de audio.
Esta vez, el bajo la
estática se escuchaba algo más, como una emisora que no tuviera la suficiente
potencia de emisión. Accionó los mandos de nuevo para volver a reproducir el
disco compacto, y comprobó que no podía. No había manera de pasar al modo CD.
Finalmente pulsó la tecla power en la consola del salpicadero. Se hizo el
silencio dentro del coche, lo único que se podía oír era el murmullo del viento
y el trabajo del motor a 2500 revoluciones por minuto, bajo el aislamiento de
una carrocería de más de 40.000 €.
La radio se pasó en
funcionamiento a máximo volumen . El sobresalto hizo dar a Luis un respingo en
su asiento anatómico de piel negra y por un milisegundo perdió el control del
coche. Asió el volante con firmeza recuperando la trayectoria y con el dedo
corazón de la mano derecha empujo el mando bajando el volumen diez puntos .
Ahora la estática había desaparecido y una voz de un locutor dicharachera dijo:
-
Buenas noches y bienvenidos a todos los oyentes de nuestra frecuencia. Hoy
dedicamos nuestra emisión especial todos los noctámbulos, a aquellos que en
esta noche no tienen un rumbo fijo, aquellos que no tienen claro su destino y
muy especialmente a Luis ese conductor del Volkswagen gris plata.
No podía ser. Aquel
locutor le dedicaba un programa de radio, que por cierto se había introducido
en su radio de una forma completamente anómala. Debía de haber oído mal . Era
tarde y estaba más cansado de lo quería reconocer. Tenía que descansar. El
subconsciente le habría jugado una mala pasada. Por la radio ahora se oía la
melodía de una canción que le resultaba familiar pero que no lograba
identificar. En el selector estaba resaltado la opción radio. Lo pasó a CD y la
voz de Bob Scott surgió de nuevo cantando; Autopista hacia el infierno.
En el margen derecho de
la carretera se veían a lo lejos las luces de una estación de servicio. Tomó el
carril de salida y se dirigió hacia ella.
Era una estación de
servicio pequeña con un logo que no pertenecía a ninguna petrolera, por lo
menos que él conociera . El color corporativo era rojo y dos SS mayúsculas
amarillas decoraban el display de precios y los demás elementos.
Estaba vacía. Eligió de
las dos líneas de surtidores la más a la izquierda, para que su depósito
quedara justo enfrente del surtidor. Odiaba tener que rodear el coche con la
manguera . A estas horas de la noche, lo lógico es que estuviera en prepago;
así que apagó el motor y se bajó en dirección a la tienda. Sorprendente estaba
abierta y no sería atendido a través de un cristal y un interfono, eso también
lo odiaba. Se estaba haciendo mayor.
Las puertas se
desplazaron lateralmente abriéndole paso . Cuando entró, la melodía del hilo
musical vino a recibirlo ,era la misma que ponían en la radio. Ya lo tenía era,
era la música de la película "El Mago de Oz"."Somewhere Over The
Rainbonw ".
También vino a recibirlo
un par o tres grados de temperatura menos que el exterior donde no estaban a
más de 2°. Era extraño que hiciera más frio que en la calle pero lo que más le
extrañó era que el empleado, que estaba al fondo, sólo llevara una camisa roja.
Una de esas camisas de uniforme, con el logo correspondiente bordado en el
pecho y una chapita donde pone el nombre del dependiente con la coletilla
" a su servicio". Había dos hileras de estanterías con los productos típicos
, desde aceite de automoción a revistas y chicles. También había un refrigerador
con bebidas y un horno de pan precocinado. Junto al mostrador una máquina de
café de monedas y una pequeña barra con un par de banquetas que hacían las
veces de cafetería. Todo estaba ordenado y limpio.
Avanzó unos pasos dentro
del local y el empleado saludó haciéndole un gesto con la mano y sonriéndole .
Luis se acercó a la caja llevándose la mano a la cartera, en el bolsillo
trasero de sus Levi's 501 diciendo:
-Buenas noches, por
favor me pone 50 € de gas-oil.
El empleado un hombre de
unos 30 años, bien parecido, rubio, alto con ojos azules. Le contestó:
-Buenas noches, por
supuesto . Y continuó. - No desea nada más el señor.
Luis poniendo los 50,00€
sobre el mostrador de vinilo rojo sentenció:
- No, muchas gracias.
Se dispuso a coger el
ticket que le entregaba el empleado cuando este le volvió a preguntar en un
tono sugerente , mientras le miraba directamente a los ojos con una mirada
firme y penetrante.
-¿ De verdad que no
desea Nada Más?. Seguro que tendremos algo que le pueda interesar.
Luis tiró del ticket
contestando un no seco y encaminándose a la salida. No le gusto nada el tono de
la segunda pregunta . Parecía como si le hubiera ofrecido todo, menos algo que
se pudiera encontrar en una gasolinera. Claro que deseaba algo más. Todo el mundo
deseaba cosas, por ejemplo no haber discutido con su mujer y no estar en el
paro; ¡Qué tontería!.
Descolgó la manguera y
la metió en el depósito. La voz impersonal de la máquina le informó de iba
repostar gas-oil. La bomba comenzó a vomitar el combustible viscoso, mientras
que descontaba el crédito. Cuando se detuvo la voz informatizada volvió a
hablar.
- Gracias y buen viaje
D. Luis y recuerde si desea "algo; sólo tiene que decirlo".
Ya se estaban pasando
con lo del deseo .
Colgó la manguera y se
montó en el coche . Era lo último, tomaban los datos de la tarjeta de pago para
personalizar la despedida ,donde íbamos a llegar.
Realizó un cambio de
sentido para emprender la marcha a casa . Miró por el retrovisor viendo como la
gasolinera se alejaba más y más . Se sonrió al recordar lo de "Don
Luis".
La
frente se le perló de sudor frio. Había pagado en efectivo. ¿Cómo podían haber
sabido su nombre?....
Continuará..
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