La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.(Jorge Luis Borges)Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes
(Confucio)
Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los “cómos”.
(Friedrich Nietzsche)
Sintió el calor del licor descendiendo por su garganta hasta que se difundió en
sus tripas. Era el cuarto whisky solo, que tomaba en los casi 45 minutos que llevaba en
aquel tugurio de mala muerte.
AZUL, AZUL<< - ¡Que le han hecho a la niña! ¿Por qué?...Dios mío ..¿por qué?. ...Tú
tienes la culpa... Tú y tu ambición... Tú maldito seas... Tuuuú. ¡MALDITO
SEAAAAS!>>. <<Buenos días D. Luis me alegro de poder conocerle personalmente >>
<< - Ah su hija, un ser encantador >><< Lo voy a coger y me da igual lo que pienses.
Creo que das demasiadas cosas por sentadas... >> . <<Eso; vete. Eso es lo único que
sabes hacer, huir >> AZUL, AZUL <<¡MALDITO SEAAAAS!>>
¡¿Qué iba a hacer?!¡Dios! Era su hija. Su hija; su hija....Dios ¿Qué podía hacer? Se iba a
volver loco. Prácticamente no había tenido ocasión de hablar con Laura. Sólo le gritaba
acusándolo; él era el responsable de lo que le estaban haciendo a la niña. Que la había
vendido y cosas aún peores que no quería o no se atrevía a recordar. Sólo supo huir.
Alejarse de su mujer, alejarse de su familia . Se autoengañaba; pensaba que así pondría
distancia y que más tarde, cuando los ánimos se serenaran, podrían buscar una
explicación a toda esta pesadilla pero era mentira. Tenía miedo. Y un cobarde como él,
hizo lo que sabía hacer mejor; huir.
- Hola guapo, ¿me invitas a una copa?
La mujer se acercaba como una gata hambrienta al acecho de un ratón obeso.
Luis apartó los ojos del vaso y la miró.
El tinte rubio platino dejaba ver unas raíces como el carbón. No debía pasar de los 30
pero los avatares de la vida lo ocultaban junto con un maquillaje algo exagerado.
- Tómate algo, si es lo que quieres, pero no creo que sea una buena compañía. El
alcohol le sujetó la lengua que comenzaba a pesar más de lo habitual.
La chica tomó asiento en un taburete junto a él con un movimiento sensual que hizo
imposible no fijarse en su cuerpo voluptuoso y escaso de ropa.
- A mí no me lo parece. Contestó alzando una mano para llamar la atención del barman.
Un hombretón de cabeza rapada y camisa blanca con pajarita negra, que a duras penas
conseguía abarcarle el cuello.
Luis ignoró el comentario y volvió a mirar a su vaso de whisky para ver como los hielos
agonizantes se derretían. Le dolía la cabeza y el cuello. Sentía el bombeo de la sangre en
sus sienes; cada latido era como si le golpearan con un martillo pilón en el cráneo.
Apuró los dos dedos de bebida que quedaban . Sacando dos billetes de la cartera de
50,00€ que dejó sobre la barra dijo
- Quédese con el cambio.
- ¿Te vas tan pronto?, guapo. Comentó la chica girando distraídamente el contenido de
la copa que acababan de servir con el índice, luego se lo llevó a los labios, chupándolo
mientras le seguía con la mirada.
- ¿No te da pena, dejarme aquí tan solita? Continúo de forma sugerente.
No le faltaba razón, aquel antro estaba desierto. Aún era demasiado pronto para que ese
tipo de negocios tuviera ambiente. Sólo había un par de chicas más, sentadas en el otro
extremo del salón que cuchicheaban entre si, pero que no habían dado ninguna muestra
de querer comenzar la jornada laboral. Muy al contrario que su interlocutora que lo hizo
nada más entrar en escena. Bajó desde el piso superior, por una escalera situada al fondo
del local, clavando las agujas de acero de sus tacones, sobre el suelo de gres imitación a
mármol. Contoneándose como una pantera que sale de caza.
No contestó, los músculos del cuello quemaban. Quería ponerse el abrigo, el dolor le
paralizaba. Intentó meter el brazo por la manga pero fue igual que si le hubieran clavado
un puñal al rojo. Contra su voluntad dejó caer la prenda sobre el taburete. Las
propiedades anestésicas del alcohol no estaban causando el efecto esperado en sus
dolores, especialmente en los del alma. La chica abandonó su asiento. Recogió el abrigo
y le ayudo a ponérselo.
Con un movimiento ágil y estudiado, hizo que sus cuerpos entrechocaran. Luis sintió la
presión cálida de sus pechos en el brazo y como los labios se quedaban a unos
milímetros de su oído; entonces le susurro unas palabras con voz aterciopelada.
Acto seguido, se apartó de él. Recogió la copa y sin mirar atrás, se dirigió hacia las
escaleras que conducían a la planta superior, con su bamboleo de caderas y la copa
balanceándose entre sus dedos.
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El bizcocho dulce y untuoso se deshacía en la boca. Paula se había servido una pequeña
porción, no tenía hambre, mas una vez probó su maravilloso sabor a mantequilla, el
apetito se le despertó y comenzó a comer con deleite.
Todo tenía un aspecto delicioso. Sobre la gran mesa, había toda clase de dulces. Había
tartas de chocolate de varios pisos, pasteles de fresas con nata, torres profiteroles
rellenos de crema y luego regados con caramelo, natillas, flanes, helados de todos los
colores y sabores y galletas de canela y magdalenas y... la variedad parecía
interminable. Por un instante olvido donde estaba y fue feliz. Sin embargo, el bordado
verde de la servilleta con la que se limpiaba los restos de merengue de la boca, se lo
recordó.
Miró el plato con trozos de dulces a medio comer y lo apartó con sentimiento de culpa.
Una doncella apareció por un lateral del salón y se acercó a ella.
- Mi señora ¿ha terminado?.
La niña asió a la sirvienta por el brazo. Era la primera persona que le dirigía una palabra
desde que llegó, aparte del espantapájaros, claro estaba.
- Por favor, quiero ir a casa. Por favor, por favor
.La sirvienta agachando la cabeza se retiró dando pequeños pasos hacia atrás, temerosa
y suplicante.
- Por favor señora, por favor.... Cuando se alejó un par de metros giró y desapareció por
donde había venido asustada como un conejo.
Justo en ese instante aparecieron varias más, que diligentes comenzaron a retirar todas
las viandas. En silencio esta vez y de la misma forma que si estuvieran ejecutando
alguna coreografía, terminaron en pocos minutos, recogiendo fuentes, bandejas y
manteles dejando así al descubierto la madera noble reluciente. Para rematar su trabajo,
colocaron un tapete verde esmeralda remallado en oro y unos candelabros también
dorados, de tres brazos cada uno pero sin ninguna vela.
El salón volvió a quedar desierto y en silencio. Las sirvientas habían desaparecido tan
repentinamente como aparecieron. Paula se sintió pequeña e insignificante allí en aquel
enorme sillón dorado. No sabía qué debía hacer, así que decidió permanecer sentada
esperando, contemplando el amplio salón donde se encontraba. Era una gran nave de
planta rectangular, de unos 50 metros de largo por ,30 de ancho, hecha de sillares de
piedra blanca revestida de mármol hasta media altura, también blanco. El techo, a no
menos de 5mts, estaba acabado en un artesonado de madera labrada, decorada con pan
de oro e incrustaciones de esmeraldas, que repetía un patrón de formas geométricas. Las
piedras refulgían como si tuvieran fuego en su interior iluminando todo el recinto. En el
centro, el patrón se interrumpía, con un rosetón ovalado donde se podía ver el emblema
de los trazos curvos en relieve. Sobre los muros, lucían colgados tapices a juego del
tapete de la mesa, que junto con la alfombra intentaban hacer lo más confortable. No
había ningún mobiliario más a parte del mesón de madera pulida y el sillón donde
estaba. En cualquier otra situación se habría quedado maravillada encontrándose en un
lugar como ése, donde los protagonistas de sus cuentos favoritos darían fiestas
suntuosas. Pero preferiría estar en su sitio, dentro de ella misma, en casa ;no en aquella
especie de sueño que parecía no tener fin.
De frente, al fondo del salón, se abría un arco que hacía de entrada principal, había una
más pequeña, en un lateral, por la que había entrado el servicio, que carecía de hojas
pero que a cambio tenía unas pesadas cortinas que hacían sus veces. Paula oía como si
barrieran el suelo con una escoba de retama detrás de los cortinajes. Poco a poco, el
ruido se fue acercando. Una mano de palo con falanges largas y nudosas aparto la tela y
el espantapájaros apareció, le seguía el león.
-¡Buenos días, mi querida niña!. Espero que hayas descansado. Empezó dicharachero y
sin esperar respuesta, prosiguió.
- La jornada será apoteósica. Hoy vas a ser presentada al reino. Han venido de todos los
rincones a rendirte pleitesía. Ya veras, todos están encantados de que estés aquí. Una
brizna de paja amarilla salió volando de su boca y se balanceo hasta caer mansamente
sobre el suelo. Paula se disponía una vez más a suplicar pero el monigote no la dejó
empezar si quiera, su verborrea era incontenible, se notaba que disfrutaba escuchándose.
El león aburrido, bostezó abriendo las fauces y mostrando sus poderosos colmillos,
luego agitó la melena como intentado despabilarse y volvió a hacer como que escuchaba
atentamente.
- Bien; ahora te prepararás. Tienes que estar radiante; aún más, jeje. ¿Alguna pregunta?
La niña negó con la cabeza. Había aprendido la lección. No la escucharía; era inútil.
Sin previo aviso el león volvió a abrir las fauces; el rugido reverberó por toda la sala,
poniéndole la carne de gallina. No pasó un segundo, cuando un par de doncellas de
hábito verde, salieron por la puerta lateral, que la instaron a acompañarlas.
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En la habitación había el sitio justo para una cama revuelta, una mesilla de noche
desvencijada y un pequeño bidet de porcelana descascarillado. Una triste bombilla
colgaba del casquillo, sus 40 watios alumbraban algo más que nada, el tajo de aquella
mujer. En la pared, un ventanuco al que habían cegado poniendo un adhesivo de flores
rosadas, con la doble intención de dar intimidad e intentar integrarla en la pared del
mismo color. Aunque lo primero lo conseguía, lo segundo necesitaba un gran esfuerzo
de imaginación. Toda esta información entró por los ojos de Luis yendo directamente al
vertedero del subconsciente
. Las palabras de la chica seguían resonando en un eco infinito. “Solo quiero cumplir tus
deseos".
Quizás a estas alturas ya hubiera perdido la razón, y solo fuera una insinuación típica de
una prostituta. Pero tenía que lo, no podía marcharse sin mas. Así que la siguió, como
un perro en celo, escaleras arriba.
- ¿Quién eres, qué quieres de mí? Increpó a la chica que yacía sobre la cama.
- Tranquilo guapo, si sigues gritándome así, mi amigo de la barra se podrá nervioso, y
no creo que te guste
- Esta bien, dijo Luis; bajó el tono y se sentó en el borde del camastro junto a la mujer .
Te lo preguntare de otro modo.
- ¿Qué, querías decir con lo de cumplir mis deseos?
- Es mi trabajo guapo, doy placer, cumplo deseos. La mujer jugueteaba con una cadenita
plateada que le rodeaba el cuello, ¿no tienes....ninguno? Hábilmente se desabrocho un
botón de la camisa dejando aun más expuesto su generoso busto.
Luis se levantó de la cama con dificultad, la cabeza le iba a estallar y el cuello volvía a
quemar.
- Ya te dije abajo, que no era una buena compañía.
Creo que los dos estamos perdiendo el tiempo.
Comentó dando un paso en dirección a la puerta a modo de despedida.
La chica se removió para seguirlo con la mirada.
-Lamento el malentendido..Pero pensé... Bueno. Adiós
-No hay ningún malentendido
-¿Cómo? ¿ Qué has dicho?.
- Que no ha habido ningún malentendido, que sé por lo que estas pasando. No eres el
único.
Luis se quedó de una pieza. ¿Sería una nueva alucinación? La mujer se había levantado,
algo en ella había cambiado, su actitud, su mirada. La picardía y el deseo se habían
esfumado y ahora sólo había paz y comprensión. Le tocó el brazo con la mano y sintió
como el contacto le reconfortaba el espíritu, como un oasis de luz en su oscuridad
particular. El labio inferior comenzó a temblar ligeramente, noto el calor de las lágrimas
a punto de ser derramadas; si nada lo impedía se iba a derrumbar como un niño perdido.
-Ssssh. No digas nada. Sólo quiero que sepas que no estáis solos. Ahora no es momento
de hablar. Puede estar vigilando. Vete a casa y dile a Laura que use el espejo. Vete, no
hables, no pienses; solo vete.
- Pero...pero. No lograba articular las palabras.
- Sssssh tranquilo, recuerda; dile que use "El espejo", ahora vete y con delicadeza abrió
la puerta empujándole suavemente igual que si fuera un polluelo que no quiere dejar el
nido.
La puerta se cerró con un leve crujido. Dentro del cuarto la mujer se sentó de nuevo,
primero en la cama, suspiro y luego se dejo caer de espaldas. El colchón la recibió con
una protesta en forma de rechinar de muelles. En su gremio la actividad comenzaba con
la puesta de sol, pero los parpados le pesaban como si no hubiera dormido nada durante
el día. Se acurrucó de lado buscando una posición cómoda y antes de que fuera
consiente se quedó dormida plácidamente como un bebé.
El golpeó de un puño sobre la puerta la despertó súbitamente. Era el barman.
-Luzil, Luzil ¿Estás bien?... El salón está lleno de clientes. ¿No piensas trabajar hoy?
- Si.... si ya voy... me he quedado...dormida...
La chica se incorporó. Estaba desnuda. Su ropa yacía hecha girones por todo el cuarto.
Sintió en su vagina el escozor propio de una jornada intensa de trabajo. Una arcada la
sobrevino y tuvo que inclinarse sobre el bidet para vomitar. La cabeza le daba vueltas,
mientras una oleada de bilis amarillenta le abrasaba el esófago. Abrió el grifo y se
enjuago la boca escupiendo varias veces. En la porcelana rosada unos hilillos de sangre,
bailotearon antes de perderse por el desagüe junto con los demás jugos. Entonces es
cuando sintió el calor palpitante en la cara. Dio un tirón del cajón de la mesilla
sacándolo de sus guías. Cayó al suelo deshaciéndose en tres trozos, desparramando su
contenido por el suelo. Había un tubo de lubricante espachurrado, ya en las últimas,
varias ristras de preservativos y un juguete sexual con la forma de un miembro viril de
gigante. Rebuscó nerviosa hasta que encontró lo que buscaba; una pequeña polvera
plateada. La abrió y contempló su rostro. Se le cayó de las manos temblorosas. Alguien,
algún cliente se había ensañado con ella. La hinchazón del lado derecho de la cara había
comenzado a cambiar el rojo por el morado y el pómulo izquierdo también inflamado
mostraba un corte que parecía una boca desdentada. El labio superior estaba reventado y
lucía un coagulo de sangre seca El resto del cuerpo no estaba mejor. En ambos pechos
tenia marcas de mordeduras que le habían desgarrado el pezón izquierdo que pendía de
un colgajo de piel escarlata.
Se habían levantado ampollas sanguinolentas en los muslos como si la hubieran azotado
y la espalda estaba cubierta de arañazos profundos a medio cicatrizar. Las terminaciones
nerviosas, empezaban a desperezarse del efecto sedante del sueño, se vieron
sobrecargadas de trabajo; había un mensaje urgente que transmitir. Dolor, mucho dolor.
¿Quién la había torturado así ?. Era...era como si la hubiese poseído un demonio llegado
de lo más profundo del averno. ¡Dios mío! ¿Quién le había hecho esto? Intentó recordar
entre la paleta de dolores que la asediaban. Pero en su cabeza no había nada. Las últimas
doce horas de su vida estaban en blanco, como si las hubieran borrado. Una y otra vez
intentó traer algún recuerdo a su mente, pero lo único que conseguía ver era un color.
Azul...azul.
Continuará…
AZUL #23
AZUL #1
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