Cualquier parecido con la realidad, no es pura coincidencia..
A los catorce años y acabada la E.G.B. a principios de los 80's, mi colega Jo y yo no teníamos grandes espectativas de avance en el pueblo. No se podía seguir estudiando en la escuela local, habría que irse a la capital, pero nunca supimos qué queríamos ser de mayores, lo veíamos tan lejano todo, que el mero hecho de pensar si quiera en tener novia, nos agobiaba muchísimo, aunque no parábamos de buscar a las chicas. Ironías de la vida.
Jo a esa edad ya andaba casi por el metro ochenta de estatura, de complexión fuerte y atlética, criado entre barcos de pesca, aprendió a andar (qué exageradas son nuestras madres) en días de faena y temporales, por lo que no se asustaba nunca. Para él, una pelea callejera al salir de la escuela, no era otra cosa que una forma como otra cualquiera de salir de la monotonía de actividades que se podían hacer en el pueblo en los ratos libres, por lo que acudía siempre a sus desafíos, nunca iniciados por él, pero nada mejor que darse unas ostias en la calle y luego merendar pan con mantequilla y azúcar.
-Salvi, guárdame la mochila y la chaqueta un momento, a ver qué quiere el boñigas éste. Mira, la mochila me dá igual, pero la chaqueta que no le pase ná, que le temo a mi madre!
A mí me gustaba jugar al frontón en cualquier pared que hubiera con mi pelota artesanal de hilo y taco de madera y mis manos parecían un muestrario de tiroliano de tanto callo que tenía y Jo era un buen jugador de balonmano, le gustaba la dureza de ese deporte. Ir al contacto contra él era sinónimo de salir perdiendo
El ''intercambio de opiniones'' duró un par de gritos y un insulto por parte del acusador y un directo al ojo como respuesta de Jo y tendida de mano posterior hacia el otro. Siempre lo hacía. Le gustaba dejar las cosas claras a su manera.
Muchos padres en el pueblo habían ido a dar las quejas a la casa de Jo, con el consiguiente sonrojo de los padres de él. Lo que nunca pudieron hacer, era ir a darles las gracias cuando Jo sacaba de la mar a alguno de estos compañeros de pupitre y peleas callejeras, cuando había temporal o resaca y había que ser un marrajo para poder desenvolverse entre olas embravecidas y corrientes traicioneras.
Concretamente a éste último al que Jo dejó medio ciego tres días, unos meses después lo sacó del agua un día de mayo sin colegio y después le volvió a pegar amenazándolo para que no le contara a sus padres lo sucedido n la playa. No quería que fuera nadie a su casa para agradecerles a sus padres la valentía y bondad de su hijo hacia el otro.
Pasaron los años, crecimos sin remedio y tuvimos que ir avanzando al ritmo que la vida nos marcaba, incursionándonos en caminos y senderos donde ver una vía alternativa a los designios del tiempo no era en la mayoría de los casos fácil de discernir, pero no nos quedó más remedio que aprender de cada tropiezo y saber saborear cada momento grato hasta la última gota.
Poco más de una década después, Jo me dijo: Salvi, me he comprado una moto, ya me he cansado de la 49 y tengo una CBR600 quiero correr, volar con ella, sentir cómo me hierve la adrenalina, quiero saber lo que siente un motorista como Randy Mamola!
Una cazadora Dainese y un casco integral a juego era el uniforme de gala y mono de trabajo de Jo, parecía Atila, le faltaba dormir a lomos de esa bestia mono-backbone de 100 c.v. con silueta ninja.
Velocidad, libertad, sentirse como un águila volando por encima de las nubes para evitar la tormenta, 12,000 r.p.m. sobre dos únicos puntos de apoyo que en muchos casos eran solo uno.
Una décima de segundo. Silencio total.
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Empezó a tomar consciencia muy poco a poco, como el que despierta de una horrible resaca y no sabe donde está. A su maltrecho cerebro iban llegando como flashes las pocas imágenes que sus ojos podían captar...
A los pocos segundos se dió cuenta que no le dolía nada, que estaba tranquilo y que por primera vez en mucho tiempo, se sentía en paz consigo mismo, no tenía ninguna mala sensación ni recuerdo ingrato, era como si hubiera vuelto a su más tierna infancia.
Pero el bienestar se fué transformando en sorpresa y angustia cuando pudo comprobar que estaba en un quirófano, encharcado en su propia sangre, con cicatrices en ambas piernas y un brazo, muestras irrefutables de que le habían tenido que poner placas y tornillos en las extremidades, tenía respiración asistida y los médicos estaban intentando reanimarlo, ya que las pulsaciones que mostraba el monitor de cabecera habían caído...
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-Salvi, tengo que contarte algo muy serio, todavía no me lo creo, te juro que he intentado olvidarlo, haciéndome creer a mí mismo que era producto de la anestesia, pero ha sido real.
Me dijo agarrándome con fuerza la mano que le quedaba libre tumbado en la cama de la habitación 212 del hospital. Hubo unos segundos de silencio donde nos miramos a los ojos y no veíamos dos tipos de treinta y tantos. Éramos esos dos grandes amigos que nunca se llevaron mal y que siempre buscábamos el más mínimo resquicio de tiempo libre para escaparnos de casa y zanganear por las calles del pueblo con nuestras bicicletas, jugar a dragones y espadas, espiar a las niñas, rescatar a algún perrillo caído por algún terraplén y ver cómo anochecía inventándonos historias imposibles y ridículas que finalizaban en carcajadas.
Ya no podíamos seguir siendo tan duros con nosotros mismos, éramos dos grandes amigos derrumbados en un mar de lágrimas y aliviados por el mero hecho de seguir vivos y poder seguir disfrutando de nuestra compañía.
-Salvi, he hablado con los médicos que me atendieron y les he contado lo que ví, pero le quitan importancia y dicen que esas situaciones tan dramáticas mezcladas con anestesia dan lugar a esas ''sensaciones'', que no le haga caso a mi cerebro, que seguramente sea el shock post-traumático lo que recuerde. Les he contado todo lo que ví, quien había allí y hasta lo que estaban hablando. Me ha visto el traumatólogo y hasta vino un psicólogo a explicarme no se qué de las neuronas, pero yo no estaba tumbado en el quirófano, lo veía todo como desde el aire, en el techo. Y lo que más me emociona Salvi, es quien había conmigo allí, tranquilo y sonriente.
Halloween
Cumpliendo nuestra promesa de compartir unos terroríficos relatos desde este blog, hemos unificado las fuerzas de nuevo y tras el armageddon de historias y acompañamiento musical resultante, os dejamos con este post.
Todo muy especial y en consonancia con la festividad a celebrar.
Hemos leído y tenido muy en cuenta vuestras sugerencias y aprovechamos para agradeceros una vez más vuestra implicación.
Aquí tenéis dos relatos, dos confesiones sacadas de las tripas de nuestra mente y al final hay de regalo extra, varios enlaces con cuentos afines de otros autores.
@Salva_A_Hdez y @hothorchata
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Pulsa el play de you-tube y empieza a leer, pero piénsalo muy bien antes de hacerlo.
No poder dormir crea alucinaciones.
La falta de sueño crea monstruos y el sentimiento de culpa los alimenta.
Había perdido la cuenta de las veces que sentía golpear los pies de la cama en el preciso momento en que iba a quedarse dormido. ''Eran varios golpes seguidos y breves. Con insistencia.
Era como si alguien le dijera: eh, que estoy aquí'', he venido a recordarte que estás en deuda conmigo.
Y así finalizaba el fenómeno extraño que le estaba costando la salud.
Eran unos pocos segundos, nada más. Los suficientes para arruinar unas imprescindibles horas de sueño a su maltrecho sistema nervioso.
Los instantes que seguían a continuación ya habían conseguido sacarle todas las reacciones posibles. Desde pánico paralizante a ira descontrolada, a levantarse de la cama a oscuras, gritar ''déjame en paz, qué quieres de mí!!''
El cuadro paranoico que se divertía jugando con él le había llevado a poner un cable de alargadera entre la mesita de noche y su cama. Se acostaba con el interruptor agarrado en la mano debajo de la almohada y los pies levemente doblados. Le aterrorizaba pensar en que el visitante pudiera tocarle..
A la mañana siguiente y tras haber pasado una de las noches más amargas de su vida, aún estando en su casa, caminó los pocos pasos que le separaban del baño, dejó que el agua tibia masajeara su cuerpo, se secó, se vistió con su ropa habitual y fué a la cocina para hacerse un café.
Se encontraba fatal. El cuerpo le dolía como si hubiera tenido un combate de kick-boxing y desde luego la brillante idea de mezclar bourbon, barbitúricos y somníferos desde la tarde anterior habían servido de muy poco, pero unos meses sin dormir apenas cuatro horas al día, pueden hacer enloquecer al más templado.
-deberías ir al cementerio y hacerle una visita, rezarle algo. Dijo la madre, una septuagenaria marcada por la vida en cada gesto de su cara. De mirada triste, pero penetrante y con la mesura experta en el tono de voz de quien le habla al hijo problemático que tanto ama y por el que está envejeciendo más rápido de lo que sería justo hacerlo.
-ya no sé lo que voy a hacer. creerás que estoy loco y a lo mejor lo estoy
-tengo una oraciones guardadas de la abuela, llévatelas y las lees allí y esta noche al acostarte, vuélvelas a leer
-no quiero oraciones, madre, no quiero llevar esto por el camino que me indicais todos. ni tú, ni lo que sea eso que golpea la cama. cierto es que cuando murió estaba lejos de aquí y que descansa en el cementerio del pueblo, pero no me veo con ánimo de ir
-las almas son muy delicadas y la suya no descansa, te está llamando. algo quiere..
El café se había enfriado entre frases, miradas perdidas y silencios que lo hablaban todo, pero poco importaba la temperatura del excitante.
Desde aquél maldito día en que llegó a casa a mediodía para comer y se enteró por televisión del luctuoso incidente, velatorio y posterior entierro de su amigo, su vida había dado un vuelco de forma paulatina y devastadora. No aceptaba la situación, se torturaba continuamente buscando un por qué de aquello que le había tocado tan de cerca. Los días siguientes al entierro, fueron un via crucis para él y el hecho de tener en la misma calle donde vivía a los padres de su amigo, no hacía sino que empeorar las cosas.
Dos meses después de darle cristiana sepultura, perdió el empleo que tenía de lunes a viernes. Ausencias constantes injustificadas, lagunas de memoria, llegar tarde y borracho, violencia y reacciones paranoicas con los compañeros, faltas de respeto y actitud desafiante hacia los superiores y una dejadez absoluta en su funciones y en su higiene personal le llevaron directamente a la mutua laboral y su consiguiente despido.
Por una vez y en mucho tiempo haría caso al desesperado consejo materno. No tenía nada que perder y necesitaba como respirar retomar las riendas de su vida y redomar el corcel que llevaba dentro.
Se vistió con la misma ropa que solía usar cuando salía de copas con su amigo: pantalón vaquero con correa de piel curtida y hevilla de All Star Motors. Cazadora de cuero negro, camiseta de Led Zeppelin y botas camperas negras.
Al disponerse a salir vió un papel doblado sobre el mueble de caoba y mármol que decoraba la entrada de la casa. No necesitó abrirlo para saber su contenido. Sabía quien lo había dejado allí. Lo dobló con cuidado de no estropearlo y lo guardó en el bolsillo interno de su cazadora. Cerca del corazón..
Salió del cementerio tres horas más tarde entre liberado e inquieto por esas oraciones escritas por aquella mano anciana que casi no sabía escribir su nombre, pero aquellos párrafos estaban muy bien detallados: líbranos señor de las ánimas benditas....... acoje en tu seno a éste pecador....
....hágase tu luz entre la niebla de este valle...
No fué capaz de terminar las omilías escritas en el papel. Aún siendo de día, el hecho de estar de pie frente a la lápida, le estaba haciendo sentir auténtico miedo. No quería despertar a ningún tipo de energía y a mitad de la lectura, guardó la hoja, rezó lo que podía recordar de cuando su madre le enseñó siendo niño y habló con su amigo en silencio. En perfecta telepatía espiritual.
De camino a casa había tres bares. Conocía a todos los que se encontraban dentro, dueños y clientes, vecinos y amigos, pero algo en su interior le hizo pasar de largo. Hoy no iba a beber nada, aunque le costara sudores. Quería llegar a la noche en plenitud de facultades mentales.
Esos golpes en la cama tenían que acabarse como fuera...
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-...y dice Vd. que se podría hacer cargo esta misma noche del servicio? le preguntó el jefe de la empresa de seguridad, mientras se mesuraba la barba canosa y le miraba fijamente por encima de las gafas de pasta color caramelo.
-sí señor estoy dispuesto a incorporarme ahora mismo, tengo ganas de empezar a trabajar ya. no me importa que sea en un edificio de un organismo público..
-supongo que estará al corriente de lo que dicen del lugar, esta ciudad es pequeña y todo sale a la luz
-estoy preparado, me siento con fuerzas suficientes para empezar y no me importa trabajar solo. no sería la primera vez
-tiene quince días de prueba durante los cuales tanto la empresa como el cliente pueden rescindir su relación laboral. lo entiende?
-perfectamente.
Eran las 20:00 de una fría noche de invierno. El cielo estaba despejado y se podían contemplar las constelaciones, pero esa no era la función que debía desarrollar allí. A esa hora, ya habían terminado su jornada los funcionarios del edificio a custodiar, aunque las órdenes de puesto eran claras: permanecer en el recinto cerrado del parking sin perder de vista tanto el acceso al mismo como al edificio y hacer tres rondas generales de inspección cada noche.
El edificio era entero blanco, de estructura y ventanales rectangulares no muy alto, tres plantas sin ascensor, veinte oficinas por planta y un pasillo largo en cada una de ellas. El silencio plomizo y los claroscuros que se filtraban por los tragaluces daban un aspecto fantasmagórico al lugar, algo a lo que él estaba sensibilizado, pero de ninguna de las maneras estaba dispuesto a permitir que sus propios fantasmas le acompañaran al lugar del trabajo.
Hora y media de la primera inspección completa, salió del edificio con una leve incomodidad
-será la falta de costumbre. ya me iré haciendo a esto. pensó mientras posicionaba el vehículo en un lugar estratégico: en la esquina techada del parking, frente a la entrada al edificio y a la izquierda de la entrada a dicho apacarcamiento, con la parte trasera pegada al muro que rodeaba el recinto. Nada a sus espaldas y todo el inmueble a la vista.
En la radio del patrulla emitía el programa Espacio en Blanco de RNE,
-soy masoquista, aquí trabajando solo, con una linterna, un revólver y una emisora de onda corta para comunicar con la base y pongo este programa que habla de espiritismo, profanación de tumbas, viajes astrales y posesiones satánicas.
A mitad de progama, sintió hambre. Sacó de la mochila un bocadillo envuelto en papel de aluminio y un refresco gaseoso. Sonaron los pitos de la radio marcando la hora en punto que preceden al parte de noticias.
Estaba sentado en el asiento del piloto, cuando el coche se movió como si soltaran el embrague de golpe.
''Eran varios golpes seguidos y breves. Con insistencia.
Era como si alguien le dijera: eh, que estoy aquí...''
Este es mi cuento para esta noche, un cuento que os hará tener más cuidado con quien atropelláis.
Feliz Halloween y como dice la cacnción "precaución amigo conductor..."
“Ver morir a alguien nunca es
fácil, sobre todo cuando esa vida se malogra anticipadamente y mucho menos
cuando esa vida la has segado tú. El recuerdo de aquel niño tumbado en la
carretera, en medio de un charco de su propia sangre me ha acompañado toda la
vida, cada mañana ha sido mi primer pensamiento y también ha sido el último
antes de cerrar los ojos e intentar dormir. Dormir es una palabra hueca para
mí, sin significado, no recuerdo lo que es dormir. Sí, me meto en la cama y
cierro los ojos pero no duermo, o al menos no duermo como el resto del mundo.
Mis sueños son spoilers del futuro infierno que me espera. Ni los somníferos,
ni los psicólogos han conseguido sacar a ese niño muerto de mi cabeza. Lo sigo
viendo, con su jersey de ochos teñido de rojo sangre, desparramado por el
asfalto, mirándome con su carita sucia. Tan quieto, tan falto de humanidad que
más pareciera un muñeco roto, un juguete de otro niño que se hubiera perdido,
caído en la carretera, y que los coches hubieran atropellado. Pero no habían
sido los coches, y no era un muñeco, había sido un niño de verdad y había sido
yo…había sido mi coche…yo había matado a ese pobre niño...yo lo atropellaba
cada noche”.
Cerró las tapas del cuaderno con
cuidado y lo dejó sobre la mesita, casi como si fuera algo antiguo y sagrado.
En cierta manera lo era, lo sabía bien, él lo había escrito hacía años, muchos
años.
Laura estaba llorando otra vez, y
tenía que ir, seguramente tendría hambre. Era un bebé y él su padre anciano de
82 años al que los pocos metros que le separaban de su cuna se le antojaban
kilómetros.
“¡Yo te maldigo a ti y a tu
simiente, yo te maldigo, has matado a mi hijo y yo te maldigo! “ ¡Pudrirá los
vientres y sus frutos no crecerán!”
Recordaba las palabras como si
acabara de escucharlas. La gitana se las escupió a la cara mientras la policía
intentaba reducirla. Había sido un accidente, mala suerte; pero no la culpaba,
jamás lo había hecho. En un principio no les di importancia, aquellas palabras solo
eran fruto de la rabia y la desesperación. Zumbaron como moscas en mis oídos durante
unas semanas, pero era joven e ignorante y me obligué a olvidarlas, a
guardarlas en algún rincón oscuro y secreto de mi mente; claro que en aquellos
años ni siquiera conocía a mi amada Eva.
Un lunar oscuro apareció en la
sábana de la cuna de Laura, luego otro. No se había dado cuenta, pero estaba
llorando otra vez. La había colocado de
lado y la había arropado con ternura y como siempre, se quedó mirándola hasta
que se quedaba dormida,apoyado en la
barandilla de la cuna. ¡Qué bonita era, era la niña más bonita del mundo!
Siempre lo había sido. Ojala Eva hubiera podido contemplarla, aunque hubiera
sido una sola vez. Sorbió los mocos y secó sus lágrimas con un pañuelo que hizo
aparecer de un bolsillo del batín, y comenzó a canturrear una cancioncilla en
voz baja, casi un susurro apenas sin despegar los labios. Era una canción que
le había cantado muchas veces, exactamente 55 veces. Cumpleaños Feliz.
Dócil, el mono comió la golosina
que le ofrecía su amo, después le acaricio la cabeza diciendo:
- Buen chico, buen chico.
El animal satisfecho en señal de
agradecimiento comenzó a saltar y revolotear haciendo piruetas y cabriolas,
dando chillidos de alegría.
- Bueno, bueno, ya está. Anda, ve
a tu sitio y pórtate bien. Recuerda que tenemos invitados.
El tono era amable pero con la
firmeza del que está acostumbrado a que sus ordenes se acaten sin rechistar.
Efectivamente la algarabía cesó .Y la criatura subió mansamente a una especie
de percha junto al trono de su dueño.
Paula contemplaba la escena
sentada en un sillón dorado que tenía pinta de ser muy antiguo y valioso.
Cuando el mono la cogió, pasó
mucho miedo, lloró, gritó y pataleó como no lo había hecho nunca; pero al final
se dio por vencida. La trajo a la ciudad, a la que curiosamente quería llegar.
Unas personas, que tenían la misma mirada que los niños del carro, la
atendieron con amabilidad. Intentó hablar con ellas pero no mediaron palabra.
Simplemente le quitaron el empapado pijama rosa y le pusieron un traje con el
cuerpo en nido de abeja y falda por encima de las rodillas; todo de azul cielo.
El pelo se lo habían secado también lo habían peinado haciéndole una cola que
sujetaron con un gran lazo del mismo color .Se sentía como una muñeca sobre
todo con las calcetas blancas y los zapatitos de charol negro. Desde el primer
momento sintió que estaba en un cuento. Le recordó a una película de dibujos
que había visto pero que en ese momento no recordaba como se titulaba. Cuando
lo vio a Él, lo recordó. Aunque en el cuento que ella había visto el espantapájaros
tenía un papel muy diferente.
El espantapájaros la miró con los
botones que hacían las veces de ojos. Estaban cosidos a la cabeza que en
realidad no era más que un saco sucio y ajado, relleno de paja amarilla. La
boca era un remiendo roto, como una cicatriz abierta en la tela, por la que al
hablar, se le escapaba parte del relleno. No había nariz y tampoco orejas o pelo.
- Vaya. Mirad a quien tenemos aquí.
Las palabras crujían como la estopa seca al pisarse. Si es nuestra amiga Paula.
Sabía que encontrarías el camino pero mentiría si te dijera que pensaba que lo
ibas a hacer tan pronto. Eres una niñita muy especial. Pero eso ya lo sabes tú
, no?. El monigote relleno de paja continuo hablando sin esperar respuesta.
- No pongas esa cara de susto. No
me digas que nunca has visto a un espantapájaros. ¡Ay!, estos niños de ciudad.
Bueno, seguro que tienes preguntas ¿verdad?...Vamos pregunta.
- Señor espantapájaros, yo sólo
quiero ir a mi casa, con mi mamá, nada más. Por favor.
Una lágrima se columpió en las
pestañas de la niña.
- No, no. Eso no es una pregunta.
Eso es una súplica y no es el turno de las suplicas, así que no serán escuchadas.
Dado que no preguntas hablaré yo. Sentenció y unas briznas de paja salieron
disparadas de su boca.
Como ya has deducido estás en el
reino de Oz. Sí ya sé que pensabas que sólo era un cuento y sí en cierta manera
lo es. Es un cuento en el que un impostor se alza como rey. Atribuyéndose
poderes mágicos que no tiene y utiliza a una niñita perdida y a tres habitantes
de su reino para sus propios fines con la promesa de darles algo a sabiendas de
que no podrá. Pues bien yo soy ese espantapájaros en cuestión. Cuando el
impostor fue descubierto nuestro mundo quedo sin gobierno y el caos se apoderó
de él. Sufrimos mucho. Pero entonces yo con mi inteligencia conseguí encauzarlo
y desde entonces lo gobierno.
Entonces se levantó de su
suntuoso trono sobre sus piernas de madera y alzo sus brazos de palo en un éxtasis
triunfal. El mono revoloteo sorprendido y el gran salón donde estaban se inundo
de luz y sonaron trompetas y comenzó a caer confeti y serpentinas. Acto seguido
se derrumbó sobre su asiento y todo volvió a quedar en penumbra. Las ramitas
que eran sus dedos sujetaron el saco de su cabeza que ahora miraba al suelo. El
relleno comenzó a salírsele por la boca y tuvo que mirar hacia arriba para
evitarlo entre gimoteos y suspiros. El espantapájaros estaba...parecía que llorara.
Otra vez miró directamente a Paula y una sonrisa se dibujó en el remiendo del
saco.
- Pero te he encontrado, mi pequeña.
Pensé que no te volvería a ver nunca. A través de los dibujos animados te
busque en tu mundo durante años, alguna vez creí verte; siempre me equivoqué
pero, ahora no. Tú serás mi pequeña Dorothy . Por eso contacté con tu padre,
por eso fuisteis a ver a aquel niño, por eso he estado entrando en ti durante
este tiempo. Para prepararte para este día. Para que vinieras conmigo y juntos gobernemos
Oz. Como debió ser desde el principio.
Paula protestó.
- Pero señor espantapájaros yo no soy ninguna Dorothy. Tiene que haber
alguna confusión. Yo no sé nada de gobernar y nada de Oz sólo la película que
vi en la TV. Por favor déjeme marchar ,por favor...
- No te preocupes ya lo entenderás.
No hay ninguna equivocación. ¡Yo no me equivoco nunca! Ni si quieras lo insinúes,
sólo por eso muchos han perdido la cabeza. Me refiero literalmente...claro.
Jajá. Pero no temas, hoy estamos de enhorabuena, así que ve a tus aposentos y descansa.
Has tenido un día muy ajetreado. Hoy comienza una nueva era en Oz.
Dio el equivalente a una palmada
y aparecieron dos chicas de mirada perdida, llevaban puestas unas túnicas
verdes con dos SS bordadas en el pecho. Tras ellas venia un león. La fiera
caminaba con lentitud y majestuosidad, bamboleando su melena rubia que lo hacía
aun más imponente. Laura recogió sus pies y se hizo un ovillo sobre el sillón,
aterrorizada.
-No temas, dijo el espantapájaros.
No te hará daño, sólo será vuestra escolta y vigilará que no te pase nada.
Tienes que darte cuenta que ahora todo esto te pertenece.
Con resignación y miedo Paula fue
acompañada a sus habitaciones, atravesaron salones y subieron escaleras de
piedra y mármol. Todo era como siempre había imaginado que sería en un castillo
de cuento, la diferencia estribaba en que era mucho más oscuro, más triste.
Los cerrojos del portón de su
alcoba se cerraron convirtiéndola en una celda, recorrió la habitación de
solida piedra. Había un pequeño matacán, con unas ventanitas que más bien parecían
aspilleras, cubiertas de vidrio verde, no había rejas, pero por la cantidad de
escalones que habían subido no creía que fueran necesarias. Con un león
apostado a fuera, en la puerta escapar era una quimera.
Tenía ganas de llorar pero se las
trago estaba cansada de llorar, pensaba en las doncellas que la habían atendido,
empezó a entender el porqué de sus miradas vacuas.
Sin nada más que poder hacer se
echó en la cama. Era una cama de princesas, tenía un colchón mullido y blando
que debía de ser de plumas y un dosel de terciopelo verde esmeralda con dos
grandes eses bordadas en oro, sería emblema del reino porque estaba sobre todo.
Tendida sobre la cama bocarriba lo miraba preguntándose que significaría,
cuando cayó en la cuenta de que no eran dos eses. Ella había presupuesto que
los trazos eran dos formas independientes, pero no; eran un todo. Las líneas onduladas
simbolizaban un camino. Eran un símbolo no dos iniciales.
Ese pequeño descubrimiento la
hizo evadirse por un instante y sonrió.
Con renovadas fuerzas volvió a
explorar sus aposentos. En primer lugar se dirigió a un tocador que había al
lado izquierdo de la cama. Todo el mueble estaba decorado con pan de oro, tenía
incrustaciones de perlas y esmeraldas. Sobre él, había varios frascos de
cristal de roca tallado, que supuso contendrían perfumes y un cepillo para el
pelo con el cuerpo de nácar. Se sentó en la silla dorada y con el asiento del
consabido terciopelo verde y se miró al espejo. Allí estaba, viéndose reflejada,
mirándose con los ojos azules cansados de llorar. En lo que dura un pestañeo creyó
ver como la imagen reflejada temblaba, como si en vez de ser un espejo donde se
estaba mirando fuera en la superficie de un rio. En efecto, la superficie del
espejo había vibrado porque volvió ha hacerlo.
La imagen de Paula se distorsionó
y comenzó a girar desapareciendo en un remolino, como si hubieran quitado el tapón
de una pila y su reflejo se fuera por un desagüe. A medida que su imagen desaparecía
otra nueva surgía. La niña gritó. Era mamá, estaba dormida plácidamente en su habitación,
en casa.
- ¡Mamá , Mamá estoy aquí....mamá
socorro!. El llanto entorpecía la llamada de la niña que hipaba entre reclamo y
reclamo.
Así es como Paula tomó
consciencia de su nueva realidad; su
mente estaba prisionera. Y la única comunicación posible con su mundo era ese
espejo, en el tocador, en su alcoba, en un castillo, en Oz.
Las dos horas siguientes
estuvieron llenas de preguntas. Algunas se las hizo el doctor directamente a
Paula, otras en cambio estaban en unas fichas, donde tuvo que contestar o bien
rodeando con un circulo o dibujando algo. También le enseñaron algunas
diapositivas y le pusieron fragmentos de música. Respondía o al menos la parte
de ella que estaba allí. Su sensación era la de que su cuerpo y su mente ya no
estaban en intima conexión; sino que era como manejar un títere, que hace todo
lo que le ordenas e incluso puede emocionar a un espectador con su actuación aparentando
que posee vida. Pero que en verdad no deja de ser un pedazo de madera, dirigido
por la persona, que esta oculta tras un decorado. Pues bien pensado, ésa era la
situación de la niña. Paula era la marioneta de Paula.
Laura no estuvo presente todo el
tiempo, según le dijo el doctor, su presencia directa podía condicionar las
respuestas de su hija y se retiró durante alguna fase del estudio a una pequeña
sala de espera contigua a la consulta.
En ese lapso de tiempo donde
esperó a que terminaran las pruebas, Laura intentó contactar con su marido. Pero
su teléfono seguía apagado o fuera de cobertura. No sabía cuándo iba a
regresar; simplemente le dijo que se levantaría temprano porque tenía que salir
y que posiblemente estaría fuera todo el día, poco más.
Tenía una mezcla de sensaciones;
no sabía si enfadarse con Luis o agradecerle que no estuviera disponible. El
problema de Paula parecía que había actuado de aglutinante de su relación,
pero... ¿Era eso lo que ella realmente quería? Realmente para qué le llamaba,
para decirle que Paula había tenido otra crisis y que había decidido llevar a
la niña al médico. ¿Era su bendición lo que buscaba? o sólo le llamaba para
informarle del estado de su hija. La cual, por cierto, no debía preocuparle, lo
más mínimo, cuando no había hecho ni una sola llamada en todo el día. O a lo
mejor estaba siendo demasiado dura con él y no habría podido. Su sentimientos hacia
su marido eran un completo caos ¿ Por qué era todo tan complicado?
Afortunadamente la puerta se abrió. Era el doctor Jovellanos que ya había
acabado el examen a Paula. De inmediato supo que algo no iba bien.
-No sé cómo ha ocurrido, pero su
hija es otra niña completamente distinta a la que vi en el hospital hace tan solo
unos días. Se han operados cambios muy importantes en ella y creo que esta somatizándolo
de alguna forma.
Laura se mordió otra vez los
labios y se esforzó por no volver a llorar, casi no lo consiguió pero al final
sus lágrimas no volvieron a rodar por sus mejillas.
-Doctor, ¿a qué tipo de cambios
se refiere...?
El hombre se demoró unos
instantes como si buscara las palabras más apropiadas o menos crueles para
exponer el tema.
- Podríamos decir que Laura
parece estar en stand by , es como si su actividad cerebral se hubiera reducido
a las funciones estrictamente necesarias para la vida, eliminando o reduciendo prácticamente
a cero todos los procesos relacionados con el pensamiento abstracto y procesos
cerebrales superiores. Por explicárselo con términos coloquiales; ahora mismo
en la mente de su hija ha habido involución a casi a como cuando era poco más
que un bebé.
-Pero doctor qué me quiere decir
que Paula ha sufrido un retraso mental repentino.
- Algo así, parece ser que algo psíquico
atenaza la mente de Paula; limitándola; de la misma manera que si le hubieran
puesto una mordaza mental. La verdad todo esto es muy extraño y de momento son
sólo conjeturas. Habría que hacer un estudio completo neurológico para poder
hablar con más seguridad pero eso lamentablemente excede de mis posibilidades .
Lo siento, de verdad. El doctor estiró el brazo para que su mano cayera sobre
las de la madre que le miraba con la impotencia pintada en la cara.
La mujer aguantó el tipo durante
unos segundos tras los cuales acabó derrumbándose. Apartó las manos usándolas
para ocultarse el rostro y amortiguar el sonido de su llanto y de sus balbuceos
que se retroalimentaban en su propio dolor . En una serie que parecía infinita
tanto en su duración, como en su crueldad.
- Han sido ellos ...ellos le han
....metido algo a mi...niñita..Ay..Mi ..Ellos..
El doctor se levantó de su sillón
consternado. Se acercó a Laura para ofrecerle el consuelo que da el contacto físico
y una palabras bienintencionadas, realmente se compadecía de ellas.
- Sea fuerte Laura. De momento
son sólo conjeturas hay que seguir explorando . No hay que decaer, si no buscar
una solución. Precisamente yo tengo un amigo que nos podría ayudar. No desfallezca,
ya verá como todo sale bien.
Al otro lado de la sala Paula seguía
absorta, con su expresión bobalicona, en la pantalla en la que una película de animación
desarrollaba su trama. La saliva se iba acumulando gota a gota en su cavidad bucal,
hasta desbordarse por su comisura derecha cayendo en un espagueti largo y
viscoso.
La Emperatriz del Blues, Bessie Smith
Mamie Smith, la primera mujer que grabó un blues, allá por 1920
Ma Rainey(1880-1939) la que nunca regaló un gesto de cara a la galería, todo puro feeling
Memphis Minnie, the hoodoo lady
Victoria Spivey la única que tuvo compañía discográfica propia
Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Koko Taylor, Janis Joplin...
Y muchísimas más, pero estas son a grandes rasgos para mí las mayores exponentes del Blues clásico, las damas de la música negra, las diosas del blues.
Y todas ellas con un denominador común: una voz que ha sabido transmitir en cada sílaba, cada palabra, en cada grito o susurro las tristezas y alegrías del amor, de la soledad, del dolor del alma, de la necesidad innegociable de ser y sentirse libre, en una palabra: Blues.
De todas ellas tengo vinilos, gastados, cansados de sonar, pero guardando intacta la magia que recogieron en el momento. Muchos son en sistema de sonido ''mono'', primario, casi áspero para las orejas acostumbradas al maldito Mp3, pero no para mí.
Para mí son fuente de inspiración, la mejor compañía en noches de bohemia y escalofriós de madrugadas etílicas, donde las resacas se atenuaban cuando me acurrucaba entre los brazos de Ma, Billie o Janis..
Décadas refugiándome en esta música, disfrutándola, asimilándola, aprendiendo todo lo que caía en mis manos para aprender a tocar y transmitir este estilo, buscando siempre una buena voz que liderara las bandas donde tocaba.
Y así pasaron las décadas de los 80's, 90's y hasta hoy, todo este período volviendo a la ''fuente'' cada cierto tiempo, por añoranza, por repaso de algún hit, o por puro placer egoísta, hasta que hace unos pocos meses, me tropecé con una nueva estrella del blues. Del blues-rock, para ser más exactos.
Fué un tropezón agradable, sorprendente e ilusionante. Lo primero que escuché me gustó mucho: una voz recia, quebrada, con ''buena escuela'', inflexiones de voz al más puro estilo 70's y una buena destreza con la guitarra, tanto ritmeando como a la hora de hacer solos.
Las canciones van sonando al azar desde el modo de reproducción aleatoria de cualquiera de sus cinco Lp's editados desde el primero en 2009 hasta el último que conozco ''The Dirty Truth'' en 2014
Es la inglesa Joanna Show Taylor, de 26 añitos de edad y aglutina un buen compendio de las voces que he reseñado al principio y una amplia cartera de riffs con los mejores licks de Hendrix, Stevie Ray Vaughan, Moore, etc.
Exagero? Probablemente, pero para gustos, colores y el mío tiene debilidad por el Blues y no puedo ni quiero ser objetivo con los sentimientos que despierta en mí la música y más concretamente este estilo al que tanto debo.
Como dice el encabezamiento de este post, gracias a dios la herencia no va a quedar desierta, los talentos tardan en llegar, pero merece la pena todo este tiempo de espera si es para zambullirse de cabeza en la música que nos ofrece esta nueva reina blanca del Blues británico.
Con su primer disco fué reconocida y premiada con el ''best female vocalist at the british blues awards'' y formó parte de la banda de Annie Lennox (del grupo Eurythmics y ganadora en 2004 del globo de oro y oscar a la mejor canción para El Señor de los Anillos: el retorno del Rey)
Como buen animal de escenario, su fuerza está en el directo, donde las jams dentro de sus canciones parecen no tener prisa por terminar, algo que es de agradecer, ya que no se suele conformar con la típica canción de tres minutos. Ella tampoco concede muchos gestos de cara a la galería, comercialmente hablando, su música no va a sonar en la consulta de un dentista.
No tiene reparos ni se achica compartiendo tablas con gente tan relevante como Bernie Marsden (histórico guitarrista co-fundador de Whitesnake) o Eric Gales (gran intérprete de Jimi Hendrix y colaborador de Carlos Santana, entre otros)
Y ahora, subamos el volúmen para disfrutar de un directo crudo, sin artificios a tiempo real, de los que van ''retocando'' la voz. Aquí hay muchos kilates de good vibrations y una guitarra que ruje como si la tocara el mismísimo Gary Moore!
Energía, blues-rock a pleno pulmón como a mí me gusta denominar a los artistas que salen a darlo todo, tengan más o menos, pero lo dan todo, es la única manera que conozco de transmitir y llegar.
El blues como sello característico, el rock como energía que mueve a este fenómeno joven del que me siento más que feliz de haber podido descubrir y compartir con vosotr@s y esa voz Soul, rota, profunda y con tantos matices ''negros'' que la hacen ser única, porque cada voz es única e irrepetible, como cada uno de nosotros, pero esta voz me atrapa, me hipnotiza.
Aunque lo que de verdad me cautivó, fué una versión que no todos los músicos se atreven a interpretar y mucho menos en directo. Es un clásico de otro de los irrepetibles e inigualables: Jimi Hendrix.
Hay esperanzas, hay sangre fresca, hay nuevas estrellas brillando en el firmamento que nos hacen renovar las ilusiones y la fé en el futuro del Rock, son personas que están tocadas con la varita mágica de las antiguas estrellas del blues, las que crearon escuela, las que dejaron un halo imborrable, un estilo de hacer música con lo que sentían sus corazones y una forma de vida.
Porque el Rock es eso, un estilo de vida.
Gracias por irrumpir, Joanna! God bless you!!
Esta es una de las ventajas de ''mantener humildes las orejas''.
Cual es vuestra sentencia? Ya se sabe que no es más que una moda comercial instaurada aquí, un motivo más para salir de fiesta, gastar bromas con mejor o peor gusto y gastar dinero, pero tambien es la noche de brujas del mundo anglosajón y se realizan conjuros y hechizos...borrar el pasado y eliminar las malas vibraciones.
Dos caras de una misma moneda contrastadas y vigentes aún hoy, en pleno siglo XXI
Queda lanzado el reto. Si quereis algún especial para la noche del 31 de Octubre, en forma de relato, historia musical o un cuento típico sobre esta festividad, disponeis hasta el día 26 para dar vuestra opinión. Tendremos en cuenta todas las opiniones e intentaremos hacer algo en consonancia con la celebración y liturgia de la noche de brujas.
En cualquier caso, deberíais ir tomando ciertas precauciones, nunca se sabe cuando se puede abalanzar la guadaña..
Ellas me lo
advirtieron, ellas, mis amigas, mis compañeras, ellas me lo advirtieron. Me
dijeron que esto iba a pasar, que me llamarían loco, pero yo no estoy loco, no
estoy loco. Ellas me lo advirtieron. Pero no pude hacer otra cosa, era mi vida,
tuve que luchar por ella. Ustedes, los que ahora me llaman loco hubieran hecho
lo mismo, era la única salida. No estoy loco.
Siempre he sido una persona tranquila y trabajadora, pueden
preguntar a mis colegas del mercado. ¿Solitario, reservado? Eso, sí, pero no
loco; loco no. Nunca me gustaron los chismes, ellas me los contaban. Sabía de
todos, de sus amoríos o de sus deudas, conocía sus vidas incluso mejor que
ellos mismos, pero siempre he sido discreto. Podía haber hablado, cuchicheado,
dejando gotas en veneno en los oídos adecuados, pero no. Jamás las traicioné.
Ellas son mis amigas y valoro mucho la amistad.
Y ahora, de repente, estaba loco. ¿Por qué? ¿Por qué mis
amigas me advirtieron de él? Es cierto que lo maté, no puedo negarlo, y que le
hinque mi cuchillo hasta el mango más de veinte veces, tenía que asegurarme de
que no se levantara. También me reconozco este defecto, me gusta hacer bien las
cosas. Pero, ¿Loco?, loco no. Sabía muy bien lo que estaba haciendo. Era muy
consciente de ello, y no como un loco que lo haría en un arrebato de su locura.
Ocurrió un día mientras limpiaba pescado. Era un anciano con
la piel curtida por el sol, andaba trabajosamente apoyándose en un bastón
negro. El disfraz era perfecto, jamás lo hubiera descubierto. Se detuvo delante
del puesto y miró el género. No dijo nada, no compró nada, sólo clavó sus ojos,
de un azul lechoso en mi mercancía durante unos instantes y luego se marchó
arrastrando los pies y golpeando con su cayado.
Cuidado, me advirtieron, no le mires a los ojos. Ellas me lo
advirtieron, ¡me lo advirtieron! y no les presté atención.
A los pocos días volvió. Se plantó delante del puesto de pescado,
miraba las sardinas, las caballas, los robalos. Los miraba con esas viejas
canicas de vidrio azul que tenía por ojos. Parecía disfrutar viendo a los
pobres peces, recreándose en la languidez de sus cuerpos, en sus bocas abiertas
como si aún buscaran un último hálito de vida y con esa mueca de desprecio
colgada de los labios finos, decrépitos del color del hígado. Fue entonces
cuando me miró, fijamente, clavándome aquellos dos trozos de hielo. No lo hagas,
no lo mires. Cierra los ojos, me gritaron al oído, pero no pude evitarlo. Ustedes no pueden
comprenderlo, ustedes no estaban allí. Sentí el frio de la muerte, la
desolación de una noche infinita dentro de mi alma. Luché por apartar la vista,
luché con todas mis fuerzas.
Fueron mis amigas las que me salvaron, fueron en mi ayuda y
le obligaron a dejar de mirarme. El viejo se pasó la mano con la que no usaba
el bastón por la cara se marchó, dejándome el corazón tan helado que apenas si
podía latir. No se volvería a repetir, la próxima vez estaría preparado.
Frio, mucho frio. No sé cuántos días pasaron hasta que el
viejo volvió a aparecer, lo que recuerdo es el frio y como me dolían las
articulaciones, lo peor era el dolor en las manos, que apenas me permitía trabajar,
aquello y la espera. Sí podría haberme vuelto loco pero no, no lo consiguieron,
seguí lúcido, perfectamente cuerdo,ellas me susurraban palabras de ánimo al oído. Eran mis amigas, no me
dejaron solo.
El mercado estaba casi desierto, muchos puestos habían
cerrado, siempre era el último. Otra rareza decían, bueno tal vez, pero no
loco. Terminaba de retirar el pescado que no había vendido, guardándolo en
cajas de corchopán blanco, que luego cubriría con nieve para llevarlos a la
cámara frigorífica. Me dolían las manos, los guantes no hacían nada porque el
frio no venía desde afuera, el frio estaba dentro. Cuando oí el arrastrar de
los pies seguido del leve golpe del taco de goma en el suelo de mármol del
mercado, supe que había llegado el momento. Era él, estaba a mi espalda, ahora
podía sentir sus ojos azules clavándose como chuzos helados en mi espalda.
Es tú única oportunidad me dijeron, nosotras podemos verlo.
No hay nadie. Sólo quedan los chicos de la limpieza, pero no pueden veros y el
guardia de seguridad que le habrá dejado pasar, ese maldito viejo le habría
engañado con su falsa ancianidad, “Por favor hijo déjeme pasar, no tengo nada
que cenar, sólo será un momento, sólo un momento...”dijeron, y tenían razón,
como siempre. Mis amigas las moscas nunca me fallaban.
Mirando al suelo me giré lo más rápido que pude y asesté un
puñetazo en la cara del anciano, los huesos de la mano me pincharon como si
fueran de cristal pero el viejo calló como un saco. Hubiera saltado de alegría pero
no había tiempo. Lo recogí del suelo y lo llevé a dentro, a la cámara frigorífica
y lo cubrí con paladas de nieve. Rápido, no había tiempo que perder, luego
coloqué varias cajas de pescado encima.
El guarda me saludó como todas las noches, hacía la ronda
antes de cerrar.
- ¿Has visto a un viejo con un bastón? me dio pena, le he
dejado pasar no hará ni veinte minutos, pensé que habría aquí, no le he visto
salir.
- No he atendido a nadie desde hace más de una hora. Habrá
ido donde la fruta. Mentí (Pun, pun)
(Pun, pun) .Empezó
como un leve dolor de cabeza poco más que un pequeño pulso, un suave latido que
al principio confundí con los míos. (Pun Pun) Pero no, aquello no era mi corazón,
era otro tipo de sonido, como el golpeteo de una baqueta sobre el pellejo tenso
de un tambor (PUN PUN PUN). Eran golpes, algo golpeaba dentro de mi cabeza,
cada vez con más fuerza. ¡¡PUN PUN PUN!!. No podía ser, no, no era dentro de mi
cabeza, cada vez era más evidente; no podía negarlo, porque no estaba loco. Yo
no estaba loco, loco no, porque aquel ruido era el bastón del anciano golpeando
contra la pared de la cámara frigorífica. Tenía que hacer callar a ese maldito
viejo y a su bastón… Pero un momento el guarda también debía de estar oyéndolo,
era imposible que no oyera aquel estruendo
¿Qué clase de broma macabra era está? ¿Qué
trampa habían urdido entre los dos?
- Mejor que eche un vistazo antes de cerrar, por si las
moscas. Dijo.
¡¡PUN PUN PUN PUN!! ¿Por si las moscas? Aquella era la
prueba de su complot. Sabían de nuestra relación, de nuestra amistad.
No me iba a rendir tan fácilmente, agarré un cuchillo con
fuerza y lo ataqué hundiéndoselo en la base del cráneo, justo cuando hacía como
que se iba a ir a realizar su falsa búsqueda. ¿Qué otra cosa podía haber hecho,
esperar que él me atacara antes?, ¡Ah! Yo no estoy loco. ¿Lo ven?, loco, NO.