sábado, 24 de noviembre de 2018

ABISMO







Esa distancia entre el dolor ajeno y el dolor propio Ese espacio, es ese hueco insalvable que te aísla, que rompe los delgados puentes de la empatía, de la solidaridad y del “te comprendo” y del “cuenta conmigo” y del “estaré a tu lado”. Es la nada insondable de la soledad absoluta. Las palabras de ánimo son ecos lejanos, las caricias, los abrazos, recuerdos. El dolor es íntimo e intransferible y es ahora cuando te sientes ridículo, recordando aquellas veces en que tú estuviste al otro lado del abismo. Cuando creíste que fuiste útil, que ayudaste al doliente con tus palabras, con el consuelo de tus lágrimas cómplices. No, de nada sirve la empatía, el dolor es egoísta, es un amante celoso y dedicado, que no se presta a compartirte con nadie. Eres solo de él y solo para él necesita todo tu sufrimiento, exige todo tu padecer.

Aprieta los dientes y guárdalo para ti, no lo muestres, pues solo conseguirás que los demás se contaminen de tu pena y casi les obligarás a que intenten ayudarte, cuando de sobras sabes que no podrás. Es pedir refuerzos, carne de cañón, más cadáveres, más sacrificios para un dios inmisericorde, que no atiende súplicas, ni concede gracias. Sufre, calla, hasta que el dolor un día se marche, hasta que un día el dolor aburrido se vaya, hasta que se olvide de ti. 
 
 
 
 
 

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