En octubre ya se empiezan a ver los primeros mantecaos en las tiendas. En noviembre los turrones ya andan por doquier y al empezar diciembre, tiendas, calles, bares, cines, antros, casas...todo se convierte en una peli de serie B tipo ''perpetual eyaculator in everywhere'' navideño.
Todo lo que te rodea se envuelve en ruido y luces y sólo existen los colores rojo, blanco y verde para la ropa y la decoración...
Suddenly todos son Papá Noeles!!
El vecino saliendo a tirar la basura, el mecánico de tu taller de confianza, la niña de la tienda, el chalao de tu compañero del trabajo, el de la gasolinera, el que vende los gorros de Papá Noel!
Joder, ayer mismo fui a visitar a mi madre, pero había un señor con barba blanca y un gorro colorao diciendo: jo,jo,jo,jo!! la reconocí por la risa que le dió. Casi se me escapa un pedete del susto. Imaginaros el cuadro.
Los villancicos comerciales son una tortura china: al principio casi agradan, pero al cabo de unos días ya empiezan a sangrar las orejas y los oídos piden a gritos que los sacrifiques ya y de forma instantánea. No quieren sufrir más.
Básicamente se componen de un ritmo de pandereta y cascabeles, una guitarra ritmeando acordes sencillos, una flauta porculera y una voz generalmente de niño, que se asemeja a un pito de feria. Todo eso agitado y mezclado, tienen la osadía de sacarlo a la venta y bombardearnos constantemente durante 40 días como mínimo en todos los rincones de tu ciudad, pueblo o pedanía. Durante las 24 horas del día.
Y que yo sepa, no hay suicidios por intoxicación acústica ni gente queriendo matar hilos musicales en supermercados, gasolineras, bares u oficinas. A mí me han entrado ganas alguna vez, pero de momento lo controlo regulando la respiración e intentando tararear alguna canción de Led Zeppelin o Fausto Taranto.
No sólo soy melómano; también me gusta la música.
Unas navidades las tuve que pasar trabajando en unos grandes almacenes, todos los días desde el 1 de diciembre hasta el 7 de enero, de 9:00 a 22:00h. En este horario comercial empezaban a sonar los dichosos villancicos del niño con la flauta durante las 13 horitas de nada que duraba cada cornada laboral.
Uno de esos días que pude cotillear por allí, pude acercarme a la oficina donde estaba el equipo de música y ví que el reproductor de Cd's tenía tan sólo dos de los seis que admitía, cada uno con 15 canciones de unos 3:00 minutos de duración. Acababa uno y automáticamente empezaba el otro.
30 canciones en bucle durante 13 horas diarias.
La tortura china.
Todo se quedaba sordo cuando por fín subía al coche y arrancaba el motor. Desde que me enseñaron a conducir tengo la costumbre de dejar el coche en ralentí un par de minutos para que el motor no empiece a trabajar en frío, así sufre menos y se le alarga la vida. Esos dos minutos eran en completo silencio, me pitaban los oídos y a veces me dolía la cabeza.
Necesitaba mi terapia musical de camino a casa.
Los 20 minutos aprox. que duraba mi trayecto eran mi terapia de desconexión, conducir y tararear las canciones que llevaba en el coche grabadas en un CD con los villancicos que no suenan habitualmente por los lugares donde nos desenvolvemos a diario.
Llegar a casa, respirar relajado, buena música y mejor conversación..
Realmente hay mucha música, más de la que podríamos disfrutar si viviéramos el triple. Pero hay que seleccionar y yo llevo estos derroteros. Me gusta escarbar en estanterías de tiendas de vinilos y oportunidades, observar portadas, preguntar, escuchar a ser posible y darme el gustazo de ampliar un poco más la colección. Poco a poco, sin prisas, hay que disfrutar el camino, descubrir alguna perla nueva o un viejo LP desconocido pero con un contenido de valor incalculable.
Saturnales o navidades, lo que quiera cada cual. Me quedo con las dos, agitadas y mezcladas.
En cualquier caso, que reine la paz.
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