-¡Cuántas ganas tenía de verte! ¿cuánto ha pasado desde la última vez?¿cuatro semanas? ¿cinco?
-Hola mi amor, cinco, cinco largas y estúpidas semanas sin poder vernos
-Sí mucho, demasiado tiempo sin poder hacerlo cariño.
-Lo siento, no he podido venir antes
-Ya, me hago cargo, el trabajo, los niños. Por cierto ¿cómo están?
-Bien, como siempre hechos unos becerros.
-Y en el trabajo, todo …¿Bien?
-Siii, bueno, ya sabes. La última semana ha sido de locos
-Bueno, ya pasó. Ahora lo más importante ¿Cómo está lo más bonito de este universo y sus alrededores?
-Jajajaja. Que exagerado eres
-¿Yo? diría que me quedo corto
-Anda… no me saques los colores. Estoy bien, todo lo bien que se puede estar.
-Sigues dándole vueltas. Es eso ¿verdad?
-Si, no te voy a engañar
-Lo entiendo, ya sabes mi opinión.
-Sí la sé, quizás sea por eso que le doy tantas vueltas
-Es lógico que lo hagas
-De cualquier forma ya he tomado una decisión, por eso he venido también. Creo que esta será la última vez.
-¿Cómo?
-Sí. Es lo mejor para los dos. No podemos seguir así, no es justo para nadie.
-Amor mío la vida rara vez lo es. Mírame
-Ya, pero no me importa. Yo tengo que vivir conmigo y así no soy feliz
-¿Lo has pensado bien?
-Sí, no hay vuelta atrás.
-Por favor, piensa en los niños.
-¡No!. Estoy harta de pensar en todos antes que en mí.
-¿No puede haber una última oportunidad? Volver a considerarlo
-¡No!
-No lo hagas. Te quiero, no podré soportarlo
-Sí que podrás, solo te quedan unas semanas.
-Pero y si algo cambia
-Ya sabes que no lo va hacer. La sentencia es firme
-Mi amor. Hazlo por mí.
-Por ti lo hago, nada más que por ti, porque te amo con todo mi ser y porque no soporto la idea de pasar ni un solo minuto más en este mundo sin ti, sin poder tocarte, sin poder besarte. Esperando a que pasen los días hasta que llegue ése en el que te tumben en una camilla y te inyecten un veneno para matarte como a un perro. No, no puedo soportarlo ni un minuto más.Te esperé
-¡Noooo!
Entonces aprieta los dientes y acto seguido se derrumba, cayendo de la silla al suelo igual que si fuera una muñeca de trapo y comienza a convulsionar, como si esa misma niña, gigante e invisible que la hubiera dejado caer ahora la estuviera pateando con furia.
Los espasmos terminaron enseguida, el espumarajo blanco dejó de brotar de sus boca. Todo había terminado. Todo excepto los gritos y los golpes de desesperación impotente de aquel recluso de detrás de la mampara de seguridad.
FIN.
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